SISTEMA INFORMATIVO
Frente a la trata de personas, el trato fraterno y solidario
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Por: Ilva Myriam Hoyos Castañeda, Consejo Latinoamericano CEPROME.
Intervención en el Webinar sobre “La Iglesia Iberoamericana contra la Trata: un crimen contra la humanidad”, realizado el 21 de agosto de 2020 por el Centro de Investigación y Formación Interdisciplinar para la protección del Menor (CEPROME), adscrito a la Universidad Pontificia de México, en alianza con el Centre for Child Protection de la Pontificia Universidad Gregoriana, el Consejo Episcopal Latinoamaricano ( CELAM) y la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR).
La enseñanza de la actual pandemia
No resulta fácil entretejer las paradojas de este tiempo de derechos, a la vez, tiempo de pandemias.
Derechos proclamados solemnemente en constituciones y convenciones, pero todavía en camino para ser garantizados de manera efectiva. Pandemias reducidas no sólo a la del Coronavirus, sino a todas las situaciones endémicas que hacen de la sociedad actual una sociedad enferma.
El virus del 2020 nos ha colocado frente a situaciones dolorosas, generadoras de miedo, zozobra e incertidumbre. Pero también, nos ha invitado a repensar el lugar que ocupamos en el mundo, a indagarnos sobre la presencia del otro en nuestras vidas y de manera más radical a cuestionarnos respecto del modo de vivir nuestra fe. La actual pandemia ha causado muchos males, pero, en cierto sentido, ha sido una epifanía, una manifestación visible de bienes considerados invisibles. Además, ha dejado mirar y escuchar su voz profética.
No hemos sabido reconocer, sin embargo, esas otras pandemias o no hemos querido reaccionar de la misma manera como lo hemos hecho frente al virus que nos ha golpeado a todos indistintamente.
Hay pandemias de pandemias y cada una de ellas tiene su propio sello.
La pandemia de la esclavitud de los seres humanos
Hablemos de una sola de esas pandemias sociales, conocida como “trata de personas”. Intentemos aproximarnos a esa realidad, al parecer, distante, lejana, desconocida y ajena a nuestra propia experiencia personal.
Admitamos que la palabra “trata” genera equívocos y resulta necesario desvelar su sentido originario. Viene del verbo “tractare” y significa “tirar” o “arrastrar”. Tiene de suyo un carácter peyorativo enriquecido por el sentido histórico otorgado: se tiran o se arrastan las cosas, aquellas susceptibles de ser descartadas. Literalmente trata es “arrastrar” a los seres humanos para comerciar con ellos y usarlos como objeto de compra o de venta, considerarlos mercancía, explotarlos ejerciendo los atributos del derecho de propiedad, es decir, actos de dominio como señor y dueño.
Dominar a otro no tiene otro calificativo que esclavitud. Éste es el drama de la trata de personas: esclavizar seres humanos y fomentar la cultura del descarte.
La expresión usada, hasta hace menos de un siglo, para significar el tráfico de mujeres europeas hacia Asia o África sometidas a explotación sexual fue “trata de blancas”. A pesar de los esfuerzos de la comunidad internacional por eliminarla, dado su carácter discriminatorio, todavía sigue utilizándose. La trata no tiene color: no es blanca, ni negra. Tampoco se identifica con un sexo ni tiene exclusividad en uno o dos continentes; es personal y, por tanto, afecta a toda la familia humana.
El fenómeno de la trata se nutre de esa condición tan propia de los seres humanos, expresión de nuestra libertad, de movilizarnos o trasladarnos de un lugar a otro. Nos movilizamos porque somos libres. Los traficantes de seres humanos buscan obtener el consentimiento de las víctimas mediante engaños y artimañas, el cual, de llegar a darse, está viciado porque sin libertad no hay consentimiento alguno. Ahí está el quid de la trata: ilusionar engañando. Comprar sueños y deseos, cautivar para silenciar voluntades. Impedir al ser humano tener morada propia y transformar a una persona en un bien de consumo.
Para producir el fenómeno de la esclavitud, los tratantes o traficantes de ilusiones de vida construyen redes generando un entramado de vasos comunicantes a través de los cuales cazan, pescan, capturan, sujetan y marcan a sus “siervos útiles”. Frente a los vejámenes o maltratos ocasionados no hay escrúpulo ni arrepentimiento alguno, tampoco derecho oponible. La lógica de la trata se acrecienta encadenando almas y multiplicando el mal. Su lógica del dominio sigue al pie de la letra las reglas de la lógica del mal.
En cada una de sus fases, manipula, intimida, violenta o elimina, si el “esclavo” deja de ser útil. En (i) la captación, atrae a la persona con la finalidad de adueñarse de su identidad y dominar su voluntad para fines de explotación; en (ii) el traslado mueve a una persona de un sitio a otro y le desarraiga de su entorno de origen, crianza o habitación. Corta todos los vínculos afectivos para evitar el contacto de la víctima con la familia o amistades o redes sociales de apoyo; y en (iii) la explotación obtiene beneficios económicos o placenteros a través de la participación forzada de la víctima, por ejemplo, en actos de prostitución, servidumbre sexual o laboral, incluidos los de pornografía y producción de materiales pornográficos.
Conocidas son sus técnicas: engañar, acallar, silenciar, seducir, aislar no sólo a las víctimas, porque los tratantes de manera sutil han ido logrando el silencio social, la indiferencia, la permisividad, la tolerancia, la apatía y todas aquellas formas perversas que han terminado por negar la esclavitud del siglo XXI, a pesar de que exista mendicidad forzada, matrimonio servil, tráfico de órganos, adopciones ilegales, turismo y explotación sexuales, pornografía y ciberacoso. Si, un conjunto de servidumbre, estructurado en las reglas de un mercado sediento de placer y deseoso de acumular riquezas y de extender el dominio de unos seres humanos sobre otros. Este fenómeno ha fortalecido la delincuencia transnacional organizada que compite a nivel nivel mundial con las drogas y las armas.
El sometimiento de las personas, el dominio sobre ellas implica un proceso complejo, propiciado en situaciones, tales como, la desesperación por falta de oportunidades, los deseos de encontrar un mundo mejor, las desventuras por las experiencias familiares y la vergüenza ocasionada por las debilidades humanas. La trata se alimenta de legítimas ilusiones de hombres y mujeres: querer una vida mejor, esperar un futuro distinto, soñar en un mundo de posibilidades. También se nutre de ese desenfrenado consumo, promovido por los mass media, que nos vende la idea de un estilo de vida que no corresponde a la realidad y nos convoca, sin importar la legitimidad de los medios, a buscarlo y alcanzarlo. Los sistemas judiciales tienen, en igual forma, responsabilidad en el
acrecentamiento del fenómeno de la trata, porque ante las deficiencias en la tipificación del conjunto de acciones que configuran este delito, han construido un sistema impune y han impedido castigar a los tratatantes y a las mafias que los soportan y han terminado, de manera kakfiana, castigando a las víctimas.
Cualesquiera que sean las razones que pretendan aducirse es reprochable el actuar de los nuevos traficantes: despojar a hombres y mujeres de su humanidad, borrar su subjetividad, obnubilar su memoria, despojar su corporeidad, anular su voluntad, cortar sueños y arrebatar sus derechos naturales, inalienables y sagrados.
La pandemia del “egoísmo indiferente”
El Papa Francisco ha denunciado ese “atroz flagelo”, calificado por él mismo como “trágico fenómeno”, “plaga aberrante”, “herida en el cuerpo de la sociedad contemporánea”, “llaga en la carne de Cristo”, “crimen contra la humanidad” y “una de las heridas más dolorosas de nuestro tiempo”. Ha reconocido, y lo ha hecho ante la comunidad internacional, que enfrentar a las redes de tratantes sobrepasa las competencias de una nación y hace necesaria una movilización de dimensión comparable a ese fenómeno.
Además, Francisco no ha perdido oportunidad para hablar sin tapujos, evitando distracciones y eufemismos. Ha denunciado que la causa principal de la trata no está en los traficantes de la carne humana, sino en el egoísmo sin escrúpulos y en la indiferencia hipócrita de habitantes del mundo que disfrutan de los beneficios y servicios de esa cadena completa de explotación e indignidad.
Frente a esa dura y dolorosa realidad es iluso pensar que acciones individuales o grupales son suficientes para intervenir en todas las fases de la nueva servidumbre de los seres humanos y que incluso las Orientaciones Pastorales sobre la Trata de Personas, elaboradas por la Sección Migrantes y Refugiados de la Santa Sede, aprobadas por Francisco y dadas a conocer en 2019, resuelven el reto de los católicos frente a un virus peor que el mismo Covid 19: “el egoísmo indiferente”. Ésta es la pandemia de las pandemias, propiciadora de una complicidad cómoda y muda, que enmascara no sólo nuestros rostros, sino nuestras conciencias.
Son necesarias declaraciones, convenciones y leyes que tipifiquen el crimen de la trata de personas como delito de lesa humanidad a través de las cuales se tipifiquen de mejor forma sus diversos elementos constitutivos, así como las acciones preventivas para erradicarla haciendo uso, entre otros medios, de campañas o programas de capacitación, formación o sensibilización, fundamentadas en derechos humanos y en el destímulo de la demanda. Sin embargo, no podemos quedarnos con documentos bien intencionados, pero deficientes frente al reto de generar un cambio de paradigma, una transformación social y una conversión personal.
El antídoto ante la pandemia de la trata: las relaciones fraternas y solidarias
Pero, entonces, ¿Qué debemos hacer los católicos? ¿Cuáles son los desafíos de nuestro actuar?
Una aclaración previa. La Iglesia no es experta en la prevención, atención e intervención de la trata de personas. Tampoco lo es en la adopción y en el seguimiento de políticas específicas para hacer frente a esta pandemia. Esas no son sus tareas. Si es su misión brindar una mirada esperanzadora desde la fe, proclamar el Reino de Dios, que es de sanación y salvación, de justicia y paz.
A partir de esa mirada es legítimo alzar la voz para gritar: ¡Basta ya del dedo inquisidor que acusa a otro de ser traficante de seres humanos! ¡Basta ya de esconder nuestro rostro haciendo uso de la nueva máscara y dejar de mirar los rostros heridos de las víctimas de los traficantes de esclavos!
El grito “basta ya de la trata de personas” encuentra eco en los versos del profeta Isaías: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz, que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (Is 5, 20).
Repetir una y otra vez “basta” puede resultar siendo una acción sinsentido si cada uno de nosotros deja pasar la oportunidad de responder a esa pregunta bíblica que resuena de manera novedosa:
“¿Dónde está tu hermano?”. Recordemos la indolente y provocadora respuesta de Caín ante la pregunta del mismo Dios por la muerte de Abel: “No sé. ¿Acaso, soy yo guardián de mi hermano?”
Esa pregunta y esa respuesta fratricidas nos ponen en una encrucijada: queremos o pretendemos ser apóstoles de la prevención pero no vivimos en nuestra cotidianidad la vocación originaria de ser hijos de un mismo Padre y, en consecuencia, no podemos reconocernos en nuestra condición de hermanos. Seamos sinceros, si no aceptamos vivir de acuerdo a esa doble condición, la de hijos y la de hermanos, no podemos recuperar la humanidad del otro. Ni comprenderlo ni sanarlo ni amarlo. Tampoco nacer de nuevo.
Insistiré, a título de ejemplo, en cuatro desafíos, no exclusivos ni excluyentes, para ser apóstoles de la prevención. Sí, pero, serlo de manera coherente.
1. Es imperativo rescatar el principio cristiano de la fraternidad, recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948). Estos son sus términos: “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros” (artículo 1º). Ese comportamiento o nuevo trato es posible –siguen siendo palabras de la Declaración– porque “la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana” (primer considerando). Es hora, por tanto, de promover en red un nuevo trato digno entre los hombres, es decir, fraterno y solidario.
2. En medio de esta pandemia, otro de los desafíos que debemos enfrentar es recuperar el sentido trascendente de la dignidad creatural y filial, excluyente de la dialéctica del amo y del esclavo. La voz de todos los miembros de la Iglesia debe hacerse sentir con la finalidad de renovar la conciencia de que cada ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Imagen al haber salido de las manos de su Creador y estar llamado a la comunidad con Él. Semejanza por la cercanía originaria a su Dios, pero que crece o decrece con el tiempo, según estemos en mayor armonía con Él. La dignidad como don y tarea espera la respuesta humana. También la respuesta de los miembros de la Iglesia.
3. La trata de personas no tiene la última palabra. Otro desafío es asumir con valor nuestra condición profética para denunciar y erradicar la trata. Es momento de ser conscientes de que debemos ser guardianes de nuestro hermano o hermana y de mirar en el rostro dolido de cada otro a ese prójimo, mi próximo, que más que recibir quiere dar: donar su dolor y “darse a sí mismo”.
Si el antídoto de los antídotos, la inmunidad última, la vacuna deseada y esperada para defendernos del virus de la esclavitud de este siglo XXI, es el amor fraterno; acojamos y hagamos vida las palabras de San Juan de la Cruz: “Adonde no hay amor, pon amor, y sacarás amor”.
![](https://cec.org.co/sites/default/files/2024-07/02-Resumen-informativo-del-segundo-dia-martes-2-de-julio-asamblea-electiva-nueva-presidencia-conferencia-episcopal-de-colombia.jpg)
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La familia defiende y protege la vida
Mar 11 Jun 2024
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Lun 1 Jul 2024
Espiritualidad, comunión y análisis regional: protagonistas en el primer día de la CXVII Asamblea de los Obispos Colombianos
Este lunes, 1 de julio, se desarrolló la primera jornada de la CXVII Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano en Bogotá. Un inicio lleno de espiritualidad, comunión y trabajo por grupos, con énfasis en el análisis del contexto del país, desde la realidad de las regiones que acompañan.La apertura se dio con la celebración de la Eucaristía presidida por el arzobispo de Popayán y vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), monseñor Omar Alberto Sánchez Cubillos. Durante la homilía, el prelado recordó el protagonismo del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia y la necesidad de invocar su presencia para discernir, conducir y proyectar, en unidad, las decisiones que se tomarán durante esta asamblea electiva, que deben tener, según indicó, un sentido especial de servicio a la Iglesia y al país.Posteriormente, la instalación del encuentro la protagonizó el mensaje del cardenal Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y presidente de la CEC, a sus hermanos. En él evocó, particularmente, cuatro bienaventuranzas, a manera de motivación para que, como pastores, sepan responder a los desafíos eclesiales y sociales del país: “Bienaventurados los obispos que se esfuerzan por vivir la austeridad”, “Bienaventurados los obispos que animan con su vida la misión”, “Bienaventurados los obispos que llegan hasta las lágrimas en su servicio” y “Bienaventurados los obispos que afrontan sin amargura las tribulaciones”.Serán más de 40 los encargos de liderazgo que realizarán los obispos durante esta Asamblea 117. Entendiendo la importancia del momento y la necesidad de hacerlo a la luz del Evangelio, el cardenal Rubén Salazar Gómez, arzobispo emérito de Bogotá, dirigió una iluminación sobre los fundamentos espirituales de lo que significa discernir y elegir a sus hermanos obispos en cargos de responsabilidad. El purpurado lo hizo evocando algunos capítulos del Evangelio según San Marcos (Mc 3, 13-19) y del Libro de los Hechos de Los Apóstoles (Hch 1, 12-17, 21-26; Hch 6, 1-6).El cardenal Salazar también conectó este episodio electivo con las tres dimensiones que conforman la sinodalidad propuesta por el papa Francisco a la Iglesia: comunión, participación y misión. Recordó que, como pastores, deben ponerse al servicio del infinito amor de Dios por el pueblo; discernir los signos de los tiempos y tener presente que la Iglesia es testigo e instrumento de la salvación. Esto introdujo a los obispos en un momento especial de meditación personal y adoración en presencia del Santísimo Sacramento.El trabajo adelantado por el episcopado colombiano en la tarde de esta primera jornada se centró en el análisis de la realidad social del país por regiones; los aspectos allí abordaros también servirán de base para las decisiones que tomarán esta semana. Para ello, se dividieron en siete regiones, cada una conformada por dos provincias eclesiásticas: Bogotá-Tunja, Ibagué-Manizales, Florencia-Villavicencio, Bucaramanga-Nueva Pamplona, Medellín-Santa Fe de Antioquia, Cali-Popayán y Cartagena-Barranquilla.Tres preguntas guiaron dicho espacio: ¿Cuál es el problema social más arraigado en la región? ¿Cuáles son las características del país que desean ayudar a construir? ¿Cuáles son las principales líneas de acción para enfrentar el problema social identificado? Los encargados de moderar las reflexiones fueron los arzobispos. En el informativo ‘Así Va La Asamblea’, tres de ellos, comparten algunas de estas ideas: monseñor José Miguel Gómez Rodríguez, arzobispo de Manizales, monseñor Francisco Múnera Correa, arzobispo de Cartagena y monseñor Gabriel Ángel Villa Vahos, arzobispo de Tunja.También en esta emisión tres de los obispos nombrados en los últimos meses por el papa Francisco, entregaron su testimonio de lo que ha significado para ellos ser parte de esta primera asamblea: monseñor Alejandro Díaz García, obispo auxiliar de Bogotá, monseñor Dimas Antonio Acuña Jiménez, obispo electo de El Banco y monseñor Edgar Jesús Mejía Orozco, obispo auxiliar electo de Barranquilla. Conozca los testimonios a continuación:
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Lun 1 Jul 2024
Austeridad, entrega en la misión, servicio y valentía: motivaciones del Cardenal Rueda a los obispos, a la luz de las bienaventuranzas
Este lunes, 1 de julio, inició la CXIII Asamblea Plenaria de los obispos colombianos. Durante la instalación del encuentro, que tendrá carácter electivo, el cardenal Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y presidente del episcopado, animó a los prelados a vivir la austeridad, entregarse en la misión, donarse en el servicio a sus comunidades, y afrontar las dificultades y fragilidades desde la verdad, con valentía y el anuncio del perdón.El Primado de Colombia inició su discurso inaugural haciendo alusión a Lucas 6, 20-23, donde Jesús pronuncia las bienaventuranzas a sus discípulos tras haberlos elegido en el ministerio apostólico. Les recordó a los obispos que esta primera enseñanza también se traslada a su misión como sucesores de los doce apóstoles, por lo que es fundamental hacer una relectura de ella, especialmente en este año de la oración, que prepara a la Iglesia Universal para el Jubileo de la Esperanza 2025.El Cardenal Luis José Rueda afirmó que, frente a los retos a los que está expuesta la esperanza, es normal que surja la tentación de la desconfianza, pero que el cristiano, y aún más, el obispo, puede afrontar las situaciones más adversas, con su confianza puesta en el misterio de la cruz y de la resurección del Señor. Animando y reconfortando a sus hermanos, compartió así su reflexión sobre las bienaventuranzas:“Bienaventurados los obispos que se esfuerzan por vivir la austeridad”. Enfatizó en la importancia de la vida austera, se refirió a ello como “un mensaje poderoso y un gran aporte para la paz en Colombia”; un ejemplo de lucha contra la corrupción y la codicia que tanto daño causa.“Felices los obispos que aprendiendo de Jesús viven el espíritu de la pobreza y el desapego, son servidores humildes que no viven de la imagen, sino que, en la propia conciencia saben con sinceridad quienes son, y ponen su corazón en el verdadero tesoro que es Cristo crucificado y resucitado, vivo y cercano cada día”.“Bienaventurados los obispos que animan con su vida la misión”. Recordó a los obispos el llamado que se les ha hecho a entregarlo todo por la misión evangelizadora. De esta forma, los convocó a estar dispuestos a trabajar en conjunto con las diversas vocaciones dentro de la Iglesia colombiana, y así, caminar hacia la verdadera sinodalidad.“Felices los obispos que son agradecidos con el pequeño paso que se pudo dar, que saben mantener la serenidad, aunque el lobo esté al acecho, que no pierden la esperanza, aunque al revisar las duras labores por la evangelización, pareciera que la cizaña estuviera ahogando el trigo, son obispos que confían en la acción del Espíritu Santo, y son capaces de ponerse en silencio y de rodillas para agradecer ante el sagrario, después de una jornada de aparentes fracasos”.“Bienaventurados los obispos que llegan hasta las lágrimas en su servicio”. Los invitó a reconocerse vulnerables y frágiles, y que, a su vez, se descubran reconfortados y consolados por el amor de Dios Padre. Además, a ser servidores de la esperanza en sus comunidades, sabiendo leer e interpretar los signos de los tiempos.“Son obispos con capacidad para consolar al que está afligido, son hermanos que prefieren llorar que sucumbir, son aquellos que no se dejan deslumbrar por las estadísticas, son capaces de conmoverse ante el sufrimiento de las personas y de la ciudad, y lloran por amor, uniéndose a las lágrimas de Jesús por Jerusalén”.“Bienaventurados los obispos que afrontan sin amargura las tribulaciones”. Con esta bienaventuranza finalizó el Cardenal Rueda Aparicio animando a sus hermanos en el ministerio apostólico, a tomar la cruz de la misión y a avanzar con valentía dejándose acompañar. Mencionó que, de esta forma, pueden escuchar la voz del Espíritu Santo, por ejemplo, en medio del sonido ensordecedor de las noticias falsas.“Son Obispos que tienen en su conciencia el signo de María, serena y fiel junto a la cruz de su Hijo, que mantienen la paz ante la injuria y la difamación. Son obispos convencidos de que nada los podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús (…) Son hombres que han recibido en su vida personal el perdón y logran anunciarlo con sus actitudes y palabras en medio del Pueblo Fiel de Dios, llevan el bálsamo de la misericordia como una gracia desbordante, saben que a pesar de las presiones externas y las fragilidades internas, nadie los podrá separar del amor de Cristo, ni la angustia, ni la persecución, ni la desnudez, ni los peligros, ni la guerra (Cfr Rm 8, 31 - 39).En su discruso, el Arzobispo de Bogotá manifestó gratitud por el apoyo y la confianza depositada durante los tres años que ejerció como presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia; también lo hizo en nombre de sus hermanos en la dirección, monseñor Omar Alberto Sánchez Cubillos (arzobispo de Popayán y vicepresidente) y monseñor Luis Manuel Alí Herrera (obispo auxiliar de Bogotá y secretario general). Además, extendió su agradecimiento al padre Jorge Bustamante Mora (actual secretario general encargado) y a cada uno de los "hermanos y hermanas del Secretariado Permanente del Episcopado de Colombia (SPEC)", por su servicio. Al tiempo, manifestó su disposición para seguir apoyando a quienes en esta CXVII Asamblea Plenaria resulten elegidos en estos roles."Es hermoso ver que somos discípulos misioneros itinerantes, es bello dar un signo de libertad a la Iglesia de Colombia y a la sociedad de nuestro país, un signo de libertad ante la tentación de sentirse indispensables, porque estamos convencidos de que el Espíritu Santo elige, capacita y acompaña siempre nuevas expresiones de liderazgo sinodal, al servicio de su Pueblo Santo", concluyó el Cardenal Luis José.
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Sáb 29 Jun 2024
Dos nuevos nombramientos del papa Francisco para Colombia: Obispo de la Diócesis de Engativá y Obispo Auxiliar de Bogotá
La Santa Sede dio a conocer dos nuevos nombramientos episcopales para la Iglesia colombiana. Monseñor Germán Medina Acosta, quien desde agosto de 2021 se venía desempeñando como obispo auxiliar de Bogotá, fue designado por el papa Francisco como Obispo de la Diócesis de Engativá; y el padre Edwin Raúl Vanegas Cuervo, quien ejercía desde el 10 de abril de 2024 como Vicario Episcopal Territorial de San José en esta misma jurisdicción, fue nombrado Obispo Auxiliar de Bogotá. Ambos pastores han sido formadores y rectores del Seminario Conciliar de Bogotá.Monseñor Germán Medina fue ordenado Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Bogotá el 14 de agosto de 2021 por el cardenal Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia. Posteriormente, fue designado Vicario Episcopal de la Evangelización y Vicario Episcopal para el Anuncio, Formación en la Fe y Diálogo con la Cultura, así como miembro del Consejo Presbiteral.Tras este nuevo nombramiento por parte del Santo Padre, monseñor Medina relevará en la Diócesis de Engativá a monseñor Francisco Antonio Nieto Súa, quien desde julio de 2015 pastoreaba esta jurisdicción. En septiembre del 2023 monseñor Nieto cumplió setenta y cinco años, la edad límite para ejercer dicho oficio eclesiástico.Por su parte, el padre Edwin fue ordenado sacerdote en la Arquidiócesis de Bogotá el 4 de diciembre de 1999 por el cardenal Pedro Rubiano Sáenz (Q.E.P.D.). Es especialista en Teología Fundamental de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (2009), Licenciado en Teología de la Universidad Pontificia Bolivariana (2011) y adelantó estudios doctorales en Teología en la Universidad Pontificia Comillas – Madrid (2015). Tras desempeñarse como Rector del Seminario Mayor desde el año 2018, fue designado por el cardenal Rueda Aparicio, para acompañar a las comunidades urbanas y rurales de la Vicaría de San José, ubicada en el sur oriente de Bogotá, donde abarca el territorio de 4 localidades de la capital y 11 municipios de Cundinamarca.Ahora, el presbítero se unirá al cardenal Luis José Rueda Aparicio y a monseñor Alejandro Díaz García, también obispo auxiliar de Bogotá, en la misión de pastorear la Sede Primada de Colombia.Biografía de monseñor Germán Medina AcostaMonseñor Germán Medina Acosta nació en Bogotá el 25 de febrero de 1958.Realizó sus estudios secundarios en el Seminario Menor de Bogotá (1975) y los de Filosofía (1978) y Teología (1982) en el Seminario Mayor de Bogotá. Es licenciado en Teología (1989) de la Pontificia Universidad Javeriana. Magister en Psicología Comunitaria (1996) de la Pontificia Universidad Javeriana. Especialista en Ética y Pedagogía de Valores (1998) de la Pontificia Universidad Javeriana. Doctor en Teología (2002) de la Pontificia Universidad Salesiana de Roma. Fue ordenado sacerdote el 11 de junio de 1983 por el cardenal Aníbal Muñoz Duque, para el servicio de la Arquidiócesis de Bogotá.Entre sus encargos pastorales, se destacan:-Vicario parroquial en Nuestra Señora del Ave María (1983).-Miembro del equipo de directores del Seminario Menor de Bogotá (1984).-Coordinador del equipo arquidiocesano de Pastoral Juvenil (1985). Capellán en el Colegio del Rosario (1986).-Primer Capellán en la Universidad Nacional y Párroco en los Santos Ángeles Custodios (1996).-Arcipreste del Arciprestazgo N° 1.3 (1999).-Miembro del equipo de formadores del Seminario Mayor (2002). Miembro del Consejo del Diaconado Permanente (2003).- Miembro del Consejo Presbiteral (2008).-Rector del Seminario Mayor de San José (2010).-Miembro del Consejo Presbiteral (2014).-Párroco en San Juan de Ávila (2015).-Miembro del Consejo Presbiteral, en representación de la Vicaría Episcopal Territorial de San Pedro y animador del equipo arquidiocesano para la formación permanente (2016). -Ratificado como miembro del Colegio de Consultores, nombrado vicario episcopal territorial de San Pedro y vicario general de la Arquidiócesis de Bogotá desde el mes de junio de (2017).-El 11 de julio de 2021 fue nombrado por el papa Francisco como Obispo titular de Aradi y Obispo auxiliar de Bogotá. Su ordenación episcopal fue el 14 de agosto de 2021, ese mismo día tomó posesión de su cargo.Biografía de monseñor Edwin Raúl Vanegas CuervoEl padre Edwin Raúl Vanegas Cuervo nació en Bogotá el 21 de mayo de 1975.Cursó sus estudios de Filosofía y Teología en el Seminario Conciliar de Bogotá. Fue ordenado sacerdote en la Arquidiócesis de Bogotá el 4 de diciembre de 1999 por el cardenal Pedro Rubiano Sáenz.Es especialista en Teología Fundamental de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (2009), Licenciado en Teología de la Universidad Pontificia Bolivariana (2011) y adelantó estudios doctorales en Teología en la Universidad Pontificia Comillas de Madrid (2015).Tras desempeñarse como Rector del Seminario Mayor desde el año 2018, en abril del presente año, fue designado por el cardenal Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá, para acompañar las comunidades urbanas y rurales de la Vicaría Territorial de San José, en la Sede Primada de la Iglesia Católica colombiana.Entre sus encargos pastorales, se destacan:- Vicario Parroquial de Santa María Madre de Jesús (1999).- Párroco de San Juan Neumann (2000 - 2004).- Miembro del Equipo de Pastoral Vocacional Arquidiocesano (2005-2006).- Formador (2009 - 2018) y Rector (2019 - 2024) del Seminario Conciliar San José de Bogotá.- Coordinador Arquidiocesano de Diálogo Ecuménico e Interreligioso (2013 - 2016)- Animador Arquidiocesano para la Formación Permanente del Clero (2018).- Vicario Episcopal Territorial de San José (2024 hasta la fecha).
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Vie 28 Jun 2024
Obispos colombianos vivirán una nueva asamblea electiva del 1 al 5 de julio: piden a los fieles orar por este momento
Desde el próximo lunes 1 hasta el viernes 5 de julio, los obispos colombianos se reunirán en Bogotá para desarrollar su CXVII Asamblea Plenaria. En esta oportunidad, el encuentro tendrá como propósito central elegir a quienes liderarán el trabajo de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) durante el trienio 2024 – 2027.Durante esta asamblea los prelados decidirán quiénes serán los encargados de desempeñar durante este período los roles de presidente, vicepresidente y secretario general; determinarán cómo quedarán conformadas las comisiones episcopales y quiénes las presidirán. Además, designarán a aquellos sacerdotes, religiosas y laicos que, desde las diversas áreas del Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC), conducirán estratégica y operativamente la materialización de la misión de la Iglesia colombiana, a partir de las líneas propuestas por la CEC.Setenta y ocho pastores activos, incluyendo a los administradores diocesanos de Duitama, Vélez y Santa Rosa de Osos y al Provicario Apostólico de Guapi; así como doce obispos eméritos, han confirmado su participación en este encuentro. En él también se abordarán diversos temas de la actualidad eclesial y social, para definir criterios que le permitan a la Iglesia seguir respondiendo a los desafíos del país, a la luz del Evangelio, teniendo como prioridad el bien común y partiendo de las realidades concretas que se presentan en los territorios que acompañan los obispos.Fieles, ¡A orar por las elecciones en la Conferencia Episcopal de Colombia!Entendiendo que este acontecimiento es tan importante para el episcopado, como para los demás miembros de la Iglesia que peregrina en Colombia, la actual Comunidad de Presidencia, integrada por el cardenal Luis José Rueda Aparicio (presidente), por monseñor Omar Alberto Sánchez Cubillos (vicepresidente) y por el padre Jorge Enrique Bustamante Mora (secretario general encargado), proponen al Pueblo de Dios intensificar durante los próximos días su oración, teniendo presente esta intención.“La oración nos introduce en una intimidad particular con Dios, en una sociedad con Él, la oración tiene poder, por eso quiero extenderles esta invitación para una campaña de oración por la próxima asamblea de la Conferencia Episcopal de Colombia (…) La Conferencia Episcopal dinamiza todas las tareas y nos unifica en propósito al servicio del país, los invitamos para que oren intensamente, de modo que cada elección, esté dentro del marco de los propósitos de Dios; las personas que resulten elegidas, deben servir a partir del querer de Dios, contamos con su oración”, expresó monseñor Omar Alberto, arzobispo de Popayán, en representación de sus hermanos en el episcopado.El cierre de esta asamblea plenaria coincidirá con el XIII Congreso Nacional Misionero, a través del cual la Iglesia colombiana conmemorará 100 años de haberse celebrado el primero de estos encuentros. El congreso significó un despertar misionero histórico en el país y sirvió de inspiración para otras Iglesias del continente. Ahora, al celebrar su centenario, servirá para renovar las fuerzas de la tarea evangelizadora. Los obispos participarán en este congreso centenario que se estará desarrollando desde el viernes 5 hasta el domingo 7 de julio en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá.Vea a continuación la primera emisión de Así Va La Asamblea, el informativo del Episcopado Colombiano, en el contexto del encuentro 117: