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evangelio

Mar 14 Nov 2017

Dios nos llama a valorar los dones que hemos recibido

A veces una mujer o un hombre sienten que su vida no tiene importancia o sentido. Dios en cambio nos llama a valorar los dones que hemos recibido, sea en lo material, en capacidades u oportunidades para hacerlos fructificar. No quiere que seamos siervos inútiles o perezosos. En la imagen de una mujer ama de casa hacendosa o de un buen negociante de valores nos llama a prepararnos, son buenos frutos para rendir cuenta al Señor. Primera lectura: Pr 31,10-13.19-20.30-31 Salmo: Sal 128(127),1-2.3.4-5 (R. 1a) Segunda lectura: 1Ts 5,1-6 Evangelio: Mt 25,14-30 (forma larga) o Mt 25,14-15.19-21 (forma breve). Contexto bíblico ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La Liturgia elige, para los últimos domingos del año litúrgico, los temas de los “novísimos”, el final de nuestra vida y de los tiempos. El domingo anterior se habló de la resurrección que nos espera con Cristo. Hoy se habla de lo que debemos hacer mientras llega el Señor “como llega un ladrón en la noche” El apóstol (2ª lectura) dice que en la espera del Señor no podemos entregarnos al sueño, sino permanecer en vela y con la mente lúcida. El elogio de la mujer ejemplar en la 1ª lectura (Proverbios) destaca la laboriosidad, el aprovechamiento de los talentos, la generosidad, la productividad, cualidades con las que esa ejemplar mujer trae felicidad, merece confianza y finalmente recompensa. El evangelio nos indica que mientras vuelve el Señor, quedamos “encargados de sus bienes”. Cada uno es diferente, pero cada uno ha recibido los talentos de acuerdo con sus capacidades. Es interesante que la palabra “talento” que se menciona originalmente en la parábola, término que designaba una medida de peso en plata, en el lenguaje corriente, por el texto de esta parábola, haya venido a significar don, capacidad, destreza particular. El señor de la parábola reconoce a quienes han sabido hacer producir el ciento por ciento de lo que habían recibido. Pero fija su atención especial en aquel que fue perezoso, mal sirviente. El mismo señor reconoce que es muy exigente y no acepta que su plata no produzca réditos. La sanción para el perezoso es perder lo que había guardado inútilmente, mientras los buenos servidores se ven recompensados con creces: al que supo producir le darán más. "Vengo presto, y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras. Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin" (Ap 22,12-13). ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Todos hemos recibido de Dios talentos, de los cuales el primero es la vida, con cada uno de sus años y sus días. Esta enseñanza nos lleva a despertar en cada persona la conciencia de su propio valor. El señor de la parábola confió en cada uno, sin excepción, y le confió, al menos, un talento. Contexto situacional: ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decir a la comunidad en su realidad concreta? Más de una persona, en nuestra sociedad, se siente inútil y, lo que es peor, rechazada: “sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar.” (EG, 53) Debemos suscitar en nosotros y en los demás, el sentido del valor de nuestra vida. Cada uno ha sido, como en la parábola, mirado por el Señor y juzgado digno de confiarle una misión, de la cual se esperan rendimientos valiosos. Conscientes de ello, tenemos que animarnos a una gestión creativa y productiva de nuestros talentos. El Papa Francisco nos ha dicho que es muy grave la tendencia a la acedia o al pesimismo. Jesús en la parábola elogia la astucia de la gestión financiera de los buenos servidores. Y al otro le dice: “Debías haber puesto mi plata en el banco, para que … me la devolvieras con la ganancia”. “Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. Aun con la dolorosa conciencia de las propias fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse vencidos, y recordar lo que el Señor dijo a san Pablo: «Te basta mi gracia, porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad»” (2 Co 12,9). (EG, 85) El hombre, “con su acción no sólo transforma las cosas y la sociedad, sino que se perfecciona a sí mismo. Aprende mucho, cultiva sus facultades, se supera y se trasciende. Tal superación, rectamente entendida, es más importante que las riquezas exteriores que puedan acumularse. El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene.” (GS, 34) “Más los dones del Espíritu Santo son diversos: si a unos llama a dar testimonio manifiesto con el anhelo de la morada celestial y a mantenerlo vivo en la familia humana, a otros los llama para que se entreguen al servicio temporal de los hombres, y así preparen la materia del reino de los cielos. Pero a todos les libera, para que, con la abnegación propia y el empleo de todas las energías terrenas en pro de la vida, se proyecten hacia las realidades futuras, cuando la propia humanidad se convertirá en oblación acepta a Dios.” (GS, 38). Contexto celebrativo: ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La participación en la liturgia de la Palabra nos da una oportunidad que no tuvieron los siervos de la parábola: un llamado en mitad del camino para que avivemos la conciencia de los tesoros que nos ha confiado el Señor y la responsabilidad que tenemos, no sólo por el temor de la rendición de cuentas ante el Señor exigente, sino por la alegría de sentirnos valiosos, útiles, importantes en la realización del Reino de Dios. En la Eucaristía presentamos al Padre, unidos a Cristo, el hoy de nuestra vida como ofrenda agradable. Convertidos de la pereza, la desidia o el pesimismo inmovilizantes, nos alimentamos con el Pan de los débiles para fortalecernos en las nuevas etapas de nuestro camino hacia la rendición definitiva de cuentas en la Jerusalén celestial. Recomendaciones prácticas: Subrayar el sentido de las palabras: fin, muerte, juicio, eternidad, resurrección. Es aconsejable utilizar el Prefacio Dominical VI: "Prenda de nuestra pascua eterna", p. 388 del Misal, que destaca el sentido escatológico de la historia. Tener presente que el próximo domingo, es la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo.

