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Iglesia

Sáb 17 Dic 2016

Alegría de creer

Por: Mons. Libardo Ramírez Gómez - Hace 3 años (21-11-13), el Papa Francisco, ofrecía a la Iglesia y al mundo Uno de los primeros documentos de su pontificado, su Exhortación “La Alegría del Evangelio” fue eco al Sínodo de Obispos celebrando el año anterior, sobre una “Transmisión de la fe realizada en Nueva Evangelización”. En este mes de diciembre, anhelado por todos como “mes de alegría”, estimó oportuno destacar cual es la raíz más profunda de la alegría, y cuales los medios efectivos para cultivarla. Recientemente he cumplido, con grande gozo y satisfacción míos y de mis benévolos y selectos lectores, ir de la mano del Papa Francisco en confortante recorrido por los 9 capítulos de su Exhortación, que tituló “La Alegría del Amor”. Con íntima fruición hemos sido llevados a su cumbre cuando encontramos que una sencilla y vivificante espiritualidad del amor lleva a maravilloso sentir humano, en muy real contacto con la misma divinidad. He sentido, a la vez, nostalgia al echar mirada a mí alrededor, desde mis familiares y amigos, hasta los más lejanos seres humanos, al percibir que está ausente de ellos ese gozo íntimo e inefable esa exultante alegría que suscita la fe y el cultivo de los valores del espíritu, cuando sus vidas y actividades no están impregnadas de la fe y el amor. En ese ir y venir de sentimientos, me conforta, sí, palpar, en general, aprecio por las grandes verdades, “semillas del Verbo”, que ha colocado Dios en todo corazón humano. Pero de allí a vivir y disfrutar la fe, y las grandes satisfacciones que da la “Alegría del Evangelio” y del “Amor”, qué distancia tan grande. Es que sin ellas se va ubicando la vida en un desértico estar como si no tuvieran fe, así se perciban en ellos esas raíces íntimas de ella. Viene la misma celebración de la Navidad y del “mes de la alegría”, pero están lejos de un acercamiento al Niño del pesebre y a su vitalizante mensaje. Esto se refleja en que se ponen como medios de festejo tantas frivolidades, y hasta situaciones del todo opuestas a cuanto ese divino infante ha pregonado. No pide Jesús, Dios hecho hombre, salirse del vivir y quehaceres cotidianos, ni condena los regocijos y gozos honestos, pide sí que adquiramos la costumbre de que cada paso, cada actividad, cada proyecto esté dentro de las líneas de rectitud que El y su Evangelio, y su Iglesia, nos trazan como saludables. Cómo duele ver personas, por lo demás buenos católicos, en uniones conyugales fuera de la bendición sagrada del matrimonio y de la familia. Duele, también, esa manera de muchos que aspiraran ser auténticos creyentes pero con tan poco aprecio por el bello ideal de matrimonio y familia como el Señor lo quiere. Duele ver fácil aceptación de esos creyentes de tesis tan contrarias a la fe en cuanto a respeto a la vida, o a indicaciones morales, que, para bien general, se pregonan desde la doctrina cristiana. Otra expresión de poca fe, que no es en sí la fe pero sí manifestaciones de ella, es la no frecuente invocación a Dios en los momentos principales del día, como al principio y al final de el. Hay también, lamentable indiferencia para la participación, al menos los días festivos, a la Santa Misa. Con qué tranquilidad pasan semanas y semanas sin este tan saludable y necesario cultivo de la fe. Cuando ni en las costumbres ni en las práctica piadosas se manifiesta la fe, ¿cómo se va a sentir la alegría de ella?, ¿cómo se va a sentir la “Alegría del Evangelio”?, ¿cómo se va a sentir y vivir una alegre Navidad?. En la “Alegría de leer” adquirimos esa tan útil práctica para nuestra vida. En la Alegría de creer” estamos llamados a disfrutar, debidamente, la vida en la tierra, hasta llegar a la alegría sin fin cerca de Dios. Quienes, por bondad de Dios, disfrutamos de la “Alegría del Evangelio”, invitamos en Navidad, y, luego, permanentemente, a acompañarnos en ese inmenso gozo. + Libardo Ramírez Gómez Obispo Emérito de Garzón Email: [email protected]

