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Iglesia

Vie 25 Nov 2016

Iglesia católica manifiesta preocupación por reforma tributaria

La Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) se manifestó frente a la nueva reforma tributaria que por estos días se está debatiendo en el Congreso de la República, afirmando que dicha reforma da privilegio a los ricos y penaliza a los pobres. En una misiva firmada por el presidente de la CEC, monseñor Luis Augusto Castro Quiroga y que fue presentada ayer al Congreso, el episcopado solicitó conservar la legislación que mantiene a la Iglesia exenta de pagar impuestos de renta. El documento señala que algunos puntos de la reforma van en contra de la identidad y misión de la Iglesia, pues lo que se propone “compromete gravemente el ejercicio de la tarea evangelizadora y de protección social por parte de las instituciones eclesiales”. La Iglesia pide que se mantenga la legislación actual contenida en el artículo 23 del Estatuto Tributario, en virtud de la cual los movimientos, asociaciones y congregaciones religiosas, que sean sin ánimo de lucro, no son contribuyentes del impuesto sobre la renta. “Al excluir a las entidades de la Iglesia católica del artículo 23 del Estatuto Tributario, donde aparecen como entidades declarantes no contribuyentes de renta, dada la actividad histórica y meritoria de la Iglesia, deberían pasar al artículo 19 del Estatuto Tributario como contribuyentes del Régimen Tributario Especial. Sin embargo, al no poder cumplir con las condiciones establecidas, quedarían como entidades sin ánimo de lucro haciendo una labor social, pero pagando impuesto de renta como si fueran entidades comerciales con ánimo de lucro”, indica el documento.

Mié 23 Nov 2016

Perdonar el aborto

Por Pbro. Raúl Ortiz Toro - Tamaña sorpresa nos ha dado el Papa Francisco en su Carta Apostólica “Misericordia et misera” firmada el pasado 20 de noviembre, cuando en el numeral 12 declara que “de ahora en adelante concedo a todos los sacerdotes, en razón de su ministerio, la facultad de absolver a quienes hayan procurado el pecado de aborto. Cuanto había concedido de modo limitado para el período jubilar, lo extiendo ahora en el tiempo, no obstante cualquier cosa en contrario”. Algunas consideraciones nos resultan: En primer lugar, el Papa evita hablar de la pena que conlleva cometer el delito-pecado del aborto que es la excomunión latae sententiae, ya que no hace parte de su lenguaje; sin embargo, el canon 1398 lo deja en claro aun cuando Francisco no lo aluda explícitamente. En segundo lugar, esta Carta traerá implicaciones en el Código de Derecho Canónico, sobre todo en lo que respecta al título “De la cesación de las penas” pues las disposiciones y el lenguaje canónico están acomodados a la remisión exclusiva del Ordinario de lugar (generalmente se trata del Obispo) y excepcionalmente el sacerdote que es delegado como penitenciario (canon 508), el que confiesa al penitente en peligro de muerte (canon 976) y el que confiesa al penitente con agobio moral (canon 1357). Tercero, el Papa deja en claro que todo esto se lleve a cabo “no obstante cualquier cosa en contrario” lo que nos permitiría pensar que el Obispo en su diócesis puede dar indicaciones precisas de tono pastoral; se me ocurre, solo como hipótesis, que el Obispo podría decirles a sus recién ordenados que se abstengan de absolver este pecado durante el primer año de ministerio mientras adquieren una práxis penitencial más adecuada. Pero también que inste a sus sacerdotes a que se cercioren de la contrición en el penitente, absteniéndose de absolver a quien no muestre verdadero arrepentimiento: muchos casos se han visto de personas que confiesan el pecado sin sentir dolor por haberlo cometido o, como lo adujo el Papa en otro lugar (en el libro entrevista “El nombre de Dios es misericordia”), ni siquiera sienten dolor por no sentir dolor. De todos modos, se nos viene a los sacerdotes un gran desafío y es la atención esmerada y medicinal a estas personas que, generalmente, llegan desechas al confesionario. Lo hemos hecho en este pasado Jubileo como excepción y debemos ahora implementarlo como regla. Cuando he tenido la oportunidad de dictar cátedra de “Audiendas” (que es el curso para confesores) insisto en que al penitente se le encamine a la práctica de penitencias que lo conviertan en “Apóstol de la Vida”. En otras palabras suelo poner estas tres prácticas penitenciales: 1. La oración: de sanación espiritual para sanar las heridas que deja este hecho y aliviar los recuerdos cargados de culpa, sobre todo, acompañada de alguna práctica de piedad como, por ejemplo, tres visitas al Santísimo o la Novena a Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de los niños no nacidos. En esa oración recomiendo orar por las parejas que pasan por la tentación de abortar para que encuentren la fuerza de Dios para evitar ese pecado. 2. El testimonio: Sin contar la historia personal, el penitente es invitado a dar consejo a tiempo y a destiempo, sobre todo a quienes quieran atentar contra la vida. Se les invita a que defiendan siempre en sus conversaciones una posición decidida en favor de la vida humana. 3. La caridad: Hay muchos niños que necesitan del apoyo de personas que sean sensibles a sus necesidades; el penitente debe ser invitado a que ejerza la caridad y el servicio con niños que bien podrían ser sus hijos. Bien podría haber otras penitencias adecuadas como medicina para aliviar el dolor moral de quien ha cometido este pecado; lo importante es que sean proporcionales al pecado cometido y no vayan a ser tomadas simplemente como una práctica vacía. Por Pbro: Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor de Popayán [email protected]

Lun 21 Nov 2016

Un mensaje para los jóvenes

Por Monseñor Gonzalo Restrepo - Los jóvenes son la mayor reserva de un país. En los jóvenes se encuentra el futuro de todos los desarrollos y progresos del país. La cultura, la ciencia, las instituciones sociales, la familia, las creencias y las manifestaciones culturales, nuestra idiosincrasia, nuestras costumbres, la manera de relacionarnos y hasta el lenguaje, depende, en buena medida, de los jóvenes. Por eso, tenemos que cultivar la juventud. Tenemos que apoyar a nuestros jóvenes, permitirles que tengan alas para volar, mente amplia y clara para discernir y voluntades muy definidas y fuertes para decidir. Las semillas que sembremos en los jóvenes no se perderán. Lo importante es que siempre estas semillas encuentren el cariño, la compañía y el calor humano de quienes caminamos con ellos. Estar al lado de los jóvenes es un privilegio. Uno se rejuvenece, uno siente la energía de ellos y se entusiasma, uno vuelve otra vez a tener la espontaneidad perdida. Con los jóvenes uno es capaz de arriesgarse, de seguir adelante a pesar de las caídas y las dificultades. Los jóvenes nos enseñan a perdonar y reconciliarnos, a vivir no tanto del pasado ni del futuro, sino del presente. La juventud es un tesoro que hay que cultivar y conservar. No se pierde la juventud con el pasar de los años, sino cuando dejamos que nuestro corazón, nuestra sensibilidad, nuestros sentimientos, se envejezcan, se vuelvan sin sentido ni sabor, pierdan su lozanía y humanidad. Los jóvenes son descomplicados, y casi siempre informales. Tienen un sentido crítico y de análisis muy agudo y, en ocasiones, llegan a la incomprensión y a la exigencia exagerada. Quieren que todas las cosas se resuelvan “ya”; no dan espera, tienen el sentido de hacer las cosas inmediatamente y muy directamente, sin intermediarios. Son explosivos. Están llenos de energía y siempre están activos. Los jóvenes son generosos, comprometidos y sinceros. Las tareas que tienen en sus manos, aquellas de las cuales están convencidos, las realizan hasta el final. En ocasiones son inconstantes. No son temerosos sino arriesgados. Si valoráramos a los jóvenes en su punto justo, si los acompañáramos más, si les mostráramos más caminos, si los entusiasmáramos más con nuestra vida y nuestro testimonio, si descubriéramos sus valores, si dialogáramos más con ellos, si les diéramos más responsabilidades, si confiáramos más en ellos, si pensáramos más en el futuro de nuestras familias, de nuestra cultura y de nuestra sociedad, entonces, estaríamos cosechando los mejores frutos para el futuro. Estaríamos asegurando calidad y valores, hogares bien formados, instituciones sanas y sin corrupción, liderazgos políticos, sociales, culturales y científicos. Aseguraríamos una educación integral fundamentada en los valores, en la convicción y en el sentido social y solidario que tanto necesitamos. Si acompañáramos más a nuestros jóvenes, el problema de la drogadicción y de la soledad que muchos de ellos arrastran, sería mucho menor y estaría siempre en plan de superación. No desperdiciemos el tesoro de los jóvenes. Y ustedes jóvenes no pierdan sus días y su tiempo en ocupaciones sin sentido. El estudio, la cultura, las buenas relaciones, el deporte, la familia, el noviazgo, los amigos y las amigas, las diversiones, sus encarretes y sus hobbies, son valores muy grandes que ustedes deben aprovechar y hacer crecer en todo sentido. Jóvenes: ustedes son los responsables del mañana de nuestra sociedad y nuestro país. No pierdan el tiempo porque jamás lo podrán recuperar. Adelante. Jamás dar un paso atrás, siempre adelante, con el mayor sentido de superación y crecimiento. + Monseñor Gonzalo Restrepo Arzobispo de Manizales

Vie 18 Nov 2016

RIIAL analizará futuro de portales web y redes sociales de la iglesia católica

Con el fin de analizar cuál va a ser el futuro de los portales web católicos en tiempos de redes sociales, se reunirán vía on line, los participantes del segundo conversatorio de redes, convocado por el Vaticano a través de la Red Informática de América Latina (RIIAL). Por Colombia estará participando el padre Elver Rojas, director del departamento de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal, quien acompañado del padre Yaír Ortega, secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal de México y el ingeniero Carlos Correa, director de Iglesia.cl de la Conferencia Episcopal Chilena; compartirán los criterios técnicos y comunicativos que debe seguir un portal web católico y su integración al tema de las redes sociales. El encuentro virtual se realizará el próximo 24 de noviembre a las 10:00 a.m. hora colombiana, no tiene costo. Está dirigido a miembros que hagan parte de la RIIAL, aunque se podrá seguir la videoconferencia registrándose en el portal www.riial.org o en el sitio web de la Conferencia Episcopal www.cec.org.co La actividad forma parte de un ciclo de conferencias organizadas por la Red Informática de la Iglesia en América Latina (Riial), como un “espacio de encuentro virtual para fortalecer esta red y ofrecer a sus miembros la oportunidad de formación en temas de actualidad para la iglesia y el mundo de las nuevas tecnologías de comunicación”.

Vie 18 Nov 2016

¿Se clausura el año de la misericordia?

Por Mons. Ricardo Tobón Restrepo: El Año de la Misericordia, convocado por el Papa Francisco, se ha clausurado el 13 de noviembre en todas las diócesis del mundo y una semana después, en la solemnidad de Cristo Rey, se clausura también en Roma. Ha sido un año de gracia en el que toda la Iglesia ha vivido la experiencia de la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, y ha recibido la misión de anunciarla a todo el mundo. Nos ha permitido sentir de nuevo el abrazo de Dios. Ha sido una llamada, un despertar, un relanzamiento de la vida a partir de la certeza de que Dios nos ha amado primero, nos ha perdonado, nos acompaña y remedia las carencias de ser o de bien que se dan en nuestra miseria humana. Pero el Año de la Misericordia no puede pasar sin habernos dejado una nueva forma de pensar, de vivir y de ser misericordiosos como el Padre. En nosotros tiene que quedar para siempre la experiencia de la compasión de Dios que nos ha sido revelada en Jesucristo y que se vuelve una fuente permanente de alegría, de serenidad, de libertad y de paz. En efecto, hemos aprendido a interpretar y a realizar nuestra vida desde el camino de felicidad que nos propone en el Evangelio, desde el perdón que Él nos ofrece siempre, desde el amor creador con que nos trabaja cada día. Este Año Jubilar debe continuar despertando en nosotros la misericordia que habita en nuestro corazón de hijos de Dios, colmados de su amor. De esta manera, la misericordia debe ser la vía maestra que lleve a la Iglesia a cumplir su misión de ser un signo vivo del amor del Padre santo y providente. Y, por lo mismo, será para cada uno de nosotros una llamada a hacernos cargo, a través de las obras de misericordia, de las dificultades y debilidades de nuestros hermanos, especialmente de los más pobres, que son los privilegiados del amor paterno de Dios. El Jubileo continuará manteniendo en nosotros la certeza clara de que somos peregrinos en camino hacia la meta que es Dios y que la Puerta Santa para entrar es Cristo. En verdad, Cristo es la epifanía definitiva de Dios, que nos enseña a ser hijos y a ser misericordiosos a través de la escucha de la Palabra, de la celebración de su misma vida en la Liturgia a lo largo del año, de la vivencia pascual en los sacramentos particularmente la Eucaristía, de la alegría de la fraternidad en cada comunidad cristiana y del mandato misionero de entregar a otros el Evangelio que hemos recibido. A lo largo de este año, con buena voluntad, cada uno ha buscado recibir y dar los mejores frutos. Dios ve el corazón y conoce los esfuerzos que hemos hecho. El Año de la Misericordia en realidad no se termina; es como un horizonte que nos seguirá mostrando nuevas riquezas y nuevas posibilidades, que es preciso aprovechar. Es como un surco que quedó sembrado y ahora nos corresponde continuar cultivando con responsabilidad y esperanza las plantas que nos darán una fecunda cosecha. Es como un acicate, cargado de humanidad, que seguirá impulsando nuestras vidas hacia la santidad, el apostolado y la caridad con todos. Cerrar el signo exterior, la Puerta Santa, no significa que las gracias de este año dejen de estar presentes en nosotros. El Año de la Misericordia es como un gran río que se alarga en la llanura del mundo y de la historia y cada gota irá regando la vida de los hombres y los pueblos con el consuelo y la alegría del Evangelio. Es como un libro que quedará abierto; cada página continuará revelando el resplandor del amor de Dios y cada página seguirá siendo una oportunidad para que escribamos nuestros actos de misericordia con los demás. El Año de la Misericordia no se acaba; tiene la fuerza vivificante del río, tiene la fascinación del libro que ofrece cada día una página nueva. + Monseñor Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Jue 17 Nov 2016

Obispo de Garzón, Huila, afirma que proyecto El Quimbo atropella derechos humanos

“La paz no consiste en una mera ausencia de guerra, ni se reduce a asegurar el equilibrio de las distintas fuerzas contrarias, ni nace del dominio despótico, sino que, con razón, se define como obra de la justicia”. Con esta frase tomada de Gaudim et Spes, el obispo de Garzón, Huila, monseñor Fabio Duque Jaramillo se refirió al proyecto hidroeléctrico El Quimbo, que se desarrolla en el departamento del Huila, respecto al cual mostró su sorpresa porque no se le haya suspendido la licencia “cuando siendo conscientes del incumplimiento se prolonga en el tiempo”. Por esas mismas razones tanto las comunidades, acompañadas por el Secretariado Nacional de Pastoral Social Cáritas Colombiana, por la Gobernación y las alcaldías de los municipios donde tiene alcance (El Agrado, Garzón, Gigante, Tesalia, Altamira y Paicol) han mostrado descontento. Durante su intervención en la audiencia pública realizada en el municipio de Garzón, monseñor Duque Jaramillo dijo que para construir la paz es preciso que desaparezcan primero todas las causas de discordia entre los hombres, que son las que engendran las guerras; principalmente las injusticias, y señaló que “hay muchas cosas de este proyecto que son ambiguas”. Afirmó que le sorprende la injusticia y el atropello a los derechos humanos que se hace a un grupo de campesinos colombianos, “que con su trabajo aportaban una riqueza invaluable para la sociedad huilense y colombiana”; también dijo que los implicados en el proyecto terminan damnificados en diversos grados, pues “las condiciones de muchos de los reasentados en el momento no son mejores de las que se encontraban y en algunos puntos eran mejores las anteriores”. Me sorprende, dijo el obispo, “que una obra que se quiere presentar como el orgullo de la patria haya devastado el medio ambiente, la biodiversidad, nuestros ecosistemas, negando la posibilidad de permanencia y prolongación de la vida, en momentos en que el mundo entero empieza a tomar conciencia del daño que la hacemos a la "casa común" con determinados megaproyectos”. Igualmente, monseñor Jaramillo Duque dijo que los acuerdos firmados por la empresa que realiza el proyecto, con el gobierno “obligan a pedir permiso cuando se trata de utilizar las aguas del río en los momentos incluso de emergencia”, y se declaró sorprendido porque “para incentivar la inversión extranjera, el Estado flexibilice de tal manera las normas, que termine dejando sin poder y autoridad al poder judicial y a los entes de control, colocando a los nacionales a merced de los foráneos”. Estos hechos, fueron calificados por el prelado como “maltrato a los colombianos y a los accionistas nacionales”. Así mismo, se mostró “sorprendido por el cinismo de los que estando al frente de los destinos de la patria no vean ninguna dificultad en promover bajo las mismas coordenadas de injusticia nuevos proyectos que quieran dar más licencias para que en el departamento del Huila se quieran construir nuevas represas, bajo el eufemismo de embalses, pero que obedecen a la misma estrategia”. El jerarca católico, también se refirió al irrespeto “a las valiosas manifestaciones culturales existentes en la región, que fueron avasalladas por el proyecto Quimbo” y finalizó diciendo: “Cómo no quedar sorprendido cuando todo indica que es mejor pagar multas que cumplir la ley”. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar Intervención: Mons. Fabio Duque Jaramillo[/icon]

Mié 16 Nov 2016

Regiones, parroquias y víctimas, presentes en Encuentro Nacional de Agentes de Reconciliación y Paz

Para compartir y valorar las acciones realizadas, los logros alcanzados y los próximos retos que plantean los procesos de reconciliación en las regiones, en las comunidades y en todo el país, los días 13, 14 y 15 de noviembre se reúnen en las instalaciones de la Conferencia Episcopal de Colombia miembros de las Comisiones de Conciliación Regionales, agentes de pastoral que trabajan en las futuras Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ZVTN), víctimas del conflicto armado, comunicadores de diferentes regiones y representantes de organizaciones que cooperan con la Comisión de Conciliación Nacional en su trabajo a favor de la reconciliación en el país. Abrió el evento Monseñor Elkin Álvarez, Obispo Auxiliar de Medellín y Secretario General de la Conferencia Episcopal de Colombia, quién llamó a la Iglesia a ser incluyente y a estar presente, trabajando para todos y cada uno en el marco de la situación actual que vive el país. Durante estos tres días, los y las asistentes hablarán sobre los procesos de paz con las FARC y el ELN, la situación de las víctimas del conflicto, daños colectivos y mecanismos de apoyo psicosocial, pedagogía de la paz en medio de la incertidumbre, y perspectivas y líneas de acción regionales y locales para la reconciliación. Se cuenta no solo con la presencia del Obispo de Montelíbano, Luis José Rueda Aparicio, sino también con un grupo aproximado de 40 personas que colaboran activamente desde Istmina-Tadó, Tumáco, Tunja, Villavicencio, Ibagué, Santa Marta, Barranquilla, Valledupar, Líbano (Tolima), Montería, Ipiales (Nariño), Palmira e integrantes de las delegaciónes de víctimas que dieron su testimonio ante la Mesa de Conversaciones en La Habana, Cuba. Este Encuentro Nacional de Agentes de Reconciliación y Paz se realiza en el marco de la campaña pedagógica denominada #AccionesConscientes, que adelanta la Conferencia Episcopal de Colombia a través de la Comisión de Conciliación Nacional y que tiene como propósito aportar a la construcción de una cultura de paz en Colombia, formando gestores de reconciliación y paz en el país.

Mié 16 Nov 2016

El arte de confesar

Por Pbro. Raúl Ortiz Toro - Una pareja de holandeses pregunta, estupefacta, a un guía en la Basílica de San Pedro: “What is this?” (¿Qué es esto?). Algunos japoneses se acercan; quieren saber de qué se trata. El grupo se encuentra delante de un invento de San Carlos Borromeo en el siglo XVI, que el guía señala con el dedo índice y acompaña el gesto con una voz un tanto sepulcral, como si se tratara de un artificio de esoterismo, diciendo: “Es un confesionario”. Los oyentes deben seguir preguntando, porque no les dice nada la descripción: ¿Para qué sirve? ¿Quién lo usa? ¿Qué importancia tiene? Desde hace ya un buen tiempo se nos viene diciendo que el sacramento de la confesión está en crisis. Algunos confesionarios en la actualidad suelen estar vacíos: en Europa por falta de penitentes y en América por falta de confesores. Hace un tiempo salió una noticia novedosa en Francia sobre un sacerdote que había revivido su parroquia con un “novedoso método”: Se sentaba a confesar. Toco el tema porque en la conclusión del Año Jubilar de la Misericordia la gente ha acudido masivamente al sacramento de la confesión pero son, en general, los que regularmente se confiesan; algunos casos excepcionales se presentan, pero el gran porcentaje de penitentes es de fieles que suelen hacerlo y, la verdad, no son muchos, comparados con la cantidad de católicos que asisten a Misa. Algún sacerdote se quejaba de que antes del Concilio Vaticano II había más confesiones que comuniones y que después del Concilio más comuniones que confesiones. ¿Es verdad? Y, si lo es, ¿Qué cambió después de 1965? Si bien es cierto que el Concilio alentó en algunos numerales a la práctica de la confesión, sin embargo, el cambio de paradigma pastoral supuso una prelación a las formas no sacramentales de la Reconciliación como, por ejemplo, el acto penitencial de la Misa que, en lengua propia, permitió una mayor conciencia de pecado pero sin la catequesis suficiente consintió pensar que era suficiente incluso para el perdón de los pecados graves; además de ello, el perdón de los pecados por la escucha de la Palabra de Dios (no en vano la oración secreta del sacerdote, después de proclamar el evangelio, es: “Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados”) y la oración de perdón en la oración individual, influencia de corte pentecostal, con la que muchos se conforman en la comodidad y soledad de su habitación. Pero también es cierto que gran parte de la crisis de la confesión se debe a que los sacerdotes dedicamos poco tiempo a este sacramento; además, en algunos casos, la moderna terapia psicológica ha desplazado a la confesión como método de catarsis para quienes la usaban con este fin y, sobre todo, la pérdida del sentido de pecado ha ocasionado que muchos no vean útil pedir perdón. Lo que sí es cierto es que una de las maneras concretas de sentirse pastor el sacerdote es sentándose a confesar. No es fácil; se encuentran allí casos de santidad que nos cuestionan, casos de conversión que nos alientan a seguir dando una palabra de misericordia, casos de contumacia que nos mueven a la compasión y a la oración. Un buen legado de este Año Jubilar, para penitentes y sacerdotes, ha de ser cuestionarnos sobre el papel de la confesión en nuestra vida: si hemos hecho lo suficiente y si lo hemos hecho bien. Por Pbro: Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor de Popayán [email protected]