Vie 10 Nov 2017

Alimentemos nuestra fe con la Palabra, los sacramentos y la comunidad

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Vie 3 Nov 2017

Evangelio 05 de noviembre de 2017

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Mié 25 Oct 2017

Amar a Dios es amar al hermano

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Mié 25 Oct 2017

Cuando estamos movidos por el amor a Dios entonces damos amor

Dios nos ama tanto que cada día busca dialogar con nosotros a través de su Palabra que libera y salva. Por eso escuchemos piadosamente lo suave y dulce que es para la vida la Palabra de Dios. Primera lectura: Éx 22,20-26 Salmo: Sal 18(17),2-3a.3bc-4.47+51ab (R. 2) Segunda lectura: 1Ts 1,5c-10 Evangelio: Mt 22,34-40. Contexto bíblico ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En el evangelio, que es culmen de la liturgia de la Palabra, que escucharemos este domingo XXX° del tiempo ordinario, se recogen las palabras de Jesús, como en una especie de síntesis, el misterio de la vida de Dios expresada en el amor y la misericordia, dice: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu” y luego añade: “Amarás al prójimo como a ti mismo” (Mt 22, 34-40). Así toda la liturgia de la Palabra viene unida por un único hilo conductor: El amor debe vivirse en la vida con una constante entrega y donación de sí mismo. El ejemplo por excelencia del cumplimiento del mandamiento del amor, es el cotidiano actuar de Dios en la historia del hombre. La primera lectura del libro del éxodo dice cómo Dios se dona diariamente aconteciendo en las realidades humanas: “Si el prójimo clama a mí, yo lo escucharé, porque soy compasivo” (Ex. 22, 26). Así mismo el salmo en la liturgia de este domingo canta que Dios tuvo misericordia de su Ungido (Sal. 18, 51b). Y san Pablo, en la carta que escribe a los Tesalonicenses, nos recuerda la imagen perfecta del amor: a Jesús que es el campo de acción de la misericordia de Dios; “por Jesús, a quién Dios resucitó de entre los muertos y por el que nos libra del castigo que viene” (1Tes. 1, 10). El misterio del amor, según la Palabra de Dios, consiste en comprender que el amor a Dios está en directa relación con los hermanos y al mismo tiempo el amor a los hermanos es la directa relación del amor con Dios, a quien hay que amar con toda la vida, en toda la vida y para toda la vida. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Cualquier ser humano cuando siente amor, da amor, por eso quien se siente amado y ama no hará nunca daño. La liturgia de la Palabra nos invita a ser conscientes del amor de Dios que se desborda en nosotros sin ningún interés, simplemente Dios se nos ha entregado totalmente a través de Jesús y nos ha demostrado que siempre será fiel y que cumplirá sus promesas, siempre mantendrá su fidelidad a la alianza aunque el hombre no cumpla con su parte. Podemos pensar que Dios cree en nosotros cada día, ve en nosotros su proyecto, por eso nos ama, porque ve en nuestra pobre humanidad muchas posibilidades de redención. Dios cree que solo amándonos, no castigándonos, podremos abrir nuestra vida a la conversión, sólo la experiencia del amor de Dios derrumbará los muros que hemos puesto en nuestros corazones por el pecado y la maldad, solo algo más fuerte que el pecado, el amor, cuyo rostro es Jesús, podrá cambiarnos los esquemas, sólo si confiamos en el Señor, como el salmista, diciendo siempre con nuestra vida y con nuestro testimonio cotidiano: “Yo te amo señor: tú eres mi fortaleza”. Contexto situacional: ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decir a la comunidad en su realidad concreta? La liturgia de la Palabra, a través de la cual el Señor se hace carne en nosotros, nos da dos motivaciones para la vida cristiana: 1) Debemos amar a Dios con todas las fuerzas que pueda manifestar un ser humano: Con toda el alma, con todo el corazón, con todo la mente, es decir, con todo nuestro interior, con todo lo que sentimos, con todo lo que pensamos. La entrega a Dios tiene que ser total, porque la donación que el mismo Dios