Jubileo 2025 en Colombia: las diócesis tienen todo listo para que los fieles experimenten este tiempo de gracia
Lun 20 Ene 2025
Con celebraciones eucarísticas presidas por los obispos y administradores diocesanos, desde el pasado 28 de diciembre de 2024, las 78 jurisdicciones eclesiásticas de Colombia, es decir, las diferentes diócesis, arquidiócesis y vicariatos apostólicos, han estado inaugurando el Año Jubilar convocado por el papa Francisco bajo el lema “Peregrinos de Esperanza”. Este tiempo de gracia y renovación espiritual invita a los fieles a reflexionar, reconciliarse y fortalecer su relación con Dios a través de la oración, la penitencia y la acción concreta.Las jurisdicciones ya anunciaron los templos jubilaresA través de sus diferentes redes sociales y páginas web, cada Iglesia particular ha estado dando a conocer los templos designados por los obispos para ganar indulgencia plenaria durante este Jubileo de la Esperanza.Diferentes catedrales, santuarios y basílicas se convertirán en espacios de especial gracia espiritual, donde los fieles podrán experimentar a profundidad la misericordia de Dios; puntos de encuentro para fortalecer la fe, renovar la esperanza y caminar como verdaderos “Peregrinos de Esperanza”.Obtener la indulgencia plenaria significa la remisión total de las penas temporales causadas por los pecados ya confesados y perdonados, un don que requiere cumplir con condiciones específicas: confesión sacramental, comunión eucarística, oración por las intenciones del Papa y un acto de caridad o peregrinación.Un Año Santo para todosCada diócesis en Colombia ha programado actividades jubilares dirigidas a diversos miembros del pueblo de Dios, promoviendo la esperanza y la unidad, por lo que este Año Jubilar es una invitación directa a vivir con intensidad la fe y a llevar la luz de Cristo al mundo, transformando corazones y comunidades en instrumentos de paz y reconciliación.Cartagena: Luz de Esperanza que nace en los corazonesLa Arquidiócesis de Cartagena dio inicio al Jubileo el 29 de diciembre, día de la Sagrada Familia, con una multitudinaria peregrinación desde la Iglesia San Pedro Claver hasta la Catedral Basílica Santa Catalina de Alejandría. En este acto simbólico, los fieles caminaron con velas encendidas, liderados por monseñor Francisco Javier Múnera Correa, arzobispo de esa jurisdicción y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, quien acompañó una réplica de la Cruz del Cristo de la Expiración.Durante la Eucaristía de apertura, monseñor Múnera destacó la importancia de abrir “las puertas del corazón” para sanar heridas y vivir este tiempo como una oportunidad de reconciliación y justicia social.A propósito de la celebración, el padre Rafael Castillo, quien hasta diciembre de 2024 se desempeñó como Director del Secretariado Nacional de Pastoral Social, subrayó la necesidad de traducir la indulgencia en acciones concretas: “El Jubileo nos llama a construir una sociedad más justa y solidaria”.Sonsón-Rionegro: Lugares de graciaEn la Diócesis de Sonsón-Rionegro, el Jubileo comenzó con celebraciones en la Catedral Nuestra Señora de Chiquinquirá y la Concatedral San Nicolás el Magno. Monseñor Fidel León Cadavid Marín designó 10 lugares de peregrinación donde los fieles pueden obtener la indulgencia plenaria.Dentro de los jubileos específicos programados por la diócesis para diversos grupos, se incluyen encuentros con niños, jóvenes, sacerdotes y catequistas, fomentando la esperanza como valor esencial de la fe cristiana.Cúcuta: Una frontera de esperanzaLa Diócesis de Cúcuta, ubicada en la frontera colombo-venezolana, inauguró el Jubileo el pasado 11 de enero con una procesión por las principales calles del centro de la capital de Norte de Santander y una solemne Eucaristía en la Catedral San José, celebrada por el obispo monseñor José Libardo Garcés Monsalve y concelebrada por monseñor óscar Urbina Arzobispo emérito de Villavicencio.En su homilía, monseñor Garcés explicó que este Año Santo es una oportunidad para “limpiar los corazones” mediante la obtención de la indulgencia plenaria, la cual puede ganarse en siete templos asignados, como la Catedral San José y la Basílica Menor Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.El obispo enfatizó que la indulgencia no solo limpia la culpa del pecado, sino también las penas temporales asociadas, y animó a los fieles a vivir este don en tres dimensiones: personal, comunitaria y por los difuntos. “Todo esto debe dejar como fruto maduro una fe más intensa por Nuestro Señor Jesucristo que ha dado la vida por nosotros”, destacó monseñor Garcés.De manera particular, a propósito de la realidad de la frontera, la Diócesis de Cúcuta programó un Jubileo de Migrantes para el 15 de septiembre. Al respecto, el padre Jhainer Said Urbina, coordinador de un proyecto que adelanta esa Iglesia particular con población migrante, evocó las palabras del papa Benedicto XVI para la 99º Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado:“Como lo decía Benedicto XVI, “Fe y Esperanza forman un binomio inseparable en el corazón de muchísimos migrantes, puesto que en ellos anida el anhelo de una vida mejor. A lo que se une en muchas ocasiones el deseo de querer dejar atrás la desesperación de un futuro imposible de construir.” ¿Es posible construir un futuro? En eso consta la esperanza”.Medellín: "Nuestra esperanza es Dios"La Arquidiócesis de Medellín dio inicio al Año Santo con la celebración de la Eucaristía de apertura en la Catedral Metropolitana presidida por su arzobispo, monseñor Ricardo Tobón Restrepo. El prelado afirmó que “somos capaces de vivir en la esperanza, porque nuestra esperanza es Dios”.Este Año Santo, que culminará el 6 de enero de 2026, dejará una huella imborrable en los corazones de millones de colombianos.Las diferentes Iglesias particulares ya tienen todo dispuesto para que los fieles se unan.Vea el informe audiovisual a continuación:
¿Cómo vivir el Jubileo de la Esperanza 2025 en la Iglesia colombiana? La Conferencia Episcopal lanza un libro con orientaciones
Mié 11 Dic 2024
La Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), a través de su Secretariado Permanente, presenta un nuevo libro titulado "Caminar en esperanza". Su contenido busca ayudar a las comunidades católicas del país a reflexionar y vivir plenamente el Jubileo Ordinario del 2025 convocado por el papa Francisco bajo el lema “Peregrinos de la esperanza”. Más que un material de lectura tradicional, es una ruta concreta para orientar a todos los miembros de la Iglesia en un peregrinaje hacia la renovación de su fe y compromiso cristiano, especialmente en medio de un contexto nacional y mundial marcado por profundas incertidumbres y temores sociales y políticos.Este compendio de 137 páginas, concebido como una guía práctica y espiritual, ofrece reflexiones, talleres y recursos para que los fieles católicos colombianos incorporen la esperanza en su vivencia diaria y en sus dinámicas pastorales desde distintas dimensiones. Entre ellas, en la Biblia, en los padres de la Iglesia, a nivel litúrgico, desde el rol de sacerdotes y religiosos, en la familia, en la misión, a nivel social, desde la comunicación y desde los signos de los tiempos. En la presentación del libro y evocando las palabras del papa Francisco, quien en su exhortación Spes non confundit resalta que la esperanza es la virtud que “indica la dirección y la finalidad de la existencia cristiana”, el presidente de la CEC, monseñor Francisco Javier Múnera Correa, destacó que este tiempo jubilar es una oportunidad para fortalecer la virtud de la esperanza, que orienta y sostiene la vida cristiana. A partir de esta premisa, se invita a los fieles a reconocer que la esperanza tiene un rostro: Jesucristo, quien camina con la humanidad como peregrino para guiarla hacia el Padre."Caminar en esperanza" es una invitación de la Conferencia Episcopal de Colombia a fomentar la comunión en los diversos espacios eclesiales del país; desde las parroquias hasta las familias, así lo expresa su presidente, monseñor Francisco Múnera:“Deseo que este material sea acogido en todos los lugares eclesiales para la vivencia de la comunión en nuestro país; y que, en aquellos espacios vitales, se asuma con esperanza el seguimiento del Señor Jesucristo, nuestra paz, y con este horizonte podamos fomentar las relaciones, los procesos y los vínculos necesarios para una Iglesia sinodal, misionera y misericordiosa, como lo pide el Proceso Sinodal”.El libro ya puede ser adquirido a través de la Librería de la Conferencia Episcopal de Colombia o en las librerías San Pablo del país.Datos de contacto:Correo: [email protected]: 3138808447Teléfono: PBX (57) 601 9157779 Ext. 125Horario de atención:Lunes a viernes 8:00 a.m. - 12:30 p.m. / 1:30 p.m. - 4:30 p.m.
Obispos colombianos claman por el fin de la violencia en el Catatumbo y convocan a una jornada nacional de oración por la paz
Mar 21 Ene 2025
La Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) expresa su profundo dolor y rechazo por la grave crisis humanitaria que viven las comunidades de la región del Catatumbo; llama al cese de hostilidades entre los actores armados; y renueva su compromiso con las víctimas y la construcción de paz. Además, convoca a una jornada de oración que se llevará a cabo el próximo domingo 26 de enero en todos los templos del país. A través de un comunicado, los obispos alzan su voz ante la escalada de violencia que ha cobrado decenas de vidas y provocado el desplazamiento de miles de familias en el departamento de Norte de Santander. A los actores armados, los exhortan para que se respeten los derechos humanos y el Derecho Internacional Humanitario. Al Gobierno Nacional, le piden retomar los diálogos "con determinación" y avanzar en la implementación de los acuerdos firmados.“No solo vulneran los derechos humanos fundamentales, sino que agudizan el sufrimiento de niños, mujeres y personas en estado de indefensión, desgarrando el tejido social y humano, y abriendo nuevas heridas a la nación (...) La violencia engendra más violencia, genera pérdidas humanas irreparables, siembra más odio, división y pobreza...”, señala el texto.El Episcopado Colombiano manifiesta su solidaridad con las comunidades y diócesis más afectadas por esta tragedia: Tibú, Ocaña y Cúcuta. En este sentido, reafirman su compromiso de seguir presentes en el territorio, brindando ayuda humanitaria, apoyo psicosocial y asistencia espiritual."Reiteramos nuestro esfuerzo por trabajar junto a las comunidades en la reconstrucción del tejido social y la promoción de iniciativas de reconciliación y paz", agregan.En el comunicado, los obispos destacan que la paz es posible y que cada acción solidaria representa un paso hacia la restauración de la dignidad y la esperanza en las comunidades afectadas, por lo que invitan a todos los colombianos y a la comunidad internacional a redoblar esfuerzos en la atención a las víctimas y en la construcción de una paz estable y duradera.Jornada de oración por el CatatumboComo un gesto de fe y esperanza, y una invitación a reavivar la esperanza en un país reconciliado y en paz, los obispos convocan a los colombianos para que se unan a una jornada especial de oración por la paz el próximo domingo 26 de enero en todos los templos del país:“Conscientes del poder de la oración, confiamos que, con la ayuda de todos, se pueda superar la multiplicidad de conflictos que lastiman al país desde hace demasiado tiempo”, concluye el mensaje.Para ello, el Departamento de Liturgia del Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano preparó una guía que puede ser descargada aquí.Este comunicado fue presentado en la mañana de este martes 21 de enero en Cúcuta, durante una rueda de prensa. En representación de la Presidencia de la Conferencia Episcopal de Colombia, estuvieron en el espacio el Director de Comunicaciones de la Conferencia Episcopal de Colombia, el padre Martín Sepúlveda Mora y el Director del Secretariado Nacional de Pastoral Social, el padre Mauricio Rey Sepúlveda. Además, sacerdotes de las diócesis presenentes en el Catatumbo dieron a conocer algunas de las principales acciones que la Iglesia ha estado adelantando en la región para acompañar a las comunidades afectadas.Vea la transmisión de la rueda de prensa a continuación:Vea a continuación algunos pronunciamientos adicionales que se han dado desde la Iglesia sobre este tema:
Conferencia Episcopal de Colombia lamenta fallecimiento del hermano de monseñor Gabriel Ángel Villa Vahos
Mié 15 Ene 2025
La Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) expresa sus más sentidas condolencias a monseñorGabriel Ángel Villa Vahos, arzobispo de Tunja y vicepresidente de la CEC, por el sensible fallecimiento de su hermano mayor, el señor Luis Fernando Villa Vahos, sucedido este martes 14 de enero.Al elevar sus plegarias por el eterno descanso del señor Luis Fernando, el episcopado colombiano manifiesta también su compañía y solidaridad con la familia del prelado.
“El divorcio exprés”: una píldora que no sana
Lun 2 Dic 2024
Por Mons. Miguel Fernando González Mariño - Colombia es un país de leyes, un país tan cristiano en su cultura y, al mismo tiempo, laico en su Estado Social de Derecho. Por ello, en las últimas décadas, con especial incremento desde 1991, han venido haciendo carrera, decisiones judiciales, la expedición de leyes y de normas del orden ejecutivo, que contradicen lo que los ciudadanos de a pie generalmente tienen por cierto y han defendido como sistema de valores, sobre el respeto y la conservación de la vida humana en todas sus etapas, la familia y sus creencias más genuinas.
Con ello, se busca proteger las libertades, según el discurso de quienes las promueven. Sin embargo, lo que viene ocurriendo, es la supresión de las creencias religiosas que históricamente han formado integralmente a la mayoría de los colombianos, y que han iluminado su conciencia, apostándole a un cambio de mentalidad aparentemente inclusivo, en el que no caben quienes defienden, entre otras cosas, la moral cristiana, la ley natural y el derecho natural, que son, sin duda, patrimonio de la historia del país.
En esa línea, de un laicismo desbordante y no un simple Estado Social de Derecho de corte laico, el martes 26 de noviembre de 2024, surge, la aprobación, por parte de la Cámara de Representantes en último debate, del proyecto que permite el divorcio de forma unilateral, que se convertirá en ley, una vez sea conciliado en el Congreso y sancionado por el Presidente de la República. En consecuencia, se incorpora al artículo 154 del Código Civil, la causal de divorcio número 10, “La sola voluntad de cualquiera de los cónyuges”.
Con la nueva causal de divorcio, que se hace ante un Notario Público o ante un Juez de la República, divorciarse, se convierte en un mecanismo aún mucho más fácil desde el punto de vista legal. Ya no será necesario contar con el acuerdo de ambas partes, esperar dos años de separación de hecho o probar la culpa del demandado y recurrir a las causales actuales. Con divorcio unilateral, los colombianos podrán separarse sin necesidad del consentimiento de la otra parte, como estaba establecido hasta ahora. “El divorcio exprés”, se convierte prácticamente en el mecanismo preferencial para divorciarse en el país.
Recordemos que el Divorcio “es el trámite que legalmente se debe realizar para dar ruptura al vínculo matrimonial. Con el divorcio se establece la anulación del contrato de matrimonio, las responsabilidades en relación a la custodia de los hijos y la división de las propiedades o bienes económicos. Con el divorcio se cambia el estado civil de los implicados” (cf. https://scj.gov.co)
Analizando las cosas, más allá de los fines legales y soluciones fáciles ante problemas vitales y complejos, el divorcio en sí mismo, como forma de solucionar los problemas de pareja, lleva a viciar la voluntad de quienes desean y deciden casarse. Incluso, induce a pensar, en el matrimonio como algo transitorio y no como un verdadero proyecto de felicidad.
Sin el ánimo de polemizar y obviamente siendo respetuosos de las instituciones del Estado, contrario al divorcio, la Iglesia ha defendido la estabilidad del matrimonio, como unos de los tesoros y punto de partida para constituir verdaderas familias y de paso sociedades y naciones prósperas y sostenibles. La Iglesia sabe que el divorcio trae nuevas heridas y acaba con la familia, la felicidad de las personas, sin lo cual, toda sociedad tarde que temprano sucumbe y se arruina.
El Código de Derecho canónico sostiene que “la alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo el Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados. Por tanto, entre bautizados, no puede haber contrato matrimonial válido que no sea por eso mismo sacramento” (cf. Canon 1055).
Nos enseñó el Papa San Juan Pablo II, que “en el matrimonio y en la familia se constituye un conjunto de relaciones interpersonales, relación conyugal, paternidad, maternidad, filiación, fraternidad, mediante las cuales toda persona humana queda introducida en la «familia humana» y en la «familia de Dios», que es la Iglesia” (cf. FC No. 15 del 22 de noviembre del año 1981).
La Iglesia encuentra así en la familia, nacida del sacramento, su cuna y el lugar donde puede actuar la propia inserción en las generaciones humanas, y éstas, a su vez, en la Iglesia. La familia al estilo cristiano, hay que apreciarla, predicarla y defenderla. Se requiere amor verdadero por las familias y en esto los pastores y el pueblo de Dios deben ponerle alma, corazón y vida.
Es verdad, que en los matrimonios surgen dificultades, a las cuales se les debe buscar solución, a través de la ayuda espiritual, la oración de unos por otros y la terapia dirigida por profesionales. En caso de haber problemas, no se puede posponer su solución. Es por esto, que la Iglesia como institución, se ha venido organizando para ser una verdadera ayuda, en la que se puedan refugiar y apoyar los esposos, sin recurrir a la solución macabra del divorcio para solucionar sus dificultades. A nivel de Conferencia Episcopal, a nivel de las Diócesis y en muchas parroquias, ya se ha logrado bastante en este campo.
Por su parte, el Santo Padre, el Papa Francisco, en un encuentro con los Equipos de Nuestra Señora, el 04 mayo 2024, les manifestó que acompañar a los matrimonios hoy en día constituye, una "verdadera misión".
“Salvaguardar el matrimonio significa, de hecho, salvar a la familia entera, significa salvar todas las relaciones que se generan en el matrimonio: el amor entre los cónyuges, entre padres e hijos, entre abuelos y nietos; significa salvar el testimonio de un amor que es posible y es para siempre, y en el cual a los jóvenes les cuesta creer. Los niños, en efecto, necesitan recibir de sus padres la certeza de que Dios los ha creado por amor, y de que un día también ellos podrán amar y sentirse amados como lo han hecho mamá y papá. Tengan la certeza de que la semilla del amor depositada por sus padres en los corazones de los hijos, brotará tarde o temprano.” Estas palabras son válidas para la Iglesia colombiana.
Por último, como Iglesia, no defendemos lo indefendible. Esto es, que algunos matrimonios celebrados litúrgicamente, no funcionaron, porque fueron nulos, es decir no cumplieron los requisitos necesarios para celebrar válidamente el matrimonio sacramental. Por ello, la normativa canónica, ha contemplado, que haciendo un debido proceso, buscando la verdad, el Tribunal Eclesiástico, con certeza moral y jurídica, a solicitud de los cónyuges o del promotor de justicia, declare nula la boda celebrada. Para esta temática que, sin duda deja preguntas, se pueden acercar a la curia diocesana más cercana y solicitar la debida orientación.
+Miguel Fernando González Mariño
Obispo de El Espinal y Administrador Apostólico de Garzón
Presidente de la Comisión Episcopal de Matrimonio y Familia
Una sociedad que odia a los niños
Jue 28 Nov 2024
Por Mons. Miguel Fernando González Mariño - Idolatramos la biodiversidad pero atacamos a la humanidad.
“Y vio Dios que era bueno” repite el Génesis a medida que narra la creación. Los 7 días y la enumeración de las criaturas que poco a poco iban apareciendo por el querer divino, nos enseña que fueron diseñadas y queridas una por una, como una expresión de inteligencia, orden, armonía y belleza. Y este proceso magnífico creador es permanente porque Dios no solo creó y luego echó a andar el mundo para que funcionara, sino que Él lo mantiene en el ser. Existimos porque en este momento somos queridos, más aún: amados por Dios. Por eso se dice que cada bebé que es concebido es un acto de esperanza de Dios en la humanidad, pues demuestra que Dios sigue confiando en la humanidad a la que le ha encargado la administración de este mundo. Esto es lo que nuestra fe nos enseña.
Lamentablemente hay algunos que le creen más a F. Nietszche y su delirio de haber matado a Dios y entonces aquello del “Creador inteligente, providente y bueno” no entra en sus discursos. Así las cosas, el orden armónico y la dignidad de las creaturas poco les dice. A las ideologías ecologistas fundadas en ese modo de pensar les parece justo promover campañas contra la vida humana mientras defienden el cuidado de la diversidad de aves y mariposas, ya que el ser humano resulta ser el depredador más peligroso de la naturaleza. Se crea así una mortal y disfrazada “defensa de la vida”.
Una sociedad que odia a los niños
Bien decía Chesterton: “cuando una sociedad abandona a Dios, no se vuelve atea, sino inhumana”. En una política absolutamente ideologizada –y en realidad nada política, porque no busca el bien común–, vemos aterrorizados toda una serie de atentados violentos contra la vida, la familia y la dignidad humana de los más vulnerables, aquellos que deberían ser los más protegidos por la sociedad.
Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que hoy nacer vivo en Colombia ya es toda una hazaña heroica. Por una parte, mueren muchos bebés de parejas que pueden, pero no quieren, tener hijos: la sistemática ampliación del aborto, ese aberrante homicidio, –como bien lo llamó el Papa Francisco en Bélgica– que ya se acerca a la no menos cruel eutanasia neonatal, con la cual se busca acabar con la vida de aquellos pequeños que en muchos casos sobrevivieron a los variados métodos anticonceptivos que con frecuencia suelen ser microabortivos. Por otra parte, parejas hetero u homosexuales, que quieren, pero no pueden tener hijos, fomentan que cientos de embriones sean asesinados por la indiscriminada “producción” bajo pedido, de niños en laboratorios ya sea por la donación de gametos de los padres o de extraños, que, si no se encuentran “viables” no son colocados en el útero materno, sino desechados, o tal vez congelados para ser posteriormente manipulados de los modos más indignos, produciéndoles finalmente la muerte.
Si por fin se les permiten nacer, los niños se enfrentan a una legislación que no los protege, sino que, a pesar de su indefensión los ataca y vulnera. Efectivamente, vemos cómo ese obsesivo propósito de imponer la cultura de la muerte, hace que se les inventen libertades a los niños. Un funcionario público se arroga el derecho promover cirugías de “reasignación” de sexo y tratamientos hormonales para menores sin el consentimiento de los padres, amenazando la integridad física y sicológica de los niños, violando la patria potestad y arremetiendo contra el orden natural.
Pero los bombardeos contra los niños y la familia continúan: la señora Ministra de Justicia presenta un proyecto de decreto que establece que los niños y adolescentes se les permite cambiar de género en el registro civil ante un notario para que se les asigne aquel con el que supuestamente se identifican. Eso sí, el notario deberá tramitar la solicitud, aunque se haga sin la compañía de un adulto. En tal ambiente no es extraño que la educación religiosa escolar se vea como un estorbo en medio de una cultura que no quiere aceptar que somos creaturas y que las leyes para nuestra subsistencia ya están dadas por el Creador.
Ante semejante panorama social ¿Por qué escandalizarnos de que cada vez haya más depresión, ansiedad, drogadicción, cutting, bullying y suicidios de niños y adolescentes, cuando la cultura en que viven es tan agresiva con ellos? Simplemente es la forma como expresan su comprensible clamor: “¡Esta sociedad no nos quiere!”.
Finalmente, y como consecuencia, se promueve una lectura manipulada de todo este panorama, que dice: como la situación social, económica, climática, afectiva, familiar, etc. es tan adversa, lo mejor es no tener hijos ¡Qué gran triunfo! Han logrado convencer al gran público que es mejor evitar que haya una próxima generación.
Si seguimos así y no reaccionamos, dentro de unos pocos años no habrá familias, no habrá gente joven, que ame su patria y quiera sacarla adelante con su ingenio, con la fuerza y la creatividad de su trabajo, no habrá científicos que investiguen, progresen y enseñen a los más jóvenes; no habrá agricultores que cultiven los campos para que haya alimento en las ciudades, no habrá fuerza juvenil que haga vibrar al país con sus hazañas deportivas...No habrá quién produzca para que los mayores puedan tener una justa pensión. Simplemente habrá un país deshabitado, invadido por los colonizadores tecnológicos manipulados por ideologías inhumanas, a quienes muy poco les conmoverá la tan publicitada biodiversidad. Muy posible sería entonces que el país quede invadido por los hijos...De nuestras mascotas.
Obviamente este no es el plan de Dios porque como bien dice el Papa Francisco, Dios no creó un mundo descartable. Nos han hecho creer que somos capaces de desbaratarle los planes a Dios. Una sociedad conformada por familias fundadas en el amor y respeto, con vínculo estable para toda la vida, no es un proyecto utópico, lejano e irrealizable, al contrario, es el fundamento, el punto de inicio que Dios diseñó, porque cuando creó al hombre y la mujer los hizo a su imagen y semejanza y vio que estaba bien hecho. El Papa ha querido que el gran Jubileo de la Esperanza 2025 se inicie en todas las diócesis del mundo el domingo 29 de diciembre, justamente en la Fiesta de la Sagrada Familia, indicándonos que la familia es la gran esperanza para el mundo.
+Miguel Fernando González Mariño
Obispo de El Espinal y Administrador Apostólico de Garzón
Presidente de la Comisión Episcopal de Matrimonio y Familia
La Cruz, lugar del reinado de Cristo
Jue 28 Nov 2024
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Celebramos en este domingo a Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo. El reinado de Jesús, no es de este mundo, sino que es la instauración del Reino de Dios en la humanidad entera, desde el madero de la Cruz. Jesús durante el desarrollo de su misión siempre esquivó los momentos en que lo iban a proclamar rey, pero cuando iba camino a la cruz, respondiendo a Pilatos, Él comienza a aceptar que es Rey, no a la manera humana, sino desde la lógica de Dios: “Pilato volvió a entrar en su palacio, llamó a Jesús y le interrogó: ¿eres Tú el rey de los judíos? Jesús le explicó: mi Reino no es de este mundo. Si lo fuera, mis seguidores
hubieran luchado para impedir que yo fuera entregado a los judíos. Pero no, mi Reino no es de este mundo” (Jn 18, 33-36).
En la respuesta de Jesús a Pilato queda claro que su reinado no es a la manera humana, ni como lo concibe el poder político del momento, ni como lo esperan muchos de los que lo siguen, sino que su misión es reinar desde el servicio, dando testimonio de la verdad; un reinado que lo vive desde la Cruz, lugar desde donde sirve a la humanidad, perdonando nuestros pecados y dándonos la salvación eterna: “Pilato insistió: Entonces, ¿eres rey?
Jesús le respondió: Soy rey, como tú dices: Y mi misión consiste en dar testimonio de la verdad. Precisamente para eso he nacido y para eso he venido al mundo. Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz” (Jn 18, 37).
Esta declaración de Jesús ante Pilatos, que Él es rey, precisamente cuando está a punto de morir en la cruz, deja el camino trazado para el discípulo misionero. Un cristiano es un seguidor del Señor, dando testimonio de Él desde el servicio y el lugar del servicio es el último. En una sociedad donde muchos quieren construirse un trono sobre las cenizas de los demás, Jesucristo Rey del Universo, nos enseña que su reinado es ocupar el lugar de la Cruz, para el servicio a los otros, levantando al que está caído en medio del camino a ejemplo del buen samaritano: “Jesús dirigiéndose a sus discípulos añadió: si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz, y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero que el que pierda su vida por mí, la conservará. Pues ¿de qué le sirve a uno ganar todo el mundo, si pierde su vida?” (Mt 16, 24-26). El camino que el discípulo misionero debe seguir es el camino de la Cruz, renunciando libre y voluntariamente a su propia comodidad, para entregar la vida a Dios y a la Iglesia, para transmitir la fe a otros cumpliendo con el mandato del Señor de ir por todas partes a anunciar el Evangelio: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19-20).
En la salida misionera para el anuncio del Reino de Dios, el discípulo misionero tiene la certeza de la compañía de Jesús todos los días hasta el final de los tiempos, pero también sabe con toda claridad, que corre la misma suerte del Señor si se decide a renunciar a sí mismo y cargar la Cruz, reinando con Jesús desde el último lugar. En este sentido, el documento de Aparecida nos dice: “El discípulo experimenta que la vinculación íntima
con Jesús en el grupo de los suyos es la participación de la Vida salida de las entrañas del Padre, es formarse para asumir su mismo estilo de vida y sus mismas motivaciones, correr su misma suerte y hacerse cargo de su misión de hacer nuevas todas las cosas” (DA 131), naciendo de nuevo para poder tener parte de un lugar en el Reino de Dios.
Todo el trabajo pastoral y la evangelización que realizamos a lo largo del año, tiene como objetivo hacer que Jesús reine en el corazón de muchas personas y esto será posible si enseñamos a los fieles a renunciar a sí mismos y cargar la cruz para nacer de nuevo desde la Cruz del Señor, transformados por la gracia, para ver el Reino de Dios, “el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios” (Jn 3, 3), de tal manera que el proyecto pastoral tiene a Jesucristo Rey como centro, a quien “hay que conocer, amar e imitar, para vivir en Él
la vida trinitaria y transformar con Él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste” (Novo Millennio Ineunte 29), que preparamos cada día de nuestra vida centrada en Jesucristo, que reina en nuestro corazón, hasta que podamos decir con entusiasmo
“Tú eres el Cristo, venga tu Reino”.
Como creyentes en Jesucristo Rey del Universo, tenemos la misión de ser reflejo del reinado de Cristo en el mundo, renunciando a nosotros mismos y cargando con la Cruz, para tener la vida eterna, cumpliendo el mandato misionero que será posible si nos abrimos a la gracia que nos trae Jesucristo Rey para hacernos hombres nuevos en Él, construyendo el Reino de Dios
en este mundo, desde la caridad, para llegar un día a participar de la gloria de Dios en plenitud con Jesucristo Rey. Que la Santísima Virgen María, madre de la esperanza y el glorioso patriarca san José, custodio de nuestra vida, alcancen del Señor la gracia para servir desde la Cruz, lugar del reinado Cristo. En unión de oraciones, reciban mi bendición.
+José Libardo Garcés Monsalve
Obispo de la Diócesis de Cúcuta
Una pastoral hecha con ardor
Jue 14 Nov 2024
Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Durante los dos últimos años, después de llevar a cabo un amplísimo proceso sinodal desarrollado en las parroquias, arciprestazgos y vicarías, buscando dar continuidad a los procesos de evangelización y de pastoral que se han venido realizando en nuestra Iglesia particular, entrego a la comunidad eclesial de la Arquidiócesis de Cali las líneas pastorales generales 2025 – 2027.
El objetivo general definido es “propiciar en la Iglesia particular de Cali procesos evangelizadores en y desde el bautismo, de manera que lleven al encuentro personal con Cristo, a través de la misión permanente, sirviendo al desarrollo humano integral y solidario de todos y el cuidado de la casa común”.
Como se pueden dar cuenta, no se habla de plan pastoral. El plan o diseño de la acción pastoral, se deja en manos de los párrocos y líderes de pastoral en cada una de las parroquias, instituciones de educación y de pastoral específica. Como arzobispo es mi deber ofrecer unas orientaciones o líneas de acción de carácter general que permitan aplicar las mismas a las distintas realidades.
Por otra parte, hemos pensado que el espacio de tiempo no podía ser muy largo, pues si bien es cierto que se necesita vislumbrar o casi anticipar la Iglesia del futuro de forma prospectiva, los cambios son tan profundos y veloces que no permiten definir acciones de largo impacto, y casi ni siquiera las que tienen que ver con otros asuntos, tan necesarios para la pastoral, como los administrativos y financieros. Es por eso que definimos estas líneas para el tiempo inicial de tres años: 2025, 2026, 2027, dando inicio el primero de febrero de 2025, para terminar en enero de 2028.
El estilo de la redacción es sencillo, para que sea un instrumento accesible a todos y pueda ser asumido por todos.
Bajo la figura del corazón vivo, con circulación de sangre hacia adentro (sístole) y hacia fuera (diástole), hemos definido en cuatro los ejes que animarán la vida pastoral en nuestra arquidiócesis.
La sístole está dada por los ejes del bautismo y el año litúrgico; y la diástole, por la familia, la vida y la esperanza.
Con la toma de conciencia de la importancia del BAUTISMO, se pretende motivar a que los bautizados se sientan realmente discípulos y en comunidad adquieran una vida bautismal a partir del encuentro personal con Jesucristo. Ello será posible en la medida en que se adquiera el propósito de participar en una propuesta formativa integral disciplinar que responda a la necesidad de vivir el bautismo como proyecto de vida cristiana.
Además, consideramos necesario desarrollar una presencia arquidiocesana de formación y acompañamiento del mundo virtual, generando procesos de encuentro personal con Jesús y ayuden a todos a conocer y seguir al gran Maestro que salva y libera.
Con el AÑO LITÚRGICO estaremos llamando a los fieles a celebrar la fe que tenemos, pues nuestra fe no es ni puede ser solo conceptual, ni teórica, nuestra fe es celebrativa y testimonial. Valorar el domingo y los tiempos fuertes del año litúrgico ayudan sin lugar a dudas a tomar conciencia de que somos una Iglesia Evangelizada y Evangelizadora, que celebra y testimonia su fe más allá de los ritos, pues la fe debe hacerse vida.
Con el eje de LA FAMILIA se está dando respuesta al gran desafío social y de fe que tenemos, que consiste en recuperar el tejido social de la familia, que nace del corazón de Dios, y así asumir los retos de ser testigos y defensores del gran don ofrecido por Dios, que es la vida, así como el cuidado de la casa común.
Recuperar la sacramentalidad y el ministerio de la conyugalidad, acompañar a las familias para que sean iglesias domésticas y las familias en dificultad, es algo que urge. También, en ese mismo contexto no se pueden dejar a un lado las acciones orientadas a promover una comunidad parroquial y eclesial inclusiva y dinámica que inspire a niños, niñas, adolescentes y jóvenes a descubrir y vivir su fe en Jesús de manera activa y comprometida, sin olvidar la cultura del cuidado, pues la Iglesia debe seguir siendo un lugar seguro para todos.
Finalmente, LA ESPERANZA. Los tiempos que vivimos no son fáciles y esta virtud teologal se puede perder. Por tanto, se pretende ayudar a los fieles a leer y vivir los signos de los tiempos. El desafío grande que tenemos es acompañar a una sociedad que no tiene ojos para ver lo que Dios nos está diciendo a través de sus signos. Por eso la eficiente y eficaz acción social de la Iglesia, iluminados siempre por el Evangelio y la Doctrina social de la Iglesia, será un motor que ayude a los más pobres y necesitados, de todas las periferias existenciales, a no perder la esperanza. Ante una cultura de muerte que se quiere imponer, nuestras líneas pastorales le apuntan a fortalecer la cultura de la vida y de la paz.
Pido a todos los miembros de nuestra familia arquidiocesana a apropiarse de estas líneas pastorales generales, con las cuales se pretende solo hacer posible que el Reino de Dios crezca abundante en cada uno de nosotros.
Las ponemos bajo la protección amorosa de Nuestra Señora de Los Remedios, nuestra patrona.
Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez
Arzobispo de Cali
Para nuestro Padre y Pastor en su tercer aniversario episcopal
Sáb 25 Ene 2025
Por. P. José Antonio Díaz - Monseñor José Mario Bacci Tresplacios cumple hoy sábado, 25 de enero, su tercer aniversario de Ordenación Episcopal y Posesión canónica de esta Iglesia Particular de Santa Marta. Toda la Diócesis está unida en la oración con Cristo, y agradecidos por estos tres años tan fructíferos al frente de nuestra Diócesis.
Nuestro Obispo, al comenzar su camino como pastor de esta Iglesia Particular, eligió el lema Episcopal, que “Cristo sea formado en ustedes”; expresión que resume la espiritualidad eudista y marca un itinerario para la vida pastoral de la Diócesis.
San Juan Eudes, se inspiró en el texto de Gal 4,19: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo se forme en vosotros”. El apóstol Pablo, usa el diminutivo afectivo τεχνία (hijitos). Los gálatas necesitaban de nuevo un proceso de incubación. El Apóstol creía que ya podían andar solos, pero observaba ahora con sorpresa que tiene que repetir el gesto maternal, con el que concibió y engendró a la comunidad gálata, con todas las consecuencias dolorosas de la maternidad. Podemos decir, que los gálatas están aún en una situación embrionaria y “Cristo aún no ha sido formado en ellos”. Para Pablo la formación del nuevo pueblo de Dios estaba íntimamente unida con la persona de Cristo. La razón fundamental, es que Cristo y su pueblo forman como un solo bloque, “un solo individuo” (cf. Gal 3,28). A propósito de este texto de la Carta a los Gálatas, San Juan Eudes, afirma: “ser cristiano consiste en formar a Jesús en nosotros de modo que nuestra existencia toda sea continuación y prolongación de la vida de Jesús en nosotros”.
En su lema episcopal, Monseñor asume la misión, como Pablo, de formar a Cristo en nosotros. Estoy seguro, que este lema le ha servido a nuestro Obispo de inspiración en los momentos dulces y difíciles de la misión que se le ha confiado. Con todas sus limitaciones, Monseñor José Mario ha intentado pastorear este rebaño al estilo de Jesús, es decir, “vivir como Él”, y ha procurado buscar cada día momentos de intimidad “con Él”, como recomendó el papa Francisco: «La primera tarea del obispo es rezar y no como un loro, ¡no! Rezar con el corazón, rezar. “No tengo tiempo”. ¡No! Deja todas las demás cosas. Rezar es la primera tarea del obispo».
Pero el Santo Padre no sólo urge a los Obispos a mantener la cercanía a Dios en la oración, también pide cuidar la cercanía a los hermanos en el episcopado, a los sacerdotes y a su santo pueblo. Por eso, tres años después, estoy seguro, que Monseñor José Mario continúa renovando en su ministerio el mismo lema, que “Cristo sea formado en ustedes”.
En este breve tiempo de la presencia de nuestro Obispo, comparto con mis hermanos sacerdotes, y con todo el pueblo de Dios que camina en esta querida Diócesis, la alegría de tenerlo con nosotros; especialmente, en este momento de la historia. En estos tres años hemos visto a un servidor que ha ido aprendiendo a ser obispo, a amar a esta tierra y a sus gentes, a valorar el esfuerzo y el sacrificio de tantas personas que han dado su vida en esta diócesis y por ella, a escuchar al Espíritu Santo para vislumbrar los caminos que el Señor va marcando a su Iglesia y a nuestro mundo.
En estos tres años de episcopado y presencia de Monseñor José Mario, valoramos su esfuerzo como pastor para invitarnos a una renovación en nuestra vida cristiana. No olvidemos que en el 2025 estamos viviendo un año de gracia:
- Año jubilar de la esperanza
- Año mariano diocesano
- La celebración de los 500 años de la fundación de la ciudad
- Y el camino hacia el nuevo plan diocesano de pastoral
Señor Jesús, Tú has querido conducir a tu Iglesia a través de tus Pastores. Hoy te damos gracias por el Obispo que nos has regalado: Monseñor José Mario. Esta elección ha sido un don que nos llena de alegría, un signo de que tú estás con nosotros. Te pedimos que le concedas a nuestro nuevo Obispo un corazón manso y humilde como el tuyo, para que con su cercana sencillez nos siga animando a ser misericordiosos como el Padre, portadores de esperanza, alegres mensajeros del Reino. Ayúdalo para que pueda abrazar la Cruz con el gozo de una entrega generosa, especialmente en los momentos difíciles. Concédele sabiduría para anunciar sin descanso la Buena Noticia del Evangelio a todo el Pueblo que peregrina en esta amada Diócesis. Te lo pedimos por la intercesión de María, Madre y modelo de la Esperanza.
Amén
Querido Monseñor José Mario, reciba un saludo muy cordial de toda su Diócesis.
P. José Antonio Díaz Hernández
Canciller Diócesis de Santa Marta
De la caridad esporádica a la solidaridad transformadora
Mar 14 Ene 2025
Por. Pbro. Mauricio Alejandro Rey Sepúlveda - En el mundo actual, donde las desigualdades sociales, económicas y culturales son cada vez más evidentes, el acto de dar es un gesto valorado y necesario para aliviar el sufrimiento inmediato. Sin embargo, muchas veces este acto se queda en la superficie, reduciendo al receptor a una posición de dependencia y al donante a un rol de benefactor pasajero.
La acción de dar puede ser vista como una respuesta instintiva ante la necesidad, pero no siempre es suficiente para transformar la realidad de fondo. Este es el desafío que enfrentamos como Iglesia y como sociedad: pasar del dar asistencialista a una solidaridad que construya puentes, dignifique a las personas y transforme las estructuras que perpetúan la exclusión. Este artículo busca reflexionar sobre esta transición y ofrecer claves para promover una verdadera solidaridad transformadora, inspirada en los valores del Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia.
1. Diferencias clave entre “Dar” y “Solidarizar”
El acto de dar responde generalmente a un impulso noble de aliviar el dolor o la carencia inmediata del otro. Aunque necesario, suele quedarse en el plano de lo transitorio: se da un alimento, un recurso o una ayuda concreta sin profundizar en las causas estructurales de esa necesidad. En contraste, solidarizar implica un compromiso que va más allá de la acción momentánea, pues busca entender, acompañar y transformar las condiciones que generan injusticia.
Dar:
• Resuelve necesidades inmediatas.
• A menudo implica una relación vertical entre quien da y quien recibe.
• Puede generar dependencia si no se complementa con acciones de promoción humana.
Solidarizar:
• Supone una relación horizontal de igualdad y reciprocidad.
• Se basa en el reconocimiento del otro como hermano, no como alguien “menos afortunado”.
• Busca soluciones duraderas, atacando las raíces del problema y promoviendo la autonomía.
Por tanto, la solidaridad no es solo un acto, sino un estilo de vida que implica justicia, empatía y compromiso constante.
2. Solidaridad como principio cristiano
La Doctrina Social de la Iglesia presenta la solidaridad como un principio fundamental que conecta el Evangelio con la acción social. En palabras de San Juan Pablo II, la solidaridad es “la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común”. Esto significa reconocer que no vivimos aislados, sino que estamos profundamente interconectados como miembros de una misma familia humana.
Jesús mismo nos muestra un modelo de solidaridad en su vida y ministerio:
• Reconocer la dignidad del otro: Al tocar a los enfermos, dialogar con los marginados y ofrecer consuelo a los pobres, Jesús no solo daba, sino que solidarizaba.
• Promover la inclusión: Jesús desafiaba las estructuras de su tiempo al incluir a los excluidos y al llamar a sus discípulos a vivir en comunión fraterna.
Como cristianos, estamos llamados a seguir este ejemplo. La solidaridad no es opcional, es un mandato evangélico que nos invita a construir un mundo más justo y humano.
3. Ejemplos prácticos
La transición del “dar” al “solidarizar” requiere acciones concretas que fomenten un cambio sostenible. Algunos ejemplos incluyen:
• Proyectos de desarrollo comunitario: Iniciativas que empoderen a las comunidades para que sean protagonistas de su propio progreso, como cooperativas agrícolas, microcréditos o programas de educación.
• Pastorales transformadoras: Cambiar las dinámicas de las pastorales sociales para que no se limiten a entregar ayuda, sino que promuevan el encuentro, la formación y la organización comunitaria.
• Testimonios de vida: Relatar historias de personas o comunidades que, a través de la solidaridad, han superado situaciones de exclusión o pobreza. Estos ejemplos inspiran y muestran que el cambio es posible.
4. Propuestas para el cambio
Transformar el dar en solidarizar implica educar a las personas y comunidades sobre el valor de la solidaridad. Algunas propuestas incluyen:
• Formación en valores: Diseñar programas educativos en parroquias y escuelas que promuevan la empatía, la justicia y la fraternidad.
• Espacios de diálogo y reflexión: Generar encuentros entre quienes dan y quienes reciben para fomentar el entendimiento mutuo y la corresponsabilidad.
• Abordaje integral: En lugar de centrarse solo en las necesidades materiales, incluir aspectos espirituales, emocionales y sociales para una promoción humana integral.
Este cambio también exige replantear nuestras estructuras pastorales, alineándolas con una visión más humanizadora y participativa.
5. Conclusión
El paso del dar al solidarizar no es solo un cambio de acción, sino de mentalidad. Requiere una conversión personal y comunitaria que nos lleve a ver al otro como un igual y a comprometernos en la construcción de un mundo más fraterno.
En palabras del Papa Francisco: “La solidaridad no es un sentimiento superficial, sino la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común”. Como Iglesia, estamos llamados a ser signos de esta solidaridad, promoviendo no solo la asistencia, sino también la justicia, la dignidad y la comunión entre los pueblos.
Este es el desafío y la misión que tenemos ante nosotros: transformar las dinámicas del dar para que sean verdaderos actos de amor y solidaridad transformadora.
Pbro. Mauricio Rey Sepúlveda
Director del Secretariado Nacional de Pastoral Social - Cáritas Colombiana
Solicitud de aclaración a la Corte Constitucional Sentencia 367–T 24
Vie 13 Dic 2024
Por P. Edilberto Estupiñán Estupiñán - La Conferencia Episcopal de Colombia presentó una Solicitud de Aclaración ante la Corte Constitucional, relacionada con la Sentencia 367 – T 24, emitida en el mes de agosto pasado y relacionada con la Educación Religiosa Escolar. Como lo manifestó en su momento la Conferencia Episcopal, en pronunciamiento del 27 de septiembre pasado, esta Sentencia en su análisis y en su parte resolutiva genera muchos interrogantes sobre la garantía al derecho de recibir educación religiosa de acuerdo con la enseñanza de la religión a la que se pertenece, como lo reconoce la Ley 133 de 1994 en su artículo sexto literales “g)” y “h)”. Las preguntas que se hicieron a la Corte en esta solicitud:
“1. Si el hecho sucedido en la Institución Educativa El Recreo, de Sabanalarga, ya estaba superado, ¿por qué se procede a emitir una Sentencia con efectos erga omnes siendo titular una persona, con lo cual se les negaría el derecho a estudiar el contenido católico a los demás estudiantes?
2. ¿La orden de eliminar el contenido dogmático católico del plan de estudios del Área de Educación Religiosa se extenderá a todos los establecimientos educativos, tanto públicos como privados?
3. ¿Pueden las Secretarías de Educación solicitar, a los rectores de los establecimientos educativos públicos, invocando la Sentencia T 357-24, la eliminación de todo contenido dogmático católico en el área de educación religiosa, de los actos de culto y demás actividades propias del derecho a recibir asistencia religiosa?
4. ¿Pueden las Secretarías de Educación Territoriales obligar a los establecimientos educativos privados, confesionales o no confesionales, invocando la Sentencia T 357-24, a la eliminación de todo contenido dogmático católico en el área de educación religiosa y demás actividades propias del derecho a recibir asistencia religiosa?
5. ¿Corresponde solo al Estado, en cualquiera de sus ramas del poder, determinar el contenido y el modelo de la educación religiosa, los programas a desarrollar y la idoneidad del docente, a excepción de lo referido a la formación de los estudiantes en el conocimiento y ejercicio del derecho de libertad religiosa?
6. ¿Corresponde a los establecimientos educativos oficiales determinar el contenido de la educación religiosa con su comunidad educativa, desconociendo las normas nacionales y los acuerdos suscritos o por suscribir entre el gobierno nacional y la respectiva Iglesia o confesión que asista o enseñe, acuerdos que de conformidad con el artículo 15 de la Ley 133 de 1994 pueden ser, tratados internacionales como el Concordato, o Convenios de Derecho Público Interno?
7. ¿Pueden las autoridades educativas verificar como se imparte la educación religiosa en los colegios públicos y privados, haciéndolo de forma autónoma o unilateral sin tener en cuenta las atribuciones de las Iglesias y Confesiones Religiosas, derivadas de acuerdos que hayan suscrito con el Gobierno Nacional, en el marco del artículo 15 de la Ley 133 de 1994?
8. Para la Corte Constitucional, ¿qué deben entender los responsables de la inspección, vigilancia y control del servicio educativo, por contenido dogmático católico que debe eliminarse de la clase de religión?”
Se espera una pronta respuesta de la Corte, para continuar el estudio del tema y sus implicaciones para la organización del Área de Educación Religiosa de contenido católico que se viene desarrollando en los establecimientos educativos. Para su acompañamiento pastoral desde las Jurisdicciones Eclesiásticas y para atender la situación creada por esta sentencia, se emitió también un documento de orientaciones pastorales el del 27 de septiembre pasado.
P. Edilberto Estupiñán Estupiñán
Director del Departamento de Educación y Culturas
Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano
Adviento: tiempo de conversión y esperanza
Lun 2 Dic 2024
Por Pbro. Gerardo Andrés Guayacán Cruz - El Adviento es uno de los períodos más significativos del calendario litúrgico cristiano. No solo marca el inicio del año litúrgico, sino que nos invita a una profunda reflexión teológica sobre el misterio de la Encarnación y la segunda venida de Cristo.
La palabra "Adviento" proviene del latín adventus, que significa "venida", y se refiere a la espera de la venida de Cristo, tanto en su nacimiento en Belén como en su prometido regreso al final de los tiempos, la Parusía.
El núcleo teológico del Adviento se encuentra en la celebración del misterio de la Encarnación. En el corazón de la fe cristiana, se halla la afirmación de que Dios, en su infinita misericordia, se hizo carne en la persona de Jesús. La Encarnación no es solo un evento histórico, sino un acto de salvación universal, en el que el Dios mismo se hace Hombre para redimir a la humanidad del pecado y la muerte.
Este misterio tiene dos profundas implicaciones teológicas. Primero, destaca la gracia de Dios: el Salvador no llega como un rey imponente, sino como un niño frágil nacido en la pobreza, revelando que el amor de Dios no tiene fronteras y se ofrece gratuitamente a todos. Segundo, la Encarnación señala la unión de lo divino y lo humano en la persona de Cristo, (la unión hipostática de Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre).
Además de su vínculo con la primera venida de Cristo, el Adviento también nos introduce en una dimensión escatológica. El término escatología, en la teología cristiana, se refiere a la Parusía, o segunda venida de Cristo al final de los tiempos. En el Adviento, se profundiza en la expectativa escatológica, recordando que la venida de Cristo no se limita a su nacimiento en Belén, sino que apunta a su regreso en gloria para juzgar a vivos y muertos. El Adviento, por tanto, es una invitación a vivir en tensión entre “el ya y el todavía no” de la salvación.
En la lectura de los textos bíblicos de Adviento, especialmente los del Evangelio de Mateo, Marcos y Lucas, se subraya la necesidad de estar vigilantes y preparados para la venida definitiva del Señor. Los evangelios nos recuerdan que, así como el pueblo de Israel aguardaba al Mesías, los cristianos debemos vivir como si la venida de Cristo pudiera ocurrir en cualquier momento. Esta esperanza escatológica no es motivo de temor, sino de aliento, pues los cristianos sabemos que, con la segunda venida, se consumará el Reino de Dios, un Reino de justicia, paz y bienaventuranza eterna.
Uno de los aspectos más profundos de este tiempo litúrgico es el de la Esperanza. Esta virtud no solo nos hace mirar al pasado, hacia el nacimiento del Señor, sino también hacia el futuro, hacia la esperanza de su regreso glorioso. El Adviento nos recuerda que nuestra vida cristiana es una constante espera de esa promesa, y nos anima a vivir con la certeza de que la victoria final de Dios es nuestra esperanza.
La esperanza cristiana es activa y transformadora. No es una espera pasiva o resignada, sino una espera que nos mueve a vivir de acuerdo con los valores del Evangelio, a ser agentes de paz, justicia y amor en un mundo que tanto lo necesita. En este sentido, el Adviento es también un tiempo para recordar que somos llamados a colaborar en la construcción del Reino de Dios aquí y ahora.
El Adviento es también tiempo de conversión. La figura de Juan el Bautista, que aparece en los evangelios de este tiempo litúrgico, nos recuerda la necesidad de "preparar el camino del Señor". Juan predicaba una conversión radical: arrepentirse de los pecados y hacer que nuestros corazones estén preparados para recibir al Salvador.
El llamado a la conversión durante estos días siguientes, es un llamado a abrir nuestras vidas a la acción de Dios, a permitir que Él entre en nuestro ser y nos transforme. Es un tiempo para sanar las heridas del alma, para reconciliarnos con Dios y con los demás, y para dejar atrás todo lo que nos aleja de Él.
La Iglesia nos recuerda que la salvación es una obra iniciada en la Encarnación y que es una realidad viva en nuestra vida cotidiana. Que este Adviento sea un momento para renovar nuestra fe, para abrir nuestro corazón a Cristo y para vivir en la esperanza de la venida del Señor.
Que éste sea un tiempo especialmente gozoso, con esa alegría incontenida de quien está esperando a alguien sumamente amado, sumamente deseado.
Pbro. Gerardo Andrés Guayacán Cruz
Sacerdote de la Diócesis de Duitama-Sogamoso
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