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predicación orante

Vie 2 Mar 2018

Actuemos de cara a Dios y al prójimo

Primera lectura: Éx 20,1-17 (forma larga) o Éx 20,1-3. 7-8.12-17 (forma breve) Salmo Sal 19(18),8. 9.10.11 (R. Jn 6,68c) Segunda lectura: 1Co 1,22-25 Evangelio: Jn 2,13-25 Introducción Jesús nos enseña, en este domingo de cuaresma, y es la idea central de reflexión, que Dios Padre nos ha entregado el decálogo, como la síntesis de lo que debemos seguir y cumplir para realizarnos como personas, tanto social como religiosamente. Se trata de llevar un estilo de vida que esté conforme a la voluntad divina y que lleve a que nuestras actuaciones estén de cara a Dios mismo para conocerlo, amarlo y seguirlo, y de cara al prójimo para servirlo. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La primera lectura nos presenta la solicitud amorosa de un Dios celoso que reclama para sí toda la fidelidad de su pueblo, y que le propone como norma definitiva para su comportamiento un código de leyes con el que, a la vez que le garantiza una sana convivencia, le exige la total adhesión. No tendrás otros dioses y vivirás en el respeto a tu prójimo. La ley, que está inscrita en la conciencia de todos los pueblos y culturas, Dios la hace explícitamente suya para garantizar a los que ama su propia felicidad. El salmo no es más que la respuesta agradecida del pueblo a las ordenanzas del Señor. Es una invitación a someterse totalmente a los mandatos, pues estos traen buenas consecuencias para la vida, son gozo, remedio, luz, alegría, son claros, son verdad, son más preciosos que el oro y más dulce que la miel. En la segunda lectura, san Pablo cuando escribe a los Corintios los confronta, en medio de sus tensiones, a poner su esperanza no en un Mesías sabio o poderoso sino en uno débil y crucificado, cuya fuerza y sabiduría está en la Cruz, donde subió por nuestros pecados y se entregó como expresión de su vivencia del mandato del amor. Y el Evangelio de Juan, en el contexto de la muerte de Jesús, nos lo presenta en un episodio en el que el celo de la casa del Padre lo devora. Él monta en cólera al ver que el Templo es transformado en epicentro de negocios, y hace una declaración solemne que reafirma una de sus enseñanzas centrales: el nuevo Templo es Él mismo, y es en Él donde Dios se revela en Espíritu y en Verdad. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Para conocer, amar y seguir a Cristo, a través de los preceptos divinos y de los mandatos de la Iglesia, no basta con un mero cumplimiento legal y sin espíritu. Se trata, por el contrario, de cumplir los mandatos caminando y siguiendo a Cristo. Así nos lo enseña el Papa Francisco, en la homilía pronunciada en Medellín, con motivo de su Visita Apostólica, al referirse al hecho de cómo Jesús les enseña a sus discípulos que cumplir los mandatos es seguirlo a: “el camino de seguimiento supuso en los primeros seguidores de Jesús mucho esfuerzo de purificación. Algunos preceptos, prohibiciones y mandatos los hacían sentir seguros; cumplir con determinadas prácticas y ritos los dispensaba de una inquietud, la inquietud de preguntarse: ¿Qué es lo que le agrada a nuestro Dios? Jesús, el Señor, les señala que cumplir es caminar detrás de Él, y que ese caminar los ponía frente a leprosos, paralíticos, pecadores. Esas realidades demandaban mucho más que una receta o una norma establecida. Aprendieron que ir detrás de Jesús supone otras prioridades, otras consideraciones para servir a Dios”. (Homilía, Aeropuerto Enrique Olaya Herrera, Medellín, 9 de septiembre de 2017). También afirma el Papa Francisco que Jesús lleva la ley a su plenitud y por eso nos pone en la dirección de seguirlo a Él como los hicieron los discípulos: “Jesús no se queda en un cumplimento aparentemente «correcto», Él lleva la ley a su plenitud y por eso quiere ponernos en esa dirección, en ese estilo de seguimiento que supone ir a lo esencial, renovarse, involucrarse”. (Homilía, Aeropuerto Enrique Olaya Herrera, Medellín, 9 de septiembre de 2017). Por tanto, esta Palabra santa que estamos reflexionando nos compromete, en este tiempo de cuaresma, a realizar un verdadero y sincero examen de conciencia para revisar cómo estamos viviendo el mandamiento del amor a Dios y al prójimo, que resume la Ley y los Profetas, y de qué es necesario arrepentirnos y cambiar para poder celebrar con fruto en nuestras vidas la Pascua de Cristo que se avecina. >>>>DESCARGA LAS ORIENTACIONES ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? Hoy vivimos en una sociedad que quiere prescindir de Dios, y por tanto de la norma. Al hombre parece estorbarle la ley. Se busca de muchas maneras hacerle el quite a lo establecido. La sana convivencia se ve quebrantada frecuentemente con el comportamiento de los individuos, tanto en la vida familiar, como en la social y en la política. Tenemos muchas dificultades para someternos a las normas, indispensables para vivir en armonía con Dios, con las personas, con la naturaleza y con nosotros mismos; sabiendo que la fuente de dicha armonía está en la ley de comportamiento que Dios, mostrando su grandeza, dio a Moisés para que la transmitiera al pueblo. Es por eso, entonces, que se quebranta la ley en el santuario del hogar, cuando no se cumple con el compromiso de fidelidad «hasta cuando la muerte separe a la pareja», cuando no se cuida con amor a los padres, o a los hijos, cuando se irrespeta la ley natural con los abusos provocados por la biogenética mal utilizada, con el aborto, con los métodos artificiales para evitar la procreación. Se quebranta la ley en la sociedad cuando, por ejemplo, no se cumplen las normas, las señales de tránsito, cuando no se llevan con responsabilidad los consejos y las propuestas que se dan en orden a la salvaguarda de la naturaleza, del equilibrio ecológico, y esto no sólo por las personas sino también por los Estados. Justamente por no cumplir con las normas elementales estamos destruyendo el planeta. Y lo que es peor, se rompe con la ley cuando se banaliza la muerte y el hombre se siente el dueño de la vida, que quita como quiere y cuando quiere. Se quebranta la ley en la política cuando las reglas de juego de la democracia se transgreden con delitos, como la venta, compra y el trasteo de votos, la presión armada contra la población; cuando las normas constitucionales se manejan al antojo de los legisladores, y se quebranta el bien común. Asistimos en Colombia al quiebre del sistema democrático y a la apertura de un modelo político egoísta y partidista, donde la ley que impera es la del más fuerte en astucia, en dinero, en poder. El papa emérito Benedicto XVI no se cansó de repetir que “sólo un mundo que se abre a Dios puede garantizarse un futuro”. El lema de su visita a Alemania, en el año 2011, lo afirma claramente: «Donde está Dios, allí hay futuro». Debería tratarse del regreso de Dios a nuestro horizonte; ese Dios a menudo totalmente ausente, pero que tanto necesitamos. Y para buscar a Dios no hay que ir muy lejos, puede estar en tantas personas sencillas que nos rodean; no hay que buscarlo en los sabios o en los poderosos, podemos encontrarlo en los Cristos débiles y crucificados de nuestro tiempo; como lo dijo el mismo papa emérito Benedicto XVI, podemos encontrarlo en «tantas personas sencillas de las que no habla nadie. Y, sin embargo, cuando las encontramos, sentimos que de ellas promana algo de bondad, de sinceridad, alegría, y sabemos que ahí está Dios y que Él también nos toca. Por eso, en estos días queremos comprometernos en volver a ver a Dios, para volver a ser personas a través de las cualesirradie en el mundo la luz de la esperanza, que es luz que viene de Dios y que nos ayuda a vivir». En definitiva, cuando Dios se nos presenta celoso y exigente no es más que por amor, por solicitud, porque quiere ayudarnos al bien vivir. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Este tercer domingo de Cuaresma nos invita a entrar en el ambiente celebrativo de la Pascua. En Jesús, débil y crucificado, estamos invitados a pasar de la no ley -del caos-, a la armonía -a la paz-. Vivamos este domingo, que nos acerca a las celebraciones del Triduo Pascual, volviendo nuestro corazón a Dios y a su Ley, convencidos de que es desde la propia vida como debemos empezar. En la celebración penitencial estemos atentos a revisar nuestra propia manera de comportarnos: ¿Dios sí cuenta para nuestra vida cotidiana? ¿Lo que contienen las leyes de Dios y de la Iglesia toca nuestra vida familiar, nuestros compromisos laborales, nuestras responsabilidades políticas? Celebremos el don que Dios nos hace al presentarse solícito por nuestro bienestar y al exigirnos la fidelidad total. Qué bueno saber que tenemos un Dios que solo está preocupado por el hombre. Un Dios para quien su mayor Gloria es el bien del hombre. >>>>DESCARGA LAS ORIENTACIONES

Lun 19 Feb 2018

El Amor es capaz de transfigurar todo

Primera lectura: Gn 22,1-2.9a.10-13.15-18 Salmo Sal 116(115),10+15.16-17.18-19 (R. Cfr. 9) Segunda lectura: Rm 8,31b-35a Evangelio: Mc 9,2-10 Introducción Avanza el tiempo cuaresmal de preparación para la Pascua de Resurrección, y qué mejor forma de adentrarse en él que de cara a la Sagrada Escritura, para descubrir el amor inconmensurable que Dios prodiga a su creatura aún en medio de las vicisitudes de la vida. Un amor que debe llevar al hombre a un cambio de vida, a una transformación profunda de su existencia humana, que le permita dimensionar con esperanza el horizonte de la eternidad y la meta de la salvación. Centremos, pues, la reflexión de este segundo domingo de cuaresma en el acontecimiento de la Transfiguración del Señor. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La primera lectura se conecta con el texto evangélico en cuanto que ambas narran acontecimientos importantes sucedidos en montes altos. En la primera, Dios procede extrañamente al pedirle a Abraham, el padre de la fe, una prueba extrema de amor y lealtad: el sacrificio de su hijo Isaac en un monte de la región de Moriá. Y en el evangelio, el acontecimiento se centra en la doble revelación de Dios al exclamar “¡Este es mi Hijo predilecto. Escúchenlo!” Esta expresión se da en un monte alto que la tradición identifica como el Tabor. Aquí, Dios se revela como Padre y presenta a Jesús como su Hijo, el unigénito. Esta revelación acontece en el marco de la Transfiguración de Jesús que se da en presencia de los apóstoles Pedro, Santiago y Juan. En la segunda lectura, el apóstol Pablo, en su exhortación a los Romanos, les hace caer en cuenta del amor salvador de Dios y el poder de intercesión de Jesucristo en beneficio de la salvación del ser humano. DESCARGA LA PREDICACIÓN ORANTE DE ESTA SEMANA ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Caben aquí las palabras del cardenal italiano Gianfranco Ravasi expresadas en uno de los libros de su colección ‘Según las Escrituras’: “La pascua terrena que celebramos es como una transfiguración, en espera de la pascua perfecta que celebraremos en la liturgia celestial y que ya no conocerá el retorno a la llanura.” La cuaresma debe generar en el creyente un cuestionamiento tan profundo que lo lleve a un cambio de estilo de vida, un cambio en su forma de ser, pensar y actuar, incluso, un cambio en su forma de relacionarse con los demás y con Dios. El diálogo de cada persona con el Señor al acercarse a su Palabra y contemplarla, tanto desde la oración, como desde la práctica de los otros ejercicios cuaresmales (ayuno y limosna), se convierte en la principal herramienta del cristiano para aprovechar este tiempo como verdadera preparación para descubrir el esplendor de Cristo Resucitado. Bien lo anota el Papa Francisco: “Con Pedro, Santiago y Juan subamos también nosotros al monte de la Transfiguración y permanezcamos en contemplación del rostro de Jesús, para recibir el mensaje y traducirlo en nuestra vida; para que también nosotros podamos ser transfigurados por el Amor. En realidad, el Amor es capaz de transfigurar todo.” (Ángelus Dominical, Plaza de San Pedro, 1° de marzo de 2015). ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? Estamos llamados, como seguidores de Cristo, a ser transformadores de aquellas realidades a las que tenemos acceso permanente: la familia, el vecindario, el grupo de estudio o de trabajo, la comunidad parroquial, el grupo social o político al que pertenecemos, entre otras. Pero también nuestra incidencia creyente debe llegar hasta aquellos que ocasionalmente encontramos en vehículos de transporte público, tiendas y supermercados, centros comerciales, organismos de salud, plazas, parques… La principal herramienta para llevar a cabalidad esta misión de transformadores de la sociedad es la Palabra de Dios que nos interpela y, a la vez, nos ilumina para asumir la vida desde la fe que testimoniamos con un estilo de vida ajustado a los valores humano-cristianos que promueve el Evangelio. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La Transfiguración del Señor nos anima, en medio del tiempo cuaresmal, a mirar con esperanza, desde nuestra condición pecadora, la realidad de la resurrección de Cristo, comprendiendo, como reza en el prefacio del día, “que era necesario pasar por la pasión para llegar a la gloria de la resurrección.” Asimismo, el esfuerzo humano que aportamos para avanzar en el tramo de vida terrenal que nos corresponde, se convierte en impulso para la vida eterna.

Jue 15 Feb 2018

La Cuaresma nos fortalece desde una experiencia de desierto

Primera lectura: Gn 9,8-15 Salmo Sal 25(24),4-5ab.6+7bc. 8-9 (R. Cfr. 10a) Segunda lectura: 1P 3,18-22 Evangelio: Mc 1,12-15 Introducción Ha iniciado la Cuaresma y con ella la necesidad profunda del creyente de reflexionar sobre su conversión a partir de la reconciliación con Dios y sus hermanos, recurriendo, principalmente, a la escucha de la Palabra y apoyándose en la oración, el ayuno y la limosna, para blindarse ante las tentaciones. También el tiempo cuaresmal puede fortalecerse desde una experiencia de desierto a la manera como Jesús lo hizo durante cuarenta días y que, sin duda alguna, fue un tiempo en el que fortaleció su voluntad para permanecer incólume ante el acecho de satanás. El desierto, entendido no como un espacio topográfico sino como una experiencia de fe que exige soledad, silencio e introspección, se convierte en una gran herramienta que aporta a la conversión. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La primera lectura nos ilustra sobre lo acontecido después del caos del diluvio cuando Dios le entrega al hombre, a su creatura amada, en la persona de Noé, una nueva creación, estableciendo un pacto con la raza humana y todos los demás seres vivientes, pero dándole al hombre el dominio pleno sobre todo lo creado para que lo cuide y administre. En el trozo de la primera carta de san Pedro, se rememora a quienes se dejaron tentar por la soberbia y no creyeron a Dios en tiempos de Noé; se reconoce la muerte redentora de Cristo, así como su resurrección y majestad eterna; y se presenta el diluvio como un anuncio anticipado del bautismo “que no consiste en limpiar la suciedad corporal, sino que a través de él se implora de Dios una conciencia limpia en virtud de la resurrección de Jesucristo”. El evangelista Marcos presenta, de manera fugaz, en sólo cuatro versículos, los cuarenta días de Jesús en el desierto después de su bautismo, sin dejar de enfatizar en la aparición tentadora de Satanás en ese lugar y durante ese tiempo, y resaltando también la figura de las fieras del desierto que lo acompañaban y los seres angélicos que le servían. Seguidamente, aparece Jesús en Galilea para iniciar su ministerio público anunciando la necesidad de conversión ante la presencia inminente del Reino de Dios, es decir, ante una soberanía liberadora para el hombre, una soberanía de carácter universal, sin exclusiones. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? El banquete de la Palabra que en este inicio de Cuaresma nos presenta la liturgia, resuena una vez más en nuestro camino de fe como una necesidad apremiante de cambio, de transformación de vida, de conversión, que nos anima a asumir con esperanza la realidad del Reino de Dios a partir de una relación cada vez más íntima, sería, profunda y liberadora con nuestro Creador y Salvador. Cuando Dios dijo a Noé: “Yo establezco mi alianza con vosotros”, estaba presentándole a la humanidad su ‘modelo ideal’ en el que se contempla la felicidad de su creatura que debe tener como meta la salvación eterna. Dios preservó del diluvio a Noé, su familia y una representación del mundo animal, para garantizar su alianza con una nueva creación y para invitarnos a desarrollar la capacidad de salir de nosotros mismos en busca del otro. Sin esta capacidad “no se reconoce a los demás como criaturas en su propio valor, no interesa cuidar algo para los demás, no hay capacidad de ponerse límites para evitar el sufrimiento o el deterioro de lo que nos rodea.” (Papa Francisco – Laudato si’ N. 208) Adquiere, pues, trascendencia la llamada permanente que Cristo nos hace: “Convertíos y creed en el Evangelio”. Llamada que se refresca en cada cuaresma. Llamada que denota una nueva oportunidad para retomar las riendas de la vida desde la esencia humana y, a la vez, entregar esas riendas a Aquel que, desde la realidad divina, puede conducirnos por caminos seguros de prosperidad, justicia, esperanza y paz. De esa llamada permanente, que magnifica la pequeñez humana por ser nuestro Señor quien da el ‘primer paso’ para salir a nuestro encuentro, no se excluyen el dolor, el sufrimiento, la tentación y el pecado. Pero en esa llamada permanente lo que realmente sorprende e importa no es la debilidad propia del hombre, sino la misericordia de Dios que supera toda compresión humana. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? Este interrogante, asumido desde la preparación misma de la Cuaresma, acepta hacer memoria de las palabras del Papa Francisco en el momento de su despedida del pueblo colombiano: “No nos quedemos en «dar el primer paso», sino que sigamos caminando juntos cada día para ir al encuentro del otro, en busca de la armonía y de la fraternidad. No podemos quedarnos parados… Colombia, tu hermano te necesita, ve a su encuentro llevando el abrazo de paz, libre de toda violencia, esclavos de la paz, para siempre.” (Despedida, después de la comunión, Área portuaria de Contecar Cartagena, 10 de septiembre de 2017). La asamblea litúrgica debe sentirse interpelada, cuestionada, conmovida y, ante todo, resuelta a asumir la conversión desde sus diferentes niveles: personal, familiar, escolar o académico, laboral o profesional, político, social y comunitario. No caigamos en la tentación de creer que no se puede dar el paso hacia la conversión; no caigamos en la tentación, de aplazar nuestro cambio de vida; no caigamos en la tentación de considerar nuestro pecado y sus consecuencias superiores a la misericordia de Dios. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Como sacerdotes, esta Palabra nos insta a ser los primeros en arrepentirnos de nuestras incoherencias de vida para disponernos a superar nuestras debilidades humanas y, así, salvaguardar nuestro ministerio de tentaciones y pecados. Asimismo, la comunidad creyente debe estar atenta a la llamada que hace el Señor desde su Palabra a quienes deciden seguirle. Una llamada que no se reduce a un compromiso espiritual o religioso, sino que trasciende a todos los aspectos y niveles de la vida para que, reconociéndonos de condición pecadora, pero esperanzados en la salvación, todos superemos la tentación del individualismo y salgamos al encuentro de los hermanos para caminar juntos hacia la reconciliación y la paz.

Mié 7 Feb 2018

Dios no excluye de su amor y siempre nos acompaña

¿Qué dice la Sagrada Escritura? Uno de los aspectos más curiosos del evangelio de hoy, es la de este leproso, que se acerca a Jesús, no para pedirle ser sanado. En efecto no le dice “si quieres, puedes sanarme”, sino “si quieres, puedes limpiarme”, en otras palabras, puedes restituirme la pureza. Y Jesús, efectivamente, le responde: “lo quiero, ¡quedas limpio!”. Este dialogo entre el leproso y Jesús nos invita a cuestionarnos sobre esta virtud, tan importante, como es la pureza. Es importante entender qué significa verdaderamente esta noción de pureza para la salvación. Cabe preguntarnos también el significado bíblico de la pureza, la podemos deducir de la primera lectura, en la cual se nos dice, en qué incurre la persona que se vuelve impura. El libro del Levítico refiere que, cuando alguno manifestaba los síntomas que podían desencadenar en lepra, porque la lepra era una enfermedad contagiosa, inmediatamente venia declarado por el sacerdote “impuro.” La consecuencia era que la persona debía estar aislada, fuera del campamento. La impureza, por lo tanto, desde el punto de vista espiritual, era la separación del leproso de la comunidad y de Dios. La incapacidad, la imposibilidad de estar en comunión con Dios y por lo tanto la incapacidad de adorarlo. El leproso no podía entrar en el templo, no podía participar de la oración, era separado de los hermanos. La concepción de la pureza es algo que se ha convertido, muchas veces, en un concepto equívoco en nuestra imaginación, en nuestra concepción de lo que realmente nos hace puros, de lo que nos hace verdaderamente íntegros, de los que nos hace realmente sanos. Para los judíos, en la época de Jesús, por lo general, ser puro o impuro, tenía unas consecuencias, para bien o para mal, en el comportamiento social y cultural de la época. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Cuando pensamos en la pureza, nos imaginamos algo abstracto, como una virtud sólo de los ángeles, como exclusividad para las personas impecables, o como de las personas capaces de dominar todas las perturbaciones irracionales, como de las personas dotadas de una belleza extraordinaria, fuera del tiempo. En muchas personas hay esta tendencia al “angelismo”, este deseo de una pureza ideal. Pero el “angelismo”, lejos de ser una cosa que nos hace crecer y que nos motiva al bien, puede transformarse en una peligrosa tentación de huir de nuestra realidad terrestre, de nuestra realidad de seres encarnados. En la historia de la Iglesia se pueden constatar estas tendencias de “puritanismo”. Ha habido diversos momentos en la historia que han buscado esta pureza ideal, como por ejemplo los Donatistas del tiempo de San Agustín, o los Cátaros, (cátaro significa propiamente puro), en el medioevo o todavía algunos movimientos con tinte carismático de los años “80 y 90”. En estos movimientos de espiritualidad, muchas veces se han verificado los excesos más sorprendentes de rigorismos en búsqueda de “integridad”. Desde el punto de vista psicológico, la búsqueda de esta pureza ideal, que raya en el extremo de un “angelismo”, causa problemas graves, muchas veces una fuga de la realidad. La pureza es ante todo una virtud, no un simple “angelismo” para convertirnos en lo que no somos. Nosotros fuimos creados del barro, como narra el libro del Génesis, somos una unidad de cuerpo y espíritu, fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Llevamos una realidad espiritual en nuestra corporeidad. Somos hechos de carne y esta carne es caracterizada por toda una serie de aspectos, que posiblemente no nos gustan, pero que debemos aceptar, asumirlos y portarlos serenamente para llegar a ser personas verdaderamente equilibradas, verdaderamente maduras, verdaderamente sanas. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? Este orden de ideas nos permite tener una mirada analógica entre la enfermedad de la lepra y la realidad del pecado. El pecado es esta separación de Dios, esta separación de los hermanos. La pureza es la posibilidad de reencontrar la comunión con Dios, de poder alabar a Dios, agradecer a Dios, ofrecer la propia vida en sacrificio, en acción de gracias a Dios. La pureza es la posibilidad de ofrecer al Señor, no solo, nuestras oraciones, sino también nuestros cuerpos, como sacrificio agradable a Dios y como oportunidad para vivir después en comunión con nuestros hermanos. Dice el discurso de las bienaventuranzas en Mateo 5: “beatos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”. Aquí tenemos otra connotación bíblica de la pureza. La pureza en el Nuevo Testamento, la enseña Jesús, como algo interior. No se es puro simplemente si se lava, si se hacen las abluciones rituales, típicas de la religiosidad hebrea. No se es puro o impuro simplemente a causa de una enfermedad, que no depende de nuestra voluntad. Se es puro si el corazón está orientado a Dios, si el corazón está en paz, en relación con los hermanos. No basta sólo no matar, no robar, no cometer adulterio; para ser puros se necesita eliminar del corazón todo sentimiento de odio hacia al hermano, eliminar el deseo de las cosas de los demás, de la mujer del otro, etc. Somos justos, somos “puros” solamente si esta justicia está enraizada en lo profundo del corazón. Somos puros solo cuando nuestro corazón esta direccionado hacia Dios, en paz con Dios y con nuestros hermanos. Como afirma Jesús, no es lo que entra lo que hace impuro al hombre, sino lo que sale de su corazón. En este orden de ideas, cambia por completo la concepción de la pureza, se podría afirmar que es el modo justo de estar en relación con Dios y con nuestros hermanos. Como el leproso del Evangelio, estamos también nosotros llamados a ir a Jesús y pedirle: “si quieres puedes purificarme”. “si quieres Señor”, puedes restituirme la capacidad de adorarte y de ofrecerme todo mi ser, mi espíritu, mi alma, mi cuerpo en todos sus aspectos, así como es, como sacrificio agradable a Ti. “Si quieres Señor”, purifícame; si lo quieres puedes devolverme la serenidad del corazón, la mirada limpia que me permita mirar a las personas con respeto, que me permita entrar en una lógica del perdón, de misericordia, sin exclusión alguna. El corazón puro es el corazón que tiene las características anunciadas en las Bienaventuranzas: es un corazón pobre en el espíritu, un corazón manso, un corazón misericordioso, un corazón que busca la paz. Beato, por lo tanto, los limpios, los limpios de corazón, o sea los que son purificados por Cristo, porque verán a Dios. Solo el Señor nos podrá dar esta gracia, sólo Él puede hacernos puros de corazón. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? “Todo lo puedo en aquel que me fortalece”, dice San Pablo. Para este enfermo fue determinante el encuentro con Jesús. A Jesús debemos dirigirnos con la misma audacia, con la misma humildad, con la misma tenacidad del leproso del evangelio de hoy. Este grito puede convertirse en nuestra oración: “si quieres, Señor, puedes limpiarme”. Naturalmente Jesús quiere. Su voluntad, como dice san Pablo a los tesalonicenses, es nuestra santificación y nuestra purificación. “Lo quiero”, ¡quedas purificado!” nos responde Jesús. Esto nos permitirá ver a Dios, reconocerlo, tener una mirada limpia. Esto nos permitirá a la luz de la fe, de la esperanza, abrir nuestros ojos del corazón para ayudarnos a reconocer a Dios presente, activo, en todas las circunstancias de nuestra vida. Nos fortalece para la misión continua, para ver a Dios en nuestros hermanos y hermanas, especialmente los más necesitados de salud del cuerpo y de alma. “Si lo quieres Señor, puedes limpiarme”. “lo quiero, ¡quedas limpio!”.

Lun 29 Ene 2018

Jesús capacita para el servicio cuando sana y libera

Primera lectura: Jb 7,1-4.6-7 Salmo Sal 147(146),1-2.3-4. 5-6 (R. Cfr. 3) Segunda lectura: 1Co 9,16-19.22-23 Evangelio: Mc 1,29-39 Introducción En el evangelio propuesto en este domingo, se continúa con la descripción del tránsito de Jesús a Cafarnaúm. Después de haber causado estupor por su nueva enseñanza, llena de autoridad, inmediatamente saliendo de la sinagoga, llega a la casa de Simón y Andrés, con Santiago y Juan. Se acerca a la suegra de Simón la toma de la mano y la fiebre se le paso y se puso a servirles. Jesús capacita para el servicio cuando sana y libera. Dice el evangelio que le traían a Jesús todos los enfermos y endemoniados y Él curaba a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Una nueva autoridad al servicio del reino, un reino de amor y servicio. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El Evangelio de Marcos narra que, Jesús “acercándose a una mujer la alzó tomándola de la mano y la fiebre la dejó”. He aquí su nueva enseñanza con autoridad, no sólo de palabras, Jesús se hace próximo, es su amor que abajándose enaltece, su tomar de la mano, es su caminar junto con su amor, que alzando libera. Como bellamente lo expresa el primer libro de Samuel: “el levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para hacer que se siente entre príncipes y que herede un trono glorioso” (2,8). El encuentro de Jesús con la fragilidad humana es una fuerza que transforma interiormente y salva. También el Papa Francisco invita a tocar la carne del que sufre, compartir sus sufrimientos y ayudarle en su restauración. Ahora Marcos dice, que la suegra de Simón, alzada por Jesús, los servía. Su vida nueva es el servicio. Mientras los escribas no querían ser servidos por las mujeres, Jesús, que “enseñaba con autoridad y no como los escribas”, levanta la mujer, y ella “le sirve”. Entonces podrimos preguntarnos ¿qué significa esta diaconía? La suegra de Simón, inmediatamente entra en el dinamismo de vida que es propio de Dios, el del amor y el servicio, que se abaja para ser fuerza, que hace vivir: está anticipado el camino recorrido y encontrando el resucitado, para comprender que el servicio es la participación intima de la vida de Dios. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? El Evangelio de Marcos nos anima continuamente, con su estilo sencillo especial. Como lectores podríamos desear una mayor abundancia de detalles y de datos particulares para entender mejor el sentido de lo que se nos narra. Pero da la impresión de que Marcos quiere, precisamente esto, quiere involucrarnos personalmente en los acontecimientos que narra, de una manera sencilla. No le interesa tanto informarnos con precisión sobre los hechos, sino hacernos vivir, hacernos sentir que Jesús nos encuentra hoy; entra en relación con nosotros, de modo que los hechos precisos del acontecimiento, que hoy leemos, son los nuestros, Jesús nos da la mano y nos levanta. En la casa de Simón y Andrés, todo aparece significativo, estaba la suegra que tenía fiebre, la humanidad sufriente, la fragilidad de la mujer, condicionada tal vez de cual fiebre. La fiebre, tal vez, de la marginación machista de la época. En cuanto entra Jesús a la casa, interesante el dato de Marcos, “inmediatamente hablan de ella”. Esto ya indica que cosa debe hacer la comunidad de los discípulos de Jesús en toda situación de la vida. Podríamos preguntarnos ¿Qué cosa debemos hacer hoy nosotros, llamados a afrontar nuevos problemas y fragilidades de la humanidad? “Hablarle a Jesús de Ella”, significa aprender a dejar que la experiencia del encuentro con Jesús ilumine los problemas existenciales de la vida. Lo que han iniciado a hacer los primeros discípulos, es a lo que nosotros estamos llamados a continuar. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? La palabra de Dios para este domingo es una oportunidad para preguntarnos ¿Quién es Jesús para nosotros?, ¿Cuál es la novedad de su mensaje?, Este cuestionamiento aparece continuamente en la narración de Marcos; plantea el problema de la identidad de Jesús, no como pregunta “teológica”, sino con el deseo de una autentica relación interpersonal. Marcos nos ayuda, haciéndonos encontrar a Jesús, liberándonos de la ilusión de poderlo reducir fácilmente a nuestros pensamientos, a nuestros criterios. El encuentro con Jesús es el sentido de nuestra existencia, Él desborda continuamente nuestras pretensiones de conocerlo. Antes de haberse dejado guiar por los discípulos, donde la suegra de Simón, Él quiere conducirnos para revelarnos quién es Él. En el evangelio propuesto en este domingo, se continúa con la descripción del tránsito de Jesús a Cafarnaúm. Después de haber causado estupor por su nueva enseñanza, llena de autoridad, inmediatamente saliendo de la sinagoga, llega a la casa de Simón y Andrés, con Santiago y juan. Hasta ahora la narración de marcos aparece como una obra breve, todo aparece normal, pero todo en realidad es nuevo. En efecto, marcos ha recibido de la tradición, la noticia del encuentro de Jesús con la suegra de Simón, pero cuando escribe el evangelio, esta alegre noticia de este encuentro, se convierte ya en un escrito. Toda esta experiencia, vivida por la nueva comunidad que está naciendo, vive del Resucitado, de Jesús, que, saliendo de la sinagoga, entró en la casa de Simón y de Andrés. Aquí está la gran novedad, la comunidad no vive más de la ley explicada por los rabinos, sino de Jesús resucitado, que entra en la trama normal de la vida, en la casa de Simón y Andrés con Santiago y Juan; los primeros eslabones de una cadena de aquellos que Jesús continúa a llamar. La novedad cualitativa de la comunidad que está naciendo es que Él, Jesús Resucitado, con su nueva autoridad, es su nueva vida, que deriva de su muerte y resurrección. No es un poder de autoridad jurídica, sino la plenitud y fuerza de vida que se comunica y que da vida, es decir, una verdadera vocación de servicio. Son signos de la inauguración de un nuevo orden de cosas, de la novedad del Reino de Dios presente en medio de la gente. El Papa Francisco, en su visita a Colombia, el año pasado, ha invitado a la Iglesia Colombiana, a redescubrir esa cultura del encuentro, que pasa por la integración de todos los actores de la sociedad, en la cual ninguno se debe sentir excluido de la oportunidad de salvación. Todo bautizado es discípulo misionero del evangelio, que está llamado a comunicar esta buena nueva del Evangelio siendo servidores del Reino. Sólo con una visión incluyente, aun de los marginados y excluidos, pobres y enfermos, se podrá afrontar la cultura del descarte, tantas veces denunciada por el Santo Padre, de manera especial descrita en la exhortación Evangelii Gaudium 1, cuando hace referencia a las cuestiones sociales, y culturales. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Jesús que sana y libera, capacita para la misión. El servicio es la verdadera condición para ser hijo de Dios, para degustar la vida de un Dios que se abaja para donar amor. La suegra de Simón ha anticipado aquello que Jesús, el “siervo de Dios”, mostrará hasta la plenitud de su “servicio” que es la cruz. Es el misterio incomprensible de la novedosa identidad de Jesús, el amor que se abaja para per divino, que Jesús primero busca en la prolongada soledad de la oración, no adhiriéndose a la búsqueda equivocada de la gente y tampoco a la interesada mediación de los discípulos: Jesús es libre y el encuentro con Él es liberador. A quien lo busca, él responde con una pregunta: “¿por qué me buscabais?”, invitando a un camino de verdad interior, para que el encuentro con Jesús sea la acogida de la alegre noticia por la cual él ha venido. La misión del bautizado queda enunciada en la segunda lectura como un imperativo. El apóstol san pablo hace caer en cuenta de esta dimensión, que anunciar el evangelio, no es solo motivo de gloria, es más bien un deber, “hay de mi si no predico el evangelio”. En este contexto también el Evangelio de Marcos muestra la novedad del mensaje de Jesús, la verdadera vocación de servicio del cristiano, una verdadera diaconía. La autoridad con la que Jesús enseña, no sólo de palabras, es principalmente hacerse próximo, caminar junto a los demás, particularmente a los más necesitados, enfermos y excluidos, con esta vivencia del amor de Jesús que levanta y libera, como sucede con la suegra de Simón. Jesús nos invita a una misión de servicio. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link=''] DESCARGA LAS ORIENTACIONES [/icon]

Lun 22 Ene 2018

Jesús con sus palabras, testimonia la autoridad que le viene del Padre

Primera lectura: Dt 18,15-20 Salmo Sal 95(94),1-2.6-7ab. 7c-9 Segunda lectura: 1Co 7,32-35 Evangelio: Mc 1,21-28 Introducción La Palabra de Dios que se nos ofrece para este domingo, sugiere tres temas que pueden orientar la reflexión: 1. La elección del profeta que comunica la Palabra de Dios, libre de contaminarse con otros dioses e ideas que confunden y desvían al pueblo. 2. El hombre y mujer que se consagran a Dios pueden hacerlo en la libertad de dedicarse tiempo completo al servicio del Señor, o sentirse divididos frente a los deberes con el mundo. 3. La autoridad de Jesús quien, con gestos y palabras, expulsa al demonio inmundo que se encuentra dentro de la sinagoga y que lo reconoce como el santo de Dios. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la primera lectura del Libro del Deuteronomio, Yahveh Dios habla a través de Moisés al pueblo de Israel sobre las disposiciones de quienes han de ejercer la vocación profética. Dios pondrá sus palabras en la boca del profeta y le comunicará sus mandatos. Dios juzgará al profeta por su obediencia en la comunicación de su palabra al pueblo, pero si el profeta no es fiel a sus palabras y se desvía hablando en nombre de otros dioses, será reo de muerte. El apóstol San Pablo recomienda y forma a la comunidad de Corinto en la libertad de preocupaciones del mundo para servir al Señor en santidad de cuerpo y espíritu, procurando el trato digno y asiduo con el Señor sin división. Distingue entre el hombre y la mujer casados o no casados, pues, quien está casado está dividido, ya que se preocupa de las cosas del mundo; mientras, quien no está casado es más libre de estas preocupaciones para servir al Señor. Todo bautizado es un profeta, que discerniendo su vocación dedica su tiempo al servicio del Señor sin ataduras, ni compromisos con las cosas del mundo que lo dividen, distraen y le quitan tiempo para dedicarse a las cosas del Señor. En el Evangelio, Jesús llega a Cafarnaúm con los apóstoles y comienza a enseñar el sábado. En la sinagoga hay un hombre de espíritu inmundo que lo reconoce como el Santo de Dios. Cuando Jesús expulsa el espíritu inmundo del hombre; la gente estupefacta y sorprendida percibe en Él, una doctrina nueva, expuesta con autoridad: Manda los espíritus inmundos y le obedecen. Jesucristo, El Profeta por antonomasia, sorprende porque su autoridad es totalmente coherente entre lo que dice (palabras) y lo que hace (gestos). ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Palabra de Dios interroga nuestra vocación como sacerdotes, profetas, religiosos, religiosas, laicos, esposos, esposas y laicos en la misión de anunciar y denunciar la verdad a nuestro pueblo. Advierte sobre la necesidad de no acomodarnos a la Palabra de Dios porque ya hemos sido consagrados, o porque participamos frecuentemente de los sacramentos o acudimos regularmente al templo. No creer que, por ser sacerdotes, religiosos, o consagrados, ya tenemos garantizada la salvación. Aún dentro de la misma Iglesia y en el mismo templo podemos estar poseídos del espíritu del mal, pues este, también acude al templo y reconoce la presencia de Dios. Igualmente, la Palabra nos advierte sobre las doctrinas atractivas y mundanas que nos pueden confundir y alejar de la recta doctrina. Hay que permanecer fiel al Dios único y verdadero, manifestado en su Hijo Jesucristo. La autoridad con que nosotros hablamos debe proceder de la humildad y caridad en el servicio a los demás, las palabras convencen, pero el testimonio arrastra. La autoridad, es la coherencia de una vida que testimonia a Jesucristo, más que con nuestras palabras, con la vida ofrecida en servicio a los demás, especialmente a los enfermos, pobres y más vulnerables de nuestra sociedad. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? No todo quien va al templo tiene garantizada la salvación, pues los espíritus inmundos también acuden a las celebraciones litúrgicas, van a misa, comulgan y reconocen a Dios. Cuidado con sentirnos seguros de nosotros mismos; pretender medir nuestra conversión por los actos externos, el número de obras de caridad o creer que la gracia de Dios la podemos adquirir o comprar mediante la fuerza del mérito propio. Hay que evitar el espíritu mundano que nos lleva a caer en la falsedad, la hipocresía y la doblez de corazón, creyéndonos justificados. Igualmente, la Palabra invita a renovar nuestro compromiso profético adquirido en el bautismo, que nos advierte sobre el cuidado de no emigrar hacia dioses falsos que engañan y nos separan de la recta doctrina de la salvación. La sociedad moderna está llena de sutiles y variadas formas de espíritus inmundos, de ofertas esotéricas, sectas y nuevos movimientos religiosos, que tergiversan la recta enseñanza de la Iglesia y nos pueden desviar hacia caminos tortuosos de engaño y perdición. Hay que cultivar nuestra formación en la fe, mediante la catequesis, la fe, el amor y el servicio en nuestros grupos y comunidades parroquiales. Frente a las dudas e incertidumbres que siembran otros en nuestros corazones, no asustarse, reflexionar, orar, buscar al sacerdote o la comunidad que me puede orientar, explicar y llevar hacia la auténtica y correcta comprensión de la Palabra, de la Iglesia y su magisterio. La Palabra de Dios de este domingo, nos invita a vivir al servicio de la palabra de Dios y de la Iglesia, de acuerdo con la vocación a la que hemos sido llamados como casados, consagrados, sacerdotes o laicos. Ejerciendo todos la dimensión real, profética y sacerdotal que hemos recibido en el bautismo. En las palabras que el Papa Francisco dirigió durante el encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados, consagradas, seminaristas y sus familias, resaltamos varias ideas que van en coherencia con la temática que nos invita a reflexionar la Palabra de Dios en este domingo: “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo, el gozo de evangelizar”… “Las vocaciones de especial consagración mueren cuando se quieren nutrir de honores, cuando están impulsadas por la búsqueda de una tranquilidad personal y de promoción social, cuando la motivación es ¨subir de categoría¨, apegarse a intereses materiales, que llegan incluso a la torpeza del afán de lucro” ... “Con los gestos y palabras de Jesús, que expresan amor a los cercanos y búsqueda de los alejados; ternura y firmeza en la denuncia del pecado y el anuncio del Evangelio… ¿cuántas veces escuchamos hombres y mujeres consagrados que parece que, en vez de administrar gozo, alegría, crecimiento, vida, administran desgracias, y se la pasan lamentándose de las desgracias de este mundo? Es la esterilidad, de quien es incapaz de tocar la carne sufriente de Jesús”. (Encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados seminaristas y sus familias, Coliseo La Macarena, Medellín, 9 de septiembre de 2017). ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La presencia de Jesucristo en la sinagoga sorprende por la autoridad con que ejerce su palabra y la coherencia con que actúa. Al paso de Jesucristo por nuestras vidas, no debemos ser indiferentes, sino que nos debe ayudar a construir el mundo, dando la prioridad a Él, y creciendo en el servicio a los demás de acuerdo con nuestra vocación de consagrados. El encuentro con Jesucristo vivo, hace que sus gestos y palabras estimulen nuestra misión y el servicio a los demás con caridad y verdad, para ayudar en la sanación de tantas formas inadecuadas de fe que nos pueden perder y confundir en el camino que conducen a la auténtica salvación, aun estando dentro de la Iglesia. 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Vie 19 Ene 2018

Convirtámonos y sigamos a Jesucristo

Primera lectura: Jon 3,1-5.10 Salmo Sal 25(24),4-5ab.6+7bc.8-9 (R. Cfr. 18) Segunda lectura: 1Co 7,29-31 Evangelio: Mc 1,14-20 En el Tercer Domingo del tiempo Ordinario, se sugieren tres temas para reflexionar y profundizar. El primero tiene que ver con el llamado a la conversión universal, que traspasa las fronteras. El profeta Jonás se resiste a obedecer a Dios, quien lo envía a un pueblo pagano a predicar la conversión de sus pecados e idolatrías, un pueblo que no es judío, por lo tanto, diferente a su cultura, religiosidad y costumbres. El segundo, se relaciona con el desapego a los bienes materiales y la invitación a asumir una actitud de indiferencia hacia los valores que presenta el mundo temporal. Y el tercero, es el llamado que Jesucristo hace a los primeros apóstoles a seguirlo, dejándolo todo. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Jonás profeta, después de atravesar la etapa de discernimiento y resistencia de su vocación, acepta la misión que Dios le encomienda: predicar la conversión a un pueblo pagano. El profeta obedece en contra de su voluntad. El autor sagrado pone al Señor en ¨actitud de arrepentimiento¨, frente a la reacción del pueblo, que escucha, obedece y se convierte. El pueblo Ninivita asume gestos propios de conversión: escuchar, ayunar, dejar de obrar el mal, vestirse de saco, son señales de arrepentimiento. El Apóstol San Pablo, frente a la inminente llegada del Señor y la brevedad del tiempo, recomienda unas actitudes de desapego y relativización hacía los valores de este mundo que son pasajeros: los que tienen mujer, los que lloran, los que están alegres y los que disfrutan la vida, les recomienda vivir en una actitud de indiferencia, frente a los sentimientos, sufrimientos y alegrías del mundo. El Evangelista san Marcos, muestra a Jesús en continuidad con el llamado a la conversión del pueblo ninivita en el primer testamento, así invita a arrepentirse de los pecados y a caminar en la presencia de Dios. Sin embargo, el Evangelio observa un plus, que modifica y cualifica el esquema anterior del profetismo veterotestamentario. En efecto, en Jesucristo, Dios cualifica y altera el resultado de la conversión a través del llamado y elección de los primeros apóstoles, es decir, haciendo presente la vocación y el Reino de Dios no solo en el pueblo ninivita, sino dentro de cada uno; no solo en los pecadores y humildes de manera genérica, sino en la persona de cada apóstol o discípulo que decide dejarlo todo para comenzar una nueva vida en el Señor. Así, la vocación del apóstol y el discípulo se convierte en sí misma, en un llamado de conversión. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Palabra pone al ministro que es un discípulo de Jesucristo, a reflexionar sobre la misión y el llamado a la conversión, mediante el testimonio de su vida. Cuando se leen estos tres testimonios de Jonás, san Pablo y de nuestro Señor Jesucristo, interroga el mismo testimonio sacerdotal. El profeta anuncia y denuncia la Palabra de Dios en la vida personal, comunitaria, en la Iglesia y en el mundo actual. Invita a la conversión mediante la confesión y reparación de los pecados propios y del pueblo, y empuja a ofrecer, como miembro de la Iglesia, el perdón, el amor y la reconciliación de Dios consigo mismo, con los hermanos, con la comunidad y con la creación entera. Sugiere revisar el contenido de la predicación, el mensaje de salvación, las injusticias que se ven y quizá se omiten por temor a sufrir las consecuencias de un anuncio profético. Pone a pensar, cómo la Palabra que se anuncia y se denuncia, se convierte para el sacerdote mismo, no solo en palabra externa, sino en tarea y compromiso de vivir con convicción, siendo testigo de una realidad que involucra y no deja pasar indiferente al ministro que la proclama. Finalmente, entusiasma a ser testigo, discípulo amado, que, con la palabra y el testimonio de conversión, ayuda a construir el Reino de Dios. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? Como pueblo de Dios, y comunidad en formación, la Palabra sugiere considerar tres dimensiones: 1. Nuestra vocación de hijos de Dios, a través del Sacramento del Bautismo, nos constituye en sacerdotes, profetas y reyes. Esta vocación profética, hace que la Palabra de Dios penetre en nuestro corazón, anuncie y denuncie lo que hay que cambiar en nuestra vida personal, para generar dinámicas de conversión que partan desde nuestra realidad. 2. El contenido del mensaje profético es el Reino de Dios manifestado en Jesucristo. Dios que se encarna para nuestra salvación y cuyo Reino se inaugura cuando nos abrimos a la conversión, nos pide despojándonos de todo aquello que no nos ayuda a caminar en la presencia del Señor. 3. Dios manifestado en Jesucristo, nos elige para ser un pueblo santo, que inicia a caminar desde el llamado a la conversión personal para seguirlo en el cuerpo que es la Iglesia; nos invita a desprendernos de todo aquello que no nos ayuda a construir el Reino de Dios en nuestras vidas. Dios que es Padre, lleno de ternura y misericordia, lento a la ira y rico en clemencia para los que lo invocan, nos motiva a reconocer con humildad que siendo pecadores, podemos caminar en su presencia para ser acompañados y ayudados en nuestro diario acontecer. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? El encuentro con Jesucristo, cambia y transforma nuestra existencia de una condición pecadora a una renovación permanente de nuestra vida. Jesús nos llama, nos convierte, nos convoca, nos elige para le sirvamos y caminemos en su presencia, para hacernos discípulos misioneros que llevemos su palabra por doquier y nos envía a dejarlo todo para seguirlo y hacer comunidad saliendo al encuentro de todas las personas que Él pone en el camino de nuestra existencia. El encuentro con Jesucristo vivo nos convierte en testigos de su amor. Las palabras del Papa Francisco en su visita a Colombia nos ayudan a reflexionar en este camino de conversión. En efecto, nos animó no solo a dar el primer paso para la paz y la reconciliación, sino a seguir caminando y dando pasos de verdadera conversión con la verdad, la justicia el amor y la reconciliación: “La palabra de Jesús tiene algo especial que no deja indiferente a nadie; su Palabra tiene poder para convertir corazones, cambiar planes y proyectos. Es una Palabra probada en la acción, no es una conclusión de escritorio, de acuerdos fríos y alejados del dolor de la gente, por eso es una Palabra que sirve tanto para la seguridad de la orilla como para la fragilidad del mar”. (Homilía, Parque Simón Bolívar, Bogotá, 7 de septiembre 2017). [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link=''] DESCARGA LAS ORIENTACIONES[/icon]

Vie 15 Dic 2017

Estar siempre alegres en el Señor

Primera lectura: Is 61,1-2a.10-11 Salmo Sal Lc 1,46b-48. 49-50.53-54 (R. Cfr. Is 61,10b) Segunda lectura: 1Ts 5,16-24 Evangelio: Jn 1,6-8.19-28 El tercer domingo de adviento, llamado también “Gaudete” es un domingo especial en este itinerario de esperanza y preparación y nos habla de estar siempre alegres en el Señor, por ello desde el comienzo de la celebración el ambiente nos habla de un día especial, los signos nos comunican y, de manera especial el color rosa en este día (en la corona de adviento y en la casulla), nos remiten a la alegría y al gozo en el Señor. Toda la liturgia de este domingo nos hace un llamado tener un ánimo dedicado y jubiloso para alcanzar la alegría de la salvación y por ello este domingo, que nos habla ya de la llegada de una nueva etapa en el adviento y de la proximidad de las ferias privilegiadas del 17 al 24 de diciembre, serán de una preparación intensa y más directa a la venida del Señor en la navidad. DESCARGA: Presentación Predicación y Moniciones