hizo de sí mismo fue total. En definitiva la primera tarea es hacer que todo lo que hacemos cada día, todo lo que tenemos, todos los que nos encontramos, toda nuestra familia, nuestros compañeros de trabajo, nuestros empleados, amigos, vecinos, amen a Dios. Esto solo será posible si tenemos en cuenta la segunda motivación: 2) Amar al prójimo. Nadie ha visto a Dios, por eso el campo de acción de Dios somos nosotros su hijos; debemos estar atentos porque nuestra forma de comportarnos dice en cuál Dios creemos; cuando estamos movidos por el amor del único Dios entonces damos amor, perdonamos, somos honestos, justos, humildes, cordiales. A veces parecemos hijos del maligno, pues nuestras obras son las del mal, vivimos metidos en un mundo de libertinaje, corrupción, lujuria, desorden, rabias, irrespeto, malas relaciones personales y familiares. Pensemos que cuando vemos un niño le encontramos algún parecido con sus progenitores, así mismo cuando alguien ve un cristiano debería ver algún parecido a su Padre Dios, que solo sabe ser bueno y compasivo con los demás. Hay una tremenda exigencia en el evangelio de este domingo: no es amar a Dios y al otro de cualquier forma, hay que amarlos como a nosotros mismos, esa es la medida; debemos ser conscientes que somos muy condescendientes con nosotros mismos, nos perdonamos fácilmente, nos justificamos, nos aceptamos todos los defectos y hasta los malos gustos, pero al otro no le pasamos ni media; esta es la clave de la medida del amor: en el otro nos tenemos que ver a nosotros, sobre todo si entendemos que somos la Iglesia, miembros del Cuerpo de Cristo, hijos de un mismo Padre, es decir, hermanos. El otro, como repetidamente dice el Papa Francisco: es un don de Dios para mí, es decir, es Dios mismo. Contexto celebrativo: ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La oración colecta de este domingo nos invita a pedirle al Dios eterno, que hoy nos permita hacer crecer en nosotros las virtudes teologales, dice: “Dios todo poderoso y eterno aumenta nuestra fe, esperanza y caridad, y, para conseguir tus promesas, concédenos amar tus preceptos”. Nadie puede amar sino tiene fe, sino está movido por la espera ansiosa y paciente del Señor que viene a salvarnos a nosotros que somos su pueblo. Una de las mayores pruebas del amor de Dios es la eucaristía, es Dios diciéndonos y demostrándonos que jamás nos dejará solos, que está aquí y ahora hablándonos y dándose como alimento, por eso el rito es la expresion de un Dios que solo quiere darse totalmente al hombre. Así mismo, esa imagen tan grande de la asamblea reunida para la celebración es signo de lo que Dios espera de nosotros; todos unidos con un mismo corazón, una misma fe, mirando a Cristo, experimentando como hermanos el amor del Padre que se entrega y que a la vez bendice nuestras vidas. Razón tenía San Agustín cuando decia sencillamente: “Ama y haz lo que quieras”, seguramente jamás nos haremos daño. Recomendaciones prácticas: Podría ambientarse algún lugar del templo con el lema de la Conferencia Episcopal para este año: “Dejémonos reconciliar por Dios” (2Cor. 5,20). Hacer una motivación y preparar una jornada para que los fieles se acerquen durante la semana al sacramento de la penitencia, es una de las experiencias más grandes en la que los cristianos experimentan la bondad, la compasión y el amor de Dios. Hacer el rito de la aspersión con el agua bendita, en el acto penitencial, recordándole a la comunidad que una de las mayores pruebas del amor y la misericordia de Dios es haber recibido la gracia del bautismo y el perdón de los pecados. Para el acto penitencial de la Misa se puede seguir el Formulario 3, eligiendo una invocación para el Tiempo Ordinario, p.p. 344 -345 del Misal. Podría hacerse la Plegaria Eucarística "de la Reconciliación II", p. 508 del Misal. Tener presente que: El miércoles 1°, es la Solemnidad de Todos los Santos. El jueves 2, es la Conmemoración de todos los fieles difuntos. El viernes 3, es en Colombia, la Memoria Obligatoria de San Martín de Porres, religioso.

Mar 17 Oct 2017

Cuando Dios está en nuestras vidas somos capaces de servir a los hermanos

Dios quiere hoy que su voz sea de consuelo y esperanza, pero también de afirmación de la grandeza de su amor y de nuestra disponibilidad para hacernos servidores de la Causa de la verdad y de la vida en la que Jesús es nuestro Señor y redentor. Primera lectura: Is 45,1.4-6 Salmo: Sal 96(95),1+3.4-5.7-8.9-10a+c (R. 7b) Segunda lectura: 1Ts 1,1-5b Evangelio: Mt 22,15-21. Contexto bíblico ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La Palabra Divina nos muestra cómo Dios eligió a Ciro para que fuera para Israel un signo de libertad y de esperanza, en contraposición al signo doloroso del César del Evangelio, que es para Israel signo de muerte y de opresión. San Pablo en la introducción a la Carta a los tesalonicenses, no sólo ofrece la formalidad de un saludo sino que propone el tema de esperanza que esa carta contiene y que se hace necesario en el mundo de hoy. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Dios me muestra a mí y a la comunidad entera, la fuerza de su amor único e irremplazable, el que me permite discernir sobre el lugar que ocupan en mi vida las personas, las cosas, las aspiraciones, las opciones que hacemos. En la palabra que Dios me propone este domingo, he de encontrar también el sustento de mi esperanza, para que la voz de Pablo me invite a mí y a cuantos configuramos la comunidad, a una vida de confianza y de esperanza. Contexto situacional: ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decir a la comunidad en su realidad concreta? Hoy, más que nunca, los creyentes estamos llamados a distinguir los ámbitos de nuestra vida y preocuparnos por servir a quien de verdad nos salva, nos redime, nos integra como personas a la comunidad. Servir al “César” de este mundo sería asumir la dependencia de las cosas que marcan nuestra hora presente: el poder, el placer, la riqueza. Una vida así dividida tiende a desconocer y posponer los valores más auténticos y a generar esclavitudes que, como la que afectaba a Israel, muchas veces se disfrazan en aparentes acuerdos entre lo divino y lo humano que terminan ahogando la supremacía de Dios y postrando la fe al servicio de realidades humanas intrascendentes. Contexto celebrativo: ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Cada celebración Dominical es un encuentro con la Palabra, la persona, el misterio del Señor. La liturgia misma tiene como centro no el “cesar” de este mundo sino el Señor de la Historia, cuya imagen no está grabada en el haz de una moneda sino en la vida misma de cada persona que haya encontrado el amor de Dios. Cuando ese amor lo centra todo, entonces empiezan a surgir las iniciativas que nos permitan hacernos servidores de los hermanos en quien está viva la imagen de Dios y cuya promoción y reconocimiento son misión de la Iglesia en la que todos fuimos consagrados al Señor. Las lecturas contrastan complementándose, porque lo que para Israel fue bendición en Isaías, es dolor para el Israel de los tiempos de Jesús. Es allí donde el Señor centra nuestra vida en una actitud de respeto y consideración por las autoridades, salvando con valor la identidad de nuestro único Dios al que en la Liturgia de cada Domingo llamamos Señor de tantos modos. Es Él el que impulsa la acción de la Iglesia, la dirige como Señor y la espera para premiarla con el Reino de la Verdad y de la Vida, para que el anuncio del Evangelio y la misión de la Iglesia no se parezcan en lo más mínimo a la campaña servil de un rey humano sino que sean el paso del único señor que nunca se nos muere y que vive para siempre. Recomendaciones prácticas: Este día coincide con el de las Misiones. Es bueno que se siga la pertinente indicación cuando se escojan las lecturas que se proponen. Tener presente que el sábado 28 octubre, es la fiesta de los Santos Simón y Judas, apóstoles

