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evangelio

Jue 9 Mar 2017

El Señor nos invita a levantarnos y salir a su encuentro

La Palabra del Señor nos invita a levantarnos, salir, desinstalarlos, caminar e ir al encuentro de las promesas, aún si esto implica renunciar a los propios intereses y subir al Calvario. La promesa es grande: la vida y gloria en Dios. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Gn 12, 1-4a[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo: 33(32), 4-5.18-19. 20+22[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: Rm 5,12-19 (forma larga) o Rm 5,12.17-19 (forma breve)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: 2Tm 1, 8b-10[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Mt 17, 1-9[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] Estamos sobre el monte Tabor. Delante a los tres discípulos Pedro, Santiago y Juan se aparece la visión del Señor transfigurado. Una atmósfera de gloria e indecible paz hay sobre el monte y los envuelve a todos. Para los tres apóstoles, cansados y fatigados, es como sentirse de improviso dentro de un puerto tranquilo, después de la tempestad: «Que hermoso es estar aquí….», queremos quedarnos, y piensan concretamente cómo realizar el proyecto: «Hagamos tres tiendas». Pero Jesús se levanta, los toca y les dice: «Levántense, no tengan miedo». Sin mucha demora, pero no de buena gana, bajan de la montaña para reencontrarse con los otros apóstoles y con la multitud. Para Abraham la voz del Señor se expresa con las palabras que hemos escuchado en la primera lectura: «Sal de tu pueblo, de tu patria y de la casa de tu padre». Él se encontraba entre los suyos, estaba felizmente casado con Sara, no deseaba sino tener muchos hijos y llegar a edad anciana rodeado de sus hijos y de los hijos de sus hijos. La voz misteriosa del Señor lo empuja: «Levántate y vete». Es una orden dolorosa, pero no gratuita ni caprichosa de parte de Dios, porque aquello que le promete es mucho más de lo que le pide: «En ti serán benditas todas las naciones de la tierra». «Abrahán partió como el Señor se lo había pedido». Este momento de la vida de Abrahán es la expresión clara de la fe; por esto nosotros continuamos considerando a este pastor caldeo, de hace cuatro mil años, «nuestro padre en la fe». Dios lo llamó, lo invitó; él responde sí, confiándose en él, aunque no sabía exactamente qué le esperaba ni qué garantías tenía. El país que Dios indica para Abrahán era la tierra prometida, Palestina; para nosotros es el Reino de Dios. No sólo el Reino de Dios después de la muerte, sino aquel que es está ya presente entre nosotros, en la tierra, por la encarnación del Hijo de Dios, por la venida que nosotros pedimos en el Padrenuestro; aquel Reino de Dios que no es otro que la voluntad de Dios sobre cada uno, y que espera ser llevado a su término: «Que venga tu Reino», o sea «que se haga tu voluntad». Salir de Ur de los Caldeos y descender del Tabor no significa otra cosa que ir con coraje al encuentro de la voluntad de Dios. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Este pasaje del evangelio ilumina una experiencia que cada cristiano, antes o después, debe vivir en su vida. Las dificultades desaparecen, se está contento con el propio trabajo, con los propios hijos, la vida aparece hermosa y llena de promesas para el futuro. Nos parece estar finalmente sobre el Tabor. El deseo de adecuarse a esta situación es irresistible. No queremos volver a hablar de dolor o de luto entorno a nosotros, queremos ir así hasta el infinito. «Es hermoso estar aquí». El Señor, en sus planes, deja al hombre por mucho tiempo o por siempre en este puerto tranquilo. Pero es la excepción. La mayoría de las veces ocurre que nos toca y nos dice: «Levántate». Y nos coloca en el vértice de la vida, entre penas, contradicciones, contrastes y enfermedades, como a Job. Hay quien está llamado a hacer saltos mortales para cuadrar el balance de la familia, otro va de hospital en hospital, otro en fin es traicionado en el amor y envuelto en la oscuridad de la incerteza… Hasta aquí el destino de todo hombre, creyente o no. No es solo el discípulo de Jesús que pasa por esta experiencia. En esto somos todos iguales. Incluso el ateo tiene su propio Tabor del cual debe descender, para subir luego al Calvario. La diferencia está en la actitud que el hombre asume frente a esta experiencia y en el espíritu con la que la vive. Aquí el discípulo de Jesús debe distinguirse de aquel que no tiene fe. Depende de la respuesta que dé a aquel «levántate y camina». Nosotros hemos pronunciado en el Bautismo este «heme aquí» de la fe, en una fase de nuestra vida en la cual no podíamos darle todavía un contenido. He aquí por qué la Iglesia nos llama, en diversos momentos, a realizar y a hacer consciente aquella elección. La Cuaresma es la ocasión por excelencia para traer a la luz este empeño que está escondido desde nuestra infancia y en la oscuridad de la vida cotidiana. Llamándonos a la conversión, la Iglesia nos llama en realidad a repetir y a hacer nuestra la experiencia de Abrahán y la de los apóstoles sobre el monte Tabor: salir, descender, andar. Salir de la rutina de la vida en la cual estamos cómodamente instalados, la mente llena de proyectos y de deseos terrenos. Ir hacia el país que el Señor nos indica, o sea, hacía el futuro de la fe, abriéndonos hacía las promesas que Dios nos hace y a las obras que nos pide. Si no queremos permanecer en el plano de las palabras y de las buenas intenciones, eludiéndonos peligrosamente a nosotros mismos, debemos traducir en este tiempo nuestra disponibilidad con aquel gesto concreto que manifieste nuestro «sí» a Dios. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] A la gloria luminosa de la Pascua los tres apóstoles no habrían llegado si se hubieran quedado sobre el Tabor, incluso a la sombra de las tres tiendas. Tampoco nosotros llegaremos si no seguimos decididamente al Señor. Reconozcamos y escuchemos con atención la voz del Señor que nos habla. Este es el momento en el que Él se nos acerca, como a Pedro, a Santiago y a Juan sobre el Tabor (incluso viene a estar dentro de nosotros), y nos invita a seguirlo a Jerusalén. Nos dice: «Levántense, no tengan miedo, vámonos». La celebración eucarística sea el momento para escuchar al Señor y seguirlo. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Insistir en la disponibilidad que debe tener todo cristiano para hacer la voluntad del Señor, saliendo muchas veces de las situaciones cómodas y rutinarias. Sería conveniente profundizar en el sentido de la vestidura blanca bautismal y darle la importancia debida en el rito del bautismo. No olvidar que el Prefacio en este día es propio: «La Transfiguración del Señor», p. 87 del Misal. Recordar que mañana lunes 13, es el aniversario de elección del Papa Francisco, conviene invitar a la comunidad a orar por su vida y ministerio.

Vie 17 Feb 2017

El Señor nos invita a perdonar y decir NO a la venganza

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Lun 13 Feb 2017

Amemos a quienes nos hacen daño y amemos mucho

Hoy debemos estar especialmente atentos y receptivos. Jesús nos va a dar su lección de amor máximo, de amor de infinitud divina, que a todos nos va a costar entender: nos dice que hay que amar a los enemigos. Dios es amor y el amor a los demás es la verdadera esencial del cristianismo, pero hoy el Maestro nos pide lo más difícil: amar a quienes nos hacen daño y mucho. Participemos con fe. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Lv 19,1-2.17-18[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo: 103(102),1-2.3-4.8+10.12-13 (R. 8a)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: 1Co 3,16-23[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Mt 5, 38-48[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] ¡El punto de referencia de toda moral es el mismo Dios! Sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo. Las prescripciones que se recogen en este capítulo 19 del Levítico, atañen a todo el pueblo. La santidad según la Escritura tiene un sentido más amplio que el uso que se hace en teología y en la espiritualidad. La santidad de Dios queda esclarecida cuando se realiza su proyecto. Y siempre tiene un sentido comunitario con consecuencias para la vida cotidiana y para la vida cultual. La santidad es uno de los atributos esenciales del Dios de Israel (Lv 11,44-45; 19,2; 20,7.26; 21,8; 22,32s). Pablo quiere reafirmar la unidad de la Iglesia amenazada seriamente en Corinto. La comunidad cristiana, cuerpo de Cristo (1Cor 12; Rm 12), es el verdadero templo donde habita la gloria de Dios y donde es colocada la nueva alianza. La escuela joánica interpreta las palabras de Jesús con motivo de la expulsión de los vendedores como el cuerpo glorioso de Cristo: Pero el templo del que hablaba Jesús era su propio cuerpo (Jn 2, 21). Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto. En este relato del evangelio, según san Mateo, Jesús sigue explicando a sus discípulos lo que significa, no sólo cumplir la Ley, sino darle plenitud. Les pone unos ejemplos fáciles de entender para ellos: la ley del talión permitía a los judíos el cobrarse el “ojo por ojo y diente por diente” a la hora de aplicar una venganza al enemigo que les había ofendido; pues bien, Jesús les dice que la perfección de esta ley va mucho más allá que el mero cumplimiento de la misma, y aconseja a sus discípulos que no sólo no se venguen, sino que traten a los que les han ofendido con benevolencia y hasta con generosidad. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] El amor rompe la cadena del odio. En las civilizaciones mesopotámicas se estableció la Ley del Talión para evitar venganzas desmedidas. La venganza sería proporcional al daño recibido. Jesús, en cambio, propone el perdón absoluto. Amor y perdón, dos palabras claves en el mensaje de las lecturas de este domingo. Fáciles de pronunciar, pero difíciles de practicar. Amar a los que nos aman puede ser interesado. El mérito está en amar a aquél que no nos puede devolver el amor, e incluso a aquél que nos odia. El Levítico advierte al pueblo para que deje a un lado el odio, el rencor y la venganza. Llega incluso a decir que cada uno debe “amar al prójimo como a uno mismo”. Jesús no sólo habla de amor al prójimo, sino también de amor al enemigo. ¿Cómo voy a amar a quien me hace daño? ¿Pide Jesús algo imposible de practicar? Para hacer vida esta petición del Señor podemos hacer alusión a la Exhortación Apostólica del santo Padre Amoris Laetitia, cuando nos habla de la paciencia: “Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continuamente, o tolerar agresiones físicas, o permitir que nos traten como objetos. El problema es cuando exigimos que las relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas, o cuando nos colocamos en el centro y esperamos que sólo se cumpla la propia voluntad (…) Esta paciencia se afianza cuando reconozco que el otro también tiene derecho a vivir en esta tierra junto a mí, así como es. No importa si es un estorbo para mí, si altera mis planes, si me molesta con su modo de ser o con sus ideas, si no es todo lo que yo esperaba.” (A.L 92) [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] El amor al enemigo es un amor que acaba con el enemigo, pero no con el hombre. Es la única fuerza que puede batirse cuerpo a cuerpo con el odio. Frente al enemigo se pueden adoptar varias actitudes: suponer que no es enemigo, imaginar que aquí no ha pasado nada y no tomarlo en cuenta, en cuyo caso todo seguirá igual; o enfrentarse al enemigo y responder a su agresión con las mismas armas, oponiendo odio al odio, en cuyo caso siempre vencerá el odio y caeremos en la espiral de la violencia; o, finalmente, y ésta es la actitud que nos pide Jesús, amar al enemigo y hacer bien a los que nos odian, conscientes de que el mejor bien que podemos hacer al enemigo es despojarlo de sus armas para ganarlo como hombre. Al rezar hoy el Padrenuestro no seamos hipócritas. Seamos sinceros al decir “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Seamos comprensivos y compasivos como lo es Dios con nosotros. Sólo así nos daremos cuenta de que lo que parece imposible es posible. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Resaltar en cartelera la frase: “El Señor es compasivo y misericordioso”. Insistir en las palabras: amor, perdón, oración y hacer el bien. Hoy como acto penitencial al comienzo de la Misa se puede hacer el Rito para la Bendición y Aspersión con el agua, siguiendo el “Formulario I”, p. 1053 del Misal. Se puede utilizar Plegarias Eucarísticas: “De la Reconciliación II”, p. 508 del Misal. Motivar a la comunidad para que la oración del Señor sea orada de manera despacio y siendo conscientes especialmente de la súplica: “como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Enfatizar en el gesto de la paz. Que sea un momento vivido desde el corazón que lleve a la comunidad a fomentar la paz. Tener presente que esta semana, el miércoles 22, es la fiesta de la Cátedra de san Pedro, apóstol.

Jue 9 Feb 2017

"Tu Palabra, Señor, es la verdad y tu ley nuestra libertad"

Tu Palabra, Señor, es la verdad y tu ley nuestra libertad. Esta palabra que canta la ley del amor, llegue a cada corazón y señale a cada persona y a toda la comunidad su camino de esperanza y de fraternidad. Escuchemos. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Is 58,7-10[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Sir 15, 15-20[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo: 119(118), 1-2.4-5.17-18.33-34 (R. cf. 33a)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Mt 5,17-37 (forma larga) o Mt 5,20-22a.27-28.33-34a.37 (forma breve).[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] El libro del Eclesiástico o Sirácide nos indicará la urgencia de vivir los mandamientos y de hacer de ellos un camino seguro para nuestra vida. La actitud del mundo frente a las normas siempre será polémica, pero los creyentes no podemos olvidar que Dios no nos ofrece los mandamientos como un código, son una amplia senda de esperanza que determina las relaciones con Dios y con los hermanos en clave de amor. El salmo 119, (118) que es el más largo de la Biblia, es un canto a la ley de Dios, pero es también un consejo prolongado y gozoso que invita al creyente a regular su vida con una ley de amor y de esperanza que se concreta en la fraternidad, en la convivencia, en la bondad. San Pablo sigue presentando su ministerio a una comunidad tan difícil como la de Corinto. Allí las actitudes del Apóstol y las instrucciones que da se convierten en un reto que contrasta con el caos moral que se vivía en aquella ciudad turbulenta, tan parecida a nuestro mundo de hoy. El Evangelio hace del Monte de las Bienaventuranzas un nuevo Sinaí, en el que Jesús no desbarata la ley sino que la clarifica la traduce en clave de misericordia, proponiéndole a aquellos testigos y a nosotros los actuales oyentes, que todo se renueva, que la ley de Dios se hace práctica y se entenderá ahora como la clave para la construcción de una sociedad que conviva en la armonía bajo el “dulce yugo” del amor. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Vivimos hoy una tentación dramática: el relativismo. Es, no sólo una tendencia nefasta que quiere y propone un mundo sin normas y sin referentes firmes, sino también una temible escuela de vida sin compromiso y de vida sin futuro. Jesús, con paciente alegría, va releyendo la Ley. Alaba su perfección pero propone su actuación en una vida ejemplaren la que la constante “pero yo os digo” nos indica que Jesús, lee la ley con los ojos de la misericordia y, como si fuera un músico que quiere hacer una interpretación magistral de un clásico, le da los acentos nuevos para que aparezca en todo su esplendor la inspiración de Dios-amor. La Ley de Dios es perfecta, pero el corazón humano la fue volviendo una carga terrible que, en tiempos de Jesús, era puesta sobre los débiles hombros del pueblo por los fariseos. Hoy podríamos caer en una situación semejante si no renovamos nuestra fe en el amor de Dios que nos llama a la perfección y a la santidad. La clave es el amor, la inspiración es el amor, la fuerza es el amor. El amor a Dios nos pide fidelidad a su intención y fidelidad al hacer de sus leyes un camino de esperanza que debe ser recorrido por todos en comunión y en esperanza. Jesús no cambia lo esencial, le da esencia amorosa y fiel a todo lo que Dios había dispuesto, purificando la voluntad de Dios de las añadiduras y componendas de los fariseos. Estamos ante el deber de conocer el amor de Dios y vivirlo, de hacer de la nueva ley, que es la misericordia, el mejor camino para encontrar al final de la vida la corona que Dios ha preparado para el que vive en su amor y en su presencia. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] El monte de las Bienaventuranzas es un nuevo Sinaí, en el que Jesús, quiere inscribir la ley del amor en nuestros corazones y no en lajas de piedra. Aceptemos el reto y hagamos de nuestra celebración una fiesta de esperanza en la que la ley de Dios es proclamada: la antigua celebrada con amor como camino que nos preparó para la nueva alianza, la ley iluminada por cristo, como sendero por el que la Iglesia ha de seguir caminando como “pueblo que tiene como meta el Reino y como ley el precepto del amor”, de lo que habla uno de los prefacios del Misal. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Resaltar la frase: «No he venido a abolir la Ley y los Profetas (…) sino a dar cumplimiento». Insistir en las palabras: ley, amor, justicia y misericordia. Para el acto penitencial de la Misa se puede seguir el Formulario 3, con la invitación “Jesucristo, el Justo, intercede…” y con la invocación para el Tiempo Ordinario II, p. 344 del Misal. Puede ser útil emplear la Plegaria Eucarística IV, con su prefacio propio, que nos recuerda la historia de amor fiel de Dios por su pueblo que culmina en la Pascua de Jesús y se prolonga en la vida de la Iglesia. Qué bueno fuera cantar en comunión el bello himno “Dios es amor” compuesto por De Roux y Briceño, tan común en los tiempos del congreso Eucarístico que presidió entre nosotros el Beato Paulo VI. .

Jue 2 Feb 2017

"Ustedes son la sal de la tierra y la luz del mundo"

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Mié 1 Feb 2017

Ser luz es aprender a imitar la actitud del profeta

La palabra del Señor siempre viva nos llama hoy al testimonio gozoso y al compromiso de ser luz y vida para todos. Que estas lecturas que se van a proclamar despierten en nosotros la llamada a iluminar el mundo con la luz de la fe. Escuchemos. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Is 58,7-10[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo: 112(111),4-5.6-7.8a+9 (R. 4a)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: 1Co 2,1-5[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Mt 5,13-16.[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] ¿Qué dice la Escritura? Isaías nos propone nuestra vocación de luz. El profeta en esta tercera parte de su libro, está empeñado en que Israel recuerde el amor de Dios y descubra cómo la vida que ha recobrado necesita signos concretos de fidelidad a Dios que se reflejen en la opción por los que sufren. El Salmo 112 insiste en la luz. Se es luz y se ofrece luz cuando el que cree hace de su vida una oportunidad para mostrar que la justicia verdadera se traduce en amor generoso, en confiada esperanza, en amor entregado con piedad a los que nos necesitan. Pablo, en la confianza que refleja este pasaje, retrata la grandeza de su ministerio como un servicio a Cristo y como un compromiso con el Crucificado que es la expresión plena del amor de Dios. El Evangelio nos recuerda, como decíamos antes, nuestra vocación de luz, la llamada que hace Jesús al comienzo de su ministerio para que lo que acaba de ser anunciado en las bienaventuranzas haga de los creyentes el faro que ilumine al mundo y la sal que de sabor a la historia. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Acabamos de celebrar el 2 de febrero el recuerdo de la entrada de Jesús al templo, en el que se proclamaba a Cristo como “lumen Gentium”, luz de las gentes. El mundo en el que vivimos necesita de una presencia más viva y más activa de los creyentes. Hemos de ser los abanderados de la justicia, los signos vivos de la misericordia, la expresión concreta del amor de Dios que Jesús proclamaba como bienaventuranza el domingo pasado. Ser luz hoy es aprender a imitar la actitud del profeta, del apóstol, del salmista, que preparan la alegría del evangelio, anunciando al pueblo que camina en tinieblas que el que quiera ser fiel a Dios tiene que ser un signo de esperanza, una señal segura de vida y de fe para todos. Cada vez es más urgente que en un país en conflictos constantes y en incertidumbres evidentes, la fe sirva de orientación, el creyente sea como un faro que, en medio de la tormenta, le asegura a la nave que se estremece en la tempestad, la cercanía del puerto seguro. Ser sal es aprender que la vida humana, tantas veces insípida, cuando no amargada, necesita el sabor inconfundible que le puede aportar el que es fiel a Dios y traduce su fidelidad en compromiso misericordioso con el que sufre, con el que requiere compañía, con el que ha perdido la esperanza. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] Convendría recordar este domingo la reciente fiesta de la luz del dos de febrero, para que cada uno sienta que la luz que ese día recibió junto a María, la Madre del Salvador, siga encendida y reflejada en una vida de fe y de compromiso. Es urgente recordar que en el Bautismo, se nos dio la luz, y que, también, en otro tiempo, se ponía un poco de sal en los labios del bautizado para recordarle su vocación de luz y de fe, para comprometerlo a formarse en la fe para ser testigo vivo del amor y de la vida de Dios. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Que los cantos hablen de ser luz y de la misión profética del creyente. En muchas comunidades se está iniciando la catequesis. Recordar que es misión de todos ser luz y ser sal de la tierra, mediante el compromiso con todos y con el testimonio de una fe que tiene raíces, pero que también da frutos. Sería oportuno utilizar el Prefacio Dominical I: «Misterio Pascual y pueblo de Dios», p. 383 del Misal, por recordar que fuimos llamados por Dios de las tinieblas a su luz admirable, para proclamar ante el mundo sus maravillas. Recordar que esta semana: Del lunes 6 al viernes 10 de febrero se llevará a cabo la CII Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano. Tener presente en as oraciones a los Señores Obispos, pidiendo por el éxito de la Asamblea y el bien de la Iglesia que peregrina en Colombia. El sábado 11 de febrero, es la memoria libre de Nuestra Señora de Lourdes y se celebra la Jornada Mundial del Enfermo.

Vie 27 Ene 2017

Jesucristo, rostro humano de Dios y divino del hombre

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Lun 23 Ene 2017

Las bienaventuranzas nos revelan el amor de Dios

Con frecuencia oímos hablar de planes, de proyectos o de metas. Hoy la Escritura Sagrada nos indica el programa de vida del cristiano que es el de las bienaventuranzas. Pongamos toda la atención del corazón a la proclamación de la Palabra de Dios, pues en ella encontraremos la “lámpara que guía nuestros pasos” (Sal 118,105). Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: So 2,3; 3,12-13[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo: 146(145), 6c-7.8-9a.9bc-10 (R. Mt 5,3a)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: 1Co 1,26-31[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Mt 5,1-12a[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] ¿Qué dice la Escritura? Hoy escuchamos, en la primera lectura, un pasaje bien conocido del profeta Sofonías. En una época dura y compleja de la vida del pueblo de Israel, cuando aparece muy cercana la perspectiva del exilio, el Señor promete un “resto fiel” que buscará al Señor con humildad y confianza. Así se introduce la figura teológica de los pobres de Yavé, que no se refiere a una clase sociológica, sino a aquellos que siguen con sencillez y humildad los caminos del Señor, que guardan sus mandamientos, que hacen depender toda su vida del amor del Señor. La misma realidad se celebra en el Salmo que, justamente, recuerda, como en un cántico sin término, las acciones de Dios a favor de los pobres en el espíritu. También el trozo que hemos escuchado de la carta a los Corintios recoge la línea veterotestamentaria que ya hemos señalado, aplicada a una comunidad cristiana. La vida en Cristo no puede fundarse en glorias o conquistas humanas, sino en el amor y misericordia de Dios que nos ha escogido. Se habla, además, del modo de proceder de Dios, en ocasiones desconcertante, porque elige lo débil, lo que no cuenta. Bien sabemos que el pasaje evangélico de San Mateo que se lee hoy en la liturgia, el de las Bienaventuranzas, introduce el llamado Discurso de la Montaña, en el que se anuncia el Reino de Dios, su identidad, su dinámica y sus exigencias. Las palabras de Jesús, que sin duda desconciertan, se refieren al modo de actuar de Dios y, de modo especialísimo, hablan del mismo Cristo en cuya vida y mensaje se refleja cada una de las bienaventuranzas. ¿Qué me dice la Escritura? Como María, en su visita a Isabel, la Iglesia debe lograr la comprensión del modo de ser y de actuar de Dios: “Él derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos…” (Lc 1, 46ss.). Sólo los humildes y sencillos, los que pertenecen al resto que Dios se ha elegido, así como los describe el profeta Sofonías, pueden descubrir el misterio de la acción misericordiosa de Dios. Lo afirma el mismo Cristo en su alabanza al Padre: “…has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla” (Lc 10,21). Dios nos ofrece la felicidad verdadera, la que no se acaba y la que no se compara con la aparente dicha que nos dejan algunas cosas del mundo. En efecto, las bienaventuranzas hacen evidente un nuevo orden, aquel que surge del plan de Dios; las bienaventuranzas nos revelan el amor de Dios, su voluntad salvífica, lo que pasa en cada persona cuando acepta el reinado de Dios en su vida. Hay que tener presente que las bienaventuranzas no proclaman una especie de resignación y de pasividad frente al sufrimiento. La dicha no está en llorar, sino en el consuelo que se recibe de Dios; no está en sufrir, sino en heredar la tierra; no está en tener hambre y sed de justicia, sino en quedar saciado. ¿Qué me sugiere la Palabra para decirle a la comunidad? Si queremos encontrar la felicidad verdadera, la que el Señor nos promete, tenemos que vivir en el espíritu de las Bienaventuranzas. El Papa Francisco nos decía en una de sus homilías: “Si alguno de ustedes hace la pregunta: ¿Qué hay que hacer para convertirse en buen cristiano?, aquí tenemos la respuesta de Jesús que nos indica tan ‘contracorriente’ respecto a lo que habitualmente se hace en el mundo”. El mismo Santo Padre afirmaba: “las bienaventuranzas son el programa de vida del cristiano”. Hay que invitar a nuestras comunidades a hacer de las bienaventuranzas no sólo el programa de cada persona, sino también el itinerario de fe y de práctica de la acción evangelizadora. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Si miramos a nuestro alrededor, observaremos que cada vez más se impone, con fuerza destructora, un estilo de vida que etiqueta como triunfadores o vencedores a los que ostentan el poder, el tener y el placer. Y muchas dinámicas sociales sirven a estos propósitos. El Señor nos propone un ideal bien distinto: el de aceptar su reinado en nuestra vida, el de asemejarnos a Cristo, el de encontrar la dicha en su amor y misericordia. Las bienaventuranzas deben representar para cada uno y para la comunidad un desafío permanente: el de buscar la felicidad en las cosas del Señor, confiarnos totalmente en su amor, ver las cosas como Dios las ve, aceptar su reino y seguirlo fielmente. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] La Eucaristía es la fuente y cumbre de la vida cristiana; en ella escuchamos la Palabra que nos anima y recibimos el alimento que nos fortalece para caminar hacia la eterna bienaventuranza. Pidamos de manera especial en esta celebración que podamos ser testigos del Reino de Dios, o lo que es igual, que nuestra vida cristiana sea ejemplo vivo de la validez de las bienaventuranzas. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Convendría hacer una cartelera con la frase: “Dichosos los que tienen espíritu de pobres”. La Plegaria eucarística de hoy pudiera ser la de para diversas circunstancias 4: «Jesús, que pasó haciendo el bien», p. 529 del Misal, por destacar la cercanía de Jesús con los pequeños, pobres, enfermos, pecadores, oprimidos y afligidos. Tener presente que esta semana, el jueves 2 de febrero, es la fiesta de la Presentación del Señor: Jornada Mundial de la Vida Consagrada. La liturgia propone un esquema sencillo de bendición de los cirios y con procesión o sin ella, antes de comenzar la eucaristía. Recordar que del lunes 6 al viernes 10 de febrero se llevará a cabo la CII Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano. Tener presente en las oraciones a los Señores Obispos, pidiendo por el éxito de la Asamblea y el bien de la Iglesia que peregrina en Colombia.