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Nueva edición del Calendario Litúrgico Propio de Colombia
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Por Pbro. Jairo de Jesús Ramírez Ramírez- La disposición de las celebraciones durante el año litúrgico es fijada por un calendario, general o particular, sea que haya sido establecido para uso de todo el Rito Romano o para el uso de una Iglesia particular o de una familia religiosa. En el calendario general se inscribe el ciclo total de las celebraciones, a saber, las fiestas del Misterio de Salvación en el Propio del tiempo, de los santos que tienen una importancia universal, y por esta razón son celebrados obligatoriamente por todos, y también de otros santos que manifiestan la universalidad y la continuidad de la santidad en el Pueblo de Dios. Los calendarios particulares contienen celebraciones especialmente propias, armonizadas de manera adecuada con el ciclo general. Así, cada Iglesia particular o familia religiosa debe honrar de manera particular a los santos que por una razón peculiar le pertenecen.
La primera legislación del Episcopado Colombiano que modificó el Calendario General se dio en el marco de la XXXIX Asamblea Plenaria, celebrada del 4 al 14 de julio de 1983, con la correspondiente aprobación de la Santa Sede (Cfr. N. Prot. 171292/I). En esa ocasión, los señores Obispos, regularon los días festivos religiosos, así: días de precepto, es decir, con la obligación para los católicos de participar en la Santa Misa y observar el descanso festivo: todos los Domingos del año; el primero de enero, solemnidad de Santa María, Madre de Dios; el 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María; y el 25 de diciembre, solemnidad de la Navidad del Señor. Trasladaron a Domingo: la Epifanía del Señor, la Ascensión del Señor, el Cuerpo y la Sangre del Señor (Corpus Christi). Dejaron de ser de precepto: el 19 de marzo, solemnidad de San José; el 29 de junio, solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo; el 15 de agosto, solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen; y el primero de noviembre, solemnidad de todos los Santos.
Cuarenta años después de esta primera legislación el Episcopado da otro paso. Esta vez, en relación con la celebración de los santos. Los señores Obispos, en la CXIV Asamblea Plenaria, celebrada del 6 al 10 de febrero de 2023, aprobaron el Propio de los santos de Colombia y, consiguientemente, fue confirmado por la Santa Sede, el 9 de noviembre de 2023 (Cfr. Prot. N. 190/23). En consecuencia, el santoral quedó como se relaciona en la siguiente tabla:
Enero
Solemnidad- Domingo comprendido entre el 2 y el 8 de enero- (EPIFANÍA DEL SEÑOR)
Fiesta-Domingo después de la Solemnidad de Epifanía- (BAUTISMO DEL SEÑOR)
Mayo
03-Fiesta- (EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ)
04-Fiesta (SANTOS FELIPE Y SANTIAGO, APÓSTOLES)
19-Memoria libre-(Santa María Bernarda Bütler, virgen)
Solemnidad- VII Domingo Pascua- (ASCENSIÓN DEL SEÑOR)
Fiesta- Jueves después de Pentecostés- (NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE)
Solemnidad- Domingo después de la Santísima Trinidad-(SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO)
Julio
09-Fiesta-(BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DEL ROSARIO DE CHIQUINQUIRÁ. PATRONA DE COLOMBIA)
10-Memoria libre- (Santos Agustín Zhao Rong, presbítero, y compañeros mártires)
Agosto
09-Memoria libre- (San Ezequiel Moreno, obispo)
Septiembre
09- Memoria obligatoria - (San Pedro Claver, presbítero)
Octubre
09-Memoria libre- San Luis Bertrán, presbítero
21-Memoria obligatoria-(Santa Laura de santa Catalina de Siena Montoya y Upegui, virgen )
Son varios los cambios que trae la segunda edición del Calendario propio. El más notable, es la anticipación de la celebración de la Fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote al jueves después de la Solemnidad de Pentecostés, como se halla actualmente en el calendario universal; antes se celebraba el jueves después de la Solemnidad del Corpus Christi. Esta fiesta fue instituida por Benedicto XVI, el año 2012, para impulsar la vida de santidad del clero y la llamada vocacional al sacramento del Orden . Los señores obispos, promovieron el cambio como signo de comunión con la Iglesia universal.
Otra novedad es la celebración de santa Laura de santa Catalina de Siena Montoya y Upegui, primera santa colombiana, con el grado de memoria obligatoria. El Episcopado colombiano deseó el grado de fiesta para la santa, como consta por las diversas ocasiones que lo solicitó a la Sede Apostólica (Cfr. Prot. SPEC N. 16596/13; Prot. N. 15718/14; Prot. N. 17316/16; 18229/19), pero no fue aprobado, dado que este grado le corresponde únicamente al patrono principal de la nación o de la diócesis (Cfr. Calendaria Particularia, n. 8). Sin embargo, nada impide que, en una diócesis o familia religiosa, la celebración de la santa reciba mayor solemnidad de la que le corresponde en toda la nación, por especial relación con ella, en razón de origen, larga permanencia, muerte o culto inmemorial y aún vivo (Cfr. Calendaria Particularia, n.25).
No aparecen en la nueva versión del Calendario propio: santa Mariana de Jesús Paredes y Flores, virgen (26 de mayo); san Josemaría Escrivá de Balaguer, presbítero (26 de junio); santa Beatriz de Silva, virgen (17 de agosto); y santa Teresa Jornet e Ibars, virgen (26 de agosto). Son celebraciones que, por ser del Calendario universal o del Martirologio romano, pueden celebrarse en sus respectivos días, sin necesidad de estar inscritas en el Calendario propio. Al Calendario nacional, se “reserva la fiesta del patrono principal y otras celebraciones de santos o de beatos particularmente relacionados con la nación” (Calendaria Particularia, n. 8). El deseo de honrar a una familia religiosa específica por su contribución a la vida de la nación no es criterio suficiente para incluir un santo en el calendario propio. Es fácil darse cuenta de que, siguiendo este criterio, el calendario nacional perdería su carácter específico para convertirse en gran medida en una especie de colección de celebraciones propias de las familias religiosas presentes en la nación.
Además, nótese también que cada familia religiosa celebra sus santos y beatos según el calendario aprobado por el moderador supremo y confirmado por la Santa Sede. De ello se deduce que los fieles que así lo deseen pueden participar habitual y libremente en tales celebraciones en las iglesias de la familia religiosa. Así, los fieles pueden asociarse espiritualmente con la comunidad religiosa, participando en sus celebraciones litúrgicas, que se desarrollan también con sus propios textos y en el contexto específico, por ejemplo, de una peregrinación .
Tampoco aparecen en esta nueva versión del Calendario Propio: santo Toribio de Mogrovejo, obispo (23 de marzo), patrono del episcopado latinoamericano, desde el 10 de mayo de 1983, por disposición del Papa Juan Pablo II; santa Rosa de Lima, virgen (23 de agosto), patrona de América Latina; y la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe, patrona de América Latina (12 de diciembre). La razón es que son celebraciones del Calendario regional de América Latina y no exclusivamente de Colombia.
Hay quienes se preguntan por la presencia de los santos Agustín Zhao Rong, presbítero, y compañeros mártires (10 de julio), en el Calendario Propio. Se trata de santos que en el calendario General se celebran el 9 julio. Pero debido a que en esta fecha concurre la Fiesta de la Bienaventurada Virgen María del Rosario de Chiquinquirá, patrona de Colombia, la memoria de estos santos se traslada para el 10 de julio. Lo mismo sucede con los santos Felipe y Santiago, Apóstoles (4 de mayo). Esta fiesta, en el Calendario General, se celebra el 3 de mayo, pero en Colombia concurre también la celebración de la Exaltación de la Santa Cruz (3 de mayo), que prevalece sobre la de los santos Apóstoles, entonces, se traslada para el 4 de mayo.