Mar 17 Oct 2017

El tiempo de Dios

Por: Mons. Mauricio Vélez García - El ritmo de la vida cotidiana se ha hecho frenético para todos. Las ocupaciones, las tareas y las responsabilidades diarias, nos han ido robando la paz interior y nos han puesto en contravía de una buena calidad de vida y de un oxigenarnos espiritualmente. Me parece escuchar en todo momento las palabras de El Maestro: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada" (Lc. 10, 41 - 42). Cuando se nos dificulta priorizar los tiempos de Dios, comenzamos a llenar nuestros espacios con los compromisos materiales, con lo objetivo y tangible que acaparan nuestro sentir y pensar, pero que, en realidad, podemos aplazar sin ninguna consecuencia. Estamos llamados a comprender que los tiempos de Dios están por encima de las cosas, y estas, jamás, podrán estar por encima de Dios. En nuestro ambiente familiar y social, el tiempo, cada vez, es más reducido, y en consecuencia, el que tenemos reservado para Dios es pobre y empequeñecido. Es la hora de comprender que si tenemos tiempo para Dios, este nos será recompensado y santificado con el que el Señor nos dedica amorosa y permanentemente. El tiempo es un signo fundamental del amor de Dios; un don tan preciado que se nos hace necesario valorar y optimizar sin preferir los aconteceres de nuestra vida diaria. Cuando tenemos tiempo para Dios, nos damos cuenta de inmediato, de que Dios es una realidad en nuestra vida; empezamos a comprender lo maravilloso que es sentir su presencia, tener la certeza de que Él tiene tiempo para todos y se ocupa amorosamente de nuestra historia, se sumerge en nuestra realidad y nos lleva, con su pedagogía del amor, al arte de vivir bien y caminar hacia la felicidad. El Papa Francisco nos lo ha presentado como la cercanía y el encuentro: “Cercanía y encuentro son los instrumentos de Dios, que en Cristo, se ha acercado y nos ha encontrado siempre”. Dejarnos encontrar por Dios equivale a escucharlo con atención y entregarle todo nuestro ser, para que esa escucha sea fructífera y haga la diferencia en todo lo que somos; para que entendamos y aceptemos que estamos ante un Dios real, concreto, que existe, que ha entrado en nuestra historia y está presente en todo. Si queremos experimentar lo que significa Dios, debemos familiarizarnos con la vida de Jesús y con su Evangelio, esto es, abandonarnos con amor y fe, con esperanza y confianza, a los tiempos de Dios. Ello optimizará nuestros tiempos, a veces tan pobres y tan áridos. ¡Qué importante es para nuestra vida saber involucrarnos en el tiempo de Dios y abandonarnos en él! De esa manera sabremos comunicar, decir lo que hemos visto y oído en ese encuentro de fe y de amor; lo que hemos experimentado en nuestro interior y lo que hemos sido capaces de cambiar en nuestro proyecto de vida. Esta experiencia de fe servirá para que todos comprendamos que el tiempo de Dios es necesario en el mundo, y decisivo para su tranquilidad y su tan anhelada paz. Es una manera de involucrar toda nuestra existencia en la gran obra de la fe y superar todo lo que nos impide la escucha de Dios: el individualismo, el egoísmo, las indiferencias y el materialismo. Hagamos una pausa y pensemos, ¿cuánto de nuestro tiempo es para Dios? + Mauricio Vélez García Obispo auxiliar de Medellín

Jue 12 Oct 2017

Evangelio 15 de Octubre de 2017

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