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Lectio Dominical

Vie 14 Feb 2020

"El Señor Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida"

Primera Lectura: Is 58,7-10 Salmo: Sal 112(111),4-5.6-7. 8a+9 (R. 4a) Segunda Lectura: 1Co 2,1-5 Evangelio: Mt 5,13-16. Introducción A la luz de la Palabra de Dios que se proclama en este día: • El creyente está llamado a ser testigo y reflejo del amor de Dios en el mundo. • La misión del cristiano, como sal y luz, es transformar el mundo en nombre de Dios. • El compromiso creyente y la fuerza de la fe no se basan sólo en las cualidades personales, sino en la disponibilidad para ser sacramento de la misericordia de Dios. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las lecturas de este Domingo –a poco más de dos semanas de iniciar el camino cuaresmal-, retoman algunos de los signos bautismales que caracterizarán la celebración de la Pascua. Así, el texto de Isaías plantea como un imperativo divino la fraternidad y la solidaridad con los más necesitados. Practicando la misericordia Dios se hace cercano y hace que la luz, signo de vida, brille en medio de la oscuridad. En el mismo sentido el salmo alaba al hombre que teme al Señor y que brilla en medio de las tinieblas como una luz. También alaba al creyente que administra sus bienes con justicia. San Pablo al escribir a la comunidad cristiana de Corinto, a la que había evangelizado unos años antes después de pasar por Atentas y su Areópago, evoca ese encuentro que debió ser bastante difícil: Corinto era una ciudad con mucha riqueza y con una moralidad muy deteriorada. Los valores del Evangelio debieron enfrentar muchas dificultades antes de que se hicieran vida en la vida de los corintios. Cuando Pablo vuelve la mirada sobre este proceso, invita a la comunidad a tomar conciencia de que fue obra de Dios, y no fruto de una astuta estrategia, de la capacidad persuasiva de Pablo o de su hábil oratoria. A pesar de la fragilidad y el temor del apóstol, Dios hace su obra y es él el que funda la fe de los corintios. Finalmente, el Evangelio retoma el sermón del monte para plantear un imperativo: los creyentes deben ser como la sal que da sabor a la tierra y como la luz que ilumina el mundo, para que toda la humanidad pueda experimentar la misericordia del Padre en las buenas obras de los discípulos. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El contexto de la lectura del profeta Isaías es la práctica del ayuno que realiza el pueblo de Israel al volver del exilio, a finales del siglo V a.C. El profeta critica a los que imponen privaciones al cuerpo, pero no cambian el corazón. El verdadero ayuno es el que orienta la vida a practicar la justicia, la fraternidad y la solidaridad. El profeta no se cansa de insistir en la importancia de ser sensibles frente a quienes pasan necesidad y al final de la lectura introduce el tema de la luz que se retoma en el salmo y en el Evangelio de la lectura de hoy. Es importante pensar en que, ni en la época de Jesús ni en la de Isaías, existía luz eléctrica, ni bombillos ni interruptores, ni fósforos ni encendedores, ni postes ni luminarias, ni pilas o baterías. Mucho menos teléfonos celulares con aplicaciones de linternas. La noche era un verdadero peligro y la luz un preciado tesoro. Cuando Jesús invita a sus discípulos a ser luz del mundo inmediatamente hace venir a su mente las palabras del salmo: “en las tinieblas brilla como una luz el que es honesto, compasivo, misericordioso y justo”. Por eso la meditación del texto completo del salmo 112 (111) nos invita a confrontar nuestra vida para ver si en nuestras acciones estamos siendo misericordiosos o si hemos dejado endurecer el corazón. Esa misión de ser luz del mundo fue confiada a Israel en el Antiguo Testamento y ha sido encomendada con mayor radicalidad a la Iglesia: manifestar, a lo largo de la historia y en todos los contextos y culturas, la misericordia de Dios por medio de obras concretas, verificables. En la misma línea se ubica la misión que Jesús encomienda a sus apóstoles para que sean como “una ciudad puesta en lo alto de un monte” (v. 14). Es común encontrar vestigios de ciudades y construcciones de antiguas culturas en la cima de los montes: la altura no sólo ayudaba a prever los ataques y facilitaba la defensa, sino que se constituía en bastión para toda la región. Pero cuando Jesús hace esta exhortación no invita a asumir un comportamiento llamativo o a tocar la trompeta cuando se practica la justicia o se hace limosna. Lo que hace es evocar la imagen presente en la mente de cualquier judío que proclama a Jerusalén y al monte del templo del Señor como una fuente de bendiciones para todos los pueblos (cf. Is 2, 2-5). A partir de entonces, ya no será Jerusalén sino la comunidad de sus discípulos la que irradiará bendiciones y a la que acudirán todas las gentes que buscan saciar sus necesidades, problemas y angustias. Tal vez la misión más difícil de entender es la primera que señala Jesús cuando indica la misión de ser “sal de la tierra” (v. 13). Aunque hoy en día las prescripciones médicas invitan a reducir su consumo para no afectar la tensión, na de las principales funciones de la sal es dar sabor a los alimentos. Por eso desde siempre la sal ha sido símbolo de sabiduría y en ese contexto Jesús invita a sus discípulos a ser testigos de una sabiduría que llene de sabor la vida de los que les rodean, que alimente sueños y esperanzas, que conforte en los momentos de lágrimas y sufrimientos. Pero cuando no existía energía eléctrica ni se habían inventado las neveras, la sal cumplía otra función imprescindible y era conservar los alimentos. Todavía nos quedan vestigio de ello en el pescado salado y en la carne oreada. En el mismo sentido, el cristiano debe ser sal de la tierra e impedir que el mundo se corrompa, se dañe, se pierda, se descomponga. La proclamación y vivencia de los valores del Evangelio son un testimonio que transforma la realidad y que ayuda a hacer visible el proyecto amoroso de Dios sobre el mundo. Finalmente, la sal también cumplía una función contractual: garantizaba la inviolabilidad de los pactos y servía como medio de pago de los mismos (por eso incluso hoy en día la retribución por un trabajo se llama “salario”). También los cristianos son sal de la tierra en cuanto testimonian con sus obras que Dios es siempre fiel a su amor, cuando a través de nuestras buenas obras hacemos presente la misericordia del Señor. Y es en este contexto que se puede orientar la comprensión de la segunda lectura: así como san Pablo recuerda a los Corintios que a pesar de su fragilidad Dios se hizo presente por medio suyo para transformarles la vida, Dios se sigue haciendo presente en el mundo por medio de cada uno de nosotros. El Señor necesita de nuestra inteligencia, de nuestras manos, de nuestras obras, de nuestras palabras para hacer presente su misericordia, su amor y su ternura. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi- so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Hagamos nuestra y hagamos vida las palabras de la oración colecta de la misa del jueves siguiente al miércoles de ceniza: “Que tu gracia, Señor, inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti, como su fuente y tienda siempre a ti, como a su fin”. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Se pueden resaltar las frases: «Ustedes son la luz del mundo» y «ustedes son la sal de la tierra» 2. Es muy recomendable que, desde antes de la celebración litúrgica, se guarde silencio en el templo, en la sacristía y en los lugares anexos. De modo que todo se disponga devota y debidamente para la acción sagrada (Cfr. OGMR 45). 3. Sería oportuno hacer hoy el rito para la bendición y la aspersión del agua en memoria del Bautismo, que ocuparía el lugar del acto penitencial al comienzo de la Misa, siguiendo lo indicado en el Apéndice I, Formulario II, del Misal, p. 1056. 4. Para que favorezca la meditación de la Palabra de Dios, conviene que haya breves momentos de silencio, antes de que inicie la Liturgia de la Palabra, después de la primera y, si hay, segunda lectura, y una vez terminada la homilía. La finalidad de estos silencios es que, con la ayuda del Espíritu Santo, la asamblea medite brevemente lo que escuchó, saboree la Palabra de Dios y se prepare la respuesta más conveniente (Cfr. OGMR 45 y 56). 5. Se sugiere el Prefacio Dominical I: Misterio Pascual y pueblo de Dios, para continuar acentuando el tema de ser luz del mundo. 6. Tener presente que el martes, 11 de febrero, se conmemora a la Bienaventurada Virgen María de Lourdes y se realiza la Jornada Mundial de Enfermo. Es una de las fechas más oportunas para motivar, preparar y desarrollar la Jornada parroquial de los enfermos ya que, reuniéndolos en el templo para la celebración eucarística, se les puede ofrecer también los sacramentos de la Reconciliación y de la Unción de Enfermos.

Vie 7 Feb 2020

Somos llamados a vivir con rectitud y a cumplir la ley plenamente

Primera Lectura: Is 58,7-10 Salmo: Sal 112(111),4-5.6-7. 8a+9 (R. 4a) Segunda Lectura: 1Co 2,1-5 Evangelio: Mt 5,13-16. Introducción A la luz de la Palabra de Dios que se proclama en este día: • El creyente está llamado a ser testigo y reflejo del amor de Dios en el mundo. • La misión del cristiano, como sal y luz, es transformar el mundo en nombre de Dios. • El compromiso creyente y la fuerza de la fe no se basan sólo en las cualidades personales, sino en la disponibilidad para ser sacramento de la misericordia de Dios. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las lecturas de este Domingo –a poco más de dos semanas de iniciar el camino cuaresmal-, retoman algunos de los signos bautismales que caracterizarán la celebración de la Pascua. Así, el texto de Isaías plantea como un imperativo divino la fraternidad y la solidaridad con los más necesitados. Practicando la misericordia Dios se hace cercano y hace que la luz, signo de vida, brille en medio de la oscuridad. En el mismo sentido el salmo alaba al hombre que teme al Señor y que brilla en medio de las tinieblas como una luz. También alaba al creyente que administra sus bienes con justicia. San Pablo al escribir a la comunidad cristiana de Corinto, a la que había evangelizado unos años antes después de pasar por Atentas y su Areópago, evoca ese encuentro que debió ser bastante difícil: Corinto era una ciudad con mucha riqueza y con una moralidad muy deteriorada. Los valores del Evangelio debieron enfrentar muchas dificultades antes de que se hicieran vida en la vida de los corintios. Cuando Pablo vuelve la mirada sobre este proceso, invita a la comunidad a tomar conciencia de que fue obra de Dios, y no fruto de una astuta estrategia, de la capacidad persuasiva de Pablo o de su hábil oratoria. A pesar de la fragilidad y el temor del apóstol, Dios hace su obra y es él el que funda la fe de los corintios. Finalmente, el Evangelio retoma el sermón del monte para plantear un imperativo: los creyentes deben ser como la sal que da sabor a la tierra y como la luz que ilumina el mundo, para que toda la humanidad pueda experimentar la misericordia del Padre en las buenas obras de los discípulos. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El contexto de la lectura del profeta Isaías es la práctica del ayuno que realiza el pueblo de Israel al volver del exilio, a finales del siglo V a.C. El profeta critica a los que imponen privaciones al cuerpo, pero no cambian el corazón. El verdadero ayuno es el que orienta la vida a practicar la justicia, la fraternidad y la solidaridad. El profeta no se cansa de insistir en la importancia de ser sensibles frente a quienes pasan necesidad y al final de la lectura introduce el tema de la luz que se retoma en el salmo y en el Evangelio de la lectura de hoy. Es importante pensar en que, ni en la época de Jesús ni en la de Isaías, existía luz eléctrica, ni bombillos ni interruptores, ni fósforos ni encendedores, ni postes ni luminarias, ni pilas o baterías. Mucho menos teléfonos celulares con aplicaciones de linternas. La noche era un verdadero peligro y la luz un preciado tesoro. Cuando Jesús invita a sus discípulos a ser luz del mundo inmediatamente hace venir a su mente las palabras del salmo: “en las tinieblas brilla como una luz el que es honesto, compasivo, misericordioso y justo”. Por eso la meditación del texto completo del salmo 112 (111) nos invita a confrontar nuestra vida para ver si en nuestras acciones estamos siendo misericordiosos o si hemos dejado endurecer el corazón. Esa misión de ser luz del mundo fue confiada a Israel en el Antiguo Testamento y ha sido encomendada con mayor radicalidad a la Iglesia: manifestar, a lo largo de la historia y en todos los contextos y culturas, la misericordia de Dios por medio de obras concretas, verificables. En la misma línea se ubica la misión que Jesús encomienda a sus apóstoles para que sean como “una ciudad puesta en lo alto de un monte” (v. 14). Es común encontrar vestigios de ciudades y construcciones de antiguas culturas en la cima de los montes: la altura no sólo ayudaba a prever los ataques y facilitaba la defensa, sino que se constituía en bastión para toda la región. Pero cuando Jesús hace esta exhortación no invita a asumir un comportamiento llamativo o a tocar la trompeta cuando se practica la justicia o se hace limosna. Lo que hace es evocar la imagen presente en la mente de cualquier judío que proclama a Jerusalén y al monte del templo del Señor como una fuente de bendiciones para todos los pueblos (cf. Is 2, 2-5). A partir de entonces, ya no será Jerusalén sino la comunidad de sus discípulos la que irradiará bendiciones y a la que acudirán todas las gentes que buscan saciar sus necesidades, problemas y angustias. Tal vez la misión más difícil de entender es la primera que señala Jesús cuando indica la misión de ser “sal de la tierra” (v. 13). Aunque hoy en día las prescripciones médicas invitan a reducir su consumo para no afectar la tensión, na de las principales funciones de la sal es dar sabor a los alimentos. Por eso desde siempre la sal ha sido símbolo de sabiduría y en ese contexto Jesús invita a sus discípulos a ser testigos de una sabiduría que llene de sabor la vida de los que les rodean, que alimente sueños y esperanzas, que conforte en los momentos de lágrimas y sufrimientos. Pero cuando no existía energía eléctrica ni se habían inventado las neveras, la sal cumplía otra función imprescindible y era conservar los alimentos. Todavía nos quedan vestigio de ello en el pescado salado y en la carne oreada. En el mismo sentido, el cristiano debe ser sal de la tierra e impedir que el mundo se corrompa, se dañe, se pierda, se descomponga. La proclamación y vivencia de los valores del Evangelio son un testimonio que transforma la realidad y que ayuda a hacer visible el proyecto amoroso de Dios sobre el mundo. Finalmente, la sal también cumplía una función contractual: garantizaba la inviolabilidad de los pactos y servía como medio de pago de los mismos (por eso incluso hoy en día la retribución por un trabajo se llama “salario”). También los cristianos son sal de la tierra en cuanto testimonian con sus obras que Dios es siempre fiel a su amor, cuando a través de nuestras buenas obras hacemos presente la misericordia del Señor. Y es en este contexto que se puede orientar la comprensión de la segunda lectura: así como san Pablo recuerda a los Corintios que a pesar de su fragilidad Dios se hizo presente por medio suyo para transformarles la vida, Dios se sigue haciendo presente en el mundo por medio de cada uno de nosotros. El Señor necesita de nuestra inteligencia, de nuestras manos, de nuestras obras, de nuestras palabras para hacer presente su misericordia, su amor y su ternura. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi- so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Hagamos nuestra y hagamos vida las palabras de la oración colecta de la misa del jueves siguiente al miércoles de ceniza: “Que tu gracia, Señor, inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti, como su fuente y tienda siempre a ti, como a su fin”. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Se pueden resaltar las frases: «Ustedes son la luz del mundo» y «ustedes son la sal de la tierra» 2. Es muy recomendable que, desde antes de la celebración litúrgica, se guarde silencio en el templo, en la sacristía y en los lugares anexos. De modo que todo se disponga devota y debidamente para la acción sagrada (Cfr. OGMR 45). 3. Sería oportuno hacer hoy el rito para la bendición y la aspersión del agua en memoria del Bautismo, que ocuparía el lugar del acto penitencial al comienzo de la Misa, siguiendo lo indicado en el Apéndice I, Formulario II, del Misal, p. 1056. 4. Para que favorezca la meditación de la Palabra de Dios, conviene que haya breves momentos de silencio, antes de que inicie la Liturgia de la Palabra, después de la primera y, si hay, segunda lectura, y una vez terminada la homilía. La finalidad de estos silencios es que, con la ayuda del Espíritu Santo, la asamblea medite brevemente lo que escuchó, saboree la Palabra de Dios y se prepare la respuesta más conveniente (Cfr. OGMR 45 y 56). 5. Se sugiere el Prefacio Dominical I: Misterio Pascual y pueblo de Dios, para continuar acentuando el tema de ser luz del mundo. 6. Tener presente que el martes, 11 de febrero, se conmemora a la Bienaventurada Virgen María de Lourdes y se realiza la Jornada Mundial de Enfermo. Es una de las fechas más oportunas para motivar, preparar y desarrollar la Jornada parroquial de los enfermos ya que, reuniéndolos en el templo para la celebración eucarística, se les puede ofrecer también los sacramentos de la Reconciliación y de la Unción de Enfermos.

Vie 31 Ene 2020

¿Mensajeros de luz o hacedores de oscuridad?

Primera Lectura: Ml 3,1-4 Salmo: Sal 24(23),7.8.9.10 (R. cf. Dn 3, 53a) Segunda Lectura: Hb 2,14-18 Evangelio: Lc 2,22-40 (forma larga) o Lc 2,22-32 (forma breve). Introducción La Fiesta de la Presentación del Señor: • Nos invita a mirar nuestra vida y nuestra historia con los ojos de Simeón, para poder percibir con la mirada de fe la acción de Dios y para ver la salvación que sigue ofreciendo cada día por medio nuestro, pues estamos llamados a ser luz de Cristo para que Cristo sea luz del mundo. • Es una motivación para que nosotros imitemos al pueblo judío, que reconocía que todo lo que era y tenía venía de Dios y, en señal de reconocimiento, le ofrecía las primicias de la tierra y los primogénitos de las familias. ¿Cuál es y cómo es nuestra ofrenda? • Es la Fiesta de la Vida Consagrada y es la oportunidad para orar por todos aquellos hombres y mujeres que viven la radicalidad de los valores del Evangelio y entregan su vida al Padre, como Jesús, en las manos de María. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las lecturas de esta Fiesta presentan un breve texto de uno de los llamados “profetas menores”, Malaquías, el último de los libros del Antiguo Testamento, que aparece en nuestras Biblias. En él se presenta la figura de un mensajero que prepara el camino del Señor que ya viene para entrar en el Templo y purificar a su pueblo. El Salmo invita a alabar al Señor en su Templo y a abrir las puertas de nuestro corazón para que el Señor se siente allí en su trono y ordene nuestras vidas. En la segunda lectura, un fragmento de la Carta a los Hebreos presenta a Jesús como un sumo sacerdote que, además de ser misericordioso, comparte la condición humana y eso le permite ayudar a los que experimentan dificultades y sufrimientos. En el evangelio, San Lucas relata uno de los últimos eventos de la infancia de Jesús: su presentación en el Templo, que da lugar al cántico de Simeón y a la profecía de Ana y que cierra con la descripción de la vida oculta de Jesús en Nazareth. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Las lecturas de esta Fiesta nos vinculan con la Navidad: ya pasaron cuarenta días desde que celebramos el nacimiento de Jesús y es una buena oportunidad para evaluar los frutos que, de dicha celebración, se manifiestan en la vida de cada uno de nosotros. Esta fiesta es una de las más antiguas de la Iglesia, desde el siglo IV en oriente y desde el siglo VII en Roma. Para recordar las palabras de Simeón, que describió al niño como “luz que ilumina a las naciones”, se organizaba una procesión nocturna con velas, por lo que se llamó también la Fiesta de la Candelaria. Se trata de una buena oportunidad para preguntarnos qué partes oscuras de nuestra vida ha iluminado o quiere iluminar el Señor. Y para cuestionarnos también si estamos siendo, como esas candelas que llevamos, la luz de Cristo para iluminar a las personas que nos rodean y las circunstancias que vivimos. El nombre del libro del que está tomada la primera lectura es Malaquías, que significa “mi mensajero”. Una oportunidad adicional para preguntarnos si somos mensajeros de alegría, de paz, de misericordia, de bondad y de todo aquello que Jesús nos ha revelado del Padre. Porque a veces nos dejamos amargar por las dificultades de la vida y lo que hacemos es contagiar agresividad, violencia, rabia, egoísmo y otros antivalores que debiera evitar el creyente. ¿Mensajeros de luz o hacedores de oscuridad? El texto de Malaquías que critica las ofrendas que presenta el pueblo mientras obran injusticias contra los más necesitados, también nos invita a mirar críticamente la práctica de nuestras ofrendas, porque muchas veces con ellas pareciera que se quiere “comprar” a Dios, porque otras veces son tan mezquinas que se limitan a la moneda de más baja denominación que hay en nuestro bolsillo, porque muchos creen que cumplen cuando dan el diezmo y otros más insensatos creen que todo se reduce a dar plata. Por el contrario, el culto que Dios quiere y la ofrenda que nos pide es una vida íntegra y un comportamiento justo, fraterno, solidario y misericordioso. ¿Cómo estamos ofrendando? La segunda lectura tiene una expresión hermosa: “Dios no tiende la mano a los ángeles” sino a los humanos, que somos frágiles y débiles, que tenemos dificultades y sufrimientos. La tentación de querer ser perfectos, de creer que Dios nos ama porque nos portamos bien, es lo que el Papa Francisco ha criticado en muchas oportunidades con el nombre de “Pelagianismo”. Qué bueno que en esta fiesta podamos experimentar el amor gratuito y generoso de Dios por nosotros, así como somos, sin méritos y sin falsas apariencias. El texto del Evangelio nos permite imaginar, en la monumental explanada del Templo, una multitud incontable de guardias, comerciantes, mendigos y diversos grupos de personas. Casi todos son profundamente creyentes. Y, sin embargo, sólo Simeón y Ana perciben que ese neonato es la luz del mundo. Esa es la maravilla de la fe, que nos permite ver en profundidad, que nos deja percibir lo que no se ve a simple vista, que nos ayuda a descubrir la acción de Dios, cuando otros creen que se trata sólo de casualidades y coincidencias. Preguntémonos si estamos viviendo como verdaderos creyentes, es decir, reconociendo la voz y la acción de Dios en nuestra vida y en nuestra historia. En efecto, no basta con ser personas devotas y religiosas para ver el mundo con una perspectiva de fe. San Lucas presenta a Simeón como un hombre “en el que estaba el Espíritu Santo” (¡como nosotros, bautizados, que hemos sido consagrados como templo del Espíritu!). Ojalá el Espíritu nos de la paz, la serenidad, la bondad que irradiaba Simeón y nos haga testigos de la luz en medio de la oscuridad. Una característica común de Simeón y Ana es que ambos no cesan de “alabar a Dios”. ¡Qué decir de muchos de nosotros que sólo nos comunicamos con Dios cuando tenemos necesidades o para pedirle cosas! Alabemos a Dios y démosle gracias por todas sus bendiciones, siendo nosotros mismos bendición para los demás. Una palabra final en relación con la Fiesta de la Vida Consagrada. No sólo es la oportunidad para orar por todos los religiosos y religiosas que han consagrado su vida para servir con mayor radicalidad al Señor y a sus hermanos, sino también para suplicar al Señor que siembre la semilla de la vocación en el corazón de muchos neños y jóvenes; y que sea él quien se encargue de hacerla crecer y fructificar. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Tratemos de hacer esta semana, todos los días, individualmente o en familia, una oración (o el santo Rosario) a la luz de una vela, para recordar nuestro compromiso de ser, como la Virgen María, luz para los que nos rodean, para llevar la luz de Cristo a todos los rincones de la tierra. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Esta fiesta de la Presentación del Señor, que está muy en la piedad popular y que tiene un carácter principalmente cristológico, honra a Cristo, en la bendición, procesión y conservación de las candelas, como “luz para alumbrar a las naciones” (Lc 2,32). 2. El segundo aspecto de esta fiesta, es el mariano. En efecto, por el rito de la purificación a que se sometió María, el pueblo en su piedad ha visto una manifestación de la humildad de la Virgen y, por tanto, en esta celebración y en este día, la ocasión para tener presentes a los que realizan los servicios más humildes en las diversas formas de vida consagrada, de ahí la Jornada Mundial de Vida Consagrada. 3. Y un tercer aspecto de esta fiesta percibido en la piedad popular, es la sensibilidad del pueblo por el acontecimiento de la concepción ydel nacimiento de una vida nueva. En efecto, como la Virgen María es madre de Cristo, Cabeza del Cuerpo Místico, las madres cristianas se consideran como tales en el plan de Dios por engendrar nuevos hijos para la Iglesia. Es por esto que también se prevé para este día una bendición para las madres, tanto antes como después del parto. (Cfr. Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia 120 – 123). 4. Tanto la bendición de los cirios y la procesión como la Misa, tienen su esquema propio que conviene preparar para elegir los elementos pastoralmente más apropiados para la celebración de esta fiesta de la Presentación del Señor. 5. Invitación a rezar el Santo Rosario, con ocasión de la Fiesta de la Presentación del Señor. 6. Organizar una presentación y bendición de niños recién nacidos y de madres gestantes 7. Evaluar la posibilidad de organizar una procesión de la Virgen de la Candelaria.

Jue 23 Ene 2020

El ser humano llega a creer en Jesús, no nace creyendo

Primera Lectura: Is 8,23b - 9,3 Salmo: Sal 27(26),1.4.13-14 (R. 1a) Segunda Lectura: 1Co 1,10-13.17 Evangelio: Mt 4,12-23 (forma larga) o Mt 4,12-17 (forma breve) Introducción En la Liturgia de la Palabra de este Domingo podemos encontrar tres temas propuestos para la reflexión: • En la Galilea de los gentiles el pueblo de Israel vio una gran Luz; • La unidad de los creyentes; • Jesús predica el Evangelio en Galilea y nacen las primeras vocaciones. Aunque abordaremos el primero, vale decir que necesariamente tiene relación con las otras dos temáticas. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la Galilea de los gentiles el pueblo de Israel vio una gran Luz. Para la comprensión de este versículo (9,1), es necesario ir a 8,23b porque es el versículo que une y esclarece el anuncio dado en esta Palabra. Tal versículo alude a las campañas realizadas por Tiglat-Pilezer III, prominente rey de Asiria, en el siglo VIII antes de Cristo, quien gobernó entre el 745 y 727 a.C. Fue el fundador del imperio Neo-asirio y evoca principalmente la primera deportación israelita en el año 732, de Samaría a Asiria. Tal deportación viene narrada en 2 Re 15,29: “En tiempo de Pecaj, rey de Israel llegó Teglatfalasar, rey de Asiria, que tomó lyón, Abel Bet Maacá, Yanoaj, Cades, Jasor, Galaad, Galilea y todo el País de Neftalí”, ciudades conquistadas por este rey en su campaña contra Filistea el 734. La mención de Galaad y Galilea engloba con estas conquistas las de la campaña del 733-732, principalmente dirigida contra Damasco. La experiencia de esta deportación fue extremadamente dolorosa: “Ultrajó a los países de Zabulón y Nefatlí”; “país abatido y hambriento, y la gente enfurecida por el hambre, maldecirá a su rey y a su Dios. Volverá su rostro hacia lo alto, luego mirará a la tierra y sólo habrá aflicción y tinieblas, angustiosa oscuridad” (Is 8,21-22). En el versículo 23, el tono cambia intempestivamente y de una desolación terrible comienza un anuncio de esperanza: vendrá un “Día del Señor” que traerá la liberación a los deportados, porque llegará el reinado pacífico de un hijo de linaje real, el Emmanuel anunciado ya en el capítulo 7: “El Señor mismo les va a dar una señal: Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo y lo llamará con el nombre de Emmanuel, es decir: “Dios con nosotros” (14). Este versículo 23 hace cambiar el rostro de la tristeza a la alegría: “Ya no habrá oscuridad allí donde reinaba la angustia”. La aparición del Mesías en Galilea, dará a esta profecía su plena realización; Galilea designa el distrito de los gentiles: “Jesús dejó Nazaret y fue a residir a Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías: Tierra de Zabulón y tierra de Nefatlí, camino del mar, allende al Jordán, Galilea de los paganos” (Mt 4,13-15). Así se comprende entonces Isaías 9,1: “El pueblo que andaba en tinieblas percibió una luz cegadora”. La imagen es como la de un reflector que encandila la vista y así como la luz de la estrella que sólo resplandece en la noche, “a los que vivían en tierra de sombras una luz brillante los cubrió”. Adquiere sentido las palabras de Zacarías que oramos diariamente en el Benedictus: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte” (Luc 1,78-79). Jesucristo es esta gran Luz que nace de lo alto y que ha comenzado su ministerio en la tierra de Zabulón y Neftalí, la Galilea de los gentiles, la región semipagana odiada por los judíos desde la devastación del año 734. Cuando veremos a los sacerdotes despreciar a los discípulos de Jesús por el hecho que eran galileos, nuestro pensamiento vuelve necesariamente a este momento de lucidez profética. Jesucristo ha venido para disipar las tinieblas en el ser humano y dar claridad a su existencia, porque “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (GS 22). 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El evangelista Mateo está de acuerdo con Marcos cuando afirma que Jesús comenzó su actividad en Galilea, después que el Bautista había sido puesto en prisión. Es el Mesías de la Palabra, el predicador que recorre toda la Galilea, enseñando en las Sinagogas y predicando: “Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir conviértanse porque el Reino de los Cielos ha llegado”. Aparece como Luz esplendorosa: “Yo soy la Luz del mundo, la persona que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la Luz de la vida” (Jn 8,12). Como en aquel momento histórico del año 734 a. C. Israel vivió la devastación por la guerra con Asiria, podemos ver nosotros también la tremenda desolación, tristeza y muerte que ha producido en nuestro País el narcoterrorismo, la corrupción, la violencia intrafamiliar, el aborto, la eutanasia, la ideología de género, la manipulación genética, el robo, los desplazamientos forzados, el crimen organizado, el feminicidio, la venganza, el odio, el trabajo explotado de los niños, la pésima atención en muchos de los establecimientos de salud, la esclavitud con las Eps, el aumento de personas marginadas, la migración venezolana, la interrupción de los diálogos de paz, la mentira, la infidelidad, los negocios torcidos, los préstamos gota a gota, el aumento de divorcio, el miedo a tener hijos, la creciente idolatría a las mascotas; el miedo al sufrimiento, la inseguridad, la depresión, la pérdida del sentido de la vida, el aumento de suicidios, la deplorable situación donde los hijos son tiranos y los padres obedientes, la pérdida de la autoridad en la guía de la familia y de la educación general, el matoneo o bullying a todo nivel, el abandono de los ancianos y tantas otras realidades que descuidan al ser humano atacando su dignidad y causando la pérdida de la paz. En esta situación desértica, podemos decir que también nosotros vivimos en tinieblas y sombras de muerte, en una soledad poblada de aullidos, en una oscuridad densa que impide ver el camino el cual aparece ante nuestros ojos incierto, hostil y amenazante. Pero la Palabra de Dios hoy nos hace cambiar el rostro: “Ya no habrá oscuridad allí donde reinaba la angustia” (Is 8,23) porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado, viene de una virgen en cinta, es el Emmanuel, es decir, Dios con nosotros. Llega con poder y sabiduría, es el príncipe de la paz. Él es el Mesías de la Palabra y la Luz que ilumina a todo hombre; Él ha destruido la muerte y ha despedazado el muro que nos separaba: el odio. Como cordero manso llevado al matadero no abrió la boca, maltratado, varón de dolores, ha padecido la cruz para devolvernos la imagen perdida a causa del pecado, ha resucitado para que todo el que crea en Él tenga la vida en abundancia. Y en este pueblo que habitaba en tinieblas una luz enceguecedora ha brillado: Jesucristo el Señor. Él es el cordero degollado, digno de abrir los sellos; siendo de condición divina no alardeó el ser Hijo de Dios, sino que se anonadó y se hizo como el más esclavo padeciendo la muerte y una muerte de cruz. Es ´por esto por lo que ante Él toda rodilla se dobla en el cielo y en la tierra y toda lengua proclama que Jesús es el Señor para la Gloria de Dios Padre (Cfr. Filp 2,6-11). 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Pidamos al Señor que fortalezca en todos los bautizados el ardor evangelizador. En esta nueva Galilea en medio de un neo paganismo, la Iglesia, cuerpo de Cristo, anuncia con gozo el Evangelio recorriendo todos los lugares para transformarlos desde dentro: “La tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia”; una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. “Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar con el ejemplo, los actos y la predicación, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa” (San Pablo VI, Evangelii Nuntiandi 14) El ser humano llega a creer en Jesús, no nace creyendo. Es necesario realizar procesos evangelizadores que, empeñando esfuerzos en itinerarios serios de iniciación cristiana, hagan madurar la fe de los bautizados, haciendo que cada uno de ellos llegue a experimentar en su existencia la victoria sobre el miedo y la muerte. Por la fe, lo que antes causaba desesperación, ahora se convierte en una oportunidad para transformar la vida; el dolor adquiere sentido porque encuentra una clara finalidad; los acontecimientos adversos llegan a ser camino de vida y esperanza. Es necesaria la escucha de la Palabra porque de ella viene la fe (Rom 10,17), y “cerca de ti está la Palabra en tus labios y en tu corazón” (Dt 30,14); en efecto, “cuando se cree con el corazón actúa la fuerza salvadora de Dios y cuando se proclama con la boca se obtiene la salvación” (Rom 10,10). Bien vale aplicar este texto de romanos en nuestra época actual: “¿cómo van a invocar a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo van a creer si no han escuchado hablar de Él? ¿Y cómo van a escuchar hablar de Él si nadie les predica? ¿Y quién va a predicar si ninguno es enviado?” (Rom 10,14-15). Es por esto por lo que la Escritura proclama: “Qué hermosos son los pies de quien trae la buena noticia a los hermanos” (Is 52,7). RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. En este 3er Domingo del Tiempo Ordinario, del Ciclo A, inicia la lectura continua del Evangelio, según el evangelista Mateo. Al respecto nos dice el Directorio Homilético: …Existe un esquema común que siguen los tres ciclos: las primeras semanas afrontan el inicio de la misión pública de Cristo, las últimas poseen un tema escatológico y las semanas que se encuentran entre ellas presentan, de manera continua, diversos acontecimientos y enseñanzas de la vida de nuestro Señor, 141 “Cada año está bien definido, ya que revela las enseñanzas propias de cada Evangelio sinóptico. El homileta, tendría que resistir la tentación de 74 considerar los pasajes evangélicos dominicales como una entidad independiente; el conocimiento de la estructura global y de los elementos característicos de cada Evangelio puede ayudarle a profundizar su comprensión del texto, 142. Mateo presenta, de manera muy bien organizada, el ministerio público de Jesús. Los discursos son cinco, cada uno los cuales está precedido de un material narrativo. El leccionario es fiel a tal estructura: 1. El discurso de la montaña (del IV al IX domingo) precedido por la llamada de los primeros discípulos (III domingo). 2. El discurso misionero (del XI al XIII domingo) precedido por la llamada de Mateo. 3. El discurso en parábolas (del XV al XVII domingo) precedido por el anuncio de la Buena Noticia revelada a los sencillos. 4. El discurso sobre la vida en la Iglesia (del XXIII al XXIV domingo) precedido por la narración de los milagros, de la confesión de Pedro y del anuncio de la Pasión. 5. El discurso escatológico (del XXXII al XXXIV domingo) precedido por las narraciones de las parábolas y de los acontecimientos que implican la aceptación o el rechazo del Reino. El conocimiento de esta estructura hace que el homileta sea capaz de relacionar cuanto dice a lo largo de las diversas semanas y, además, de ayudar a los fieles a apreciar la relación absoluta entre la vida y las enseñanzas de Jesús, tal como explica el primer Evangelio a través de su esquema de narraciones y discursos, 143. 2. Domingo de la Palabra del Señor: • Se sugiere exaltar el anuncio de la Palabra de Dios con el Evangeliario, inicialmente, llevado con solemnidad en la procesión de entrada y, luego, al momento de la proclamación del Evangelio, tomándolo del altar y llevándolo, precedido por el incensario y los ciriales, al ambón: La finalidad de esta solemnidad es que durante la celebración eucarística los fieles perciban la necesidad insustituible de la escucha y vivencia de la Palabra de Dios para el fortalecimiento de sus vidas (Cfr. OGMR 120,172 y 175). • También se podría “entregar la Biblia, o uno de sus libros, a toda la asamblea, para resaltar la importancia de seguir en la vida diaria la lectura, la profundización y la oración con la Sagrada Escritura, con una particular consideración a la lectio divina” (cfr. Aperuit Illis 3) 3. Se puede resaltar y colocar en cartelera la frase: “En la Galilea de los gentiles el pueblo de Israel vio una gran Luz” o “El Señor es mi luz y mi salvación” u otra apropiada para este domingo de la Palabra del Señor. 4. Es muy recomendable que, desde antes de la celebración litúrgica, se guarde silencio en el templo, en la sacristía y en los lugares anexos. De modo que todo se disponga devota y debidamente para la acción sagrada (Cfr. OGMR 45). 5. Se sugiere el Prefacio Dominical I, Misterio Pascual y pueblo de Dios, Misal, p. 383, por hacer mención a Cristo que llama a salir de las tinieblas para entrar en su luz admirable. 6. Conviene favorecer un momento de sagrado silencio después de la comunión para alabar a Dios en el corazón y darle gracias (Cfr. OGMR 45). 7. Tener presente que el próximo domingo, 2 de febrero, se celebra la fiesta de la Presentación del Señor y por tanto la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Preparar todo lo necesario para la bendición de los cirios, la procesión hacia el templo y la celebración de este evento de la vida de Jesús en la Eucaristía, así como los demás aspectos celebrativos de esta fiesta, de modo que sea ocasión para que el pueblo se acerque más a Dios y se comprometa a ser luz de Cristo en el ambiente en que desarrolla su acontecer.

Jue 16 Ene 2020

Jesucristo, por su muerte y resurrección, ha despedazado las ataduras de la muerte

Primera Lectura: Is 49,3.5-6 Salmo: Sal 40(39),2+4ab.7.8-9.10 (R. cf. 8-9) Segunda Lectura: 1Co 1,1-3 Evangelio: Jn 1,29-34. Introducción Las lecturas de este Domingo encierran tres temas que confluyen en una única finalidad: anunciar a Jesucristo y dar testimonio de Él. Son como un puente que une el tiempo de la Navidad con el tiempo ordinario de este ciclo. • La figura del Siervo que recibe el aval de Dios como Luz de las naciones y portador de su salvación universal. • Pablo se proclama “Apóstol de Jesucristo”. • Juan el Bautista que es presentado como el testigo fiel de la mesianidad y divinidad de Jesús al señalarlo como: “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Aunque nos centraremos para esta reflexión en la tercera temática, debemos considerar la unidad que constituye con las otras dos, consideradas, la primera, como fuente y la segunda, como concreción de la misión: el bautizado debe llegar a ser apóstol-testigo de Jesucristo, tanto de palabra como de obra. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El evangelista presenta a Juan el Bautista como testigo cualificado de Jesús y pone en su boca un título que sólo es pensable después de la Pascua y ya definido el acontecimiento “Cristo”: “He ahí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Cristo es el Cordero de Dios. Es la evocación y el recuerdo vivo del cordero pascual, por cuya sangre el pueblo judío fue liberado de la muerte y de la esclavitud en Egipto. Se trata, entonces, de un nuevo éxodo y de una nueva liberación. Jesús es el Siervo de Yahvé sobre quien se posó con plenitud el Espíritu de Dios para abrir nuevos caminos de esperanza y libertad. Jesús es el cumplimiento de la promesa hecha por Dios en Isaías 49,6: “Te voy a hacer luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra” (Cfr. Jn 8,12). La muerte de Cristo acontece en la misma tarde del viernes cuando venían sacrificados los corderos para la celebración en la noche de pascua (Cfr. Jn 19,14) y la crucifixión sobre el monte calvario nos evoca el sacrificio de Isaac: “Atado sobre el monte como un cordero sobre el altar” (Gen 22, 2. 6-9) el cual interpreta el apóstol Pablo cuando dice: “Si Él no perdonó ni a su propio Hijo (antes bien lo entregó por todos nosotros) ¿Cómo no va a darnos con él gratuitamente todas las cosas? Y el mismo Juan, para quien Isaac es figura de Cristo, afirma: “Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en Él, no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). Jesús es el verdadero Cordero pascual: “Eliminad la levadura vieja, para ser masa nueva, pues todavía sois ázimos; porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado” (1 Co 5,7) y “No se le quebrará hueso alguno” (Jn 19,36; Ex 12,46). Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Notemos que la referencia al pecado aparece en singular, este particular refiere al pecado por excelencia que es negarse a reconocer a Cristo como el enviado de Dios que ha venido a revelarnos la verdad: “Si yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado, pero ahora no tienen excusa que encubra su pecado”; es más, “Si yo no hubiera realizado ante ellos unas obras que ningún otro ha hecho, no serían culpables; pero ahora, a pesar de haber visto estas obras, siguen odiándonos a mi Padre y a mí” (Juan 15,22.24). Este pecado es igualmente “La ceguera”, hasta el punto de no saber cuál es la voluntad de Dios sobre el hombre. Es por esto por lo que el pecado, sería no hacer la voluntad de Dios: “Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, es decir, los presuntuosos que se fían de sus propias luces, se vuelvan ciegos, esto es, reconociendo su ceguera se vuelvan humildes” (Cfr. Juan 9,39). El caso difícil es el de los fariseos, quienes al escuchar esta palabra se preocupan y le preguntan a Jesús: “¿Es que también nosotros somos ciegos?” Jesús les responde: “Si fueran ciegos, no tendrían pecado; pero como dicen que ven, su pecado sigue en ustedes” (Juan 9,40-41). Por su muerte, Cristo recibe dominio sobre los hombres y por tanto quita el pecado del mundo: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será derribado y cuando yo sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,31), por eso “Digno es el cordero degollado de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza” (Ap 5,12). 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Jesucristo, por su muerte y resurrección, ha despedazado las ataduras de la muerte; ha destruido el muro que nos separaba: el odio. Como Cordero pascual nos ha entregado la vida eterna amándonos hasta el extremo, derramando la sangre por cada uno de nosotros. Para que seamos salvos y plenamente felices, es necesario incorporarnos a Él y de este modo experimentar la verdadera libertad de los hijos de Dios. Nos incorporamos a Él por medio de los sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Por el bautismo nos hemos sumergido en la vida de Dios y por el don del Espíritu Santo hemos recibido una misión para el testimonio como personas y como grupo de creyentes en Cristo Jesús. La Iglesia, la comunidad cristiana, ha de continuar la obra de la salvación y liberación universal de Cristo y ser, como Él, luz de los pueblos, signo y sacramento del amor redentor en el mundo de hoy. El pecado es una realidad presente en el mundo y dentro de cada uno de nosotros. Basta mirar en rededor para descubrir que en la sociedad tanto nacional como internacional serpentea la explotación, la pobreza, la violencia, el sufrimiento de tantos inocentes, la marginación, el desplazamiento forzado causado por grupos alzados en armas, no obstante, todos los esfuerzos realizados por la paz. La corrupción se acentúa en la búsqueda del tener, del poder y del placer. Los derechos humanos vienen conculcados diariamente, crece la competencia desleal, protestas continuas. En el ámbito de la familia se advierte esclavitud en las redes sociales, dependencia de la tecnología, ausencia de diálogo, soledad creciente, aumento de divorcio, ataques contra la vida naciente y terminal. Se va acentuando cada día una mentalidad de anticoncepción y cada vez nacen menos niños. La soberbia a nivel personal se impone en las actitudes habituales de la persona y por ella la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza. Se despierta cada vez más el ansia de dominio y el odio; la práctica de la ley del talión y la venganza. Este cerco de muerte impide realmente el amor. Podríamos decir hoy como San Pablo: ¿Quién nos podrá liberar de esta situación de pecado que nos conduce a la muerte? ¿Quién nos reconciliará con Dios y con los hermanos? La respuesta nos da una sólida esperanza: “Cristo Jesús el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromi- so la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Pidamos al Señor el poder conocerlo. Juan el Bautista decía: “Yo no lo conocía” (Jn 1,38); Pedro, apóstol, en su momento de angustia exclama: “Yo no conozco a ese hombre” (Mt 26,72-74) y el profeta Oseas nos anuncia que: “El pueblo no muere por la ausencia de pan, sino por la falta de conocimiento” (4,6). Este conocimiento del Señor se da por pasos, por etapas. Es necesario que nuestra Iglesia asuma cada día más la tarea evangelizadora con parresía. Urge pensar en procesos de iniciación cristiana, en los cuales desde la infancia y niñez podamos madurar la fe de quienes reciben el sacramento del bautismo. Cada día es perentoria una nueva mentalidad que progrese de una pastoral de mantenimiento y conservación a una pastoral evangelizadora. Aplicar la eclesiología del Concilio vaticano II que presenta una Iglesia en salida como nos lo ha insistido el papa Francisco: “Prefiero una Iglesia accidentada por salir a anunciar el evangelio, que enferma por encerrarse” (Palabras del papa dirigidas a los movimientos eclesiales y nuevas comunidades en la vigilia de pentecostés mayo 18 de 2013). RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Se sugiere exaltar el anuncio de la Palabra de Dios con el Evangeliario, inicialmente, llevado con solemnidad en la procesión de entrada y, luego, al momento de la proclamación del Evangelio, tomándolo del altar y llevándolo, precedido por el incensario y los ciriales, al ambón: La finalidad de esta solemnidad es que durante la celebración eucarística los fieles perciban la necesidad insustituible de la escucha y vivencia de la Palabra de Dios para el fortalecimiento de sus vidas (Cfr. OGMR 120,172 y 175). 2. Resaltar las expresiones, aún en cartelera: Jesús, Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y “Aquí estoy para hacer tu voluntad”. 3. Sería oportuno hacer hoy el rito para la bendición y la aspersión del agua en memoria del Bautismo, que ocuparía el lugar del acto penitencial al comienzo de la Misa, siguiendo lo indicado en el Apéndice I, Formulario I, del Misal, p. 1053. 4. Para que favorezca la meditación de la Palabra de Dios, conviene que haya breves momentos de silencio, antes de que inicie la Liturgia de la Palabra, después de la primera y, si hay, segunda lectura, y una vez terminada la homilía. La finalidad de estos silencios es que, con la ayuda del Espíritu Santo, la asamblea medite brevemente lo que escuchó, saboree la Palabra de Dios y se prepare la respuesta más conveniente (Cfr. OGMR 45 y 56). 5. Se sugiere el Prefacio Dominical VII, Misal, p.389, ya que presenta la salvación como fruto de la obediencia de Cristo.

Jue 9 Ene 2020

El bautismo de Jesús ilumina la realidad de nuestro propio bautismo

Primera Lectura: Is 42,1-4.6-7 Salmo: Sal 29(28), 1a+2.3ac-4. 3b+9b-10 Segunda Lectura: Hch 10,34-38 Evangelio: Mt 3,13-17 Introducción Del encuentro con Cristo en la Palabra, surgen estás ideas para nuestra reflexión: • Cristo es el siervo paciente profetizado por Isaías para ser el salvador de todas las naciones. • El pueblo de Dios debe alejarse del ambiente pagano para vivir la santidad. • Cristo es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo y nos da la nueva vida. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La profecía de Isaías se aplica a Cristo, el siervo paciente que se manifiesta como el enviado de Dios para reconstruir su pueblo santo y redimir a todas las naciones. Esta profecía de Isaías se cumple plenamente en el bautismo de Cristo que asume la condición de siervo y nos representa ante el Padre, por eso se pone en la fila de los pecadores para asumir nuestro pecado sin ser pecador, otorgándonos, de este modo, la vida nueva que nos trae el sacramento del bautismo. En el Antiguo Testamento los judíos tenían el privilegio de invocar el nombre de Yahveh; ahora en esta etapa de la historia somos los cristianos los que podemos acercarnos con libertad delante del misterio de Cristo, pues él ha derribado todos los muros que nos separaban y nos ha dado la plena libertad. Jesús es el siervo de Dios y una vez bautizado se dedica al anuncio de la salvación a todos los hombres. La lectura de los Hechos de los Apóstoles nos recuerda uno de los discursos misioneros dirigidos a los judíos, donde se muestra que Dios no hace distinción de personas, porque para él todos hemos sido llamados a la salvación que se nos ha otorgado en Cristo Jesús, hecho que nos hace libres con su muerte y resurrección; todo esto ha sido posible gracias al bautismo que nos hace hijos de Dios. En el texto del Evangelio que nos narra el bautismo de Jesús, él aparece como el elegido, al igual que el siervo de Yahveh, para realizar una misión entre los hombres, la cual se cumple con su presencia firme y humilde, ya que ha sido ungido por el Espíritu Santo para manifestarse como el enviado del Padre. El texto bíblico nos va guiando y nos muestra que al abrirse los cielos se da inicio a una nueva etapa de la historia de la salvación, ya que Jesús viene a realizar una misión trascendente en medio de la humanidad renovada como una nueva creación. De ahora en adelante Jesús se presenta como el Hijo amado del Padre, enviado a proclamar la buena noticia que libera al mundo de los yugos que la oprimen y esclavizan. La paloma es un símbolo de la nueva creación, ya que al igual que en el diluvio, en el libro del Génesis, nos recuerda la nueva creación que Dios viene a realizar mediante el bautismo de Jesús, en donde el Espíritu Santo es portador de esa nueva vida que todos recibimos mediante el baño bautismal que nos regenera y nos hace vivir como hijos amados de Dios. La presencia del Espíritu Santo en el bautismo de Jesús es la plena garantía y la confirmación de que el Padre acompaña al Hijo en su misión y en la obra redentora que le ha confiado y por eso la voz envía a Jesucristo para que cumpla con la misión de salvar a la humanidad. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El bautismo de Jesús ilumina la realidad de nuestro propio bautismo, donde Cristo se hace siervo para expiar nuestros pecados, asume la condición de vicario o embajador nuestro ante el Padre para pagar la deuda que habíamos adquirido con el pecado de Adán. Cristo se pone en la fila de los pecadores sin ser pecador y así asume nuestro pecado y nos otorga la entrada al reino de Dios, por eso, en nuestro bautismo, se abre el cielo para nosotros y el Espíritu Santo desciende y nos hace templos de su presencia, de modo que también se nos garantiza la presencia del Padre que nos acompaña en el cumplimiento de la misión que se nos encomienda de anunciar su Palabra y ser testigos de su misericordia. Desde ese día somos introducidos en la vida nueva y como nuevas creaturas somos parte de la nueva creación que ha obrado en nosotros la fuerza del Espíritu en virtud del sacramento del bautismo que recibimos. Cada día, en el lugar donde nos encontremos debemos manifestar la alegría del evangelio con nuestro propio testimonio de vida y, como Jesús, debemos pasar haciendo el bien a nuestros hermanos. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? El sacramento del Bautismo nos compromete a vivir la vida nueva de la gracia que hemos recibido desde aquel momento. Por eso el catecismo de la Iglesia Católica 1253 nos recuerda que “el Bautismo es el sacramento de la fe (cf Mc 16,16). Pero la fe tiene necesidad de la comunidad de creyentes. Sólo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de los fieles. La fe que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse. Al catecúmeno o a su padrino se le pregunta: «¿Qué pides a la Iglesia de Dios?» y él responde: ¡La fe!”. De este modo, nosotros que recibimos la fe nos comprometemos a custodiarla, defenderla y difundirla en medio de la humanidad dando testimonio de la nueva vida que recibimos. Renovemos hoy nuestro propio bautismo: un día fuimos sumergidos en Cristo y nos llenamos de la presencia de su Espíritu. Nuestra misión, entonces, debe ser la misma que Él llevó a cabo: “pasar por la vida haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal”. Sólo así será posible hablar de buenos propósitos como artesanos de la paz. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Es importante en este día decorar y resaltar más el bautisterio 2. Sería conveniente administrar el sacramento del bautismo en ese día. 3. Es muy recomendable que, desde antes de la celebración litúrgica, se guarde silencio en el templo, en la sacristía y en los lugares anexos. De modo que todo se disponga devota y debidamente para la acción sagrada (Cfr. OGMR 45). 4. Si no hay bautismos, se recomienda utilizar una de las fórmulas del rito para la bendición y aspersión del agua, en memoria del Bautismo, que ocuparía el lugar del acto penitencial al comienzo de la Misa, siguiendo lo indicado en el Apéndice I, Formulario II, del Misal, p. 1056. 5. Esta fiesta presenta esquema propio de celebración, incluido el Prefacio. 6. Propiciar un momento de silencio, después de la oración comunión, para dar gracias a Dios Padre por la presencia de Jesús en la eucaristía y en nuestras vidas. 7. Hoy finaliza el tiempo de Navidad y desde mañana lunes, comienza la primera parte del Tiempo Ordinario, que se prolonga hasta el martes 25 de febrero. 8. Se sigue el formulario de la Misa para la semana I del Tiempo Ordinario, Misal, p. 29. Liturgia de las Horas Tomo III, Salterio 1ª semana.

Jue 2 Ene 2020

Los magos nos enseñan que es necesario que el hombre se mantenga en actitud de búsqueda constante de Dios

Primera Lectura: Is 60,1-6 Salmo: Sal 72(71),1-2.7-8.10b-11.12-13 (R. cf. 11) Segunda Lectura: Ef 3,2-3a.5-6 Evangelio: Mt 2,1-12 Introducción De los textos que se nos ofrecen para nuestra oración y reflexión, se pueden entresacar las siguientes ideas: • Jerusalén es descrita como la ciudad donde se manifestará el Mesías que viene para traer la luz a todas las naciones. • San Pablo nos recuerda que la plenitud de la revelación se ha dado en Cristo que se ha manifestado para toda la humanidad. • El Evangelio de Mateo nos presenta a Jesús como el Mesías Rey que se manifiesta como Salvador y su luz brilla para toda la humanidad. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El evangelista nos presenta varios contrastes. En primer lugar, aparece la figura del rey verdadero, y no como la de aquel que se autoproclamó a sí mismo como tal, siendo un injusto gobernante; es el caso de Herodes, que se dedicó a buscar la exaltación de su figura mediante la edificación de grandes construcciones a base de impuestos injustos a la nación mediante el uso de vasallos que sirvieron a sus intereses particulares, a costa de pasar por encima de la dignidad humana para encumbrarse en su propio dominio. El verdadero Rey y Señor es presentado mediante la humildad y sencillez de un niño que se abaja para vivir las incomodidades humanas y envuelto en pañales nos muestra su fragilidad y capacidad para acoger a todos los que se acercan a Él, venidos desde diversos lugares y regiones. En segundo lugar, se presenta el contraste entre el esplendor de Jerusalén, ciudad fuerte y amurallada donde reside el temible Herodes, y la humildad y sencillez de Belén de Judá, aldea pequeña y de gentes sencillas donde apareció el Mesías Rey. Contrasta la sencillez de los magos que vienen dejándose guiar por la estrella, a diferencia de Herodes que se dejó llevar por su ira y su prepotencia de querer permanecer como el único soberano. En tercer lugar, se presenta la contradicción de un Herodes que tiene el poder y todos los medios necesarios a su disposición para interpretar la presencia del Mesías, y de unos magos que solo tienen la luz de la estrella que los va guiando de modo sencillo y los orienta, por medio de la fe, hasta que descubren la presencia salvadora del Mesías Rey. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La Palabra de Dios nos presenta a Cristo como el Mesías Salvador que viene para traer la luz a todos los pueblos, pero estos necesitan dejarse orientar por la estrella de la fe que los va guiando hasta descubrir a Jesús para postrarse y reconocerlo como el Señor, rindiéndole homenajes de adoración. Destacamos del relato bíblico algunas actitudes importantes para nuestra vida: * Buscar a Dios: Los magos nos enseñan que es necesario que el hombre se mantenga en actitud de búsqueda constante de Dios, sobre todo, con el deseo de encontrarlo, sabiendo interpretar los signos de los tiempos. Este texto nos hace comprender la forma como los paganos llegaron a la fe y nos pone de manifiesto que la búsqueda sincera de Dios encuentra su pleno cumplimiento en Jesucristo. Pero también se puede dar el rechazo de Dios cuando el hombre aun recibiendo la salvación se niega rotundamente a reconocer el señorío de Dios que manifiesta su mesianismo mediante la sencillez y el anonadamiento (kenosis) rebajándose hasta la condición de un niño; es el caso de los judíos representados en Herodes y los que se sobresaltaron con él, ante la noticia de la aparición del Mesías. * Dejarse guiar en la búsqueda: Los magos nos enseñan la actitud de sencillez y humildad de aquellos que se dejan guiar por la fe para descubrir la presencia del salvador, sobre todo sabiendo vencer las dificultades y obstáculos que se presentan en el camino, tal como lo hicieron los sabios de oriente que no se detuvieron ante la negativa de Herodes y sus intereses, sino que prosiguieron su camino dejándose guiar por la luz de fe que mediante la estrella les indicaba el nacimiento del Mesías. Hoy necesitamos cristianos que se dejen guiar por la fe y sepan vencer los obstáculos e intereses políticos e ideológicos que se pueden presentar en el camino. Los magos después de encontrar a Cristo regresaron a su tierra por otro camino, y así nos enseñan que el cristiano cuando descubre la presencia de Cristo no puede seguir por el camino de antes, sino por el camino que Cristo le indica. * Encontrar a Dios y ofrecerle lo mejor: La actitud de postración frente a la presencia de Jesús nos indica el gozo que brota de un corazón que sabe reconocer la presencia del Señor y se postra para reconocerlo y ofrecerle lo mejor que se tiene. En la ofrenda del oro reconocen la realeza de Cristo, de la cual nosotros somos participes desde el bautismo, pero también lo reconocen como hombre inmortal, pues con su muerte venció nuestra muerte y nos dio nueva vida; por eso le ofrecen la mirra ya que él da sentido a nuestra humanidad y la lleva a plenitud. Los sabios también se postran para ofrecerle el incienso en el que lo reconocen como Dios que se abaja y nos eleva hasta la categoría de hijos de Dios. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? En este domingo le pedimos al Señor que nos ayude a descubrir su presencia, ya que: “No basta con saber dónde nació Jesús, como lo hicieron los escribas, si no llegamos a ese lugar. No basta saber que Jesús nació, como Herodes, si no lo encontramos. Cuando su dónde se convierte en nuestro dónde, su cuándo en nuestro cuándo, su persona en nuestra vida, entonces las profecías se cumplen en nosotros. Entonces Jesús nace dentro de mí y se convierte en un Dios vivo para mí. Hoy estamos invitados a imitar a los Reyes Magos. No discuten, sino que caminan; no se quedan a mirar, sino que entran en la casa de Jesús; no se ponen en el centro, sino que se inclinan ante Él, que es el centro; no se fijan en sus propios planes, sino que están dispuestos a tomar otros caminos” (Homilía del Papa Francisco, enero 06 de 2019). Que al descubrir a Jesús sepamos despojarnos de todo para postrarnos y adorarlo y, habiendo encontrado el gozo de la salvación, sigamos por otro camino distinto al que el mundo nos propone. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. En esta solemnidad de Epifanía conviene resaltar que el personaje central es Cristo y su misterio de salvación, más que las figuras de los reyes magos. 2. Conviene hacer un momento de sagrado silencio en el acto penitencial y después de la invitación a orar: “Oremos” (Cfr. OGMR 45). 3. Se puede preparar la procesión con los dones para la Eucaristía, presentado también mercados para los pobres y necesitados. 4. Encender una luz al frente del pesebre podría ser un elemento pedagógico importante. 5. Tener presente que hay un formulario distinto para la Misa de la Vigilia y del día. El Prefacio es propio de Epifanía, Misal, p. 367. 6. Puede emplearse hoy la fórmula de bendición solemne: En la Epifanía del Señor, Misal, p. 472. 7. Se recomienda emplear la Plegaria Eucarística I o Canon Romano, se dice el “Reunidos en comunión…”, propio de la Epifanía. 8. El pesebre se puede dejar hasta el domingo después de Epifanía, fiesta del Bautismo del Señor. 9. Tener presente que el próximo domingo, 12 de enero, se celebra la fiesta del Bautismo del Señor. Con esta festividad concluye el tiempo de Navidad.

Lun 30 Dic 2019

Un año nuevo, trae esperanzas, expectativas y nada mejor que empezarlo con la bendición

Primera Lectura: Nm 6,22-27 Salmo: Sal 67(66) ,2-3.5.6+8 Segunda Lectura: Ga 4,4-7 Evangelio: Lc 2,16-21. Introducción • Con esta celebración iniciamos un nuevo año civil, y nada mejor que bendecir y ser bendecidos. • Quien mejor bendice a sus hijos es la Madre, por ello quiso el Papa san Pablo VI, colocar en este día la jornada mundial por la paz • El niño que nos ha nacido es Dios, Jesús (Dios Salva), luego su Madre es la Madre de Dios. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Un año nuevo, trae esperanzas, expectativas y nada mejor que empezarlo con la bendición que el pueblo de Israel tenía para dicha ocasión, el año nuevo, Dios mismo lo pide para que dicha bendición la haga el rey o el sacerdote; bendecir, es decir bien de otro, es desear lo mejor a otro, decir buenas palabras para otros, desear lo mejor para los otros. Lo mejor es desear ver el rostro de Dios sin temor alguno, obtener la paz que viene de Dios, la alegría, la justicia y todo ello se extienda a toda la tierra. El nacimiento del Hijo de Dios de una mujer, nos pone en el cara a cara de la humanidad con el creador, que en el Hijo convierte a todos los hombres en sus hijos, el Abba de cara a la Madre del Hijo, dignifica en Ella a la humanidad y por ello el Hijo asume toda la condición bajo la ley. Y la gran bendición la encontramos en la madre que muestra a los pastores el Hijo que le ha nacido, ellos no llegaron allí como curiosos, sino como testigos, y así se lo cuenta a la madre que guarda todo lo dicho en su corazón de discípula que creyó desde el primer momento de la anunciación lo que el ángel le decía del plan de Dios en ella. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Dios está en toda la historia y el tiempo presente acompañado y bendiciendo a la humanidad, puso su rostro frente al nuestro en la Encarnación del Hijo, para lo cual tuvo que contar la misma condición humana en María, Virgen, y en ella depositó la gran bendición de su presencia en el Hijo amado, al cual hay que buscar, escuchar y seguir. Si Dios como Padre, es capaz de darnos tan gran bendición con su Hijo, cuánto más también una buena madre sabe bendecir a sus hijos. El Hijo que la madre mostró a los pastores es el príncipe de la paz, y ella es elevada a Madre de Dios por la Encarnación del Hijo de Dios en su vientre, como verdadero Dios y verdadero hombre, para traer a Dios a los hombres y llevar a hombres a Dios, y en este encuentro está la paz; cuyos pilares son la verdad, la justicia y la libertad que tanto necesita la humanidad, para avivar la reconciliación, los valores humanos y políticos, como ya lo manifestaba san Juan XXIII en la Pacem in Terris. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Señor y Dios nuestro al iniciar este año nuevo, deseamos de vivo corazón que tu Madre y Madre nuestra, venga con nosotros a caminar durante este espacio de tiempo que nos regalas, porque en su compañía sabemos que tenemos todas tu bendiciones más grande de ella, después de habernos dado a tu Hijo Jesucristo, que es la paz, que está en el corazón del hombre y que solo brota de éste, cuando el hombre se convierte de sus rencores, odios, sed de venganza, cuando se despoja de sus pretensiones e idolatrías de cualquier orden. Porque solo la paz llega cuando el hombre se convierte de corazón a las palabras y exigencias de Jesucristo, que son para el bien de la humanidad. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. La solemnidad del 1° de enero, de Santa María, Madre De Dios, ofrece un espacio propicio para el encuentro entre la piedad litúrgica y la piedad popular, ya que litúrgicamente se celebra con las formas que le son propias, y popularmente, expresiones que motivan la alabanza y felicitaciones a la Virgen por el nacimiento de su Hijo divino (Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia 115). 2. Es muy recomendable que, desde antes de la celebración litúrgica, se guarde silencio en el templo, en la sacristía y en los lugares anexos. De modo que todo se disponga devota y debidamente para la acción sagrada (Cfr. OGMR 45). 3. Prepara y disponer convenientemente una imagen de la Virgen María con el niño en brazos. 4. Con motivo de la Jornada Mundial de Oración por la paz, se puede colocar el debido lema en un cartel, que sea de fácil visibilidad y lectura para los fieles e invitar a orar por la paz. 5. La solemnidad de Santa María, Madre de Dios, tiene esquema propio de celebración. 6. Al finalizar la oración después de la comunión, y antes de impartir el sacerdote la bendición, pedir que entre los presentes se expresen palabras de bendición con motivo del año nuevo. Seguidamente, utilizar la bendición propia para la ocasión: En el primer día del año, Misal, p.471. 7. Es conveniente, preparar y ofrecer, en la hora más indicada, la exposición y bendición con el Santísimo Sacramento para orar por la paz y reflexionar el respectivo mensaje del Papa.