Mar 13 Dic 2016

Una Iglesia perseguida

Escrito por: Mons. Froilán Casas Ortiz - La persecución, lamentablemente, ha sido lugar común en la vida de la Iglesia, si mataron a su Maestro, su fundador, ¿qué no harán con su obra? La católica Colombia ha venido sacando a la Iglesia, a sus ministros, de todas las instituciones de la vida pública. Después que le aportamos tanto al país, ahora nos desconocen y lentamente nos van excluyendo de toda expresión pública de fe. Es verdad, la Constitución del 91 estableció un Estado laico, aconfesional, lo cual es bueno, a mi juicio. Un Estado laico no es el que masacra las creencias, sino el que las respeta. Las creencias son parte medular de una cultura. Querer reducirlas al ámbito meramente privado, es como decirle al hombre que puede amar pero que no puede expresar públicamente el amor. ¡Qué sesgo en la lectura de la Carta! Quitarle al hombre la posibilidad de expresar públicamente su fe, es castrarlo, es mutilarlo. De modo que el cristiano, quien es un ciudadano y paga impuestos, según la lectura que hace la Corte Constitucional a la Carta, no puede exteriorizar sus creencias. Así que tener un crucifijo en la oficina, es un irrespeto a quienes no creen. Usted puede libremente expresar su indiferencia o agnosticismo y yo tengo que esconder mis sentimientos religiosos. ¡Qué sofisma de distracción! Se combate supuestamente un dogmatismo con uno peor. Nos están mandando a los cristianos católicos a las catacumbas. Exteriorizar nuestras creencias es un irrespeto a los otros. ¿Por qué no aplicamos el mismo esquema en los países de cultura musulmana a ver qué nos pasaría? La gran mayoría del pueblo colombiano es muy expresivo en su aspecto religioso. ¿Cómo se puede desconocer el papel de la Iglesia en obras sociales: orfanatos, hospicios, casas para atender niños de la calle, obras para rehabilitar drogadictos y tantas obras sociales a lo largo y ancho del país? ¿Cómo desconocer el papel de la Iglesia en educación para los pobres y para los menos pobres? Y la Iglesia no recibe impuestos como el Estado que sí los recibe y tiene la obligación de todas estas obras asistenciales. ¿Cómo desconocer el papel de la Iglesia en la construcción de este país? Quienes exigen la igualdad, ¿qué han dado para exigir? Nos sacan del SENA, entidad que cofundamos junto con la UTC y la Junta Militar de Gobierno en 1957, bajo el pretexto que este es un Estado laico. ¡Qué ingratitud! -para decir los menos-. Como van las cosas falta aún sacar el nombre de Dios del preámbulo de la Constitución; hay que sacar el nombre de Dios del escudo a la Policía Nacional, suprimir la navidad porque en Colombia hay algunos que no son cristianos. Por favor, acaben con el domingo y trasladémoslo a otro día de la semana pues el domingo etimológicamente significa: día del Señor. Por favor, supriman todos los nombres religiosos de los pueblos, sitios y veredas, pues tales nombres son un irrespeto a los no creyentes. Es verdad, la Corte Constitucional es la máxima instancia judicial, pero sobre ella está el constituyente primario. Encima de la Corte está Dios, que un día los juzgará, así no crean en Él. + Froilán Casas Ortíz Obispo de Neiva

Lun 12 Dic 2016

Iglesia en Tumaco pide medidas para frenar la ola de violencia

Ante la ola de violencia que sacude al principal puerto sobre el Pacífico nariñense, la diócesis de Tumaco a través de la pastoral social emitió un comunicado en el que hace un llamado de alerta a las autoridades por el incremento de asesinatos. Según el Observatorio del Delito del Municipio de Tumaco, entre enero y noviembre de 2016, se han registrado 132 asesinatos. Al presentar el mensaje estas cifras desoladoras, pide a las “instituciones y autoridades municipales, departamentales y nacionales garantizar los derechos humanos e implementar las medidas necesarias para mejorar las condiciones de vida en el Pacífico nariñense”. Así mismo el mensaje presenta cifras del incremento de los cultivos ilícitos, registradas por la oficina de las Naciones Unidas. “El narcotráfico pone en grave peligro la vida y la libertad de hombres y mujeres que han terminado involucrados en estas actividades”. En la misiva la pastoral social invita a todos los grupos armados para que cesen todo hecho violento que atente contra la población civil. Al gobierno nacional le extienden la invitación para que se avance en la implementación del Acuerdo de paz logrado con la guerrilla de las FARC –EP. Igualmente piden buscar caminos que permita dar inicio a los diálogos con el ELN. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar documento[/icon] Foto: Tomada de internet

