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Liturgia

Mié 6 Dic 2017

En Adviento debemos allanar los caminos y abrir el corazón

Primera lectura: Is 40,1-5.9-11 Salmo Sal 85(84), 9ab+10.11-12. 13-14 (R. 8) Segunda lectura: 2P 3,8-14 Evangelio: Mc 1,1-8 En este segundo domingo de adviento, la Liturgia de la Iglesia nos presenta una llamada para continuar nuestro camino de encuentro con el Señor, evitando los tropiezos externos. El camino del adviento no es de negación sino de gran expectativa y por ello se hace prioritario preparar, abrir caminos, allanar y disponer el corazón para que la Palabra se haga carne en la vida de cada ser humano y de cada comunidad. El llamado de Juan el Bautista es un grito de conversión y de retorno a lo que Dios quiere, por eso el adviento debe ser un espacio providencial para la conversión, de tal manera que el Hijo de Dios venga en la humildad de nuestra carne, pero cuando estemos dispuestos y listos para su llegada.

Jue 30 Nov 2017

Perseveremos en la espera del Señor

Primera lectura: Is 63,16b-17.19b; 64,2b-7 Salmo Sal 80(79), 2ac+3b.15-16.18-19 (R. Cfr. 4b) Segunda lectura: 1Co 1,3-9 Evangelio: Mc 13,33-37 ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Navegando por las lecturas que este domingo nos propone, encontramos que el punto nuclear está en la actitud vigilante entre la espera y la esperanza. Es interesante detenernos en varios elementos: el evangelio repite por tres veces la palabra “vigilen”, pues no saben cuándo es el momento, cuándo vendrá el señor de la casa. En la primera carta a los Corintios san Pablo habla de esperar la manifestación de nuestro Señor Jesucristo que “los mantendrá firmes hasta el final”. La bellísima innovación a Dios del tercer Isaías expresa el deseo de que el Señor irrumpa con su poder en la historia, como si se tratase de un nuevo Éxodo, recordando que ¡Tú, eres nuestro padre! Profundicemos concretamente en la lectura del evangelio. Miremos cómo comienza y concluye con la misma invitación: “Vigilen” (vv. 33.37). En la primera invitación está el “por qué” de la vigilancia: “Vigilen, pues no saben cuándo es el momento”. Pongamos los ojos en las palabras y el corazón en el sentido. Jesús no revela el día ni la hora, porque todas las horas son buenas para abrirse a la Palabra de Dios y a su mensaje de conversión. En la segunda invitación está el estilo de la vigilancia. Cuando el evangelista nos narra la parábola del hombre que se va de viaje lejos, indica que deja su casa al cuidado de los criados. Esta es la imagen que exhorta al cristiano a cuidar la comunidad, la casa que el Señor le ha confiado a cada uno.

Mar 21 Nov 2017

CEC publica Predicación Orante de la Palabra en clave de reconciliación

Ya está en la Librería de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) la Predicación Orante de la Palabra, Moniciones y Oración Universal o de los Fieles, I. De Adviento a Pentecostés Ciclo B 2017 – 2018. El texto, iluminado por las reflexiones que el Papa Francisco hizo en su visita a Colombia, es una invitación para que los predicadores se acerquen “con corazón dócil y orante” a la Sagrada Escritura y, en el marco de la realidad nacional, iluminen sus homilías de tal modo que, la Palabra orada y reflexionada, toque el corazón de los colombianos y los disponga a la reconciliación. El padre Jairo Montoya, Director de Liturgia del episcopado, citando la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, recordó que es fundamental que los predicadores tengan familiaridad y entren en contacto personal con la Palabra de Dios. “El predicador «debe ser el primero en tener una gran familiaridad personal con la Palabra de Dios: […] necesita acercarse a la Palabra con un corazón dócil y orante, para que ella penetre a fondo en sus pensamientos y sentimientos y engendre dentro de sí una mentalidad nueva»” (EG 149). Igualmente, manifestó que el presente texto, también tiene como finalidad motivar y enamorar para que a todos los que competa este delicado ministerio de la homilía, no se limiten a estas orientaciones, a la ora de preparar la predicación, sino que, del mismo modo, “dediquen todas las semanas a esta tarea un tiempo personal y comunitario suficientemente prolongado, aunque deba darse menos tiempo a otras tareas también importantes”. (EG 145). Así también, el padre Montoya destacó que, como la predicación debe tener presente la realidad concreta que vive la comunidad para que sea iluminada por la Palabra de Dios, y como el predicador “necesita también poner un oído en el pueblo para descubrir lo que los fieles necesitan escuchar” (EG 154), en la primera parte de este material, se ofrecen dos artículos que se quiere sean una contribución para iluminar la realidad del pueblo colombiano: “Heridos por la Palabra” y “¡Colombia, abre tu corazón de pueblo de Dios, déjate reconciliar”. La Predicación Orante de la Palabra puede ser adquirido en: PBX: 437 55 40 Ext. 264, Celular: 313 88 08 447, correo electrónico: [email protected]

Lun 20 Nov 2017

Será tu cruz nuestra bandera y tu evangelio nuestra ley

La Iglesia celebra hoy la solemnidad de Jesucristo, Rey universal. No es una fiesta de triunfalismo ni ostentación. Es, al contrario, una paradoja como las bienaventuranzas: proclamamos rey al que se hizo obediente hasta la muerte y al que no quiso ser servido sino servir a todos. En medio de un mundo que rinde culto al dinero, al poder, a la fama y a las apariencias, proclamamos que el verdadero Rey Mesías es el Siervo de Dios, Jesucristo nuestro Pastor que nos invita a reinar con Él si cargamos su cruz. Primera lectura: Ez 34,11-12.15-17 Salmo: Sal 23(22),1-3a.3b-4.5.6 (R. 1) Segunda lectura: 1Co 15,20-26.28 Evangelio: Mt 25,31-46. El Papa Pío XI instituyó (11 diciembre 1925) la fiesta de Cristo, Rey del Universo, que debía celebrarse el último domingo de octubre. Después de la Reforma Litúrgica del Concilio Vaticano II se estableció que debía celebrarse el último domingo del año litúrgico. Contexto bíblico ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Un rey en el contexto bíblico y hasta la edad media era dueño y señor de la vida y de la muerte, autoridad indiscutible sin otra norma porque él es la ley. Sin apelación posible porque sobre él sólo está Dios. Cuando la Iglesia estableció esta fiesta ya casi nadie tomaba muy en serio a los reyes. Menos aún entre nosotros, que nunca hemos tenido rey. Por eso hay que recuperar el significado de ese título en la Biblia. Hay que releer 1Samuel 8,10-20 para recordar el poder del rey y comprender lo que significó, que, pasado el tiempo, el pueblo de Israel, desilusionado de los reyes malos e injustos, empezara a decir “El Señor es nuestro rey”. Así lo proclama el Salmo 92 en el que los judíos repatriados, que no querían más reyes malos o ineptos cantan “El Señor reina, vestido de majestad.” La lectura de Ezequiel nos invita a entender que el ungido esperado, ese rey es pastor que se encarga de nosotros “como se encargan de su rebaño los pastores cuando las ovejas se les dispersan… Buscaré la oveja perdida, recogeré a la lisiada…. Las apacentaré como es debido.” El evangelio nos asegura, de otra parte, que el Señor, en su gloria, hará justicia; pero su ley es de misericordia, ternura y amor. Cuando Cristo “vuelva glorioso…cuando entregue su reino a Dios Padre” (2ª lectura) “se sentará en su trono glorioso” para juzgar (Evangelio). Y nos revela de antemano el cuestionario de evaluación. “A la tarde de la vida te examinarán en el amor”, resumió bellamente San Juan de la Cruz. Y aclara que se evaluará el amor a Jesús por lo que hacemos o dejamos de hacer a cualquier persona, así sea de “los más pequeños”, es decir, a los más limitados, más discriminados o a los más invisibilizados, los desechados o descartados en nuestro mundo. Contexto situacional: ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decir a la comunidad en su realidad concreta? “Es necesario que Cristo reine” (2ª lectura 1 Co) En nuestra sociedad, en nuestro país, en el mundo actual, ¿quién reina? Mirando lo que