Pasar al contenido principal

SISTEMA INFORMATIVO

No todo muerto va para el cielo

Lun, 30/10/2023 - 17:42 Editorcec6

Tags: 2 de noviembre día de los santos fieles difuntos día de los difuntos iglesia colombiana iglesia católica colombiana

Image
P. Jorge Bustamante

Compartir

Más noticias de Mar adentro - blog
VER TODO

Jue 2 Mayo 2024

Tiempo de reconciliación, la opción por los hermanos

Por Carlos Ignacio Agudelo Betancur - Los Obispos de Colombia nos invitan a celebrar el 3 de mayo el día nacional por la Reconciliación y la Paz de Colombia que se celebra, desde la visita del Papa Francisco en el 2017, el día de la Exaltación de la Santa Cruz. En su mensaje, el cardenal Luis José Rueda Aparicio nos recuerda que “la reconciliación requiere la capacidad de ver al otro como hermano”, que “la barca colombiana requiere que usted abra su corazón a la reconciliación y al perdón, al mirar al otro no como enemigo”, que “Colombia reconciliada es una esperanza” y que “Colombia merece ser un país reconciliado y en paz”.El Papa Francisco en Villavicencio ante un Cristo mutilado, que representa los sufrimientos y dolores de todas y todos los habitantes de nuestro país, oró:“Oh Cristo negro de Bojayá,haz que nos comprometamosa restaurar tu cuerpo.Que seamos tus pies para salir al encuentrodel hermano necesitado;tus brazos para abrazaral que ha perdido su dignidad;tus manos para bendecir y consolaral que llora en soledad.Haz que seamos testigosde tu amor y de tu infinita misericordia”.(Fragmento de la Oración al Cristo negro de Bojayá, Papa Francisco, 2017)Para reconciliarnos necesitamos restaurar nuestro cuerpo, nuestro corazón y también nuestra psiquis. Son muchos los dolores que necesitan ser curados y esto debe ser lo primero que debemos reconocer, que necesitamos ser sanados. “Jesús estaba dispuesto a escuchar y sanar a sus contemporáneos…A nivel físico, psicológico y espiritual”, como nos compartió Cristian David Ortiz en anterior publicación del Blog de la CEC. Para nuestra reconciliación de cuerpo, corazón y alma, necesitamos también aliviar y sanear nuestra psiquis, si es necesario debemos acudir a la ayuda de nuestros pastores, de los profesionales en la salud, de las buenas amistades que nos ayuden a superar heridas y ataduras sicológicas, debemos purificar nuestra mente, nuestra memoria, nuestro lenguaje.Para conseguir un verdadero estado de reconciliación debemos purificarnos de todos los odios y rencores de cualquier tipo. Lo repetimos a diario en el Padrenuestro. Todas y todos sufrimos de las fragilidades propias y ajenas. “El que esté sin pecado que tire la primera piedra” quiere decir que todos nos hemos equivocado por acción, omisión o indiferencia:Hemos pagado salarios injustos; hemos diseñado o apoyado leyes inequitativas; hemos confabulado ilícitamente para mantener y acrecentar el poder y la riqueza; hemos aprovechado influencias para nuestro beneficio egocéntrico; le hemos quitado el puesto a otros valiéndonos de engaños y artimañas; hemos conquistado el poder con engaños electoreros y publicidad engañosa; hemos robado sigilosamente o a mano armada; hemos atentado contra la dignidad de las y los compatriotas en su cuerpo, en su corazón, en su psiquis; hemos dado muerte a una o a un hermano; hemos infringido daños contra poblaciones y agrupaciones; a plena conciencia o por nuestra indiferencia o por nuestra falta de interés hemos permitido que se instauren estructuras de injusticia en nuestro país; no hemos sabido implementar programas de plena cobertura para resocializar a los que cometieron errores y pagan castigos en cárceles insalubres; hemos favorecido en los juicios a los que pagan por ser librados de sus condenas y hemos dejado en cárcel a muchos inocentes; no hemos sido capaces de brindar una adecuada alimentación y escuelas dignas a nuestra niñez y juventud; no hemos sabido proteger a nuestros menores de edad, a las mujeres y a los indefensos de la explotación y el abuso en todas sus formas; hemos quemado bosques, hemos desviado corrientes de agua, hemos afectado o dañado permanentemente los ecosistemas; no hemos valorado lo que han hecho los anteriores gobernantes, no hemos sabido construir sobre lo construido y preferimos el borrón y la contratación nueva; hemos diseñado y pactado contrataciones amañadas buscando el beneficio propio y de cercanos; no hemos avanzado efectivamente en la lucha contra la corrupción; no hemos sabido generar nuevos empleos dignos, nuevas industrias, nuevas oportunidades para todas y todos; no hemos sabido desapegarnos del poder o del puesto de trabajo para darle oportunidad a las nuevas generaciones que buscan empleo.Y todo lo anterior se multiplica si nos vamos a la historia, desde la conquista o mucho antes. Todas las sociedades y culturas tienen mucho qué purificar. La purificación comienza por el reconocimiento de nuestras históricas condiciones y fragilidades, y las de los otros, pero no se trata de quedarnos allí, recriminándonos unos a otros ad infinitum en discusiones bizantinas. Necesitamos dar un primer paso, como nos lo propuso el Papa Francisco, un paso en dirección de la reconciliación que implica vernos como hermanas y hermanos, hijos de un mismo Padre, habitantes de un mismo y amado territorio; necesitamos una verdadera amnistía del corazón y de la psiquis, necesitamos purificarnos de nuestros prejuicios, de nuestros odios, de nuestros deseos de venganza, inclusive de nuestros deseos de hacer justicia a toda costa.Jesucristo en la Cruz asumió todos nuestros errores, nuestros odios; Él vivió personalmente los implacables castigos de la flagelación y la crucifixión romanas, y al hacerlo nos Redimió y nos mostró el camino de la Resurrección, nos propuso una vida nueva, una vida de fraternidad, donde sepamos vivir juntos como hermanos, practicando las obras de misericordia unos con otros.La reconciliación implica que demos un salto de caridad y de calidad como personas y purifiquemos nuestra mente, nuestra memoria, nuestro corazón y nuestro lenguaje. La purificación del lenguaje implica que salgamos del pantano de seguir repitiendo frases, estereotipos, juicios, condenas, etiquetas y muletillas insultantes, y toda palabra que nos aleje del respeto por la dignidad de cada ser humano.La reconciliación no se consigue de la noche a la mañana; necesitamos un proceso; no es sólo poner en evidencia la verdad histórica, sino también abrazar los dolores históricos y superarlos con ayuda profesional de ser necesario. Quizás necesitemos una generación o más, quizás un gobierno que dedique años a sólo este proceso, o menos si todas y todos los colombianos nos proponemos esta meta como la primera; para que luego de habernos reconciliado avancemos en los consensos de mejoramiento de nuestras instituciones y de nuestras leyes, que nos permitan seguir construyendo el amado país que todas y todos los colombianos merecemos.En la homilía del Papa Francisco en Villavicencio titulada «Reconciliarse en Dios, con los colombianos y con la creación» afirmó que reconciliarse “como ha enseñado san Juan Pablo II: «Es un encuentro entre hermanos dispuestos a superar la tentación del egoísmo y a renunciar a los intentos de pseudo justicia; es fruto de sentimientos fuertes, nobles y generosos, que conducen a instaurar una convivencia fundada sobre el respeto de cada individuo y los valores propios de cada sociedad civil». Y concluyó Francisco: “La reconciliación, por tanto, se concreta y consolida con el aporte de todos, permite construir el futuro y hace crecer esa esperanza”.Nos unimos en oración especialmente este 3 de mayo y todo el mes, juntos como familia colombiana, con el propósito de comprometernos con la reconciliación fraterna que nos permita avanzar en la concordia. Así sea.Carlos Ignacio Agudelo BetancurLaico, padre de familia e ingeniero.

Jue 2 Mayo 2024

Obediencia sacerdotal

Por P. José Antonio Díaz - El día de la ordenación sacerdotal se promete al obispo obediencia. Se trata de una comunión jerárquica querida por Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, en la relación del presbítero con el propio Obispo. De este modo se hace partícipe ontológicamente del sacerdocio y del ministerio de Cristo.Del Obispo, en efecto, se recibe la potestad sacramental y la autorización jerárquica para tal ministerio. La Exhortación Apostólica Post-sinodal Pastores Dabo Vobis, afirma: «En verdad no se da ministerio sacerdotal sino en la comunión con el Sumo Pontífice y con el Colegio episcopal, particularmente con el proprio Obispo, hacia los cuales debe observarse obediencia y respeto» (PDV 28).Es por esta unión en la comunión sacramental que el presbítero es ayuda e instrumento del orden episcopal. En su ministerio prolonga la acción del Obispo, del cual se hace presente su figura de Padre y Pastor. Un presbítero no puede actuar sin comunión con su Obispo.A propósito de esto, el Concilio sugiere una vía: «las relaciones entre los Obispos y los Sacerdotes deben fundarse principalmente en los vínculos de la caridad sobrenatural» (ChD 28), caridad que mira a evidenciar una relación que supera la relación funcional radicándose en la realidad de la familia presbiteral de la que el Obispo es el Padre y el Pastor. Es esta caridad sobrenatural la que favorece y consolida la colaboración con el Obispo, haciendo más fructuosa la común acción pastoral al servicio de las almas (cf. El Sacerdote y el Obispo. «¿Prometes a mi y a mis sucesores reverencia y obediencia? ¡Prometo!»: Del Rito de la Ordenación).Obediencia por amor a la IglesiaEl amor a la Iglesia, como misterio de comunión para la misión, se aprende del amor del mismo Cristo, que "amó a la Iglesia y se entregó en sacrificio por ella" (Ef 5,25). Citando a San Juan Pablo II, cuando afirmaba que "la Eucaristía es absolutamente el centro de mi vida y de cada jornada" (Discurso del 27 de octubre de 1995, a los treinta años del Decreto Presbyterorum Ordinis), el Papa Benedicto XVI comenta: "Del mismo modo, la obediencia a Cristo, que corrige la desobediencia de Adán, se concretiza en la obediencia eclesial, que para el sacerdote es, en la práctica cotidiana, en primer lugar, su propio Obispo" (Benedicto XVI, Discurso 13 mayo).La comunidad primitiva era "un solo corazón y una sola alma" (Hch 4,32), porque, al celebrar la "fracción del pan" (la Eucaristía), sabían "escuchar" con fidelidad y con actitud de oración la predicación apostólica: "Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2,42). Esta comunión expresa la unión interna de corazones que se debe manifestar en la unidad, y nace del amor a Cristo y a su Iglesia. Ese amor que sólo se puede aprender en intimidad con el mismo Cristo, presente en la Eucaristía y escondido en la palabra predicada por los Apóstoles. Es, pues, "comunión" y escucha-obediencia amada y vivida afectiva y efectivamente.La pregunta de Jesús a Pedro: “¿Me amas?” (cf. Jn 21,15-19) para comunicarle el "Primado" en pastoreo, nos debe interpelar a nosotros mismos, como pastores del mismo rebaño. La respuesta de Pedro, "tú sabes que te amo", es también la nuestra. De esta manera, es que vivimos en comunión con quien "preside la caridad" universal, es decir con Pedro y sus sucesores. Nuestra "obediencia", vivida con amor, es parte esencial de nuestra espiritualidad sacerdotal. La comunión con el propio Obispo forma parte de esta misma vivencia eucarística y sacerdotal, para construir la "fraternidad sacramental" en el Presbiterio (Presbyterorum Ordinis, n. 8).La celebración eucarística nos une a Cristo, dejándonos transformar por él, también en su obediencia a los designios del Padre. Por esto, nuestra obediencia "personifica a Cristo obediente" (Benedicto XVI, Discurso 13 mayo) (cf. Tema para la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes: 3 junio 2005)Presbíteros, colaboradores del obispoLos presbíteros son los más cercanos colaboradores del Obispo, los próvidos colaboradores, dice el Concilio, digamos que son los más prójimos, los hijos mayores, los hermanos más cercanos. Por esta razón, debe existir el deseo de conformar una familia presbiteral, cuya cabeza y paternidad radican en el Obispo, en quien detenta el carisma episcopal.No se puede olvidar, que la comunión de los sacerdotes con el Obispo redunda en bien de la gente, de los fieles. De unas buenas relaciones los mayores beneficiarios son los fieles, las comunidades. En cualquier circunstancia, pensemos en el bien de la gente. Si uno de nosotros decide romper con esta comunión, rompe con Cristo y con la Iglesia.P. José Antonio DíazSacerdote de la Diócesis de Santa Marta

Jue 2 Mayo 2024

Contemplando la cruz, ¡Vamos a reconciliarnos!

Por P. Rafael Castillo Torres - El próximo 3 de mayo, día en que el mundo católico celebra la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz; nosotros, en Colombia, acogiendo el llamado del Papa Francisco en Villavicencio, en su visita apostólica de hace siete años, así como la exhortación de nuestros pastores, celebraremos esta jornada de oración, reflexiones y compromisos con el propósito de abrir caminos nuevos de reconciliación y de esperanza en la búsqueda constante de la unidad y de la paz que hoy reclama la nación colombiana. Búsqueda en la que la Iglesia está firmemente empeñada y comprometida.Una pregunta que nos hicieron recientemente fue la siguiente: ¿Por qué la Iglesia ha escogido esta fiesta para celebrar el día nacional de la reconciliación?En primer lugar, porque nuestra Nación, así quieran sacar la imagen del Crucificado de los espacios públicos, se sigue santiguando, signando y persignando. Y lo hace porque estamos llenos de personas que sufren. Personas también ellas crucificadas por la desgracia, las injusticias y el olvido; porque hay muchos hermanos hundidos en el hambre y la miseria; y también porque, entre nosotros, se conserva aún la piedad sincera.En segundo lugar, porque es difícil imaginar un símbolo más cargado de esperanza que la cruz que nuestro pueblo planta por los caminos en subida: esas cruces son memoria conmovedora de un Dios crucificado y recuerdo permanente de su identificación con todos los inocentes que sufren de manera injusta.En tercer lugar, porque la cruz, como el Cristo roto de Bojayá, levantada entre nuestras cruces, nos recuerda que Dios sufre con nosotros. A Dios le duele el hambre de los niños y llora con las mujeres maltratadas día a día en su hogar y sufre también con todas las víctimas. No sabemos explicamos la raíz última de tanto mal. Y, aunque lo supiéramos, no nos serviría de mucho. Sólo sabemos que Dios sufre con nosotros y esto lo cambia todo.La Iglesia quiere en esta celebración, que como nación colombiana podamos redescubrir el verdadero contenido de la cruz. ¿Qué significa la imagen del Crucificado, tan presente entre nosotros, si no sabemos ver marcados en su rostro el sufrimiento, la soledad, el dolor, la tortura y desolación de tantos hijos de Dios? ¿Qué sentido tiene llevar una cruz sobre nuestro pecho, si no sabemos cargar con la más pequeña cruz de tantas personas que sufren junto a nosotros? ¿Qué significan nuestros besos al Crucificado, si no despiertan en nosotros el cariño, la acogida y el acercamiento a quienes viven crucificados? ¿Qué sentido tienen venerar la cruz del Señor si no somos conscientes que en el altar de la cruz se ha dado el mayor gesto de amor que reconcilia a toda a la humanidad?Es justamente en el altar de la cruz donde quedan al descubierto nuestras cobardías. Desde el silencio de la cruz, Nuestro Señor nos invita a revisarnos. Para adorar el misterio de un «Dios crucificado», es necesario acercamos un poco más a los crucificados y de eso se trata en esta jornada. Ante el altar de la cruz vamos a estar en silencio, aquietando el espíritu y recuperando la paz interior. Este, en definitiva, es el buen comienzo de la reconciliación. Llevar la cruz no es buscar «cruces», sino aceptar la «crucifixión» que nos viene de la fidelidad al Evangelio.Nuestra esperanza como Iglesia es que esta celebración nos pueda llevar a seis tareas concretas en el ámbito de la reconciliación: • A reconocer que la verdad sin justicia es mentira y que la justicia sin verdad es engaño; establecida la verdad, restaurada la justicia, se inaugura el tiempo de la misericordia frente al arrepentimiento y el diálogo.• A comprender que una auténtica reconciliación implica cambios reales para crear una nueva situación. Esto se realiza en el reconocimiento de la verdad (la rehabilitación del ofendido) y la búsqueda de la justicia (la rehabilitación del ofensor).• A tener muy claro que una actitud de silencio resulta ser una falsa reconciliación, porque hiere aún más al ofendido y justifica al ofensor en su maldad. Necesitamos que los ofensores reconozcan el daño causado, se arrepientan y emprendan un nuevo camino.• A trabajar pedagógicamente estas tres instancias, la verdad, la justicia y la misericordia, que se requieren mutuamente, para ir consolidando la reconciliación como una experiencia de autenticidad que nos encamina hacia la paz.• A procurar ayudar a armar lo que está desbaratado. Ha de ser una tarea, permanente y continua, por restituir dignidad a las víctimas; contribuir a la humanización de los victimarios; y animar la recomposición de un tejido social y comunitario donde la vida ha de ser lo primero y lo más importante. • A orar insistentemente para que crezca en cada uno de nosotros la grandeza human del perdón como la paz del corazón y la reconciliación como la paz en nuestras relaciones.P. Rafael Castillo TorresDirector del Secretariado Nacional de Pastoral Social – Cáritas colombiana

Vie 12 Abr 2024

La psicología pastoral: una luz para la Iglesia del siglo XXI

Por Cristian David Ortiz - “Y al desembarcar, vio tanta gente que sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas” (Mc 6,34). Antes de ser un predicador, Jesús vivía su ministerio como un auténtico pastor que daba la vida por sus ovejas, especialmente por las frágiles y necesitadas, ya que conocía profundamente la misión que le dio su Padre: “no necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal" (Mt 9,12). Las cualidades de David, pastor y rey de Israel, alcanzan su plenitud en Jesucristo que, a diferencia de los escribas y doctores de la Ley, conocía verdaderamente lo que estaba en el interior del hombre (cf. Jn 2,24), y se tomaba el tiempo de escuchar las necesidades de aquellos que acudían a Él. Como bien sabemos, Jesucristo es el Hijo de Dios y nuestro Redentor, pero me atrevo a afirmar que era, es y seguirá siendo un psicólogo pastoral que escucha a sus ovejas y les concede una vida nueva. Seguramente es la primera vez que escuchas este término, ¿Acaso podemos relacionar a Jesús con la psicología? Dilucidemos esta expresión.En primer lugar, tomando el término psicología por lo que se refiere a su etimología, se define como el tratado del estudio del alma; es decir, esta ciencia se encarga de ahondar de manera integral en la persona, teniendo en cuenta sus conductas externas que expresa por medio de su cuerpo, así como sus conductas internas: pensamientos, sentimientos, emociones, entre otros (Morris & Maisto, 2005). La psicología como ciencia inició con la figura de Wilhelm Wundt, médico alemán que fundó el primer laboratorio de psicología experimental en el año 1879; sin embargo, otros investigadores previos a esta fecha empezaron a dar pinceladas del panorama que abarca actualmente el tratado del alma. Algunos señalan que la psicología conlleva una postura atea o contraria a la fe, pero esta generalización es un error garrafal; algunos psicólogos como Abraham Maslow, Carl Rogers, Viktor Frankl, entre otros, han sido los pilares de una auténtica comprensión de la antropología cristiana, a saber, una persona que es bio-psico-socio-espiritual, y encamina sus acciones hacia la trascendencia. En la actualidad, la psicología tiene un amplio campo de acción y una riqueza de estrategias a nivel terapéutico para que cualquier persona se conozca a sí misma y desarrolle su salud mental.En cuanto a la etimología del término pastoral, viene del latín pascere que significa apacentar, por lo que la acción pastoral se presenta como un rasgo constitutivo de la Iglesia al servicio del Reino de los Cielos, que busca la salvación del género humano y la conversión; de igual manera, la acción pastoral actualiza la praxis de Jesucristo, buen pastor que da la vida por sus ovejas (cf. Jn 10,11), a través de la Palabra de Dios, los sacramentos y las obras de caridad (Floristán, 2002). Aunque el título de pastor se suele atribuir a los ministros consagrados, todos los bautizados estamos llamados a vivir esta vocación que adquirimos desde el día de nuestro bautismo, y apacentar el rebaño (grande o pequeño) que el Señor nos ha encomendado. Esta misión tiene un carácter sinodal, ya que el agente de pastoral debe comprender que solo alcanza la salvación acompañando este rebaño, pero no debe olvidar que cada oveja es totalmente diferente a la otra. Existen corderitos que tienen heridas desde su infancia, otras ovejas que crecieron de la mano de Dios, y otro grupo que prefiere los falsos pastores y se desvía de Aquél que conduce hacia fuentes tranquilas y repara sus fuerzas (cf. Sal 23,3).Después de reflexionar en cada término, es menester enmarcar el concepto de psicología pastoral. En un sentido estricto, Szentmártoni (2003) lo define como “una rama de la psicología que estudia los procesos psicológicos inherentes a las situaciones pastorales” (p.9). El término de psicología pastoral ha sido utilizado de forma ecuménica desde mediados del siglo XX, y empieza a tomar relevancia por las alusiones que el magisterio ordinario y extraordinario de la Iglesia realiza sobre la importancia de una psicología cristiana, especialmente en el Concilio Vaticano II (cf. Declaración Gravissimum educationis,1). Esta disciplina se fundamenta en Jesús que estaba dispuesto a escuchar y sanar a sus contemporáneos, sean judíos o paganos, a nivel físico, psicológico y espiritual, y tiene como objetivo la trascendencia de la persona hacia su Creador. Cristo ha inmortalizado esta obra en la Iglesia, familia que sana y libera a los más necesitados, incluso a los no creyentes; por ello, no solo es importante una formación doctrinal para el acompañamiento de grupos y comunidades parroquiales, sino el estudio de la psicología pastoral para llevar a la práctica las cualidades que caracterizaron a la persona de Jesús que sabe decir al abatido una palabra de aliento (cf. Is 50,4).Teniendo en cuenta esta definición, ¿Por qué es importante hablar de psicología pastoral? En primer lugar, esta disciplina nos brinda herramientas para formular, diseñar e implementar estrategias que complementan la vida espiritual, esto con el fin de prevenir conductas de riesgo en nuestras comunidades parroquiales, y promover líneas de acción para que los niños y jóvenes tengan un desarrollo ideal a nivel físico, psicológico y espiritual. En segundo lugar, una de las 18 conclusiones a las que llegó el Sínodo en Colombia es la necesidad de espacios para la escucha, por lo que los ministros y agentes de pastoral deben cultivar estas habilidades para acoger, a ejemplo de Cristo, a los que se sienten cansados y agobiados (cf. Mt 11,28); para ello, no debemos olvidar que cada persona, sin importar su condición, es creación de Dios y es un lugar santo que debemos abordar con respeto y amor (cf. Ex 3,5). En tercer lugar, la psicología pastoral es una luz que permite comprender la realidad tan convulsionada del hombre de hoy, y un buen ejercicio de la misma lleva a que cada persona, a través de la escucha espiritual, sienta la misericordia de Dios y desee volver arrepentida a la casa del Padre.¿Y tú, te animas a ser un promotor de la psicología pastoral?Cristian David OrtizPsicólogo y seminarista de la Diócesis de Zipaquirá.ReferenciasFloristán, C. (2002). Nuevo diccionario de pastoral. Editorial San Pablo.Morris, C. & Maisto, A. (2005). Introducción a la Psicología. Pearson Educación.Szentmártoni, M. (2003). Manual de Psicología Pastoral. Ediciones Sígueme.