De otro lado, se debe anotar que el episcopado colombiano solicitó, a la Santa Sede, incluir en el Calendario Propio, advocaciones marianas, como: Bienaventurada Virgen María, Auxilio de los cristianos (24 de mayo), Bienaventurada Virgen María del Carmen (16 de julio) y Bienaventurada Virgen María de la Merced (24 de septiembre) , pero esta solicitud fue denegada. La razón es que pueden ser celebradas haciendo uso de los formularios de la Collectio Missarum beate Mariae Virginis (Colección de Misas de la Virgen María), sin necesidad de estar inscritas en el Calendario Propio .
Concluimos con cuatro afirmaciones más. Primera, los cambios de esta nueva edición del Propio de Colombia, están inspirados en la reforma conciliar del Vaticano II que reafirmó el principio de que las celebraciones de los santos, en las que se proclaman las maravillas de Cristo en sus siervos, si bien son importantes, no deben prevalecer sobre las celebraciones de los misterios de la salvación que tienen lugar semanalmente, los domingos y durante el año litúrgico (Cfr. Sacrosanctum Concilium, n. 111).
Segunda, es evidente la necesidad de confeccionar los Calendarios Propios de las Iglesias locales. Las celebraciones propias de cada diócesis son: la fiesta del patrono principal, que, con todo, por razones pastorales, puede convertirse en solemnidad. La fiesta del aniversario de la dedicación de la iglesia catedral, así: en la Catedral, Solemnidad; en la Diócesis, fiesta. La memoria del patrono secundario, si lo hay. Las celebraciones de santos y de beatos, regularmente inscritos en el Martirologio romano o en su Apéndice, y particularmente relacionados con aquella diócesis, por ejemplo, por razón de origen, larga permanencia, muerte o culto inmemorial y aún vivo (Cfr. Calendaria Particularia, n. 9). También, se incluye el aniversario de la ordenación episcopal del Ordinario del lugar, con grado de fiesta.
Tercera, la oportunidad de preparar el santoral propio en vistas de la nueva edición del Misal Romano, permitió revisar cuanto había sido aprobado hasta ahora. En estos últimos años el Dicasterio para el Culto Divino y la Diciplina de los Sacramentos ha visto una gran tendencia a sobrecargar los Calendarios propios con santos que, según la actual normativa, pueden ser celebrados sin necesidad de estar inscritos en el mismo.
Y cuarta, con esta aprobación, se despeja el camino para continuar la preparación de la esperada nueva edición del MisaConferencial Romano y, de la primera edición, para Colombia, del Leccionario de los Santos.
Referencias bibliográficas
1. Concilio Vaticano II. Constitución sobre la Sagrada Liturgia (4 de diciembre de 1963). Madrid: BAC, 1989.
2. Pablo VI. Normas Universales del Año Litúrgico y el Calendario, 14 de febrero de 1969.
3. Sagrada Congregación para el Culto Divino. Instrucción Calendaria Particularia, 24 de junio de 1970.
4. Juan Pablo II. Carta Apostólica Santo Toribio, sobre la recognitio como patrono de los obispos de América Latina, 10 de mayo de 1983.
5. Congregación del Clero. Rescripto sobre la recognitio del nuevo Calendario de días festivos religiosos en Colombia, 12 de julio de 1983. Prot. N. 171292/I.
6. XXXIX Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano (4 al 14 de julio de 1983). “Instrucción Pastoral con ocasión del nuevo Calendario de días festivos religiosos en Colombia”, 14 de julio de 1983, en: SPEC. Conferencias Episcopales de Colombia, t. III. Bogotá: Itagral, p. 1182.
7. Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Notificazione su alcuni aspetti dei calendari e dei testi liturgici propri (20 de septiembre de 1997).
8. Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos: Carta a los presidentes de las conferencias episcopales sobre la Fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, del 23 de julio de 2012. Prot. N. 452/12/L.
9. Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Decreto sobre la Confirmatio del Calendario Propio de Colombia, 9 de noviembre de 2023. Prot. N. 190/23.
P. Jairo de Jesús Ramírez Ramírez
Director del Departamento de Liturgia del SPEC

Política y ética
Mar 17 Jun 2025

“Hagan esto en memoria mía” (1Cor 11, 24)
Mar 17 Jun 2025

Mar 27 Mayo 2025
De la indiferencia a la ternura social: El clamor de Laudato Si’ en nuestra misión
Por Pbro. Mauricio Rey - En estos días en que se conmemora la publicación de Laudato Si’, vale la pena hacer una pausa sincera, una de esas que nacen no solo de la mente, sino del corazón creyente. Escuchar de nuevo sus palabras es, en realidad, escuchar la voz de Dios que sigue pronunciándose en la historia con ternura, fuerza y verdad. No es una Encíclica más. Es un llamado urgente a convertir nuestra mirada, a reenfocar nuestras prioridades, a recordar que cuidar la creación no es una tarea adicional, sino una expresión directa de la fe.El Papa Francisco nos habla desde el dolor del mundo, desde el grito en silencio de los pobres, desde el sufrimiento de la tierra herida, en su agonía. Y al hablar lo hace como pastor, como hermano y como discípulo. Por eso Laudato Si’ no puede ser interpretada como un discurso verde o como una preocupación de moda. Es una invitación a pasar de la indiferencia al verdadero cuidado, del consumo irresponsable a la responsabilidad común, del egoísmo disfrazado de progreso a la ternura social que cuida, escucha y transforma la realidad.Cuando la Iglesia abraza la ecología integral, no está desviando su misión. Está profundizándola. Porque el Evangelio, cuando se encarna, toca la vida entera, en su profundidad, la economía, la cultura, la política, la forma en que nos relacionamos con los otros y con la tierra. Y hoy, esa encarnación pasa por reconocer que vivimos en un sistema que rompe equilibrios, descarta personas, agota recursos y pone en riesgo nuestra casa común, el don confiado por el Creador para que lo administremos convenientemente los hombres que habitamos la tierra. La fe no puede estar al margen de eso.Lo más provocador de Laudato Si’ es que no se limita a hacer diagnósticos, que en muchos casos son relegados. Laudato Si’ nos propone una espiritualidad, una nueva manera de habitar el mundo, una cultura del encuentro con toda la creación, una nueva manera de vivir en armonía con nuestros bienes comunes. Nos recuerda que no somos dueños absolutos, sino custodios de un don confiado. Que la creación no es un escenario neutro, sino el espacio sagrado donde Dios sigue obrando. Que el grito de la Tierra y el de los pobres son un solo clamor, que exige una sola respuesta, una conversión integral real.Y esta conversión, si es auténtica, toca nuestras prácticas cotidianas, nuestras decisiones institucionales, nuestras prioridades pastorales. No basta con celebrar jornadas ecológicas o incluir temas ambientales en los planes de estudio. Se trata de repensar nuestro modo de vivir la fe, de acompañar a las comunidades, de construir parroquias y estructuras que respiren coherencia entre lo que decimos y lo que vivimos. Hablar de ternura social, como nos inspira el Papa Francisco es optar por una firmeza compasiva. Es rechazar la lógica de la explotación con gestos concretos de cuidado. Es transformar el poder en servicio, el individualismo en responsabilidad compartida, la pasividad en compromiso social. La ternura no es debilidad; es una fuerza que humaniza, que reconstruye, que sostiene la esperanza.Hoy, necesitamos volver a Laudato Si’, no como un texto para recordar, sino como una hoja de ruta para discernir. En ella hay una visión de Iglesia en salida, encarnada, humilde y valiente. Una Iglesia que no teme tocar las heridas del mundo y que no se desentiende de los clamores del tiempo concreto. Una Iglesia que sabe y asume valientemente que cuidar la casa común es cuidar a los más vulnerables, defender la vida y anunciar con gestos concretos que otro mundo es posible, es una Iglesia en salida.La conversión ecológica es una expresión madura del amor cristiano. Y ese amor, cuando se toma en serio, nos empuja a la acción, nos saca de la indiferencia individualista, nos convierte en sembradores de cuidado en medio de la fragilidad. Porque el Evangelio no se contenta con observar, por el contrario, con su fuerza y poder, nos impulsa a transformar la realidad.Pbro. Mauricio Rey SepúlvedaDirector del Secretariado Nacional de Pastoral Social - Cáritas Colombiana

Vie 23 Mayo 2025
Comunicar la Esperanza: ¿Dónde nace una comunicación con esperanza?
