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Lectio Dominical

Mar 3 Nov 2015

La auténtica experiencia religiosa

[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] Centremos nuestra mirada en el tema de la auténtica experiencia religiosa. Descubriremos que los textos de este domingo nos ofrecen como dos formas de presentación: lo que el salmo proclama poéticamente, nos viene descrito de manera narrativa en las lecturas y el evangelio. Veamos, esta experiencia en la fidelidad tiene dos vertientes: la de Dios y al del hombre. La de Dios está asegurada porque “Él mantiene su fidelidad para siempre… a lo largo de las generaciones” y ha manifestado su fidelidad, absoluta y definitiva, especialmente en Cristo, “quien se ha manifestado una sola vez, para abolir el pecado por medio de su sacrificio”. La del hombre, se debe construir paso a paso, dejándose amar, moldear, sostener, orientar, proteger, liberar por Dios (salmo); aceptando la salvación dada en Jesús (2 lectura). El hombre debe invertir en la construcción de una autentica experiencia religiosa con Dios, y no por apariencia o búsqueda de otros intereses (Evangelio). Los textos narrativos, de hoy, toman como imagen “la viuda” a través de la cual nos da las notas características de una auténtica experiencia de fe. La respuesta auténtica proviene de la universalidad de la humanidad, de Israel y de las otras culturas, la viuda del evangelio es judía, mientras que la de la primera lectura es una “pagana”. La condición de raza o pueblo no garantiza la autenticidad de relación con Dios (nótese la situación de los escribas en el evangelio). Garantiza una religiosidad auténtica: la confianza absoluta en la Palabra de Dios, como la viuda de Sarepta que confía en el mensaje dado por el profeta; y la entrega generosa y total, como la viuda del evangelio que lo entrega todo manifestando así una confianza total, pues de dónde le vendrá el auxilio sino de Dios en quien pone su confianza al entregarlo todo. Surge en medio de esta dinámica de las “viudas”, la imagen del profeta que se fía de la Palabra de Dios y confía en su ayuda, como sombra del verdadero profeta: Jesucristo, quien con su entrega total y definitiva nos muestra que Dios ha hecho todo por mostrarnos su amor, su fidelidad y que la prueba reina está en que Jesús se jugó la vida por la humanidad. Es Él quien con su mirada penetrante y observadora descubre la verdadera cara de la experiencia religiosa: unos, por simple apariencia, preocupados por el que dirán y la realidad externa; y la otra parte de la gran masa anónima, de entrega total, absoluta, confiada, y en el silencio de esperarlo todo de Dios. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Jesús y las “viudas” lo entregaron todo. Lo entregan confiadamente todo en contraposición de los dirigentes religiosos que viven preocupados en todo menos en lo que debe ser. En este año de la vida consagrada, todos debemos preguntarnos ¿Cómo estamos entregando nuestra vida? ¿Qué estamos dando? ¿Damos de lo que nos sobra o lo estamos dando todo? En otras palabras: somos como Jesús y la viuda, o nos parecemos a los escribas, preocupados por ser importantes, vistos y reconocidos por la comunidad. Es hora de revisar y cambiar, pues, tanto en la vida consagrada, como en la vida de nuestras comunidades eclesiales, a veces nos encontramos con algunos personajes que tienen mucho de parecido con aquellos escribas que son puestos en evidencia en el evangelio de hoy. Las viudas hoy. Detrás de la presencia ejemplarizante de las viudas se nos recuerda que el judaísmo y el cristianismo en su historia se han preocupado por brindar espacios de respeto, simpatía y apoyo a esta categoría de seres humanos, y no solo a esta realidad sino a todos los necesitados. En nuestros contextos de conflicto, donde la violencia ha llenado dolorosamente nuestra patria de miles y miles de viudas, es necesario crear espacios de acompañamiento pastoral, para acogerlas, acompañarlas y brindarles un mínimo de caridad cristiana que las promueva en la reconciliación, perdón y paz. Esta realidad de conflicto, de violencia, de sequía, como en tiempos del profeta Elías, es un grito que debe conmovernos a los “dirigentes espirituales” para que dándolo todo anunciemos el mensaje liberador y esperanzador. Valoremos las “viudas del hoy”, las que entran en esa categoría real, pero también las viudas de otros rangos, es decir los que son olvidados por su aparente pequeñez social o por la pequeñez de lo que hacen, pensemos y, desde nuestra fe, asumamos un compromiso de mayor cercanía y una valoración distinta de esos pequeños que hacen posible una vida distinta: el vigilante, la señora de los tintos, la empleada de casa, el mensajero, el jardinero, el chofer, el sacristán, los lectores… [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] Que nuestra celebración de hoy sea vivida con gozo, alegría y con una mirada atenta, como respuesta a la fidelidad de Dios, y que desde esta experiencia de fe aprendamos a tener una mirada diferente, como la de Jesús, que nos motiva a ir más allá de las apariencias y descubrir las intenciones y no solo las cantidades. Jesús nos invita a descubrir el valor de lo pequeño, de lo simple, de lo aparentemente sin valor y no nos dejemos deslumbrar por el brillo aparente de lo grande. Fijemos nuestros ojos y atención en los gestos pequeños, que hablan de la grandeza de la presencia de Dios: el signo de la cruz, la genuflexión, la mirada, el beso al altar, la pequeñez de la hostia, sencilla y aparentemente sin valor, pero allí se contiene el valor supremo, la entrega total de Jesús que quiso quedarse en medio de nosotros y ser alimento para cada uno de nosotros. Recomendaciones prácticas: Palabras claves: experiencia religiosa, autenticidad, entrega total, viudas, fe, fidelidad, confianza. Se sugiere la Plegaria Eucarística IV. También se sugiere, si no se toma ésta, usar el Prefacio Común VII: “Cristo, huésped y peregrino en medio de nosotros”, p. 419 del Misal Romano. Recordar que: - El lunes 9 de noviembre, es la fiesta de la Dedicación Basílica de Letran. El miércoles 11 de noviembre, es la fiesta nacional de Independencia de Cartagena.

Mié 28 Oct 2015

Reflexión domingo 18 de octubre de 2015

[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']Contexto bíblico[/icon] Hoy la Palabra nos presenta la figura del Siervo de Yahvé que asume con serenidad su misión expiatoria. Con ella está alcanzando la bendición para el pueblo y para los que pongan su confianza en Él. Esta figura es asumida por el autor sagrado para personificar a todos aquellos que asumen en su vida el sufrimiento y lo hacen con intención de ser útiles a la liberación del Pueblo de todo aquello que lo oprime. El Siervo es el inocente (la víctima del holocausto) que se entrega sin condiciones para aliviar la carga del pecado de un pueblo. El salmista estalla de alegría con el reconocimiento de que el Señor es por tanto nuestro escudo y armadura. El telón de fondo de este salmo es la experiencia que tiene el pueblo de Israel de un Dios que salva, en el que se puede colocar toda la confianza. Su presencia activa en la historia ha sido patente en los momentos de peligro. En la carta a los hebreos se nos presenta a Jesús que se compadece de nuestros pecados y viene como Sumo Sacerdote y también como víctima – se aclara esto en el Evangelio – a compartir nuestras miserias. Jesús acerca el cielo a la tierra, la gloria de Dios a las miserias humanas. Su sacerdocio lleva a la plenitud la esencia del culto de Israel. Es el Sumo Sacerdote no por que lo haya heredado por su linaje sino por su experiencia sacrificial en la cruz. Por todo esto Jesús en el Evangelio de hoy fustiga con delicadeza las pretensiones arribistas de los hijos de Zebedeo que, aconsejados por su madre, están entendiendo el seguimiento como escala que lleva a una vida de gloria. Piensan en la meta pero olvidan el camino, que no es otro que el de la entrega total al servicio de los demás, el de la pasión por el Reino. Es notoria la reacción de los otros discípulos de Jesús. También ellos parecen estar lesionados en sus intereses. Por eso el Señor Jesús plantea claramente que no hay que andar buscando primacías, como hacen los paganos, que de lo que se trata no es de estar arriba, con actitudes de señores, sino abajo, como servidores de los demás. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']Contexto situacional[/icon] En el mundo en que vivimos, tanto en el ambiente social como eclesial, hay una dinámica que nos invita a vivir cómodamente, buscando privilegios. Aceptar la condición de siervos no es el ideal. Todos queremos ser señores. La figura de un Siervo de Yahvé aparece anacrónica. Las imágenes que ofrece la iconografía religiosa con el rostro sufriente de Jesús asustan. Hoy nos gusta más un Cristo glorioso, victorioso. El derrotado por amor no nos dice mucho. Por lo mismo buscamos afanosamente los caminos que nos lleven a la gloria y rehusamos los que conducen al sacrificio. Por eso, sin duda, tantas frustraciones. Si aprendiéramos la lección que Jesús nos está dando con su propia vida, probablemente estaríamos menos frustrados. El sufrimiento es inevitable, es necesario para conquistar la gloria. Los deportistas colombianos que triunfan en el mundo nos lo dicen: no se logran los primeros puestos sino con esfuerzos, renuncias, disciplina, sacrificios. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']Contexto celebrativo[/icon] Cuando celebramos la Eucaristía estamos haciendo memorial del Sacrificio de Cristo, Él es la víctima. Que con Él, que se entrega cada vez que nos reunimos para la Eucaristía, aprendamos a entregarnos nosotros mismos. Que este momento celebrativo sea la ocasión para reafirmar nuestra disposición al sacrificio por el bien de los demás. Que aquí nos fortalezcamos para ser capaces de vivir, en la semana que viene, más entregados a los que sufren, posiblemente en nuestras propias familias o no muy lejos de nuestras casas. Que nuestro sacerdocio lo vivamos plenamente como entrega incondicional a la causa de Jesús. Que quienes hemos recibido la gracia del Ministerio Sacerdotal ordenado, quienes siguen a Jesús en la vida consagrada y quienes por el bautismo, fuente de todo sacerdocio, se hacen discípulos, vivamos nuestra propia vocación como una entrega amorosa y servicial a los hermanos con quienes vivimos, no buscando más gloria que la Gloria de Dios. [/icon][icon class='fa fa-book' link='']Descarga las notas exegéticas[/icon] Foto: Internet