pasa aquí y en todas partes, lo que gobierna el mundo no es muy diferente del tiempo de Pilato: frente al poder de las grandes potencias, del imperio del dinero y las trampas, la manipulación de los medios y los juegos políticos y financieros, resulta loco creer en un rey humillado, coronado de espinas y luego crucificado. San Pablo dice que es una locura y un escándalo. Jesús dice que vino no para ser servido sino para servir. Que vino para dar testimonio de la verdad. Servir a los demás y ser testigo de la verdad es implantar su Reino. Es entrar en una lógica distinta de la del poder (o de aparentar, que hoy es tan importante), la ganancia y la dominación. Es vivir en la lógica de servir y entregar la vida, la opción de la verdad y del amor. El Reino de la justicia y el perdón, a la medida del amor del Padre. Cada vez que ponemos en práctica las bienaventuranzas, que son como la Carta Magna del Reino de Dios, Jesús reina en nosotros y en nuestro mundo. “Será tu cruz nuestra bandera y tu evangelio nuestra ley.” El Reino se hace realidad en nuestro mundo cuando trabajamos para promover los valores evangélicos que son la paz, la justicia, el amor y la verdad. Cuando ponemos por obra la misericordia (Obras de misericordia). Cada vez que favorecemos el diálogo y evitamos la discordia, cada vez que logramos justicia sin odio y violencia, somos constructores del Reino de Jesús. “Tú reinarás, dulce esperanza… habrá por fin paz y bonanza, felicidad habrá doquier.” Contexto celebrativo: ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Cada vez que celebramos la Eucaristía estamos proclamando el reinado de Dios, uniéndonos a Jesucristo en el sacrificio reconciliador de su muerte y resurrección, de modo que “por Cristo, con Él y en Él” sea glorificado el Padre. Reconocer a Jesús como Rey es acompañarlo hasta que “entregue el reino a Dios Padre”. (1Corintios 15,24) Al enseñarnos el Padre nuestro, Jesús nos enseñó a ofrecer al Padre nuestra sumisión a su Reino: “Venga tu reino, hágase tu voluntad”. Y todos los días aclamamos diciendo: “Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor.” Recomendaciones prácticas El himno Tú reinarás es muy oportuno como canto de entrada, destacando el sentido de la segunda estrofa. Otra posibilidad sería utilizarlo como homenaje especial después de la homilía. O en la comunión. El canto “Al atardecer de la vida” de Cesáreo Gabaraín, puede ser utilizado en la presentación de los dones o en la comunión. Tener presente que el formulario de la Misa es propio En este domingo y su correspondiente semana, termina el año litúrgico 2017. Es bueno que los fieles comprendan el año litúrgico y su dinámica. Vamos a comenzar el año litúrgico 2018 el próximo domingo, iniciando el ciclo del Adviento como preparación a la Navidad. Desde el próximo domingo se utiliza el Leccionario dominical Ciclo B. Lecturas bíblicas del tiempo Ordinario y del Oficio de lectura Año II (par).. Liturgia de las Horas Tomo I. Tener presente que el jueves 30 de noviembre, es la fiesta de San Andrés, apóstol.

Mar 14 Nov 2017

Dios nos llama a valorar los dones que hemos recibido

A veces una mujer o un hombre sienten que su vida no tiene importancia o sentido. Dios en cambio nos llama a valorar los dones que hemos recibido, sea en lo material, en capacidades u oportunidades para hacerlos fructificar. No quiere que seamos siervos inútiles o perezosos. En la imagen de una mujer ama de casa hacendosa o de un buen negociante de valores nos llama a prepararnos, son buenos frutos para rendir cuenta al Señor. Primera lectura: Pr 31,10-13.19-20.30-31 Salmo: Sal 128(127),1-2.3.4-5 (R. 1a) Segunda lectura: 1Ts 5,1-6 Evangelio: Mt 25,14-30 (forma larga) o Mt 25,14-15.19-21 (forma breve). Contexto bíblico ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La Liturgia elige, para los últimos domingos del año litúrgico, los temas de los “novísimos”, el final de nuestra vida y de los tiempos. El domingo anterior se habló de la resurrección que nos espera con Cristo. Hoy se habla de lo que debemos hacer mientras llega el Señor “como llega un ladrón en la noche” El apóstol (2ª lectura) dice que en la espera del Señor no podemos entregarnos al sueño, sino permanecer en vela y con la mente lúcida. El elogio de la mujer ejemplar en la 1ª lectura (Proverbios) destaca la laboriosidad, el aprovechamiento de los talentos, la generosidad, la productividad, cualidades con las que esa ejemplar mujer trae felicidad, merece confianza y finalmente recompensa. El evangelio nos indica que mientras vuelve el Señor, quedamos “encargados de sus bienes”. Cada uno es diferente, pero cada uno ha recibido los talentos de acuerdo con sus capacidades. Es interesante que la palabra “talento” que se menciona originalmente en la parábola, término que designaba una medida de peso en plata, en el lenguaje corriente, por el texto de esta parábola, haya venido a significar don, capacidad, destreza particular. El señor de la parábola reconoce a quienes han sabido hacer producir el ciento por ciento de lo que habían recibido. Pero fija su atención especial en aquel que fue perezoso, mal sirviente. El mismo señor reconoce que es muy exigente y no acepta que su plata no produzca réditos. La sanción para el perezoso es perder lo que había guardado inútilmente, mientras los buenos servidores se ven recompensados con creces: al que supo producir le darán más. "Vengo presto, y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras. Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin" (Ap 22,12-13). ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Todos hemos recibido de Dios talentos, de los cuales el primero es la vida, con cada uno de sus años y sus días. Esta enseñanza nos lleva a despertar en cada persona la conciencia de su propio valor. El señor de la parábola confió en cada uno, sin excepción, y le confió, al menos, un talento. Contexto situacional: ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decir a la comunidad en su realidad concreta? Más de una persona, en nuestra sociedad, se siente inútil y, lo que es peor, rechazada: “sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar.” (EG, 53) Debemos suscitar en nosotros y en los demás, el sentido del valor de nuestra vida. Cada uno ha sido, como en la parábola, mirado por el Señor y juzgado digno de confiarle una misión, de la cual se esperan rendimientos valiosos. Conscientes de ello, tenemos que animarnos a una gestión creativa y productiva de nuestros talentos. El Papa Francisco nos ha dicho que es muy grave la tendencia a la acedia o al pesimismo. Jesús en la parábola elogia la astucia de la gestión financiera de los buenos servidores. Y al otro le dice: “Debías haber puesto mi plata en el banco, para que … me la devolvieras con la ganancia”. “Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. Aun con la dolorosa conciencia de las propias fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse vencidos, y recordar lo que el Señor dijo a san Pablo: «Te basta mi gracia, porque mi fuerza se manifiesta en la debilidad»” (2 Co 12,9). (EG, 85) El hombre, “con su acción no sólo transforma las cosas y la sociedad, sino que se perfecciona a sí mismo. Aprende mucho, cultiva sus facultades, se supera y se trasciende. Tal superación, rectamente entendida, es más importante que las riquezas exteriores que puedan acumularse. El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene.” (GS, 34) “Más los dones del Espíritu Santo son diversos: si a unos llama a dar testimonio manifiesto con el anhelo de la morada celestial y a mantenerlo vivo en la familia humana, a otros los llama para que se entreguen al servicio temporal de los hombres, y así preparen la materia del reino de los cielos. Pero a todos les libera, para que, con la abnegación propia y el empleo de todas las energías terrenas en pro de la vida, se proyecten hacia las realidades futuras, cuando la propia humanidad se convertirá en oblación acepta a Dios.” (GS, 38). Contexto celebrativo: ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La participación en la liturgia de la Palabra nos da una oportunidad que no tuvieron los siervos de la parábola: un llamado en mitad del camino para que avivemos la conciencia de los tesoros que nos ha confiado el Señor y la responsabilidad que tenemos, no sólo por el temor de la rendición de cuentas ante el Señor exigente, sino por la alegría de sentirnos valiosos, útiles, importantes en la realización del Reino de Dios. En la Eucaristía presentamos al Padre, unidos a Cristo, el hoy de nuestra vida como ofrenda agradable. Convertidos de la pereza, la desidia o el pesimismo inmovilizantes, nos alimentamos con el Pan de los débiles para fortalecernos en las nuevas etapas de nuestro camino hacia la rendición definitiva de cuentas en la Jerusalén celestial. Recomendaciones prácticas: Subrayar el sentido de las palabras: fin, muerte, juicio, eternidad, resurrección. Es aconsejable utilizar el Prefacio Dominical VI: "Prenda de nuestra pascua eterna", p. 388 del Misal, que destaca el sentido escatológico de la historia. Tener presente que el próximo domingo, es la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo.

Vie 10 Nov 2017

Para llegar a una vida plena busquemos al Señor

Búsqueda, vela, espera, son palabras que marcan hoy nuestro encuentro con la Palabra. Abramos nuestro espíritu para que la Palabra sea nuestro juez y nos lance a la conversión verdadera para saber esperar al Señor. Primera lectura: Sb 6,12-16 Salmo: Sal 63(62),2.3-4.5-6.7-8 (R. 2b) Segunda lectura: 1Ts 4,13-18 (forma larga) o 1Ts 4,13-14 (forma breve) Evangelio: Mt 25,1-13. Contexto bíblico ¿Qué dice la Sagrada Escritura? “Mi alma está sedienta de ti, Dios mío”, resonaba en la proclamación del salmo y de esa manera se convierte en instrumento eficaz para entrar en la comprensión apropiación de esta Palabra. Tanto el libro de la Sabiduría como el texto del Evangelio de Mateo nos presentan la idea de la búsqueda, de la espera y de la vigilia, como categorías existenciales de la vida cristiana. La búsqueda del Señor, como la búsqueda de la sabiduría, son el camino para un resultado que lleve a una vida en plenitud; en este camino ambos (Jesús y la sabiduría) se dejan encontrar y son esperados con vigilancia. En la tónica del final del año litúrgico, esta Palabra se convierte en lámpara para saber esperar y saber buscar. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Apropiarse de la Palabra y dejarla resonar en el corazón implica tener un encuentro personal y comunitario con un mensaje que toca aspectos fundamentales de la existencia. Como ayuda pueden plantearse los siguientes interrogantes: ¿Me siento preparado para el encuentro con el Señor? ¿Qué cosas concretas estoy haciendo para estar en vela y preparado? ¿Con qué tipo de aceite estoy preparando mi lámpara? Contexto situacional: ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decir a la comunidad en su realidad concreta? En medio de los afanes y circunstancias actuales, muchas veces parece que los seres humanos se creen eternos en esencia y de lo que más se huye es de la muerte y por ello, del encuentro con el Señor. Hoy es una oportunidad para insistir en la necesidad de estar preparados y dispuestos, porque en cualquier momento puede llegar el fin de nuestra vida, tal cual como nos lo han dejado ver los desastres naturales que hemos vivido en nuestro país en el último año. Contexto celebrativo: ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Estamos en el domingo XXXII del tiempo Ordinario y ya se ha hecho explícito el mensaje escatológico y la necesidad de saldar las deudas y abrocharse los cinturones en la seriedad de la vida cristiana. La eucaristía es la Cena del Señor y en ella pregustamos la gloria, por ello debemos saber entrar en este banquete al que hemos sido invitados. Recomendaciones prácticas: Se podría proponer a los grupos pastorales que en clima de evaluación pastoral del año, presenten, junto a las intenciones y ofrendas de la Misa, los logros de este año, las personas catequizadas, las obras de bien realizadas. Para este domingo puede resaltarse en la cartelera o en un sitio especial expresiones como: “Ya llega, salgan a recibirlo”, “Busquen la sabiduría”. Puede usarse el Prefacio Dominical I: “Misterio Pascual y pueblo de Dios”, p. 383 del Misal.

Vie 3 Nov 2017

Escuchar y vivir en la obediencia de la fe

La asamblea cristiana se reúne en torno a su Señor para entrar en la alegría del día del Señor y, siendo alimentada por la doble mesa de la Palabra y del sacramento, se fortalece para vivir en el camino de los testigos auténticos y coherentes del Señor. Abramos nuestro corazón para participar de esta liturgia y encontrar nuestro camino de servidores y hermanos. Primera lectura: Ml 1,14b - 2,2b.8-10 Salmo: Sal 131(130),1.2.3 Segunda lectura: 1Ts 2,7b-9.13 Evangelio: Mt 23,1-12. Contexto bíblico ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El salmo de este día nos pone en la tónica del abandono: “Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor”; para poder entrar en la comprensión de lo que este final del año litúrgico va haciendo en la comunidad cristiana. El texto profético de Malaquías y su correspondencia con el Evangelio de Mateo, expresan la enorme responsabilidad de quien está al frente de la comunidad y de manera muy extensa, de todo aquel que se aventura a la vida ministerial en medio sus hermanos, ya que es una palabra de juicio frente la falta de coherencia. La responsabilidad va más allá de la palabrería y por eso el evangelista insiste en la actitud equivocada de los fariseos y de los maestros, que buscan ser reconocidos y tenidos en cuenta, ser protagonistas y dominadores, ausentes en la asamblea del servicio, pero presentes en la estantería de los reconocimientos. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Hoy más que nunca, esta Palabra debe llegar a la realidad concreta de la comunidad cristiana, como una Palabra que enjuicia, pero da esperanza y llama a la conversión. Quien se ha metido en el camino del seguimiento del Señor debe plantearse siempre: ¿Doy testimonio de tal manera que mi vida pueda ser puesta como muestra del seguimiento fiel del Señor? ¿He sido juez implacable del actuar de mis hermanos o me he convertido en prójimo que sabe ser hermano y presencia en medio de la comunidad? ¿Busco ser reconocido y ocupar los lugares de honor o entiendo la vida cristiana en la dimensión de la humildad y el anonadamiento? Contexto situacional: ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decir a la comunidad en su realidad concreta? La vida comunitaria, en el contexto de los últimos domingos del tiempo ordinario, debe ser presentada como una oportunidad de balances y evaluaciones sobre el desempeño y vivencia de nuestra vida cristiana. La comunidad se entiende como lugar donde se experimenta la presencia del Resucitado y por ello sólo será verdadera comunidad si se reúne en torno a su presencia en la escucha de la Palabra, en la celebración de la fracción del Pan, animados por la Oración y lanzados a la vivencia de la caridad. En el hoy de la vida cristiana y en el contexto de cada comunidad cristiana, es necesario aprender a escuchar y vivir en la obediencia de la fe, de tal manera que la característica principal sea la coherencia de vida, el testimonio y el compromiso apostólico. Contexto celebrativo: ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Reunidos y convocados por el Señor, nos hemos dispuesto en escucha atenta de esta Palabra y nos hemos dispuesto para estar en camino, en disposición de discipulado y por eso hoy, cuando la presencia del Resucitado nos exhorta, debemos salir de esta eucaristía fortalecidos para el testimonio y la coherencia de vida, porque la resurrección no es una historia sino una experiencia profunda que nos exige ser verdaderos testigos, poner el sello de una vida auténtica y fiel. Que, al ser enviados al finalizar la eucaristía, recordemos que seremos enviados a un camino de humildad y de reconocimiento del otro en nuestra vida. Recomendaciones prácticas: Para este domingo puede resaltarse en la cartelera o en un sitio especial expresiones como: “hagan lo que dicen”, “no sean causa de tropiezo para otros”. Puede usarse el Prefacio Dominical VII: “La salvación por la obediencia de Cristo”, p. 389 del Misal. Al final de la Misa puede hacerse la fórmula de Bendición solemne: En el Tiempo Ordinario IX, p. 478 del Misal. Debe recordarse que en este domingo puede hacerse una oración especial por la Policía Nacional en su aniversario. Tener presente que: El lunes 6 se celebra la memoria del Beato Jesús Aníbal Gómez Gómez y compañeros mártires. El jueves 09, es la fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán. El sábado 11 de noviembre, es la fiesta nacional de la Independencia de Cartagena.

Mié 25 Oct 2017

Cuando estamos movidos por el amor a Dios entonces damos amor

Dios nos ama tanto que cada día busca dialogar con nosotros a través de su Palabra que libera y salva. Por eso escuchemos piadosamente lo suave y dulce que es para la vida la Palabra de Dios. Primera lectura: Éx 22,20-26 Salmo: Sal 18(17),2-3a.3bc-4.47+51ab (R. 2) Segunda lectura: 1Ts 1,5c-10 Evangelio: Mt 22,34-40. Contexto bíblico ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En el evangelio, que es culmen de la liturgia de la Palabra, que escucharemos este domingo XXX° del tiempo ordinario, se recogen las palabras de Jesús, como en una especie de síntesis, el misterio de la vida de Dios expresada en el amor y la misericordia, dice: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu” y luego añade: “Amarás al prójimo como a ti mismo” (Mt 22, 34-40). Así toda la liturgia de la Palabra viene unida por un único hilo conductor: El amor debe vivirse en la vida con una constante entrega y donación de sí mismo. El ejemplo por excelencia del cumplimiento del mandamiento del amor, es el cotidiano actuar de Dios en la historia del hombre. La primera lectura del libro del éxodo dice cómo Dios se dona diariamente aconteciendo en las realidades humanas: “Si el prójimo clama a mí, yo lo escucharé, porque soy compasivo” (Ex. 22, 26). Así mismo el salmo en la liturgia de este domingo canta que Dios tuvo misericordia de su Ungido (Sal. 18, 51b). Y san Pablo, en la carta que escribe a los Tesalonicenses, nos recuerda la imagen perfecta del amor: a Jesús que es el campo de acción de la misericordia de Dios; “por Jesús, a quién Dios resucitó de entre los muertos y por el que nos libra del castigo que viene” (1Tes. 1, 10). El misterio del amor, según la Palabra de Dios, consiste en comprender que el amor a Dios está en directa relación con los hermanos y al mismo tiempo el amor a los hermanos es la directa relación del amor con Dios, a quien hay que amar con toda la vida, en toda la vida y para toda la vida. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Cualquier ser humano cuando siente amor, da amor, por eso quien se siente amado y ama no hará nunca daño. La liturgia de la Palabra nos invita a ser conscientes del amor de Dios que se desborda en nosotros sin ningún interés, simplemente Dios se nos ha entregado totalmente a través de Jesús y nos ha demostrado que siempre será fiel y que cumplirá sus promesas, siempre mantendrá su fidelidad a la alianza aunque el hombre no cumpla con su parte. Podemos pensar que Dios cree en nosotros cada día, ve en nosotros su proyecto, por eso nos ama, porque ve en nuestra pobre humanidad muchas posibilidades de redención. Dios cree que solo amándonos, no castigándonos, podremos abrir nuestra vida a la conversión, sólo la experiencia del amor de Dios derrumbará los muros que hemos puesto en nuestros corazones por el pecado y la maldad, solo algo más fuerte que el pecado, el amor, cuyo rostro es Jesús, podrá cambiarnos los esquemas, sólo si confiamos en el Señor, como el salmista, diciendo siempre con nuestra vida y con nuestro testimonio cotidiano: “Yo te amo señor: tú eres mi fortaleza”. Contexto situacional: ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decir a la comunidad en su realidad concreta? La liturgia de la Palabra, a través de la cual el Señor se hace carne en nosotros, nos da dos motivaciones para la vida cristiana: 1) Debemos amar a Dios con todas las fuerzas que pueda manifestar un ser humano: Con toda el alma, con todo el corazón, con todo la mente, es decir, con todo nuestro interior, con todo lo que sentimos, con todo lo que pensamos. La entrega a Dios tiene que ser total, porque la donación que el mismo Dios hizo de sí mismo fue total. En definitiva la primera tarea es hacer que todo lo que hacemos cada día, todo lo que tenemos, todos los que nos encontramos, toda nuestra familia, nuestros compañeros de trabajo, nuestros empleados, amigos, vecinos, amen a Dios. Esto solo será posible si tenemos en cuenta la segunda motivación: 2) Amar al prójimo. Nadie ha visto a Dios, por eso el campo de acción de Dios somos nosotros su hijos; debemos estar atentos porque nuestra forma de comportarnos dice en cuál Dios creemos; cuando estamos movidos por el amor del único Dios entonces damos amor, perdonamos, somos honestos, justos, humildes, cordiales. A veces parecemos hijos del maligno, pues nuestras obras son las del mal, vivimos metidos en un mundo de libertinaje, corrupción, lujuria, desorden, rabias, irrespeto, malas relaciones personales y familiares. Pensemos que cuando vemos un niño le encontramos algún parecido con sus progenitores, así mismo cuando alguien ve un cristiano debería ver algún parecido a su Padre Dios, que solo sabe ser bueno y compasivo con los demás. Hay una tremenda exigencia en el evangelio de este domingo: no es amar a Dios y al otro de cualquier forma, hay que amarlos como a nosotros mismos, esa es la medida; debemos ser conscientes que somos muy condescendientes con nosotros mismos, nos perdonamos fácilmente, nos justificamos, nos aceptamos todos los defectos y hasta los malos gustos, pero al otro no le pasamos ni media; esta es la clave de la medida del amor: en el otro nos tenemos que ver a nosotros, sobre todo si entendemos que somos la Iglesia, miembros del Cuerpo de Cristo, hijos de un mismo Padre, es decir, hermanos. El otro, como repetidamente dice el Papa Francisco: es un don de Dios para mí, es decir, es Dios mismo. Contexto celebrativo: ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La oración colecta de este domingo nos invita a pedirle al Dios eterno, que hoy nos permita hacer crecer en nosotros las virtudes teologales, dice: “Dios todo poderoso y eterno aumenta nuestra fe, esperanza y caridad, y, para conseguir tus promesas, concédenos amar tus preceptos”. Nadie puede amar sino tiene fe, sino está movido por la espera ansiosa y paciente del Señor que viene a salvarnos a nosotros que somos su pueblo. Una de las mayores pruebas del amor de Dios es la eucaristía, es Dios diciéndonos y demostrándonos que jamás nos dejará solos, que está aquí y ahora hablándonos y dándose como alimento, por eso el rito es la expresion de un Dios que solo quiere darse totalmente al hombre. Así mismo, esa imagen tan grande de la asamblea reunida para la celebración es signo de lo que Dios espera de nosotros; todos unidos con un mismo corazón, una misma fe, mirando a Cristo, experimentando como hermanos el amor del Padre que se entrega y que a la vez bendice nuestras vidas. Razón tenía San Agustín cuando decia sencillamente: “Ama y haz lo que quieras”, seguramente jamás nos haremos daño. Recomendaciones prácticas: Podría ambientarse algún lugar del templo con el lema de la Conferencia Episcopal para este año: “Dejémonos reconciliar por Dios” (2Cor. 5,20). Hacer una motivación y preparar una jornada para que los fieles se acerquen durante la semana al sacramento de la penitencia, es una de las experiencias más grandes en la que los cristianos experimentan la bondad, la compasión y el amor de Dios. Hacer el rito de la aspersión con el agua bendita, en el acto penitencial, recordándole a la comunidad que una de las mayores pruebas del amor y la misericordia de Dios es haber recibido la gracia del bautismo y el perdón de los pecados. Para el acto penitencial de la Misa se puede seguir el Formulario 3, eligiendo una invocación para el Tiempo Ordinario, p.p. 344 -345 del Misal. Podría hacerse la Plegaria Eucarística "de la Reconciliación II", p. 508 del Misal. Tener presente que: El miércoles 1°, es la Solemnidad de Todos los Santos. El jueves 2, es la Conmemoración de todos los fieles difuntos. El viernes 3, es en Colombia, la Memoria Obligatoria de San Martín de Porres, religioso.