Por. P. Martín Sepúlveda Mora - La esperanza no es una espera pasiva. Es don, pero también tarea. ¿Cómo construir esperanza para comunicarla? Hagamos un recorrido por el reciente magisterio de la Iglesia.1. Del silencio a la palabra que transmite esperanzaLa comunicación nace del equilibrio entre palabra y silencio. Cuando se integran, se logra un diálogo auténtico y profundo. El silencio no es ausencia de contenido, sino su cuna: permite escuchar, pensar, comprender y discernir. En él, descubrimos lo que queremos decir y cómo decirlo.En el mundo saturado de mensajes breves —como versículos bíblicos—, urge cultivar la interioridad para que cada palabra comunique desde la verdad. Dios habla también en el silencio, y allí el hombre puede hablar con Dios. De esta contemplación brota el deseo de comunicar lo que hemos visto y oído: Cristo. Es este Misterio el que da sentido a la misión de la Iglesia y convierte a los creyentes en mensajeros de esperanza.En las redes sociales, los cristianos muestran autenticidad cuando comparten el motivo de su alegría: la fe. No solo con palabras explícitas, sino en cómo comunican, con respeto y apertura, sus decisiones y valores.¿Tenemos espacios de silencio? ¿Están habitados por Dios y por su Palabra?2. Respirar la verdad de buenas historiasHay historias que sanan, construyen y generan esperanza. Como en el Éxodo, donde Dios manda recordar sus signos a hijos y nietos, la fe se transmite narrando la presencia de Dios en la historia.Jesús enseñaba con parábolas: tomaba la vida cotidiana y la convertía en relatos que transformaban a quienes los escuchaban. El Evangelio, más que un código, es una narración viva de buenas noticias. Cada uno tiene historias con “olor a Evangelio”, testimonio del Amor que transforma. Esas historias deben contarse siempre, con todos los lenguajes y medios .¿Reconozco en la historia de las personas el paso de Dios? ¿Estoy atento a los testimonios que pueden inspirar a otros?3. Comunicar encontrando a las personas donde están y como sonCuando los primeros discípulos quieren conocer a Jesús, Él les responde: “Vengan y lo verán” (Jn 1, 39). La fe comienza con la experiencia directa, no con la teoría. Así también debe comunicarse: permitiendo que el otro hable, tocando su realidad .El Evangelio se actualiza en cada testimonio de vida transformada por el encuentro con Cristo. La historia de la fe es una cadena de encuentros personales. Nuestro desafío es comunicar desde ahí: encontrando a las personas como son, donde están y conociendo sus historias, desgastando la suela de los zapatos para ir a los lugares donde están las personas y no ser evangelizadores de escritorio.¿He descubierto historias de vida donde Dios se hace visible? ¿Reconozco esas narraciones como lugares teológicos y pastorales?4. Escuchar con los oídos del corazónEn la Biblia, “escuchar” es mucho más que oír. Es una actitud interior. El “Shema Israel” (Dt 6, 4) se repite como la base de toda relación con Dios. San Pablo lo confirma: “la fe viene de la escucha” (Rm 10, 17).Escuchar bien implica atención, apertura y empatía. El rey Salomón pidió un corazón capaz de escuchar (1Re 3, 9), y san Francisco de Asís invitaba a “inclinar el oído del corazón”. En la Iglesia necesitamos escucharnos. Este servicio lo aprendemos de Dios, el Oyente por excelencia. Dietrich Bonhoeffer recordaba: “Quien no escucha al hermano, pronto no podrá escuchar a Dios”.En la pastoral y en el ejercicio de comunicación, el “apostolado del oído” es esencial. Santiago lo resume: “Prontos para escuchar, lentos para hablar” (St 1, 19). Escuchar es caridad, es presencia. Y en las redes sociales, donde se valoran la interacción y el diálogo, es fundamental cultivar esta actitud.¿Escucho con disponibilidad? ¿Mi ministerio incorpora verdaderos espacios de escucha sinodal?5. Hablar con el corazón en la verdad y el amorLos verbos “ir, ver y escuchar” preparan el corazón para hablar. Sólo desde un corazón tocado por el otro, se puede comunicar con esperanza. Hablar con el corazón implica ofrecer una palabra que construye, no que destruye; que respeta, no que impone .Hablar así no es ingenuo: implica proclamar la verdad con caridad, incluso cuando cuesta. Es participar del estilo de Cristo, como el Peregrino de Emaús: se hace cercano, escucha, acompaña, explica y deja arder el corazón de los discípulos (cf. Lc 24, 32).Comunicar con el corazón es tener en cuenta el decálogo de una comunicación no hostil en donde:Lo virtual es realSe es lo que se comunicaLas palabras dan forma al pensamientoAntes de hablar hace falta escucharLas palabras son un puenteLas palabras tienen consecuenciasCompartir es una responsabilidadLas ideas se pueden discutir. Las personas se deben respetar.Los insultos no son argumentosTambién el silencio comunicaConclusiónComunicar la esperanza no es una técnica, sino una vocación. Implica entrar en el ritmo de Dios: callar, contemplar, escuchar, narrar y hablar con el corazón. Es ser testigos en un mundo hambriento de sentido, proclamando con gestos, historias y palabras que la luz sigue brillando en medio de las sombras.P. Martín Alberto Sepúlveda MoraDirector de Comunicaciones y TecnologíasConferencia Episcopal de Colombia

Mié 21 Mayo 2025
Era digital: Iglesia que acompaña a los jóvenes en su mundo
Por Pbro. Mauricio Rey - Hoy no basta con que la Iglesia tenga redes sociales, debe tener presencia viva y significativa en los entornos digitales donde los jóvenes se expresan, cuestionan y buscan sentido. Ellos no van ya a preguntar en la sacristía, ni esperan el domingo para escuchar un mensaje inspirador. Lo hacen en línea, muchas veces en silencio, desplazándose por historias de Instagram o buscando respuestas en videos de menos de 60 segundos.La pregunta es directa ¿estamos ahí, con ellos?No con estrategias de marketing ni con publicaciones que imitan el lenguaje juvenil sin comprenderlo. No como espectadores pasivos o como emisores de contenido programado, sino como presencia que acompaña, escucha y camina a su lado. Porque el verdadero desafío de la era digital no es técnico, sino evangélico. El reto es aprender a habitar con sentido y ternura un territorio nuevo, lleno de vida y también de heridas silenciosas, que gritan desesperadamente.Los jóvenes no están alejados de la fe por desinterés, sino porque la forma tradicional de presentar el Evangelio no siempre conecta con sus búsquedas reales. Muchos no han rechazado a Dios; simplemente no han encontrado una Iglesia que los escuche sin prejuicio, que los mire sin temor, que los entienda con honestidad. Quieren ser acogidos en su complejidad, en sus preguntas abiertas, en su manera única de habitar la realidad.Vivimos en un entorno saturado de imágenes y mensajes fugaces, lo que más falta es alguien que mire con atención, que permanezca, que escuche sin interrumpir. Y ahí es donde la Iglesia puede ser verdaderamente significativa; no compitiendo por atención, sino ofreciendo profundidad. No buscando viralidad, sino construyendo vínculos. No gritando en medio del ruido, sino susurrando esperanza en medio del cansancio digital.Acompañar en el mundo digital no significa multiplicar publicaciones. Significa comprender las heridas, las búsquedas y los lenguajes de los jóvenes, y atreverse a estar cerca sin invadir. Significa que cuando alguien tropieza con una historia de fe, un testimonio honesto o una palabra serena, no se encuentre con una campaña, sino con una comunidad que ora, que sostiene, que desde una vida íntegra, camina con ellos.La Iglesia necesita dejar de hablar “sobre” los jóvenes y empezar a hablar “con” ellos. Y muchas veces, más que hablar, necesita aprender a callar y escuchar. Porque el Evangelio no se impone, se comparte en el cruce de miradas, en los gestos sencillos, en la fidelidad a la vida concreta.La era digital no es una amenaza ni un obstáculo, sino un nuevo territorio de encuentro, no porque sea moderno o llamativo, sino porque es donde está el pueblo. Y si los jóvenes están ahí, la Iglesia no puede ser y/o estar ausente. Como Jesús con los discípulos de Emaús, estamos llamados a acercarnos con discreción, caminar a su ritmo, preguntarles qué les preocupa y dejar que nos cuenten a su modo por qué arde o no arde su corazón.La pastoral juvenil no puede limitarse a invitar a eventos o a replicar contenido atractivo. Necesita cultivar relaciones, acompañar procesos, abrir espacios de confianza donde la fe se viva en diálogo con la cultura digital, sin miedo a las preguntas difíciles y sin ansiedad por tener siempre la última palabra.En lugar de pensar en cómo volver a atraerlos al templo, tal vez debamos preguntarnos ¿qué imagen de Iglesia les estamos ofreciendo? ¿Una que exige, pero no escucha? ¿Una que señala, pero no se acerca? o ¿una que camina con ellos, también en sus dudas e inquietudes, en sus profundas búsquedas y en su modo de habitar el presente? Por tanto, no basta con que la Iglesia tenga presencia en redes, la iglesia está llamada a ser red de vínculos, de escucha, de comunidad verdadera. Una red que no encierra, sino que sostiene. Una red tejida con humanidad, paciencia y Evangelio encarnado.Porque, los jóvenes no buscan fuegos artificiales. Buscan algo o mejor, alguien que no desaparezca cuando se apague la pantalla. Y ahí, en ese anhelo callado y sincero, la Iglesia tiene todavía mucho que ofrecer... si está dispuesta a estar, mirar y acompañar con la fuerza del Evangelio.Pbro. Mauricio Rey SepúlvedaDirector del Secretariado Nacional de Pastoral Social - Cáritas Colombiana

Jue 15 Mayo 2025
Discernir La Voluntad De Dios En Medio Del Ruido Que Produce El Mundo.
Por Pbro. Mauricio Rey - Hay momentos en que el alma se cansa de tanto estímulo, de tanta opinión vestida de verdad, de tanta prisa con promesas de plenitud. Uno se detiene, a veces sin querer, y surge la pregunta que no se puede ignorar ¿Qué quiere Dios de mí en este instante de la historia? No es una curiosidad espiritual ni una frase piadosa. Es una necesidad profundamente radical. Porque vivir sin discernimiento es como navegar sin brújula: mucho movimiento, y muy poco sentido.Esa pregunta, cuando brota del fondo del corazón, tiene el peso de lo sagrado. No pide una respuesta inmediata, ni una fórmula segura. Pide camino, tiempo y silencio. Porque discernir no es elegir entre lo bueno y lo malo, eso es más bien cuestión de conciencia básica, sino aprender a reconocer lo mejor, lo más conveniente, entre las varias posibilidades buenas. Es escuchar lo que el Espíritu va diciendo en lo más íntimo de nuestra conciencia para la vida concreta, encarnada, llena de luces y sombras. Es poner el corazón frente a Dios y preguntarle con honestidad: “¿A dónde me llevas? ¿Dónde te sirvo mejor? ¿Qué estás esperando de mí, ahora, aquí, en lo que soy, en lo que hago y en lo que tengo?”Discernir es una forma de amar. Porque quien busca la voluntad de Dios no está huyendo de sí mismo, sino buscando vivir con más verdad, con más fecundidad, con más entrega. La voluntad de Dios no es un dictado externo que nos esclaviza; es una melodía interior que ordena el caos, que da sentido al camino, que revela nuestra verdad más honda. Descubrirla no es fácil, pero es siempre una experiencia liberadora. Nos saca de la dispersión y nos introduce en la unidad. Nos arranca del miedo y nos conduce a la paz.Pero esta búsqueda no se da en el vacío. Vivimos en medio de un ruido constante, no solo exterior, sino también interior. El rumor que produce el ego, el ruido provocado de la vanidad, del deseo de ser aprobados, del temor, del miedo a perder, del impulso por controlar. El discernimiento no ocurre cuando todo está en calma, sino precisamente cuando en medio del desorden, del caos, del ruido y el rumor, se decide abrir espacio para que hable Dios, con esa Voz que no grita; esa voz que no compite con las demás, esa voz que espera. Espera a que callemos lo suficiente como para poder ser escuchada. Por eso, discernir es también una forma de resistencia. Resistencia contra la prisa, contra el ruido, contra la rumorosa superficialidad. Requiere detenerse, hacer silencio, contemplar, mirar con profundidad.La voluntad de Dios no se impone. Se revela. Pero solo lo descubre quien se atreve a mirar la vida con los ojos del Espíritu. No se trata de una lógica mágica, ni de un código secreto. Dios habla en los acontecimientos, en las personas, en las heridas, en los sueños, en la historia compartida, sobre todo, habla en el corazón. No en cualquier corazón, sino en el que se deja moldear, en el que se vacía de sí mismo para llenarse del querer de Dios. Como María, la mujer que supo decir: “Hágase en mí, según tu palabra”. En ella vemos que discernir es abrirse a lo imprevisible, es dejar que la vida tome un curso nuevo porque Dios así lo ha insinuado.Hoy, donde todo se mide por la eficacia, por los resultados y la estadística de una acción, el discernimiento propone una lógica contracultural: la lógica de la fidelidad. No busca resultados inmediatos, sino frutos duraderos. A veces, lo que Dios quiere no coincide con lo que esperábamos. Nos lleva por caminos que no elegimos, pero que nos transforman desde dentro. Porque Dios no nos llama a ser exitosos, sino a ser fecundos. Y esa fecundidad se alcanza cuando se vive en sintonía con su divino querer.Sin embargo, nadie discierne en solitario. Dios ha querido que el camino de la fe sea comunitario. La Iglesia, al ser verdaderamente madre y maestra, ofrece espacios y acompañantes que ayudan a escuchar mejor, a poner nombre a lo que se mueve en el alma, a contrastar los propios deseos con el Evangelio. El acompañamiento espiritual no reemplaza la libertad, pero la purifica. Nos ayuda a no confundir nuestros anhelos con la voz de Dios. Y al mismo tiempo, nos recuerda que esa voluntad no se busca para encerrarnos en una devoción individualista, sino para enviarnos al mundo con una misión clara y generosa.Discernir la voluntad de Dios en medio del ruido del mundo es, al final, una forma de vivir despiertos. Porque quien ha escuchado a Dios no puede seguir viviendo dormido entre superficialidades. Quien ha probado su Palabra, no puede contentarse con migajas de sentido. La voluntad de Dios, cuando se acoge con humildad, da dirección, renueva la esperanza, y transforma incluso el dolor en ofrenda de corazón.Tal vez lo que más necesita nuestro tiempo no es gente perfecta, sino personas que vivan con mayor discernimiento. Personas que, sin estridencias, aprendan a preguntarse cada día: ¿Qué quiere Dios de mí hoy? ¿Dónde estoy llamado a sembrar vida? ¿Qué pasos debo dar para amar más y mejor? Esa, en el fondo, es la pregunta decisiva. Porque cuando se responde desde la fe, ya no hay ruido que apague la plenificante paz del corazón.Pbro. Mauricio Rey SepúlvedaDirector del Secretariado Nacional de Pastoral Social - Cáritas Colombiana