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evangelio

Vie 18 Nov 2016

Pedagogía por la paz: "Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso"

Nuestro país vive momentos muy difíciles, marcados por enormes brechas sociales, económicas, políticas e incluso religiosas. Cada día los empobrecidos son más, mientras los ricos cada vez son menos; las personas desplazadas son más numerosas, mientras los terratenientes ven crecer sus propiedades; nuestros recursos naturales son saqueados mientras el entorno de las comunidades más humildes es destruido. Las diferencias políticas se hacen extremas y los antagonismos parecen hacer de la paz y de la reconciliación tareas imposibles de lograr, quizás inútiles. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar documento[/icon] Pedagogía por la paz Para entender las diferentes fases de un proceso que lleva al perdón, la reconciliación y la paz, la Comisión de Conciliación Nacional de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) propone a obispos, sacerdotes, religiosos(as) y laicos comprometidos la campaña denominada “Pedagogía por la paz”. Esta es una campaña de sensibilización para crear escenarios posibles de discusión para el tema de la paz.

Mar 15 Nov 2016

El Señor tiene todo el poder para salvarnos

Las lecturas que vamos a escuchar proclaman un misterio de fe: Jesucristo es Rey, es el Mesías anunciado y prefigurado en los reyes de Israel, enaltecido y alabado, al que el apóstol nos presenta como Creador y Señor de todo, como el Principio y primogénito, “el primero en todo”; y proclaman una verdad: Jesucristo es Rey, es el Señor de Misericordia que nos escucha, nos perdona y nos salva, por eso es a quien celebramos en este día que concluye el año litúrgico. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: 2Samuel 5,1-3[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo de respuesta: 122(121),1-2.4-5 (R. cf. 1)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: Colosenses 1,12-20[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Lucas 23,35-43[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] En este último Domingo del año litúrgico, en el que celebramos a nuestro Señor Jesucristo, la Palabra de Dios nos lleva a la maravillosa experiencia de reconocerlo como Rey del universo y Dios de poder, que lo ha creado todo y todo existe por Él y para Él; como Dios cercano y familiar que pastorea a su pueblo y da su espíritu a sus líderes, reyes y profetas, por eso la alegría de ir al encuentro en su casa; y como Dios de misericordia, quien escucha al malhechor arrepentido el pedido de acordarse de él cuando llegue a su Reino, lo absuelve de su maldad y lo ofrece su gloria y salvación. Jesús crucificado, es el Rey, creador y dueño de todo, que tiene todo el poder para perdonar los pecados; es reconocido como el rey de los judíos, el Mesías, que ofrece el don de la salvación a los pecadores; y es el Siervo de Dios, el mayor servidor de toda la humanidad y de todos los tiempos, quien al entregar su propia vida dio testimonio de la verdad y al morir en la cruz se constituyó en el único Salvador que ofrece el don de su Reino, de la vida y felicidad eterna a quienes lo acogen. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] El hoy de la salvación nos invita a preguntarnos ¿quién es el que ocupa el primer lugar en nuestras vidas, en nuestro ser y quehacer? ¿Quién conduce la historia de la humanidad y del mundo? ¿Hacia dónde vamos, cuál es nuestra meta? Cada día escuchamos los noticieros y los comentarios de las personas que hablan de violencia, maldades, crímenes, odios, venganzas, abusos y maltratos. Oímos quejas acerca de los que se han convertido en reyes y señores de este mundo y destruyen vidas, de personas al margen de la ley, de pandillas, de quienes se consideran dueños de la vida y de la muerte y asesinan. Y hay quienes opinan acerca de los sistemas dominantes, de la globalización y el libre mercado y nos hacen pensar que todo anda mal y estamos abocados a la perdición. Así, todo aparece como tan complejo y caótico que corremos el riesgo de deprimirnos o desesperarnos. ¡Qué pasa? Nuestra reflexión y mensaje se centra en la verdad de fe, de conocimiento, de sabiduría y de esperanza que como Iglesia celebramos hoy: Jesucristo es nuestro Rey. Rey de Misericordia y de Perdón. La Palabra, la sagrada tradición, el magisterio de la Iglesia y nuestras convicciones, confiesan y proclaman al mundo: el Señor Jesús es nuestro Rey y Salvador y no hay ninguno más. Él es el dueño y Señor de la historia; Él está vivo y acompaña el caminar de la creación, de la humanidad y de la Iglesia hacia la plenitud, según la voluntad del Padre. Al Señor pertenecen el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el reino, el honor, la gloria y la alabanza, por tanto si estamos unidos y somos del Señor Jesús, a quien pertenecen también el tiempo y la eternidad, estemos seguros que con su presencia viva, su poder salvador y su reinado universal nos dará la libertad, la alegría, la esperanza, la fortaleza, la paz y la vida que anhelamos. Él es el único que puede cambiar la realidad de nuestra historia. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] En la Eucaristía de hoy Jesús nos deja sentir que vive en nosotros, que nos pide ser “misericordiosos como el Padre”, que puede salvarnos y que su reino es de aquí y del más allá. Por tanto, en memoria de su entrega y de su triunfo, sobre el pecado y la muerte, ofrezcámosle el Pan de la Palabra y el Pan de la Eucaristía, y coloquemos en su altar nuestro mundo personal y eclesial –un signo de fraternidad-. Así podremos dar el urgente testimonio que el Señor espera y el mundo reclama para creer: que Jesús es nuestro Rey, por eso resistimos a las tentaciones que nos alejan de Él; que luchamos contra la indiferencia, frente a las necesidades de los otros; y que esperamos un mañana mejor de parte de nuestro Señor, a quien damos todo honor, toda gloria y toda alabanza. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Al llegar el último domingo del Año Litúrgico, con la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, se recomienda finalizar con una celebración que permita compartir y sentir los valores del Reino, una confraternización que motive a vivir y ser testigos de la obra del Reino, de la Verdad, la libertad, la justicia, la solidaridad y el amor que se hace vida y produce vida. Tener presente que todo el formulario de la Misa es propio de la solemnidad, incluido el Prefacio: «Jesucristo, Rey del universo». Al clausurar en este domingo el Año del Jubileo de la Misericordia recordar cómo pudimos ser buenos samaritanos y mostrar que la Cruz y el Servicio son las claves de la vida de los amigos y colaboradores del reinado de Cristo. Recordando el Sínodo de la Familia, motivar a conocer y compartir tanto las conclusiones como el desafío de velar por la Familia. Tener en cuenta que esta semana: Es la última del Tiempo Ordinario, por lo tanto del Año Litúrgico 2015 -2016. El miércoles 30 de noviembre, es la fiesta de san Andrés, apóstol. 6. Tener presente que el próximo domingo 27 de noviembre, con el Tiempo del Adviento, inicia el nuevo Año litúrgico 2016-2017: Leccionario Dominical Ciclo A; Lecturas Bíblicas del Tiempo Ordinario y del Oficio de Lectura Año I (Impar); Liturgia de las Horas Tomo I.

Vie 11 Nov 2016

El mundo es transitorio, aferrémonos con fe al Señor

El Evangelio de este domingo gira en torno al tema del fin del mundo y por ello, el cardenal Rubén Salazar Gómez invita a que vivamos las cosas del mundo con una actitud de fe en el Señor. “No nos apegamos a las realidades del mundo, vivamos las cosas humanas en una actitud de fe”, anima el prelado. En esta misma tónica el jerarca propone que luchemos con persistencia y constancia para que el mundo sea mejor y que podamos descubrir en él la presencia del Señor. [icon class='fa fa-youtube fa-2x' link='']Ir a lista de reproducción[/icon] Tweets by cardenalruben

Mar 8 Nov 2016

Lo esencial en nuestra vida es Jesús

La Palabra de Dios para este domingo nos invita a prepararnos para el encuentro con el Señor, que podamos reconocerlo como el Hijo de Dios, a través de sus diferentes manifestaciones. Que las preocupaciones de este mundo, no nos hagan perder de su camino, que en cada momento estemos atentos a su llamado, para que fieles podamos cumplir nuestra misión. Escuchemos atentos. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Malaquías 3,19-20a[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo de respuesta: 98(97),5-6.7-8.9 (R. cf. 9)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: 2Tesalonicenses 3,7-12[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Lucas 21,5-19[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] La venida del Mesías es inminente y próxima para el pueblo de Israel, era lo que manifestaba Miqueas en su tiempo, sin embargo él denuncia que el pueblo no está preparado, se ha olvidado de la alianza, preocupándose de su propio bienestar olvidándose de Dios: «No merece la pena servir a Dios. Pues los infieles son felices; los malvados prosperan» (Miq 3,14-15). Una vida apartada de Dios, en donde la desilusión y la desesperanza acompañaban al pueblo, pues los poderosos los oprimían. De la misma manera Jesús, en el pasaje del evangelio para este domingo, constata que el pueblo ha puesto su atención en el templo, en predicciones futuras y en el fin de los tiempos, desconociendo la presencia de Jesús como el mesías, como el Hijo de Dios: “Mirad que no seáis engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y: El tiempo está cerca. Más no vayáis en pos de ellos” (Lc 21, 8). El apóstol Pablo, siguiendo la línea que Jesús propone en fijar la atención en lo que es esencial para la vida, centra su atención en la importancia de reconocer el mensaje de Jesús, que lleve al discípulo a ser testimonio de entrega y de trabajo por el evangelio. De frente a esta invitación, el apóstol insiste en que la misión encomendada por Jesús no es ajena a los compromisos que hemos de asumir en el diario vivir: “Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno” (2Tes 3, 11). [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] El pueblo de Israel se preocupaba en su tiempo por las cosas efímeras y pasajeras, olvidándose de las que son esenciales: El templo, el afán por saber los signos que señalaban el fin de los tiempos, acostumbrados a las posibles próximas persecuciones. Sin embargo, es una realidad que no está lejos de nosotros, pues hemos entrado en el letargo del bienestar y la satisfacción rápida, acompañado del relativismo y de tragedias que ocurren a nuestro lado, pero que en nada nos tocan, esto nos convierte en personas de corazón duro, indiferentes al sufrimiento de los hermanos y a las manifestaciones de Dios. Como Jesús en su momento invitaba a la trascendencia, a preocuparse por las cosas que son esenciales, también nosotros estamos llamados hacer vida su mensaje: “Porque yo os daré palabra y sabiduría, las cuales no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan” (Lc 21, 15). Se trata entonces de una invitación que nos hace la Palabra hoy a ser testigos en la fe y la esperanza, a ser constructores de un mundo nuevo, capaz de trasformar la realidad. Frente a una realidad tan compleja como la nuestra, es importante rescatar valores que trasformen la sociedad. Es el mensaje salvífico de Jesús, su reconocimiento entre nosotros lo que nos debe motivar en cada momento de nuestra vida. En definitiva, podremos darle explicación a las diferentes problemáticas de nuestra época, en la medida en que reconozcamos a Jesús, en nuestra propia vida y en la vida de los demás, ya que en Él tenemos la misión de trasformar la realidad en la que vivimos y en quien somos capaces de darle un espacio a Dios en nuestro ser, para que a través de nuestra historia Dios obre su salvación: “Es el momento en que el discípulo debe confiar en Jesús, el Salvador, porque sabe que su Señor lo ayudará” (21,15.18). [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] “Quien a Dios tiene Nada le falta: Sólo Dios basta” (Santa Teresa del Niño Jesús). Cuando a Dios se le lleva en el corazón, se da posibilidad de celebrar la presencia de Jesús, aunque, tantos afanes de la vida nos puedan hacer perder el horizonte, nos hacen perder de Dios, empañando nuestra alegría y felicidad. Tal vez, las tecnologías y el confort en el que vivimos nos han hecho olvidar de lo fundamental, por eso es momento de iniciar ciertos cambios, que nos permitan caminar al lado de Jesús: Es el tiempo de dar testimonio (Lc 21,13) y de fidelidad (Lc 21,19), es tiempo para celebrar la presencia de Jesús, de encontrarnos en su Palabra y en la eucaristía, para que tengamos la vida de Dios en abundancia. La invitación es a darle espacio a Jesús en nuestras vidas, en nuestra familia en nuestra comunidad, en definitiva en el mundo en que vivimos, hagamos compromisos claros y realizables delante de Dios, pues decimos que tenemos fe, pero con la menor prueba comenzamos a renegar de Dios, decimos que amamos, pero no somos capaces de tolerar al otro, también decimos que tenemos esperanza de que las cosas van a cambiar, pero somos nosotros los primeros en llenarnos de pesimismo. Así que reconocer a Jesús como el Mesías, como el Hijo de Dios, es atrevernos a dejarnos guiar por Él, en un mundo confundido, siendo sus discípulos fieles y comprometidos. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] 1. Proponer a los fieles hacer durante estas últimas semanas del Año litúrgico una seria evaluación del caminar en la fe, que permita pedir sincero perdón a Dios por lo hecho mal y presentarle los ricos frutos espirituales obtenidos, más aún cuando se está concluyendo el Año Jubilar. 2. Resaltar las expresiones: «Para ustedes brillará el sol de mi justicia», «Viene el Señor a juzgar el orbe con justicia» y «Sufriendo con entereza se salvarán» 3. Se puede seguir el Prefacio Dominical X: «El Día del Señor», p. 392 del Misal. 4. Temer presente que: Este domingo, la clausura del Año Extraordinario de la Misericordia. Se podría motivar para que en este día los fieles puedan lucrarse de las indulgencias concedidas a este Año de Gracia. El próximo domingo 20 de noviembre, solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, es el último domingo del Tiempo Ordinario, por lo mismo del Año litúrgico 2015-2016. Imagen:Francesco Gallarotti. Obtenida de: https://unsplash.com/?photo=rL6sOvctpo4

Sáb 5 Nov 2016

Dios de vivos

Por Mon. Omar de Jesús Mejía Giraldo - San Lucas a la altura del capítulo 20 nos presenta a Jesús en Jerusalén, la ciudad capital, allí como en toda ciudad existe una gran variedad de culturas, de pensamientos y por lo tanto de dudas, discusiones y planteamientos de mil situaciones. La cultura Judía en la época de Jesús ya existía bajo variadísimas maneras de expresar y vivir la fe. Había sobre todo dos tendencias fuertemente marcadas: fariseos y saduceos. Los fariseos creían en la resurrección de los muertos y como lo dice expresamente el texto del evangelio los saduceos negaban explícitamente la resurrección. Por eso se organizan y plantean al Señor la cuestión de la resurrección; para ello se valen de un ejemplo típicamente humano(…). Como era natural no podían ir más allá, porque no creían en la posibilidad de la Vida Eterna. Jesús, el Señor, le enseña a los saduceos que el hombre tiene un fin. Jesús no se queda en la pregunta racional y meramente humana que los saduceos le plantean. Él le da vuelta a la pregunta. El problema de los saduceos partía de la realidad del hombre como única medida, de modo que la realidad de la vida en el marco de una resurrección quedaba sumergida en un mar de dudas. Jesús invierte este cerrado punto de referencia e indica que la cuestión de la resurrección no puede plantearse (en orden a una solución) a partir de la simple experiencia humana, sino sólo dentro de un horizonte muchísimo más amplio y abarcador: el horizonte de Dios, para quien todos los hombres están vivos. Por eso vale la pena entender que el misterio de la resurrección como problemática final y definitiva de la existencia humana la tenemos que entender y asumir desde las siguientes perspectivas: Desde la alianza Alianza es pacto, compromiso mutuo, es juramento. En el antiguo testamento la alianza entre Dios y el hombre se sella con la siguiente manifestación: “Yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo” y en el nuevo testamento esta alianza se plenifica con la vida de Jesucristo, el Señor. Por eso, hay que entender una cosa: El Dios de los cristianos es el Dios de Jesucristo, Dios de vivos y no de muertos. La resurrección es el centro del cristianismo y de los cristianos cuando nos reunimos para orar. Los cristianos comenzamos la alianza con el Señor el día de nuestro bautismo y renovamos la alianza con el Señor todos días al celebrar la Santa Misa, recordemos las palabras de la consagración: “Tomen y coman todos de Él, porque está es la sangre de la alianza, alianza nueva y eterna…” También dice Jesús, el Señor: “el que come mi carne y bebe mi sangra, habita en mí y yo en él.” Además reitera la Palabra de Dios: “el que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida Eterna” y Vida Eterna es vida en Dios, vida para siempre; por eso, desde la alianza con el Señor es imposible morir, porque “no es Dios de muertos sino de vivos: porque para él todos están vivos.” Desde la fe Aunque parezca paradójico la fe en la otra vida es la única que puede dar sentido humano a la historia y al progreso. La persona de fe sabe y entiende que Dios ama la vida hasta el punto de haberla hecho el don de una existencia que no termina nunca. Recordémoslo siempre: la vida eterna es una continuidad del existir en la fe. Cuando la fe es realmente profunda nos da una escala de valores y de fidelidades. Así lo deja ver hoy la primera lectura del libro de los Macabeos, éstos son hombres llenos de fidelidad… Para nosotros hoy son un buen ejemplo para insistir en los valores que se requiere para sumir con fe y responsabilidad nuestra vida cristiana. Será necesario creer siempre en la vida, en la posibilidad de reconstruirla, en la rectitud, en el mantenimiento de unas convicciones... Poseer el don de la fe es creer en la vida. Porque se cree en la vida, se ama, se lucha, se busca la alegría, se procura huir de la mediocridad, se aprecia todo lo que es humano. En efecto, la vida del hombre de fe adquiere sentido a partir de una vida plena, iniciada ya, ahora, en la que cada uno camina con responsabilidad. El Dios cristiano es el Dios de la vida, por eso, nuestra fe cristiana nos enseña a vivir con alegría, a vivir con plenitud cada “instante vital.” Hay que entender algo más hermanos, el cristiano dispone de una certeza: Dios ha resucitado a su Hijo Jesús. Este, luchador entregado a la verdad, a la justicia y al amor, triunfa del dominio de la muerte. Todo aquél que se une a este combate de Jesucristo, por la fe, participará de su victoria. Aquí se abre la perspectiva de la esperanza. La fe en la resurrección es la fuente de la valentía y de la capacidad de mantener la firmeza hasta la muerte si es necesario. Puesto que se cree en la resurrección, las tareas del mundo encuentran un nuevo sentido (son trabajo por el Reino, abonan la tierra para construirlo). En éste aspecto, entendamos una cosa más: la fe en Cristo sería mera palabrería si no pudiésemos traspasar el umbral de la muerte. Solamente si vivimos para la eternidad vale la pena creer y solamente la fe en Cristo nos da la eternidad. “Dios no es un Dios de muertos sino de vivos, porque para él todos están vivos.” No podemos perder la fe. Fe, hermanos fe. Tenemos que ir a nuestras tumbas con dos principios bien claros y contundentes: Con dignidad y con fe. Desde el amor Así oramos en cada Eucaristía: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús.” Nuestra experiencia nos enseña que solo invocamos a quien amamos. El amor nos vincula al otro, el amor nos acerca y nos permite compartir el destino de la existencia. Sin amor no hay salvación. Sin amor no hay vida. Solamente en el amor de Jesús, quien en la cruz donó la vida por nosotros, podemos entender el misterio de la muerte. A Jesús no le arrebataron la vida, él la entregó por amor, para salvarnos. La muerte no es algo que ocurre, es alguien que llega, el amor no es algo, sino alguien, no es una abstracción, es una persona, es la Palabra. Con la muerte en cruz, Jesús, el Señor, nos trae la plenitud de la salvación; es la cruz la máxima manifestación de amor de Dios hacía el mundo. “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.” El amor verdadero es hasta el final, hasta que duela, hasta agotar existencia, es decir hasta la muerte. ¿Prometes fidelidad hasta que la muerte los separe? El único amor verdadero es el amor divino, el amor que viene de Dios. Entender y asumir la muerte desde el amor de Dios, es entender y asumir la eternidad, es vivir con la certeza de no morir jamás. Sin amor no hay acogida. Cristo que nos ha llamado, nos acoge; por eso, hay que entender una cosa fundamental para aprender a vivir con libertad y serenidad: El Señor no condena a nadie, se limita a ratificar lo que el hombre decide, a dar satisfacción a sus deseos”. Nuestra tarea es vivir con sentido de eternidad, con sentido de trascendencia, con fe y esperanza. No podemos ser pesimistas, ni podemos ser personas derrotadas por el mundo, no. Nosotros sabemos en quien hemos puesto nuestra confianza. Para comprender lo que en definitiva es la muerte asumida desde el amor de Dios, contemplemos lo que nos dice San Agustín,: “Después de esta vida, Dios mismo será nuestro lugar. No hay otro lugar en la vida futura, sino Dios”. Dios, en cuanto que llama al hombre a comparecer ante El, es la muerte; en cuanto juez, es el juicio; en cuanto beatificante, es el cielo; en cuanto ausente, es el infierno; en cuanto purificador, es el purgatorio. Tarea: Por favor que no pase un día sin realizar una sencilla oración en la que nos acordemos de nuestros seres queridos que han muerto; oremos por ellos, para que el Señor les conceda el descanso eterno. Vivamos siempre preparados para morir: “de morir tenemos, el día y la hora no lo sabemos.” Pensemos en clave de vida, por eso hablemos de: “vida más allá de la vida.” Por Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Vie 4 Nov 2016

"Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos"

Este es el eje central del mensaje que comparte el cardenal Rubén Salazar Gómez, a través de habitual reflexión de los domingos, haciendo clara referencia al sentido de la resurrección. “Con la resurrección no volvemos a las mismas condiciones de vida que tenemos aquí en la tierra, sino que experimentamos una nueva vida transfigurada en Dios”, explica el cardenal Salazar Gómez. Otra clave valiosa para comprender nuestro camino hacia la resurrección es que durante nuestra vida terrenal debemos llenarnos de Dios y evitar que el mundo nos absorba con sus relatividades. “Toda nuestra vida debe llevarnos a Dios y nuestra meta va más allá de este mundo, porque lo que nos espera es una plenitud de vida”, subraya el purpurado. [icon class='fa fa-youtube fa-2x' link='']Ir a lista de reproducción[/icon] Tweets by cardenalruben

Jue 27 Oct 2016

Acudamos al encuentro con el Señor

[icon class='fa fa-youtube fa-2x' link='']Ir a lista de reproducción[/icon] Tweets by cardenalruben

Jue 27 Oct 2016

Dios es misericordioso, nunca nos abandonará

Queridos hermanos, la Palabra de Dios nos muestra cómo Dios, rico en amor y misericordia, nos perdona y nos tiende su mano para compadecerse de nosotros. Hemos sido creados por Él y jamás nos abandonará. Busquemos, pues, todos, esa mirada de Jesús. Dispongámonos a celebrar con fe nuestro encuentro personal, familiar y comunitario con Jesús en la Eucaristía dominical. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Sabiduría 11,22 – 12,2[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo de respuesta: 145(144),1-2.8-9.10-11.13cd-14 (R. cf. Sb 11,23)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: 2Tesalonicenses 1,11 – 2,2[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Lucas 19,1-10[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] Una vez más los textos de la Misa de hoy nos vuelven a hablar de la misericordia divina. Es lógico que se repita tanto esta inefable realidad, porque la misericordia de Dios es una fuente inagotable de esperanza y porque nosotros estamos muy necesitados de la clemencia divina. Todos necesitamos que se nos recuerde muchas veces que el Señor es clemente y misericordioso. Así, en efecto, en la primera lectura nos hace presente hoy esta bondad y cuidado amoroso de Dios sobre toda la creación y especialmente por el hombre; el Evangelio nos habla del encuentro misericordioso de Jesús con Zaqueo que intentaba ver a Jesús para conocerle, pero no podía a causa de la muchedumbre, porque era pequeño de estatura. Nada le importa lo que pudieran pensar las gentes al ver a un hombre de su posición correr primero y subir después a un árbol. Es esta una formidable lección para nosotros que, por encima de todo, queremos ver a Jesús y permanecer con Él. Zaqueo comprendió que para seguir a Cristo era necesario el más completo desprendimiento y por eso le abrió la puerta de su casa y de su vida para que Jesús entrara y lo transformara, porque necesitaba de Él. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Debemos examinar hoy la sinceridad y el vigor de estos deseos, en medio de la realidad de indiferencia ante las cosas de Dios y ante las personas mismas que comparten nuestro existir aún muy cerca de nosotros: ¿Quiero yo ver a Jesús? –Preguntaba el Papa Juan Pablo II al comentar este pasaje del Evangelio–, ¿hago todo lo posible para poder verlo? Este problema, después de dos mil años, es tan actual como entonces, cuando Jesús atravesaba las ciudades y poblados de su tierra. Y es actual para cada uno personalmente: ¿verdaderamente quiero contemplarlo, o quizá evito el encuentro con Él? ¿Prefiero no verlo o que Él no me vea? Y si ya le vislumbro de algún modo, ¿prefiero entonces verlo de lejos, no acercándome mucho, no poniéndome ante sus ojos para no llamar la atención demasiado..., para no tener que aceptar toda la verdad que hay en Él, que proviene de Él, de Cristo?. Cualquier esfuerzo que hagamos por acercarnos a Cristo es largamente recompensado. Cuando Jesús llegó al lugar, levantando la vista, le dijo: Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me hospede en tu casa. El Maestro, que había leído en su corazón la sinceridad de sus deseos, no quiere dejar pasar esta ocasión. Zaqueo «descubre que es amado personalmente por Aquel que se presenta como el Mesías esperado, se siente tocado en lo más profundo de su espíritu y abre su corazón». Se trata, entonces, de una llamada a la esperanza. En medio de esta realidad muchas veces oscuras y en la que nos encontramos muchas veces perdidos, hemos de saber y tener la esperanza que Jesús, el Buen Pastor, saldrá enseguida a buscarnos. Nunca se olvida de los suyos el Señor. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] Nos ha de ayudar la figura de Zaqueo que celebró a Jesús en su vida, para no dar nunca a nadie por perdido o irrecuperable para Dios. Nunca debemos perder la esperanza, ni siquiera cuando parece que no hay nada que hacer. La misericordia de Dios es infinita y omnipotente, y supera todos nuestros juicios, siempre que pensamos en la bondad y compasión divina para con sus hijos, nos quedamos cortos. No nos desanimemos nunca ni dudemos en continuar celebrando la presencia del Señor en la oración diaria, en la Palabra escuchada y vivida, en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía dominical y en el servicio a los pobre, para que, encontrándonos con Él, y por muy difíciles o extremas que sean las situaciones en que nos encontremos continúe transformando nuestra historia. Su misericordia es siempre más grande que nuestros pobres juicios. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Enfatizar en que se va acercando el final del Año litúrgico, con su marcado acento escatológico. Insistir en la frase “Señor, tú tienes compasión de todos porque lo puedes todo”. Resaltar y motivar la importancia y valor del Sacramento de la Reconciliación como espacio de encuentro con la misericordia de Dios. Se puede emplear el Prefacio Dominical VII: «La Salvación por la obediencia de Cristo», p. 389 del Misal. Tener presente que esta semana: - El martes 1° de noviembre, es la solemnidad de Todos los Santos. El miércoles 2, es la Conmemoración de todos los Fieles Difuntos. El jueves 3, es en Colombia, la Memoria obligatoria de san Martín de Porres, religioso.