Lun 12 Dic 2016

De la esperanza vive el cautivo (2)

Por: Juan Carlos Ramírez Rojas - El proyecto de Reforma Tributaria Estructural (RTE) abre ventanas de aires nuevos bajo el calificativo de estructural. El ciudadano del común entiende que cuando se tocan las estructuras de una edificación es porque se va a dar un cambio sustancial que mejore los espacios, agilice los tiempos y garantice la integridad física en la nueva edificación. La RTE, es estructural, porque busca implementar un mejor sistema tributario que logre simplicidad, equidad, competitividad, recursos para la inversión pública y lucha contra la evasión. No cabe duda, hay brisas de villancicos que traen esperanza. Es evidente que el sistema tributario actual es complejo y complicado, desmotiva la inversión, es burocrático en sus procesos y muchas empresas han emigrado a otras latitudes porque las cargas tributarias los ahogan y pareciera que solo trabajan para el Estado y en la experiencia del éxodo han inferido que les sale más barato producir en el exterior. El país vive cautivo de la burocracia, de acciones corruptas, de procedimientos paquidérmicos, de abusos del espíritu laborioso y creativo de los colombianos, que traen como consecuencia, la desconfianza y el escepticismo frente a las bondades de proyectos tributarios. Surgen propuestas para construir un sistema tributario integral, pero muy poco, casi nada, se dice de dos aspectos que son sustanciales si se quiere conquistar la confianza y garantizar la transparencia de las personas naturales y jurídicas: 1.- Elevar el grado de institucionalización de la administración tributaria En algunos países existen desde hace varias décadas administraciones tributarias altamente profesionalizadas. En otros se ha registrado un gran avance en el proceso de modernización de algunas de sus instituciones públicas. No obstante, en varios casos falta mucho para lograr una mayor estabilidad y profesionalismo de la administración tributaria. Esto implica un fortalecimiento de la DIAN, establecer una carrera administrativa de control y tributación, mecanismos de transparencia, mayor control de eficiencia, sala de decisión de recursos jurídicos, el ente recaudador no debe ser juez y parte. 2.- Se debe crear la comisión de control del gasto público La calidad del gasto público abarca aquellos elementos que garantizan un uso eficaz y eficiente de los recursos públicos, con los objetivos de elevar el potencial de crecimiento de la economía y en el caso particular de Colombia, de asegurar grados crecientes de equidad distributiva. La medición de la calidad del gasto público debe incorporar la multidimensionalidad de los factores que inciden en el logro de los objetivos macroeconómicos y de política fiscal. La austeridad debe ser eje transversal de las políticas de control del ingreso y del gasto público; si no hay vigilancia en este aspecto no existirá un sistema tributario, ni una RTE que pueda soportar un desenfrenado gasto. Es indecente construir políticas tributarias para el crecimiento y desarrollo de un país, solamente pensando en el recaudo, es fundamental integrar todos los elementos para que no se cumpla lo pronosticado por William Henry Chamberlain: "La proliferación de burócratas y lo que inevitablemente traen consigo: mucho mayores recaudaciones de impuestos sobre la parte productiva de la población, son los signos reconocibles de una sociedad, no grande, sino decadente. Los historiadores saben que ambos fenómenos fueron especialmente notorios en las eras de declive del Imperio Romano, tanto de Occidente como del Imperio Bizantino". Que los proyectos materialicen la esperanza y no dejen a un pueblo cautivo en el escepticismo. Juan Carlos Ramírez Rojas Ecónomo-Director Financiero CEC “Está espelucá, está espelucá…” (1)

Vie 2 Dic 2016

Iglesia se pronuncia sobre exclusión de los organismos directivos del SENA

Ante la decisión de la Corte Constitucional de declarar inexequible un aparte de la ley 119 de 1994, que permitía la designación de un representante de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), como miembro del Consejo Directivo Nacional del SENA, el presidente de la CEC, monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, a través de un comunicado de prensa ha manifestado que con dicha sentencia se está desconociendo la historia de esa Institución. En este comunicado se recuerda como la Iglesia ha estado desde los inicios del SENA impulsando y creando modelos educativos a partir de la experiencia de comunidades religiosas como lo han sido los Jesuitas y Salesianos. “Por casi 60 años la Iglesia católica ha contribuido a la consecución de los objetivos del SENA, con el único deseo de aportar al crecimiento integral de sus estudiantes, a partir del propósito fundacional de formar profesionales para el desarrollo social, económico y tecnológico del país”. Así mismo continúa el mensaje “la Corte Constitucional olvida que la laicidad del Estado no impide permitir la contribución de las confesiones religiosas al diseño de políticas sociales y al desarrollo de iniciativas para el bien de todos”. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Lun 28 Nov 2016

La pandemia de la corrupción

Por pbro Juan Álvaro Zapata - La paz es un sueño que ha tocado las puertas de todos los colombianos en varias oportunidades, pero por diversas razones la hemos dejado pasar de largo y no se ha podido quedar en nuestros hogares. Por décadas hemos visto cómo algunos compatriotas, por diferentes motivos, han desangrado, enfrentado y aniquilado a cientos de colombianos, sembrando el terror y la desesperanza. ¿Cuántos llantos hemos escuchado a causa de la barbarie de las armas y de los corazones sumidos en el odio y la sed del egoísmo? ¿Cuántos rostros destrozados por la pérdida de un padre, madre, hijos o amigos, han contemplado nuestros ojos a lo largo de estos años de conflicto? ¿Cuántas víctimas han dejado los conflictos violentos en Colombia? y ¿Cuánto retraso se ha gestado en Colombia a causa de la violencia sin sentido? Estas son algunas preguntas que surgen fruto de la realidad violenta que ha vivido nuestro país. Pero no solamente la violencia armada ha sido la causa de tanto dolor y sufrimiento en Colombia, existe otra pandemia todavía más fuerte que ha aniquilado, robado sueños y gestado más injusticias y violencias: la corrupción. Con dolor hay que afirmar que muchos colombianos, a lo largo de la historia de este país, y en particular en este tiempo, han sido verdaderos conquistadores de la corrupción, se han robado el capital de los colombianos, por medio de triquiñuelas y mentiras han duplicado los costos en obras nacionales, han incrementado desmesuradamente los costos de los productos, han vivido como parásitos a costas de los recursos de otros, por medio del chantaje y los cobros adelantados para hacer favores o aprobar contratos, han favorecido a sus más allegados por encima de los verdaderamente necesitados. Estos hechos parecen normales para muchos y se ha convertido en el modus vivendi de un gran grupo de la sociedad, es por eso, que el Papa Francisco dice: “la corrupción se ha vuelto natural, al punto de llegar a constituir un estado personal y social ligado a la costumbre, una práctica habitual en las transacciones comerciales y financieras…es la victoria de la apariencia sobre la realidad y de la desfachatez impúdica sobre la discreción honorable”. Por eso, aquellos que creen que siendo corruptos son más ricos, lo que consiguen es empobrecerse humanamente, arruinar a la sociedad y gestar nuevas violencias porque “la codicia es la raíz de todos los males” (1 Tm 6,10). A la hora de analizar las raíces de estos conquistadores de la corrupción, duele constatar que muchos de ellos son bautizados de familias respetables y han pasado por colegios o universidades prestigiosas. La pregunta que surge es: qué nos está fallando, dónde está el vacío en la formación o por qué el ejemplo no está dejando huella en las nuevas generaciones. Otrora se hablaba de la lealtad a la palabra, se veía cumplimiento en lo pactado, y no se percibía, como ahora, una jauría de lobos que arrasan todo lo que se les ponga por delante. Por lo tanto, si no queremos que estos hechos sigan siendo el pan diario colombiano, hemos de ser conscientes que el logro de la paz no es un globo que cae de la nada y se inserta en los seres humanos, sino que es un don y una tarea. Don porque se ha de pedir insistentemente a Dios, para que sane nuestros corazones heridos. Y tarea, porque debe ser buscada y construida en cada acción y palabra de la vida cotidiana. De la misma forma, dejemos claro que la paz no es simplemente atacada por las armas, sino también por la corrupción galopante inserta en muchas instituciones y personas. Pero también que la paz no se alcanza simplemente firmando documentos o haciendo promesas grandiosas, es necesario erradicar la sed de egoísmo manifestada en esa enfermedad de la corrupción y evitar la tentación del camino fácil y de la ley del menor esfuerzo, que por años ha venido cultivando la sociedad. Se requiere pensar en todos y no en unos solamente, dejando las hegemonías y buscando todo por la legalidad. Formar a las nuevas generaciones en conseguir el bienestar personal por el trabajo duro y honesto, procediendo con justicia, caridad y misericordia para con todos, en especial con quienes viven la limitación y la pobreza. Pero, ante todo, grabar en la mente y en el corazón las palabras de la Sagrada Escritura que nos advierte: “no torcerás el derecho, no harás acepción de personas, no aceptarás soborno, porque el soborno cierra los ojos de los sabios y corrompe las palabras de los justos” (Dt 16,19). Estoy seguro que, si practicamos esto, solo así podremos decir con certeza, ¡Se acerca el fin de la guerra! Padre Juan Álvaro Zapata Torres Secretario adjunto Conferencia Episcopal de Colombia

Vie 25 Nov 2016

“Está espelucá, está espelucá…” (1)

Por Mons. Juan Carlos Ramírez - Es la impresión que deja el proyecto de reforma tributaria estructural que hace tránsito de aprobación en el Congreso de la República. Los entendidos en materia tributaria, evidencian que en el proyecto de ley se encuentran elementos sustanciales que deben orientar un sistema tributario estructural: Eficiencia en el recaudo y en la administración, capaz de generar transparencia en la competitividad y progresividad, equitativo en la diferencialidad, fuerte en la estructura para luchar contra la evasión y la corrupción, diligencia en simplificar los procesos para depurar la tramitología que es el “humus” de la corrupción. Es la hermosa cabellera para un elegante peinado, que en manos de diligentes estilistas, certifica la razón de ser de un sistema tributario: Garantizar los recursos necesarios para que el Estado promueva la construcción de una sociedad con calidad de vida y oportunidad para todos. Un valor común, digno de reconocimiento, es que el proyecto de ley está inspirado en los tres informes que la comisión de expertos tributarios (CET), presentó al gobierno nacional y en consecuencia, a la sociedad colombiana. Esto ha permitido el estudio y la reflexión del contenido del proyecto por parte de todos los sectores de la sociedad que han identificado los impactos que la ley de reforma tributaria puede causar en el modelo de negocio que realizan o en la actividad social que desarrollan. Entre las muchas preocupaciones sobre salen: Se afectará el acceso a internet y nuevas tecnologías, pagarán impuestos los dividendos, la economía solidaria que tiene su mayor expresión en las cooperativas, es excluida del artículo 23 del Estatuto Tributario y asume la responsabilidad del impuesto de renta y complementarios; son afectadas personas jurídicas y naturales, el incremento del impuesto a las ventas (IVA), entre tantos otros aspectos que generan preocupación a la economía nacional. El panorama se torna gris al detallar la parte III del proyecto, artículos 140 al 162, que toca muy de cerca a las llamadas Entidades sin ánimo de lucro (ESAL) y en este escenario se encuentra la Iglesia Católica y los movimientos religiosos, que sienten que sus derechos constitucionales son desconocidos y su identidad vulnerada. Las ESAL, inspiradas en los principios de solidaridad y subsidiaridad, ayudan al Estado a cumplir su objeto social; hacerlas responsables del impuesto a la renta y complementarios es confinarlas a desaparecer como personas jurídicas, incapaces de asumir tan elevados costos tributarios, con la dolorosa consecuencia de alejarlas de una actividad que ni el Estado ni la empresa privada alcanzan a desarrollar. Buscando unos pesos se sacrifica la incidencia que ellas tienen en la transformación social del país. Esperamos que los foros que han promovido los coordinadores del proyecto y sus ponentes, hayan aportado luces para que la propuesta de ley que llegará a la plenaria del Senado, esté inspirada en el respeto al orden constitucional y a todos los sectores de la sociedad. En este momento, cuando el gobierno pensaba que los cabellos de oro tributario estaban armonizados en el proyecto, la realidad evidencia que la tan anhelada reforma tributaria estructural “está espelucá”. Mons. Juan Carlos Ramírez Rojas Ecónomo-Director Financiero CEC

Vie 25 Nov 2016

Aprovechar bien el nuevo año litúrgico

Por Mons. Ricardo Tobón - Tenemos que reconocer que en nuestra sociedad están creciendo la ignorancia y la indiferencia en materia religiosa. Tal vez, lo más preocupante es que esto afecta a los mismos que se dicen creyentes. Es como un “ateísmo interior”, que silenciosamente está socavando la fe y la coherencia de muchos cristianos. No pocas personas se están acostumbrando a vivir tranquilamente sin Dios. Han ido cortando la comunicación con él; no buscan el sentido de la existencia en él; no sienten que él motive y oriente su comportamiento. Esto conduce, frecuentemente, a una visión materialista de la vida y a rendirle culto a ciertos ídolos. No podemos quedarnos tranquilos frente al debilitamiento de la fe de algunos católicos, frente a la descristianización de las familias, frente a la fuga de miembros de la Iglesia hacia las sectas o el mundo de la indiferencia. Cada uno de nosotros es responsable de estos hermanos, que pueden mostrar inconsistencia en su relación con Dios. No podemos permanecer pasivos y contentos con lo que tenemos o simplemente conservando la estructura y prácticas del pasado. Ante esta inquietante realidad debemos encontrar un llamamiento imperioso a la conversión, al compromiso pastoral y a estar abiertos a la creatividad del Espíritu. El primer paso que debemos dar es vivir más auténticamente nuestra fe y nuestra relación con Dios, evitando la superficialidad, la rutina y la exterioridad. Debemos avanzar en una nueva evangelización y en fomentar la acogida fraterna en medio de nuestras comunidades. Debemos promover una liturgia viva, donde todos podamos tener la participación consciente, activa y fructuosa que ha pedido el Concilio Vaticano II. Me parece que el comenzar un nuevo Año Litúrgico es una oportunidad privilegiada para ofrecer esa fuente primaria y necesaria donde todos podemos beber la vida cristiana y atraer a muchos alejados a una relación con Dios “en espíritu y verdad”. La liturgia es la acción sagrada por excelencia, ninguna oración o acción humana la puede igualar por ser obra de Cristo y de toda su Iglesia y no de una persona o de un grupo. Es el ejercicio mismo del sacerdocio de Cristo. En ella los diversos elementos significan y realizan la santificación de cada persona y de toda la comunidad. A través de ella se celebra la fe y se consolida la unidad del Cuerpo del Señor. La liturgia invita a asumir un compromiso transformador de la vida, a trabajar por la venida del Reino de Dios. La liturgia cristiana es una peregrinación que va llevando a la transfiguración del mundo y de la historia. Iniciar un nuevo Año Litúrgico es comenzar a recorrer un camino a través del cual hacemos memoria y vivimos todo el misterio de Cristo. Por medio de sus distintas etapas o tiempos se celebran y actualizan los acontecimientos más importantes del plan de la salvación, mediante un itinerario de fe que nos permite experimentar y apropiarnos todo lo que el amor de Dios ha hecho por nosotros. De esta manera, el Año Litúrgico es memoria de las acciones salvíficas de Dios, es presencia de Cristo que nos involucra en su Pascua, es anuncio profético de una plenitud que viene. Para lograr esto es preciso promover una verdadera pastoral litúrgica que haga de esta estructura el lugar donde los creyentes celebran, viven y maduran su fe. Lo cual pide que esta fe sea suscitada y formada por una evangelización concreta y por una catequesis sistemática. Igualmente, se necesita una espiritualidad litúrgica para que cada miembro de la Iglesia a través de este itinerario se vaya configurando cada vez más a su Señor y aprenda a vivir en la caridad “los mismos sentimientos que tuvo Cristo”. No desaprovechemos esta oportunidad que nos da el comenzar un Año Litúrgico para avivar la fe de la comunidad cristiana y para ofrecer un espacio acogedor de vida nueva a los alejados. Monseñor Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín