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arzobispo de cali

Lun 11 Oct 2021

Aprendiendo a caminar juntos

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - “Juntos vamos más despacio, pero podremos llegar más lejos”, reza una popular consigna. La tentación de quedarnos quietos, de instalarnos como seres sedentarios, es contrarrestada por la vocación nómada que convierte el camino, la vía, el sendero, el viaje y las encrucijadas, en metáforas de la existencia. Como seres vivos, el dinamismo interior nos hace buscar la luz y tener ojos que la reciban y nos permitan ver. Todos nuestros sentidos están en función del movimiento, del pensamiento, del horizonte, del crecimiento y del avance. La vida puede ser vista como un proceso de subida hasta el descenso de la vejez y la muerte, o como un progreso hacia la felicidad más plena y eterna. También el vivir puede ser simplemente un coexistir, o tirando a más, una convivencia y, más plenamente aún, una comunión que engendra comunidad y sinodalidad, es decir, un caminar juntos. Desde la fe, tanto la génesis como la escatología, es decir, el inicio y la meta de la humanidad, marcan la existencia como itinerario de vida e historia, pero más profundamente, como “alianza” con Dios, arraigada en la consciencia personal, en la relación interhumana, en el trato con los demás seres vivos, en el dinamismo de toda la creación. Son “los caminos de Dios en la tierra” y el perpetuo caminar de la fe que caracteriza la condición del creyente. Este destino no es un errar por caminos azarosos, sino una perpetua marcha siguiendo la estrella, como los magos de Oriente (Mateo 2,9), como rebaño del Buen Pastor o séquito del Cordero. “Dios es origen, guía y meta del Universo” (Romanos 11,36). “Yo soy el camino la verdad y la vida” (Juan 14,6). “Recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra, cuando llegase el momento culminante” (Efesios1,10), es “el plan de Dios” para el universo. El mismo ser de Dios se ve plasmado en este obrar dinámico del Padre Creador, del Hijo Salvador y del Espíritu Unificador, proyectándolo “al mundo entero y a toda la creación” (Marcos 16, 15). Este gran horizonte entre el mundo, la persona y Dios, llamados “a la perfección del amor”, es el que nos permite percibir también el actuar de Dios en nuestros tiempos, espacios y procesos. Más aún, nos impulsa a comprender “la sinodalidad eclesial” que intentamos despertar entre los creyentes católicos y los de otros credos, también en la humanidad como tal, en los actuales tiempos y acontecimientos. Somos humanidad e Iglesia en camino, “aprendiendo a caminar juntos”. Somos “compañeros de viaje”: “en la Iglesia y en la sociedad estamos en el mismo camino, uno al lado del otro”, reza el documento preparatorio para “el Sínodo de la sinodalidad”. Este no es un sínodo temático sino un proceso de conversión de la Iglesia, primeramente hacia adentro de ella misma, en tres planos: en el plano de su estilo y naturaleza asamblearia, de sus estructuras comunitarias e institucionales y de sus procesos y procedimientos, basados en la escucha, el ejercicio de la palabra, del diálogo, de la consulta y los consensos. Pero este “hacia adentro” de la comunidad eclesial diocesana, regional y universal, no es auto referencial: no se reduce a ampliar reuniones y conversatorios, ni siquiera a integrar a los creyentes, hombres y mujeres, generaciones y carismas, servicios y ministerios. Es una sinodalidad misionera, ecuménica, espacial y diaconal. Es “la Iglesia en salida” hacia periferias y centros; abierta como espacio de encuentro y de diálogo sociocultural, para diversos y adversos; identificada como servidora de la humanidad, desde su sentido más ecuménico, samaritano y profético. Por todo lo anterior, la sinodalidad no es sólo un método pastoral, sino ante todo un propósito territorial de integrar poblaciones y etnias, culturas y tradiciones. Un compromiso colectivo de cuidar de los más débiles, de los más vulnerables, de las víctimas e indefensos, así como de “la casa común”. Hacia afuera es entonces llegada, conversación, escucha, diálogo e integración de espiritualidades, para suscitar propuestas y llegar a propósitos comunes, a tejer ese “caminar juntos”, indispensable hoy ante los desafíos de las crisis sanitaria, ambiental, migratoria, de seguridad e inclusión social. Y hacia adentro ha de ser, fundamentalmente, de configuración comunitaria, de participación y discernimiento, de respuesta a las preguntas y desafíos que nos plantea el “caminar juntos” hacia afuera, con nuestros pueblos y naciones, construyendo con ellos vida, dignidad humana, convivencia, paz, progreso y futuro. Escribo estas reflexiones con todo el “beneficio de inventario”: la sinodalidad no es una “novedad” sino un aprender a caminar con Jesús y como Él, con la Iglesia Primitiva y con María. Un aprendizaje para estos tiempos y realidades que todos debemos hacer. Necesita hoy la humanidad que la Iglesia la contagie del espíritu de comunidad, del ambiente de concilios y de sínodos, desde el de Jerusalén en los inicios, hasta el Vaticano II. Aún en nuestro continente americano, desde Santo Toribio de Mogrovejo, gran arzobispo de Lima y gigantesco ejemplo de sinodalidad, hasta el Sínodo de la Amazonia, que recién se hizo, marcan este “caminar juntos” que nos urge asimilar y testimoniar. Todo un desafío por afrontar, partiendo siempre del itinerario que ya hemos hecho como Iglesia del post concilio, desde la “Evangelii Nuntiandi” de San Paulo VI, hasta la “Evangelii Gaudium” y el magisterio del Papa Francisco. Nuestro plan quinquenal arquidiocesano, con sus previstas asambleas presinodales y el sínodo parroquial quinquenal, recoge, en gran medida, este contenido sinodal y conciliar de la Iglesia. Una Iglesia Servidora, discípula, samaritana, esponsal, territorial y sinodal, son los trazos de ese rostro comunitario y sinodal que nos hemos propuesto darle a nuestra Iglesia Particular de Cali y que ahora podemos configurar y fortalecer desde las Asambleas Parroquiales de Servidores y la llegada misionera a las gentes de todo el territorio parroquial. Una parroquia sinodal, con esposos, familias. Carismas, servicios y ministerios, con verdaderos espacios de encuentro y de acuerdos dos, con una espiritualidad de participación, comunión y misión. Volvamos consigna nuestra para estos años de aprendizaje en este “caminar juntos”: “desde cada parroquia, nuestra Iglesia se hace sinodal”. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Vie 3 Sep 2021

La paz es un bien irrenunciable

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - No quiero ocultarles que escribo este mensaje editorial con el corazón palpitante de angustia y con un inevitable sentimiento de impotencia humana, ante la cruel realidad por la que pasamos y ante el horizonte incierto del inmediato futuro en el que nos adentramos. “Verdad que podemos” es el lema que nos han propuesto a nivel nacional para esta 34ª Semana por la Paz 2021. Es un llamado a valorar este bien irrenunciable de la paz y a rehacer el protagonismo ciudadano, personal y colectivo, en su construcción. Es también un llamado a la conciencia que interioriza el valor de la paz como meta, camino y método, basados en la verdad y el respeto por el diverso y por el adversario. La paz transita por el ejercicio de la palabra entre personas, en todo espacio y territorio, entre etnias y pueblos, entre sociedades e instituciones, entre Estado y pueblo, entre nacionalidades y naciones. Es el bien que nos permite forjar una consciencia de humanidad planetaria, de ciudadanos de la tierra y buenos ancestros de las generaciones futuras. Las realidades actuales de la migración que rompe las más lejanas y disímiles fronteras, para nosotros, un país del que muchos emigran por sus graves desajustes y carencia de garantías para la vida, pero que no recibía, hasta hace poco, una inmigración significativa, es una necesidad inmediata. La llegada de poblaciones migratorias es algo que estamos improvisando y que hemos de leer como “providencial” para que salgamos de nuestros muchos egos violentos y acaparadores, hacia un nosotros de gentes solidarias y fraternas. Siempre el forastero fue una imagen bíblica de la visita de Dios a pueblos “cerrados”. Siempre las inmigraciones fueron constructoras de naciones abiertas y prósperas. Venezolanos, haitianos, asiáticos, africanos, quizás afganos, más las corrientes turísticas y de inversionistas mundiales, nos deberían “sacar” de estas mentalidades bandoleras y bravuconas, hegemónicas y tramposas, que han dominado y sepultado gran parte de nuestra historia doméstica colombiana. Junto a ello, necesitamos un país al que retornen los compatriotas exiliados, que no son pocos, los talentos forjados en niveles de vida superiores al nuestro. Esta triste historia de Colombia necesita ya un punto final, un punto de inflexión, liberándola del yugo opresor que se reproduce sobre las mismas carencias y necesidades que produce, mantiene y explota, con demagogia, mentira y fraude. Septiembre es el mes de los derechos humanos y de la “Semana de la Paz”, en torno a la magnífica e insuperable figura de San Pedro Claver, el “esclavo de los esclavos negros”, el defensor de la igual dignidad humana y de los derechos humanos. Para Colombia y para nuestras poblaciones y etnias negras, para la criminal trata de personas como “herramientas de trabajo” y de explotación sexual o como “mercancía humana”, que, dolorosamente aún persisten, quedó sembrada su semilla de inconformidad, de denuncia y protesta cristiana, evangélica, pacífica pero interpelante y solidaria con las víctimas, contra todo tipo de abusos y de esclavitudes. Pero, más que defensor de estas causas, recordadas alrededor de su fiesta litúrgica del 9 de septiembre, San Pedro Claver plantó en el puerto negrero de Cartagena de Indias, como los grandes evangelizadores de la historia de la Iglesia y de la humanidad, el deber creyente de escuchar siempre, en todo tiempo, en todo lugar y modelo social, el clamor de las víctimas, de los indefensos, de los más débiles y de los más necesitados. Hoy en día tendríamos que añadir el clamor del inmigrante y el clamor mismo del planeta tierra. Desde que Dios se hizo hombre, toda persona es más que mera imagen de Dios y todo prójimo hace parte de la fe como deber de amor, respeto y justicia. “Apenas llegaban los barcos con los esclavos, reza un testimonio, miraba por la ventanita pequeña de su cuarto y decía: 'Es Cristo que viene a mi ‘. Y, entonces, iba con sus traductores y ayudantes a llevarles alimento, medicinas y los primeros auxilios, a ayudar al bien morir a los que llegaban moribundos y a mostrarles algo de misericordia”. Las Jornadas de Derechos Humanos y de la Paz Colombiana (del 5 al 12), el Día Internacional de la Paz (el día 21), el mes de la Biblia, dedicado este año a San José de Nazaret, y la 107ª Jornada Mundial de los Migrantes (26 de septiembre), con el mensaje pontificio “hacia un nosotros cada vez más grande”, sean ocasiones para que nuestras comunidades e instituciones eclesiales demos testimonio de nuestro sentido social, arraigado en la Persona de Cristo y en la fe de todo verdadero cristiano. Los días venideros serán nuevamente una prueba a nuestra capacidad de construir paz con justicia social. La pobre y muchas veces dura y virulenta respuesta a los desafíos de la protesta social y del paro nacional, de las “primeras líneas”, buscando culpables sin reconocer responsabilidades de cambio, ni redoblar garantías de derechos y democracia, presagian nuevas movilizaciones y más fuertes reclamos sociales. Ante la jornada electoral del 2022 y su antecedente campaña política, necesitamos preparar la consciencia ciudadana y hacer el compromiso moral de exigir garantías y de votar con absoluta libertad y, quizás, con la responsabilidad más grande de toda nuestra historia. ¡No nos podemos equivocar! No podemos legitimar un estado de cosas como el que indican los asesinatos y las masacres, la corrupción y la represión a los clamores sociales. Oramos unidos y nos unimos a la lucha pacífica y al compromiso comunitario por el logro de una Colombia con pan, educación, convivencia, democracia y seguridad para todos. Nos unimos para promover e impulsar un Estado con garantías para la institución familiar y una economía que incluya a todos y cuide el medio ambiente, que preserve los recursos y el futuro. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Mar 15 Jun 2021

“Semana Arquidiocesana” en Cali

A partir del 13 y hasta el 20 de junio, la Arquidiócesis de Cali celebrará la “Semana Arquidiocesana”, centrada en el compromiso con los enfermos y en la pastoral de la salud humana. Esta celebración se vivirá en un momento coyuntural generado, no solo por la pandemia de la Covid-19, sino además por la crisis de conflicto social que atraviesa, entre otras regiones, esta zona del país. La “Semana Arquidiocesana” es una celebración que se realiza desde hace siete años, y este será en el marco de la conmemoración del aniversario número 111 de la Arquidiócesis de Cali. Durante estos días se honra también a la Virgen de los Remedios como protectora y patrona de esta Iglesia particular y del Valle del Cauca. A partir de este objetivo, a lo largo de esta semana se realizará una serie de eventos orientados a la intervención comunitaria y de la salud de las comunidades más vulnerables. Para ayudar a encaminar esta jornada, el arzobispo de Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve, ha querido ofrecer una reflexión, que contextualiza la realidad del tiempo de crisis que está viviendo la ciudad “sultana” y todo el Valle del Cauca, en materia social, política y económica. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Jue 13 Mayo 2021

Arzobispo de Cali propone cooperación para el salvamento colectivo

La realidad social que enfrena hoy Colombia preocupa a la Iglesia, es por ello que monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía, arzobispo de Cali, a través de un video mensaje, hace un llamado a superar la confrontación, la violencia, el vandalismo e invita a los colombianos a sumarse a lo que él ha denominado “ruta de cooperación para el salvamento colectivo”. “Esa es la ruta que desde la Iglesia estamos impulsando en la ciudad de Cali, en la sociedad colombiana, en el Gobierno y con la Comunidad Internacional”, afrima. La Iglesia Católica celebra el próximo domingo 23 de mayo la solemnidad de Pentecostés, en la cual se conmemora la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles, cincuenta días después de la Resurrección de Jesucristo. En este contexto, el arzobispo de Cali extiende la invitación a toda la comunidad católica para que en cada parroquia y centro de culto se realice la novena al Espíritu Santo. “Será la novena sobre los frutos del Espíritu que comienzan con amor, alegría, paz, paciencia, bondad; que esos frutos los podamos recibir y actualizar con la gracia del Espíritu Santo”, puntualiza.

Mar 27 Abr 2021

Paro Nacional: Obispos piden buscar mecanismos de expresión preservando la vida

Obispos del país se han unido al llamado de la Conferencia Episcopal de Colombia frente al paro previsto para este 28 de abril, pidiendo a los sectores de la sociedad civil, sindicatos, organizadores y convocantes a esta protesta pacífica que, si bien reconocen es legítima, la coyuntura sanitaria del país y el mundo exigen minimizar los escenarios de riesgo. Arquidiócesis de Bogotá Vivimos momentos difíciles y complejos, en los que es apenas natural que el derecho a la protesta social sea ejercido (...) No obstante, es importante que en este sentido sopesemos cuidadosamente el momento, los medios y las formas de expresión de este descontento en medio de esta crisis que estamos viviendo, para que podamos cumplir su real objetivo, que es el cuidado de la vida y el desarrollo justo y equitativo de nuestra nación". Arquidiócesis de Cali "Queremos también sobrevivir a la amenaza incierta del contagio y contribuir unidos a mitigar sus efectos y a desmontar sus causas (...) Para que la protagonista de nuestras propuestas y protestas sea siempre la vida como derecho, como deber y como ordenamiento social y ambiental, llamamos a elegir cuidadosamente los medios y formas de expresión que estén acordes y en coherencia con estos propósitos".

Mar 27 Abr 2021

Revuelta o autorreforma

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Los hechos desbordan los relatos y las palabras. No nos queda a quien reclamarle, porque la sordera es la primera “respuesta” de la terquedad. Ni declaraciones, ni comunicados, ni movilizaciones y plantones, ni encuestas, mucho menos aún el vandalismo o el extremo de la indiferencia, el “non me ne frega niente” (no me importa nada) del italiano. Vamos en un punto en el que sólo nos queda volvernos sobre nuestra propia libertad y acción. Solo nos quedan la fidelidad a valores y principios de vida y la disciplina social de la palabra, de romper cercos y prejuicios, de promover acuerdos de emergencia y de aplicación personal, doméstica, entre vecinos territoriales, gremios e instituciones. Todo, con la cooperación en redes y medios. Y con la fuerza misteriosa y espiritual del Dios o del Ser Superior presente en la propia consciencia. Se proclama a los cuatro vientos una “reforma tributaria”. Algo obtuso en su concepción, inoportuno en su concepto, inviable en su contexto. Pero algo válido, paradójicamente, en la pretendida filosofía de “solidaridad sostenible”. Porque es lo único salvable, quizás, de ese lenguaje engañoso que reviste, exactamente lo contrario, la sostenibilidad del “status quo” en el desastroso esquema del gobierno actual. ¡Más sobre la teoría de la irrigación descendente del poder económico sobre la miseria de los excluidos! ¡Más de la “economía naranja” basada en el “exprimidor” y en los agregados de agua! Lo que tendríamos que buscar es la solidaridad de quienes tienen el deber de pagar la gigantesca deuda social, empezando por la intervención que garantice sustento, territorio, techo, trabajo, especialmente el de economía familiar y de autoabastecimiento nacional. Nacionales y migrantes necesitan cobertura de “piso” y garantía legal de ingreso. Estado y privados tendrían que concertar una AUTORREFORMA en esa dirección. Solo garantizando piso y sustento a todo hogar y hogar comunitario a todo destechado y hambreado, en un país lleno de baldíos, de latifundios y propiedades en el limbo de la “extinción”, de tierras suburbanas y extensiones remotas, se podría pensar en esta base o cimiento de sostenibilidad y de crecimiento sostenible, hacia condiciones dignas y pacíficas de vida. La AUTORREFORMA es camino que no se mide en filigranas técnicas tributarias dentro del modelo injusto, sino en incluir a todos en la extensión de derechos y en la cobertura solidaria del bienestar básico. Todos necesitamos ser invitados a la mesa social de una vida con dignidad y respeto, pactando en cada hogar y vecindad “la disciplina del diálogo”, el recurso a la palabra, el desarme físico y el desmonte de extorsión y amenaza, de “dictaduras” y fronteras de muerte. Las reformas promovidas por el estado deberían ubicarse en este contexto de deuda social nacional, de grave emergencia para los más débiles, y de hacer pagar deudas como las de las acaparadoras EPS que quiebran el servicio de salud a los más pobres, en hospitales como El San Juan de Dios de Cali. La pandemia puede convertirse en un “modo sistemático de vida”. Ya la violencia y las armas, el asesinato y la fuerza extorsiva, se convirtieron en sistemáticos, en “pandemia de desangre”, hemorragia de barbarie. Quizás esta sea la última oportunidad para la humanidad y el planeta, en riesgo de desaparecer como biosfera que no encontró su equilibrio y armonía para mantener la vida. Desaparecer como género humano es ya, tristemente, una posibilidad a la vista. Todas nuestras calculadoras de economía, de política, de globalización, de longevidad y apariencia, de seguridad privada e ideologías de seguridad nacional y totalitaria, de demografía y control migratorio, los cálculos de todos los sistemas e “ismos”, entraron en crisis. La AUTORREFORMA y no unos ciclos de revueltas y vandalismo, que acelerarían la autodestrucción irracional de lo construido, que agudizan contradicciones y conflictos, es el camino que nos propone la vida y que coincide con el principio evangélico: “hagan con los demás lo que esperan que los demás hagan con cada uno de ustedes”. Mayo es un mes que nos pone ante el trabajo y la vida, la salida acordada del conflicto insurgente y armado, la reconciliación, la familia, con la figura de la madre y del hogar de Nazaret, la educación y la necesidad más profunda de ser “hombres y mujeres con Espíritu Santo”. Rescato el 2 de mayo, la memoria de Bojayá y del Cristo Mutilado, “El Santo Cristo Negro de Bojayá”, como lo llamó el Papa Francisco. Y el 3 de mayo, día tradicional de la Santa Cruz, para acordarnos de la no violencia, del perdón y la reconciliación. A todos, hombres y mujeres, se nos conmueva el corazón y asumamos nuevas decisiones de vida, decisiones de AUTORREFORMA. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Lun 15 Mar 2021

A la Pascua con San José

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - “Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua”. “Cuando tuvo doce años...el niño se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres” (Lucas 2, 41 -43). Al escribir este mensaje editorial, en el año de San José y para el mes de marzo, dedicado a él y centrado en su fiesta del día 19, me viene espontánea esta imagen de la familia de Nazaret, que recorre y corre presurosa este camino de fieles peregrinantes a su “fiesta nacional”, fiesta de las fiestas. Es la imagen que recogen los misterios gozosos del Santo Rosario: “la pérdida y el dichoso reencuentro de María y José, con su hijo adolescente, Jesús” (quinto misterio). Una imagen que nos convoca como Pueblo de Dios a “caminar juntos”, Iglesia y humanidad, en esta hora de la historia. A caminar con Jesús y con María, fijando esta vez los ojos y el alma en la figura de José, el varón justo, descendiente de David, esposo de María, padre legal de Jesús, protector y custodio de la Iglesia que nace con ellos, carpintero de Nazaret. Acostumbrados a esta jornada anual, los padres de Jesús se integraban a la caravana de los hombres y a la de las mujeres, turnándose, al parecer, el llevar consigo al niño Jesús. Pero esta Pascua sería inolvidable para ellos: marcó todo un “crecimiento en la fe” para la Sagrada Familia. Descubrir los alcances de la filiación divina de Jesús; acoger, en diálogo y escucha cuidadosa, la autonomía y la “vocación” de Rabino, de Maestro, sin mengua de la sujeción y obediencia filial de Jesús a ellos; rehacer el camino de la ida y regreso pascual, por el de “angustiados te buscábamos”; superar la costumbre de suponer que Jesús estaba con ellos y ellos con Jesús; tener qué enmarcar ahora su misión de padres en la misión de Jesús, la de “ocuparse de las cosas” de su Padre: toda una “Nueva Evangelización”, diríamos hoy, para unos buenos e inmejorables cristianos convencionales, llamados a un discipulado del Padre a través del Hijo, de su hijo, su adolescente Jesús. Creyentes, esposos, padres e hijos, pastores y religiosos, todos podemos compartir esta Pascua 2021 como una prueba de Dios a nuestra fe quieta, a nuestra religiosidad de mera costumbre rutinaria, a nuestro vacío de diálogo y escucha con Dios, entre pastores y fieles, entre esposos y padres, con los hijos, especialmente los adolescentes y los jóvenes. La Pascua 2021, después del encierro por el coronavirus, que nos privó de la Semana Santa 2020, sea un “comenzar de nuevo”, después del frenazo histórico por la pandemia, nuestra relación más personalizada y cierta con Jesús y entre nosotros. Sea ésta la Pascua que recoge las angustias de una humanidad que busca superar la pandemia con la vacuna y la reactivación económica. La Pascua 2021 nos haga más espirituales, más humildes y fraternos, más unidos en cada casa, en cada parroquia, y en esta Nación y Casa Común, en el planeta Tierra de todos. A San José le encomendamos la gracia de “una buena muerte”, ahora que el virus deja tantos duelos por doquiera. Sobre todo en nuestra Colombia amada, donde “la mala muerte”, la que llega por vía del asesinato, rompiendo la ley de Dios y las leyes de la naturaleza humana, del cuidado que obliga a cada persona, sociedad e institución, con toda vida humana. Morir en los brazos de Jesús y de María; morir en el hogar de la Iglesia y por muerte natural; morir en la voluntad y la gloria de Dios, como obediencia del corazón, sean gracias que imploramos a San José, Custodio, protector e intercesor nuestro, Patrono de la Iglesia Universal. De San José aprendamos la espiritualidad del silencio, de la noche y de los sueños. Es la espiritualidad del discernimiento entre las tinieblas del alma y el amanecer de Dios y de sus planes. Es la “escucha del Ángel” que visita al corazón, cuando se debate en dudas y temores, y le susurra lo que hay qué hacer. Es responder con hechos de obediencia, ahorrándonos las palabras, haciendo de la profesión de fe una proclama de total certeza en Dios. Nos ayude, a servir a Cristo y a salvar unidos la humanidad, este varón silente y justo; este hombre que antepone a sus derechos la dignidad de la mujer y la grandeza inviolable de la vida humana; este esposo que honra a Maria y da ascendencia y ciudadanía a Jesús; este padre solícito y trabajador creativo de la carpintería; este destechado en Belén y migrante en Egipto. Difundamos el rico mensaje Josefino que nos dio el Papa Francisco con su Carta Apostólica “Patris Corde” (“Con corazón de Padre”) y veneremos con devoción y compromiso cristiano al gran San José, vinculado por Dios de manera esplendorosa al misterio de su Encarnación, del Verbo hecho carne, que “habitó entre nosotros”. +Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Lun 15 Mar 2021

A la Pascua con San José

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - “Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua”. “Cuando tuvo doce años...el niño se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres” (Lucas 2, 41 -43). Al escribir este mensaje editorial, en el año de San José y para el mes de marzo, dedicado a él y centrado en su fiesta del día 19, me viene espontánea esta imagen de la familia de Nazaret, que recorre y corre presurosa este camino de fieles peregrinantes a su “fiesta nacional”, fiesta de las fiestas. Es la imagen que recogen los misterios gozosos del Santo Rosario: “la pérdida y el dichoso reencuentro de María y José, con su hijo adolescente, Jesús” (quinto misterio). Una imagen que nos convoca como Pueblo de Dios a “caminar juntos”, Iglesia y humanidad, en esta hora de la historia. A caminar con Jesús y con María, fijando esta vez los ojos y el alma en la figura de José, el varón justo, descendiente de David, esposo de María, padre legal de Jesús, protector y custodio de la Iglesia que nace con ellos, carpintero de Nazaret. Acostumbrados a esta jornada anual, los padres de Jesús se integraban a la caravana de los hombres y a la de las mujeres, turnándose, al parecer, el llevar consigo al niño Jesús. Pero esta Pascua sería inolvidable para ellos: marcó todo un “crecimiento en la fe” para la Sagrada Familia. Descubrir los alcances de la filiación divina de Jesús; acoger, en diálogo y escucha cuidadosa, la autonomía y la “vocación” de Rabino, de Maestro, sin mengua de la sujeción y obediencia filial de Jesús a ellos; rehacer el camino de la ida y regreso pascual, por el de “angustiados te buscábamos”; superar la costumbre de suponer que Jesús estaba con ellos y ellos con Jesús; tener qué enmarcar ahora su misión de padres en la misión de Jesús, la de “ocuparse de las cosas” de su Padre: toda una “Nueva Evangelización”, diríamos hoy, para unos buenos e inmejorables cristianos convencionales, llamados a un discipulado del Padre a través del Hijo, de su hijo, su adolescente Jesús. Creyentes, esposos, padres e hijos, pastores y religiosos, todos podemos compartir esta Pascua 2021 como una prueba de Dios a nuestra fe quieta, a nuestra religiosidad de mera costumbre rutinaria, a nuestro vacío de diálogo y escucha con Dios, entre pastores y fieles, entre esposos y padres, con los hijos, especialmente los adolescentes y los jóvenes. La Pascua 2021, después del encierro por el coronavirus, que nos privó de la Semana Santa 2020, sea un “comenzar de nuevo”, después del frenazo histórico por la pandemia, nuestra relación más personalizada y cierta con Jesús y entre nosotros. Sea ésta la Pascua que recoge las angustias de una humanidad que busca superar la pandemia con la vacuna y la reactivación económica. La Pascua 2021 nos haga más espirituales, más humildes y fraternos, más unidos en cada casa, en cada parroquia, y en esta Nación y Casa Común, en el planeta Tierra de todos. A San José le encomendamos la gracia de “una buena muerte”, ahora que el virus deja tantos duelos por doquiera. Sobre todo en nuestra Colombia amada, donde “la mala muerte”, la que llega por vía del asesinato, rompiendo la ley de Dios y las leyes de la naturaleza humana, del cuidado que obliga a cada persona, sociedad e institución, con toda vida humana. Morir en los brazos de Jesús y de María; morir en el hogar de la Iglesia y por muerte natural; morir en la voluntad y la gloria de Dios, como obediencia del corazón, sean gracias que imploramos a San José, Custodio, protector e intercesor nuestro, Patrono de la Iglesia Universal. De San José aprendamos la espiritualidad del silencio, de la noche y de los sueños. Es la espiritualidad del discernimiento entre las tinieblas del alma y el amanecer de Dios y de sus planes. Es la “escucha del Ángel” que visita al corazón, cuando se debate en dudas y temores, y le susurra lo que hay qué hacer. Es responder con hechos de obediencia, ahorrándonos las palabras, haciendo de la profesión de fe una proclama de total certeza en Dios. Nos ayude, a servir a Cristo y a salvar unidos la humanidad, este varón silente y justo; este hombre que antepone a sus derechos la dignidad de la mujer y la grandeza inviolable de la vida humana; este esposo que honra a Maria y da ascendencia y ciudadanía a Jesús; este padre solícito y trabajador creativo de la carpintería; este destechado en Belén y migrante en Egipto. Difundamos el rico mensaje Josefino que nos dio el Papa Francisco con su Carta Apostólica “Patris Corde” (“Con corazón de Padre”) y veneremos con devoción y compromiso cristiano al gran San José, vinculado por Dios de manera esplendorosa al misterio de su Encarnación, del Verbo hecho carne, que “habitó entre nosotros”. +Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali