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Lectio Dominical

Mar 29 Mayo 2018

Alcemos la copa de la salvación y construyamos la paz

Nuestra vida está llena de todo el bien que Dios nos ha hecho, ¿cómo pagarle o recompensarle ese amor que nos manifiesta? La respuesta es: participando de la celebración de la Eucaristía. Estamos en la Solemnidad de Corpus Christi; de la carne y la sangre del Señor. Ese realismo cruento que el Señor Jesús nos identificó. Esta es mi carne, esta es mi sangre, por ello alcemos la copa de la salvación en ese encuentro con Jesús, por que con su carne y sangre construimos la paz personal, comunitaria y de la Iglesia. Tareas: Participa con amor y alegría en la Eucaristía de este domingo. Ve a una capilla de oración y pasa una hora con Jesús. Escucha lo que Él tiene que decirte. Busca en el evangelio de Juan el capítulo 6 y medita en él para que descubras la riqueza de la Eucaristía.

Vie 25 Mayo 2018

Somos comunidad de amor y de vida

Primera lectura: Dt 4,32-34.39-40 Salmo Sal 33(32),4-5.6+9. 18-19.20+22 (R. cf. 12) Segunda lectura: Rm 8,14-17 Evangelio: Mt 28,16-20 Introducción La Palabra de Dios que ilumina esta solemnidad de la Santísima Trinidad, manifestación de la comunión de las tres divinas personas en la diversidad de su misión, nos ofrece varias ideas temáticas para la reflexión, la celebración y la aplicación en la realidad concreta de cada comunidad: Dios Padre, en Jesucristo, siempre está presente entre nosotros y continúa actuado sus maravillas. Somos comunidad de amor y de vida a ejemplo de la Santísima Trinidad. Llamados a vivir la misma relación de comunión que Cristo vivió con Dios y con los hombres ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La Sagrada Escritura nos ofrece el misterio de la Santísima Trinidad, no como un evento para entender y descifrar, sino para creer, celebrar y experimentar que Dios siempre acompaña y bendice a su pueblo, de ahí que le pone de presente su historia: ¿cómo se ha mostrado Dios en su recorrido de familia, de patria? En efecto, el texto del Deuteronomio, en consideración para esta celebración (Dt 4,32-34.39-40), se centra en recordar el camino que el pueblo ha recorrido y de cuánto el Señor ha hecho por él. Es una llamada a descubrir a Dios, no sólo como el Dios del pueblo, sino como el más cercano, el más comprometido con la historia del ser humano, el Señor de Israel: «dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que Él se escogió como heredad» (Sal 33,12). Este gozo que da al hombre descubrir al verdadero Dios y tener experiencia de Él en su propia vida, le permite confesarlo como su Señor, su único Dios. El Salmo 33 es un himno de alabanza al poder y a la providencia de Dios que frente a la debilidad humana aparece la fuerza de la palabra creadora y de la providencia solícita del Señor para con sus fieles. Del mismo modo que Dios, al comienzo de la creación, por su palabra, mandó que surgiera el mundo, así también, por su palabra creadora manda, que surja el bien. Se trata de que el hombre esté convencido en todo momento que la fuerza providente del Señor está del lado de aquellos que confiesan que sólo el Señor es su auxilio y escudo y que sólo en él se alegra el corazón. Pablo, por su parte, en la carta a los Romanos (8,14-17), desarrolla la nueva condición del bautizado, que ha recibido el don del Espíritu que da la vida en Cristo. En efecto, nos encontramos en la plenitud del don. La «carne», la Ley... nos pone en referencia con todo lo caduco, lo finito, lo que cierra al ser humano en sí mismo, y por lo tanto, lo separa de Dios. El don, el «Espíritu», en cambio, realiza la obra de abrir a la vida, y nos hace «hijos de Dios», y capaces de gritar «Abbá». Este Espíritu que impulsó a Jesús a la misión y que nos hace gritar Abbá, nos hace «hijos» en el Hijo, para vivir la misma relación de comunión que Cristo vivió con Dios, y con los hombres. Finalmente, el evangelio de Mateo (28,16-20), que describe la aparición de Jesús a los once, presenta el envío misionero como el modo de salir, acompañados por el don del Espíritu, al encuentro del otro para hacerlo discípulo en el nombre de Dios. Este envío es presentado en tres momentos: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra», «Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones... enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado» y, concluye con la afirmación de la presencia de Jesús en la comunidad: «Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo»; Él, que llamó a los discípulos y los envió, sigue estando presente en medio de ellos, mientras ellos hacen discípulos para seguir al Maestro.

Mar 22 Mayo 2018

Oremos y meditemos para conocer y entender el misterio de la Trinidad

Estamos en la fiesta de la Santísima Trinidad, el Dios en el que creemos: Padre, Hijo y Espíritu Santo, centro de nuestra fe. ¿Cómo conocerlo? En la lectura escuchamos que es necesario meditar y orar para conocer el misterio de la trinidad, esto no se conoce por la vía intelectual, sino profundizando nuestra relación con Dios porque somos sus hijos. Esa es nuestra identidad. La comprensión de la Trinidad se verifica en lo concreto, en la vida cotidiana, en el guardar y en el vivir los preceptos y mandamientos del Señor. Tareas: Ora y medita sobre la Santísima Trinidad. Si eres padrino o madrina de bautismo llama y habla con tu ahijado sobre la fe trinitaria. Haz un compartir con tu familia para vivir en la felicidad.

Mié 7 Feb 2018

Dios no excluye de su amor y siempre nos acompaña

¿Qué dice la Sagrada Escritura? Uno de los aspectos más curiosos del evangelio de hoy, es la de este leproso, que se acerca a Jesús, no para pedirle ser sanado. En efecto no le dice “si quieres, puedes sanarme”, sino “si quieres, puedes limpiarme”, en otras palabras, puedes restituirme la pureza. Y Jesús, efectivamente, le responde: “lo quiero, ¡quedas limpio!”. Este dialogo entre el leproso y Jesús nos invita a cuestionarnos sobre esta virtud, tan importante, como es la pureza. Es importante entender qué significa verdaderamente esta noción de pureza para la salvación. Cabe preguntarnos también el significado bíblico de la pureza, la podemos deducir de la primera lectura, en la cual se nos dice, en qué incurre la persona que se vuelve impura. El libro del Levítico refiere que, cuando alguno manifestaba los síntomas que podían desencadenar en lepra, porque la lepra era una enfermedad contagiosa, inmediatamente venia declarado por el sacerdote “impuro.” La consecuencia era que la persona debía estar aislada, fuera del campamento. La impureza, por lo tanto, desde el punto de vista espiritual, era la separación del leproso de la comunidad y de Dios. La incapacidad, la imposibilidad de estar en comunión con Dios y por lo tanto la incapacidad de adorarlo. El leproso no podía entrar en el templo, no podía participar de la oración, era separado de los hermanos. La concepción de la pureza es algo que se ha convertido, muchas veces, en un concepto equívoco en nuestra imaginación, en nuestra concepción de lo que realmente nos hace puros, de lo que nos hace verdaderamente íntegros, de los que nos hace realmente sanos. Para los judíos, en la época de Jesús, por lo general, ser puro o impuro, tenía unas consecuencias, para bien o para mal, en el comportamiento social y cultural de la época. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Cuando pensamos en la pureza, nos imaginamos algo abstracto, como una virtud sólo de los ángeles, como exclusividad para las personas impecables, o como de las personas capaces de dominar todas las perturbaciones irracionales, como de las personas dotadas de una belleza extraordinaria, fuera del tiempo. En muchas personas hay esta tendencia al “angelismo”, este deseo de una pureza ideal. Pero el “angelismo”, lejos de ser una cosa que nos hace crecer y que nos motiva al bien, puede transformarse en una peligrosa tentación de huir de nuestra realidad terrestre, de nuestra realidad de seres encarnados. En la historia de la Iglesia se pueden constatar estas tendencias de “puritanismo”. Ha habido diversos momentos en la historia que han buscado esta pureza ideal, como por ejemplo los Donatistas del tiempo de San Agustín, o los Cátaros, (cátaro significa propiamente puro), en el medioevo o todavía algunos movimientos con tinte carismático de los años “80 y 90”. En estos movimientos de espiritualidad, muchas veces se han verificado los excesos más sorprendentes de rigorismos en búsqueda de “integridad”. Desde el punto de vista psicológico, la búsqueda de esta pureza ideal, que raya en el extremo de un “angelismo”, causa problemas graves, muchas veces una fuga de la realidad. La pureza es ante todo una virtud, no un simple “angelismo” para convertirnos en lo que no somos. Nosotros fuimos creados del barro, como narra el libro del Génesis, somos una unidad de cuerpo y espíritu, fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Llevamos una realidad espiritual en nuestra corporeidad. Somos hechos de carne y esta carne es caracterizada por toda una serie de aspectos, que posiblemente no nos gustan, pero que debemos aceptar, asumirlos y portarlos serenamente para llegar a ser personas verdaderamente equilibradas, verdaderamente maduras, verdaderamente sanas. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? Este orden de ideas nos permite tener una mirada analógica entre la enfermedad de la lepra y la realidad del pecado. El pecado es esta separación de Dios, esta separación de los hermanos. La pureza es la posibilidad de reencontrar la comunión con Dios, de poder alabar a Dios, agradecer a Dios, ofrecer la propia vida en sacrificio, en acción de gracias a Dios. La pureza es la posibilidad de ofrecer al Señor, no solo, nuestras oraciones, sino también nuestros cuerpos, como sacrificio agradable a Dios y como oportunidad para vivir después en comunión con nuestros hermanos. Dice el discurso de las bienaventuranzas en Mateo 5: “beatos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”. Aquí tenemos otra connotación bíblica de la pureza. La pureza en el Nuevo Testamento, la enseña Jesús, como algo interior. No se es puro simplemente si se lava, si se hacen las abluciones rituales, típicas de la religiosidad hebrea. No se es puro o impuro simplemente a causa de una enfermedad, que no depende de nuestra voluntad. Se es puro si el corazón está orientado a Dios, si el corazón está en paz, en relación con los hermanos. No basta sólo no matar, no robar, no cometer adulterio; para ser puros se necesita eliminar del corazón todo sentimiento de odio hacia al hermano, eliminar el deseo de las cosas de los demás, de la mujer del otro, etc. Somos justos, somos “puros” solamente si esta justicia está enraizada en lo profundo del corazón. Somos puros solo cuando nuestro corazón esta direccionado hacia Dios, en paz con Dios y con nuestros hermanos. Como afirma Jesús, no es lo que entra lo que hace impuro al hombre, sino lo que sale de su corazón. En este orden de ideas, cambia por completo la concepción de la pureza, se podría afirmar que es el modo justo de estar en relación con Dios y con nuestros hermanos. Como el leproso del Evangelio, estamos también nosotros llamados a ir a Jesús y pedirle: “si quieres puedes purificarme”. “si quieres Señor”, puedes restituirme la capacidad de adorarte y de ofrecerme todo mi ser, mi espíritu, mi alma, mi cuerpo en todos sus aspectos, así como es, como sacrificio agradable a Ti. “Si quieres Señor”, purifícame; si lo quieres puedes devolverme la serenidad del corazón, la mirada limpia que me permita mirar a las personas con respeto, que me permita entrar en una lógica del perdón, de misericordia, sin exclusión alguna. El corazón puro es el corazón que tiene las características anunciadas en las Bienaventuranzas: es un corazón pobre en el espíritu, un corazón manso, un corazón misericordioso, un corazón que busca la paz. Beato, por lo tanto, los limpios, los limpios de corazón, o sea los que son purificados por Cristo, porque verán a Dios. Solo el Señor nos podrá dar esta gracia, sólo Él puede hacernos puros de corazón. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? “Todo lo puedo en aquel que me fortalece”, dice San Pablo. Para este enfermo fue determinante el encuentro con Jesús. A Jesús debemos dirigirnos con la misma audacia, con la misma humildad, con la misma tenacidad del leproso del evangelio de hoy. Este grito puede convertirse en nuestra oración: “si quieres, Señor, puedes limpiarme”. Naturalmente Jesús quiere. Su voluntad, como dice san Pablo a los tesalonicenses, es nuestra santificación y nuestra purificación. “Lo quiero”, ¡quedas purificado!” nos responde Jesús. Esto nos permitirá ver a Dios, reconocerlo, tener una mirada limpia. Esto nos permitirá a la luz de la fe, de la esperanza, abrir nuestros ojos del corazón para ayudarnos a reconocer a Dios presente, activo, en todas las circunstancias de nuestra vida. Nos fortalece para la misión continua, para ver a Dios en nuestros hermanos y hermanas, especialmente los más necesitados de salud del cuerpo y de alma. “Si lo quieres Señor, puedes limpiarme”. “lo quiero, ¡quedas limpio!”.

Lun 29 Ene 2018

Jesús capacita para el servicio cuando sana y libera

Primera lectura: Jb 7,1-4.6-7 Salmo Sal 147(146),1-2.3-4. 5-6 (R. Cfr. 3) Segunda lectura: 1Co 9,16-19.22-23 Evangelio: Mc 1,29-39 Introducción En el evangelio propuesto en este domingo, se continúa con la descripción del tránsito de Jesús a Cafarnaúm. Después de haber causado estupor por su nueva enseñanza, llena de autoridad, inmediatamente saliendo de la sinagoga, llega a la casa de Simón y Andrés, con Santiago y Juan. Se acerca a la suegra de Simón la toma de la mano y la fiebre se le paso y se puso a servirles. Jesús capacita para el servicio cuando sana y libera. Dice el evangelio que le traían a Jesús todos los enfermos y endemoniados y Él curaba a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Una nueva autoridad al servicio del reino, un reino de amor y servicio. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El Evangelio de Marcos narra que, Jesús “acercándose a una mujer la alzó tomándola de la mano y la fiebre la dejó”. He aquí su nueva enseñanza con autoridad, no sólo de palabras, Jesús se hace próximo, es su amor que abajándose enaltece, su tomar de la mano, es su caminar junto con su amor, que alzando libera. Como bellamente lo expresa el primer libro de Samuel: “el levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para hacer que se siente entre príncipes y que herede un trono glorioso” (2,8). El encuentro de Jesús con la fragilidad humana es una fuerza que transforma interiormente y salva. También el Papa Francisco invita a tocar la carne del que sufre, compartir sus sufrimientos y ayudarle en su restauración. Ahora Marcos dice, que la suegra de Simón, alzada por Jesús, los servía. Su vida nueva es el servicio. Mientras los escribas no querían ser servidos por las mujeres, Jesús, que “enseñaba con autoridad y no como los escribas”, levanta la mujer, y ella “le sirve”. Entonces podrimos preguntarnos ¿qué significa esta diaconía? La suegra de Simón, inmediatamente entra en el dinamismo de vida que es propio de Dios, el del amor y el servicio, que se abaja para ser fuerza, que hace vivir: está anticipado el camino recorrido y encontrando el resucitado, para comprender que el servicio es la participación intima de la vida de Dios. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? El Evangelio de Marcos nos anima continuamente, con su estilo sencillo especial. Como lectores podríamos desear una mayor abundancia de detalles y de datos particulares para entender mejor el sentido de lo que se nos narra. Pero da la impresión de que Marcos quiere, precisamente esto, quiere involucrarnos personalmente en los acontecimientos que narra, de una manera sencilla. No le interesa tanto informarnos con precisión sobre los hechos, sino hacernos vivir, hacernos sentir que Jesús nos encuentra hoy; entra en relación con nosotros, de modo que los hechos precisos del acontecimiento, que hoy leemos, son los nuestros, Jesús nos da la mano y nos levanta. En la casa de Simón y Andrés, todo aparece significativo, estaba la suegra que tenía fiebre, la humanidad sufriente, la fragilidad de la mujer, condicionada tal vez de cual fiebre. La fiebre, tal vez, de la marginación machista de la época. En cuanto entra Jesús a la casa, interesante el dato de Marcos, “inmediatamente hablan de ella”. Esto ya indica que cosa debe hacer la comunidad de los discípulos de Jesús en toda situación de la vida. Podríamos preguntarnos ¿Qué cosa debemos hacer hoy nosotros, llamados a afrontar nuevos problemas y fragilidades de la humanidad? “Hablarle a Jesús de Ella”, significa aprender a dejar que la experiencia del encuentro con Jesús ilumine los problemas existenciales de la vida. Lo que han iniciado a hacer los primeros discípulos, es a lo que nosotros estamos llamados a continuar. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? La palabra de Dios para este domingo es una oportunidad para preguntarnos ¿Quién es Jesús para nosotros?, ¿Cuál es la novedad de su mensaje?, Este cuestionamiento aparece continuamente en la narración de Marcos; plantea el problema de la identidad de Jesús, no como pregunta “teológica”, sino con el deseo de una autentica relación interpersonal. Marcos nos ayuda, haciéndonos encontrar a Jesús, liberándonos de la ilusión de poderlo reducir fácilmente a nuestros pensamientos, a nuestros criterios. El encuentro con Jesús es el sentido de nuestra existencia, Él desborda continuamente nuestras pretensiones de conocerlo. Antes de haberse dejado guiar por los discípulos, donde la suegra de Simón, Él quiere conducirnos para revelarnos quién es Él. En el evangelio propuesto en este domingo, se continúa con la descripción del tránsito de Jesús a Cafarnaúm. Después de haber causado estupor por su nueva enseñanza, llena de autoridad, inmediatamente saliendo de la sinagoga, llega a la casa de Simón y Andrés, con Santiago y juan. Hasta ahora la narración de marcos aparece como una obra breve, todo aparece normal, pero todo en realidad es nuevo. En efecto, marcos ha recibido de la tradición, la noticia del encuentro de Jesús con la suegra de Simón, pero cuando escribe el evangelio, esta alegre noticia de este encuentro, se convierte ya en un escrito. Toda esta experiencia, vivida por la nueva comunidad que está naciendo, vive del Resucitado, de Jesús, que, saliendo de la sinagoga, entró en la casa de Simón y de Andrés. Aquí está la gran novedad, la comunidad no vive más de la ley explicada por los rabinos, sino de Jesús resucitado, que entra en la trama normal de la vida, en la casa de Simón y Andrés con Santiago y Juan; los primeros eslabones de una cadena de aquellos que Jesús continúa a llamar. La novedad cualitativa de la comunidad que está naciendo es que Él, Jesús Resucitado, con su nueva autoridad, es su nueva vida, que deriva de su muerte y resurrección. No es un poder de autoridad jurídica, sino la plenitud y fuerza de vida que se comunica y que da vida, es decir, una verdadera vocación de servicio. Son signos de la inauguración de un nuevo orden de cosas, de la novedad del Reino de Dios presente en medio de la gente. El Papa Francisco, en su visita a Colombia, el año pasado, ha invitado a la Iglesia Colombiana, a redescubrir esa cultura del encuentro, que pasa por la integración de todos los actores de la sociedad, en la cual ninguno se debe sentir excluido de la oportunidad de salvación. Todo bautizado es discípulo misionero del evangelio, que está llamado a comunicar esta buena nueva del Evangelio siendo servidores del Reino. Sólo con una visión incluyente, aun de los marginados y excluidos, pobres y enfermos, se podrá afrontar la cultura del descarte, tantas veces denunciada por el Santo Padre, de manera especial descrita en la exhortación Evangelii Gaudium 1, cuando hace referencia a las cuestiones sociales, y culturales. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Jesús que sana y libera, capacita para la misión. El servicio es la verdadera condición para ser hijo de Dios, para degustar la vida de un Dios que se abaja para donar amor. La suegra de Simón ha anticipado aquello que Jesús, el “siervo de Dios”, mostrará hasta la plenitud de su “servicio” que es la cruz. Es el misterio incomprensible de la novedosa identidad de Jesús, el amor que se abaja para per divino, que Jesús primero busca en la prolongada soledad de la oración, no adhiriéndose a la búsqueda equivocada de la gente y tampoco a la interesada mediación de los discípulos: Jesús es libre y el encuentro con Él es liberador. A quien lo busca, él responde con una pregunta: “¿por qué me buscabais?”, invitando a un camino de verdad interior, para que el encuentro con Jesús sea la acogida de la alegre noticia por la cual él ha venido. La misión del bautizado queda enunciada en la segunda lectura como un imperativo. El apóstol san pablo hace caer en cuenta de esta dimensión, que anunciar el evangelio, no es solo motivo de gloria, es más bien un deber, “hay de mi si no predico el evangelio”. En este contexto también el Evangelio de Marcos muestra la novedad del mensaje de Jesús, la verdadera vocación de servicio del cristiano, una verdadera diaconía. La autoridad con la que Jesús enseña, no sólo de palabras, es principalmente hacerse próximo, caminar junto a los demás, particularmente a los más necesitados, enfermos y excluidos, con esta vivencia del amor de Jesús que levanta y libera, como sucede con la suegra de Simón. Jesús nos invita a una misión de servicio. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link=''] DESCARGA LAS ORIENTACIONES [/icon]

Lun 22 Ene 2018

Jesús con sus palabras, testimonia la autoridad que le viene del Padre

Primera lectura: Dt 18,15-20 Salmo Sal 95(94),1-2.6-7ab. 7c-9 Segunda lectura: 1Co 7,32-35 Evangelio: Mc 1,21-28 Introducción La Palabra de Dios que se nos ofrece para este domingo, sugiere tres temas que pueden orientar la reflexión: 1. La elección del profeta que comunica la Palabra de Dios, libre de contaminarse con otros dioses e ideas que confunden y desvían al pueblo. 2. El hombre y mujer que se consagran a Dios pueden hacerlo en la libertad de dedicarse tiempo completo al servicio del Señor, o sentirse divididos frente a los deberes con el mundo. 3. La autoridad de Jesús quien, con gestos y palabras, expulsa al demonio inmundo que se encuentra dentro de la sinagoga y que lo reconoce como el santo de Dios. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la primera lectura del Libro del Deuteronomio, Yahveh Dios habla a través de Moisés al pueblo de Israel sobre las disposiciones de quienes han de ejercer la vocación profética. Dios pondrá sus palabras en la boca del profeta y le comunicará sus mandatos. Dios juzgará al profeta por su obediencia en la comunicación de su palabra al pueblo, pero si el profeta no es fiel a sus palabras y se desvía hablando en nombre de otros dioses, será reo de muerte. El apóstol San Pablo recomienda y forma a la comunidad de Corinto en la libertad de preocupaciones del mundo para servir al Señor en santidad de cuerpo y espíritu, procurando el trato digno y asiduo con el Señor sin división. Distingue entre el hombre y la mujer casados o no casados, pues, quien está casado está dividido, ya que se preocupa de las cosas del mundo; mientras, quien no está casado es más libre de estas preocupaciones para servir al Señor. Todo bautizado es un profeta, que discerniendo su vocación dedica su tiempo al servicio del Señor sin ataduras, ni compromisos con las cosas del mundo que lo dividen, distraen y le quitan tiempo para dedicarse a las cosas del Señor. En el Evangelio, Jesús llega a Cafarnaúm con los apóstoles y comienza a enseñar el sábado. En la sinagoga hay un hombre de espíritu inmundo que lo reconoce como el Santo de Dios. Cuando Jesús expulsa el espíritu inmundo del hombre; la gente estupefacta y sorprendida percibe en Él, una doctrina nueva, expuesta con autoridad: Manda los espíritus inmundos y le obedecen. Jesucristo, El Profeta por antonomasia, sorprende porque su autoridad es totalmente coherente entre lo que dice (palabras) y lo que hace (gestos). ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Palabra de Dios interroga nuestra vocación como sacerdotes, profetas, religiosos, religiosas, laicos, esposos, esposas y laicos en la misión de anunciar y denunciar la verdad a nuestro pueblo. Advierte sobre la necesidad de no acomodarnos a la Palabra de Dios porque ya hemos sido consagrados, o porque participamos frecuentemente de los sacramentos o acudimos regularmente al templo. No creer que, por ser sacerdotes, religiosos, o consagrados, ya tenemos garantizada la salvación. Aún dentro de la misma Iglesia y en el mismo templo podemos estar poseídos del espíritu del mal, pues este, también acude al templo y reconoce la presencia de Dios. Igualmente, la Palabra nos advierte sobre las doctrinas atractivas y mundanas que nos pueden confundir y alejar de la recta doctrina. Hay que permanecer fiel al Dios único y verdadero, manifestado en su Hijo Jesucristo. La autoridad con que nosotros hablamos debe proceder de la humildad y caridad en el servicio a los demás, las palabras convencen, pero el testimonio arrastra. La autoridad, es la coherencia de una vida que testimonia a Jesucristo, más que con nuestras palabras, con la vida ofrecida en servicio a los demás, especialmente a los enfermos, pobres y más vulnerables de nuestra sociedad. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? No todo quien va al templo tiene garantizada la salvación, pues los espíritus inmundos también acuden a las celebraciones litúrgicas, van a misa, comulgan y reconocen a Dios. Cuidado con sentirnos seguros de nosotros mismos; pretender medir nuestra conversión por los actos externos, el número de obras de caridad o creer que la gracia de Dios la podemos adquirir o comprar mediante la fuerza del mérito propio. Hay que evitar el espíritu mundano que nos lleva a caer en la falsedad, la hipocresía y la doblez de corazón, creyéndonos justificados. Igualmente, la Palabra invita a renovar nuestro compromiso profético adquirido en el bautismo, que nos advierte sobre el cuidado de no emigrar hacia dioses falsos que engañan y nos separan de la recta doctrina de la salvación. La sociedad moderna está llena de sutiles y variadas formas de espíritus inmundos, de ofertas esotéricas, sectas y nuevos movimientos religiosos, que tergiversan la recta enseñanza de la Iglesia y nos pueden desviar hacia caminos tortuosos de engaño y perdición. Hay que cultivar nuestra formación en la fe, mediante la catequesis, la fe, el amor y el servicio en nuestros grupos y comunidades parroquiales. Frente a las dudas e incertidumbres que siembran otros en nuestros corazones, no asustarse, reflexionar, orar, buscar al sacerdote o la comunidad que me puede orientar, explicar y llevar hacia la auténtica y correcta comprensión de la Palabra, de la Iglesia y su magisterio. La Palabra de Dios de este domingo, nos invita a vivir al servicio de la palabra de Dios y de la Iglesia, de acuerdo con la vocación a la que hemos sido llamados como casados, consagrados, sacerdotes o laicos. Ejerciendo todos la dimensión real, profética y sacerdotal que hemos recibido en el bautismo. En las palabras que el Papa Francisco dirigió durante el encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados, consagradas, seminaristas y sus familias, resaltamos varias ideas que van en coherencia con la temática que nos invita a reflexionar la Palabra de Dios en este domingo: “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo, el gozo de evangelizar”… “Las vocaciones de especial consagración mueren cuando se quieren nutrir de honores, cuando están impulsadas por la búsqueda de una tranquilidad personal y de promoción social, cuando la motivación es ¨subir de categoría¨, apegarse a intereses materiales, que llegan incluso a la torpeza del afán de lucro” ... “Con los gestos y palabras de Jesús, que expresan amor a los cercanos y búsqueda de los alejados; ternura y firmeza en la denuncia del pecado y el anuncio del Evangelio… ¿cuántas veces escuchamos hombres y mujeres consagrados que parece que, en vez de administrar gozo, alegría, crecimiento, vida, administran desgracias, y se la pasan lamentándose de las desgracias de este mundo? Es la esterilidad, de quien es incapaz de tocar la carne sufriente de Jesús”. (Encuentro con sacerdotes, religiosos, consagrados seminaristas y sus familias, Coliseo La Macarena, Medellín, 9 de septiembre de 2017). ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La presencia de Jesucristo en la sinagoga sorprende por la autoridad con que ejerce su palabra y la coherencia con que actúa. Al paso de Jesucristo por nuestras vidas, no debemos ser indiferentes, sino que nos debe ayudar a construir el mundo, dando la prioridad a Él, y creciendo en el servicio a los demás de acuerdo con nuestra vocación de consagrados. El encuentro con Jesucristo vivo, hace que sus gestos y palabras estimulen nuestra misión y el servicio a los demás con caridad y verdad, para ayudar en la sanación de tantas formas inadecuadas de fe que nos pueden perder y confundir en el camino que conducen a la auténtica salvación, aun estando dentro de la Iglesia. 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Vie 19 Ene 2018

Convirtámonos y sigamos a Jesucristo

Primera lectura: Jon 3,1-5.10 Salmo Sal 25(24),4-5ab.6+7bc.8-9 (R. Cfr. 18) Segunda lectura: 1Co 7,29-31 Evangelio: Mc 1,14-20 En el Tercer Domingo del tiempo Ordinario, se sugieren tres temas para reflexionar y profundizar. El primero tiene que ver con el llamado a la conversión universal, que traspasa las fronteras. El profeta Jonás se resiste a obedecer a Dios, quien lo envía a un pueblo pagano a predicar la conversión de sus pecados e idolatrías, un pueblo que no es judío, por lo tanto, diferente a su cultura, religiosidad y costumbres. El segundo, se relaciona con el desapego a los bienes materiales y la invitación a asumir una actitud de indiferencia hacia los valores que presenta el mundo temporal. Y el tercero, es el llamado que Jesucristo hace a los primeros apóstoles a seguirlo, dejándolo todo. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Jonás profeta, después de atravesar la etapa de discernimiento y resistencia de su vocación, acepta la misión que Dios le encomienda: predicar la conversión a un pueblo pagano. El profeta obedece en contra de su voluntad. El autor sagrado pone al Señor en ¨actitud de arrepentimiento¨, frente a la reacción del pueblo, que escucha, obedece y se convierte. El pueblo Ninivita asume gestos propios de conversión: escuchar, ayunar, dejar de obrar el mal, vestirse de saco, son señales de arrepentimiento. El Apóstol San Pablo, frente a la inminente llegada del Señor y la brevedad del tiempo, recomienda unas actitudes de desapego y relativización hacía los valores de este mundo que son pasajeros: los que tienen mujer, los que lloran, los que están alegres y los que disfrutan la vida, les recomienda vivir en una actitud de indiferencia, frente a los sentimientos, sufrimientos y alegrías del mundo. El Evangelista san Marcos, muestra a Jesús en continuidad con el llamado a la conversión del pueblo ninivita en el primer testamento, así invita a arrepentirse de los pecados y a caminar en la presencia de Dios. Sin embargo, el Evangelio observa un plus, que modifica y cualifica el esquema anterior del profetismo veterotestamentario. En efecto, en Jesucristo, Dios cualifica y altera el resultado de la conversión a través del llamado y elección de los primeros apóstoles, es decir, haciendo presente la vocación y el Reino de Dios no solo en el pueblo ninivita, sino dentro de cada uno; no solo en los pecadores y humildes de manera genérica, sino en la persona de cada apóstol o discípulo que decide dejarlo todo para comenzar una nueva vida en el Señor. Así, la vocación del apóstol y el discípulo se convierte en sí misma, en un llamado de conversión. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Palabra pone al ministro que es un discípulo de Jesucristo, a reflexionar sobre la misión y el llamado a la conversión, mediante el testimonio de su vida. Cuando se leen estos tres testimonios de Jonás, san Pablo y de nuestro Señor Jesucristo, interroga el mismo testimonio sacerdotal. El profeta anuncia y denuncia la Palabra de Dios en la vida personal, comunitaria, en la Iglesia y en el mundo actual. Invita a la conversión mediante la confesión y reparación de los pecados propios y del pueblo, y empuja a ofrecer, como miembro de la Iglesia, el perdón, el amor y la reconciliación de Dios consigo mismo, con los hermanos, con la comunidad y con la creación entera. Sugiere revisar el contenido de la predicación, el mensaje de salvación, las injusticias que se ven y quizá se omiten por temor a sufrir las consecuencias de un anuncio profético. Pone a pensar, cómo la Palabra que se anuncia y se denuncia, se convierte para el sacerdote mismo, no solo en palabra externa, sino en tarea y compromiso de vivir con convicción, siendo testigo de una realidad que involucra y no deja pasar indiferente al ministro que la proclama. Finalmente, entusiasma a ser testigo, discípulo amado, que, con la palabra y el testimonio de conversión, ayuda a construir el Reino de Dios. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? Como pueblo de Dios, y comunidad en formación, la Palabra sugiere considerar tres dimensiones: 1. Nuestra vocación de hijos de Dios, a través del Sacramento del Bautismo, nos constituye en sacerdotes, profetas y reyes. Esta vocación profética, hace que la Palabra de Dios penetre en nuestro corazón, anuncie y denuncie lo que hay que cambiar en nuestra vida personal, para generar dinámicas de conversión que partan desde nuestra realidad. 2. El contenido del mensaje profético es el Reino de Dios manifestado en Jesucristo. Dios que se encarna para nuestra salvación y cuyo Reino se inaugura cuando nos abrimos a la conversión, nos pide despojándonos de todo aquello que no nos ayuda a caminar en la presencia del Señor. 3. Dios manifestado en Jesucristo, nos elige para ser un pueblo santo, que inicia a caminar desde el llamado a la conversión personal para seguirlo en el cuerpo que es la Iglesia; nos invita a desprendernos de todo aquello que no nos ayuda a construir el Reino de Dios en nuestras vidas. Dios que es Padre, lleno de ternura y misericordia, lento a la ira y rico en clemencia para los que lo invocan, nos motiva a reconocer con humildad que siendo pecadores, podemos caminar en su presencia para ser acompañados y ayudados en nuestro diario acontecer. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? El encuentro con Jesucristo, cambia y transforma nuestra existencia de una condición pecadora a una renovación permanente de nuestra vida. Jesús nos llama, nos convierte, nos convoca, nos elige para le sirvamos y caminemos en su presencia, para hacernos discípulos misioneros que llevemos su palabra por doquier y nos envía a dejarlo todo para seguirlo y hacer comunidad saliendo al encuentro de todas las personas que Él pone en el camino de nuestra existencia. El encuentro con Jesucristo vivo nos convierte en testigos de su amor. Las palabras del Papa Francisco en su visita a Colombia nos ayudan a reflexionar en este camino de conversión. En efecto, nos animó no solo a dar el primer paso para la paz y la reconciliación, sino a seguir caminando y dando pasos de verdadera conversión con la verdad, la justicia el amor y la reconciliación: “La palabra de Jesús tiene algo especial que no deja indiferente a nadie; su Palabra tiene poder para convertir corazones, cambiar planes y proyectos. Es una Palabra probada en la acción, no es una conclusión de escritorio, de acuerdos fríos y alejados del dolor de la gente, por eso es una Palabra que sirve tanto para la seguridad de la orilla como para la fragilidad del mar”. (Homilía, Parque Simón Bolívar, Bogotá, 7 de septiembre 2017). [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link=''] DESCARGA LAS ORIENTACIONES[/icon]

Dom 14 Ene 2018

Dios llama de modo personal y con nombre propio

Primera lectura: 1S 3,3b-10.19 Salmo Sal 40(39),2+4ab.7. 8-9.10 (R. Cfr. 8a.9a) Segunda lectura: 1Co 6,13c-15a. 17-20 Evangelio: Jn 1,35-42 Hemos iniciado el Tiempo Ordinario en donde la Iglesia nos introduce en el gran misterio de Cristo en toda su amplitud. La Palabra de Dios de este domingo nos presenta cómo Dios, a lo largo de la historia, siempre ha llamado a personas concretas para que cooperen en su misión de salvar a la humanidad. Otro tema iluminador, unido al de la vocación, es la respuesta que ha de dar cada uno al llamado de Dios y que se concreta en la obediencia a la Palabra. Y un tercer tema es el de la misión, pues, cuando Dios llama es para preparar a su elegido y enviarlo, en su nombre, a predicar el Evangelio. Desarrollaremos el tema de la vocación que emerge naturalmente al abordar los textos de la primera lectura y del Evangelio, Dios llama de modo personal y con nombre propio. DESCARGA: Presentación Predicación y Moniciones