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Lectio Dominical

Vie 19 Oct 2018

De la mano de Dios todo prospera

¿Cuántos planes? ¿Cuántos proyectos? ¿Cuántas cosas queremos realizar? Muchas veces queremos hacer cosas desde nuestra fuerza, eso no construye ni prosperidad, ni realización persona y menos la paz. Cuando colocamos todo eso en las manos y planes de Dios, como decía la lectura, de la mano de Dios prosperará. Aprendamos a confiar en el trono de la sabiduría. Tareas para esta semana: Aprende a pedir en tu oración, deja que Dios sea Dios y no coloques condiciones. Incluye en tus expresiones la frase: ¡Si Dios quiere! Incluyamos en nuestra forma de hablar otras frases bíblicas, como por ejemplo: Que tu misericordia Señor venga sobre nosotros como lo esperamos de ti.

Jue 18 Oct 2018

Seamos una Iglesia en salida misionera

Introducción La Liturgia de la Palabra en el contexto de la Jornada Mundial de las Misiones permite plantear una pregunta: ¿cómo quiero que sea la Iglesia para poder responder al momento histórico que vivimos? La respuesta la encontramos en las enseñanzas del Papa Francisco: “una Iglesia en salida Misionera… una nueva etapa de evangelización marcada por la alegría…” (EG 1). Ideas temáticas que nos ofrece la Palabra de Dios: La alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús, no es excluyente, es universal. Mantener vivo el espíritu misionero Fe y confianza en el servicio misionero Salmo Sal 66, 2-3.5.7-8 Segunda lectura: Ef 3 2-12 Evangelio: Mc 16, 15-20 Primera lectura: Is 56, 1.6-7 ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El texto de Isaías 56, 1.7 se enmarca en la alegría de un pueblo que regresa del destierro de Babilonia y experimenta una nueva realidad socio cultural y religiosa que le plantea desafíos y una pregunta legal: ¿han cambiado las normas antiguas o permanecen? Por ejemplo, era una norma prohibir la participación en la asamblea cultual a los extranjeros y a los eunucos, y se generaba una cultura excluyente que es evidenciada por los autores sagrados en diversos textos (Dt 23, 2-9). El Tercer Isaías responde con la novedad de Dios que no excluye, que sale al encuentro del extranjero, que no juzga, que se hace cercano e invita a vivir y a perseverar en la Alianza, a practicar la justicia y el derecho y a tener un comportamiento cultual auténtico que en el texto está incluido en “guarden el sábado sin profanarlo” (Is 56,6). La gran invitación del texto es a practicar la equidad y la justicia. El Salmo 66, 2-3.5.7-8. El texto expresa un reconocimiento de la acción de Dios, no sólo sobre el pueblo elegido, sino que se abre a la universalidad de un Dios que actúa en la historia y en el cosmos y nada queda exento de su acción. Es una mirada contemplativa de la acción totalizante de Dios y el salmista exhorta a elevar una oración de alabanza, de reconocimiento al Dios que bendice (Num 6,24-27); y el salmista enfatiza que esa bendición incluye a aquellos a quienes la ley antigua excluía de la asamblea de Dios y todos son convocados a unir sus voces en una sola alabanza. Efesios 3, 2-12. La carta a los Efesios ofrece dos grandes temas: Cristo y la Iglesia. Dios tiene un “secreto divino” al que Pablo llama “Misterio de Cristo”. Dios no lo había revelado pero lo ha hecho visible, cercano, presencia viva en la persona adorable de Jesús y es un misterio que no excluye, sino que tiene identidad y fuerza de universalidad, de totalidad y Pablo que “tiene conocimiento” de ese misterio por la gracia de Dios, sabe y entiende que ese misterio se despliega en y por la Iglesia. El apóstol tiene conciencia de la misión que le ha sido confiada: anunciar el misterio de Dios, Cristo, a los paganos, más aún, el misterio de Dios trasciende e involucra al mismo cosmos, a la creación entera. De esta alegría brota la fuerza de la fe que se traduce en plena confianza en el Señor Jesús y da el ímpetu, el coraje para el anuncio misionero (2 Tim 1,12). Marcos 16,15-20. La comunidad apostólica ha experimentado, más aún, han hecho conciencia del sentido y significado que la Resurrección de Jesús ha traído a la vida personal y comunitaria: Ha disipado los sentimientos de frustración, de miedo, fracaso, desolación; el resucitado ha hecho presencia en ellos y han entendido que el mensaje de Jesús no puede quedarse en un pequeño grupo y el Señor, en el texto de hoy, les da una nueva misión: anunciar, predicar, despertar la fe, incorporar a todos en el misterio pascual de Cristo, por la gracia del Bautismo. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Este momento de la preparación de la homilía es privilegiado. Yo, sacerdote que voy a predicar la Palabra me confronto con ella y me dejo “herir” por la fuerza de la Palabra de Dios; experimento la gracia de ser misericordiado y con docilidad me dispongo a ser instrumento del Señor para los hermanos. a.- Sentirme el más pequeño, como Pablo, y hacer conciencia que el Señor me ha confiado el “misterio de Dios”: “…Dios manifiesta su cercanía y su elección donde quiere, en la tierra que quiere…Él cambia el curso de los acontecimientos al llamar a hombres y mujeres en la fragilidad de la propia historia, personal y comunitaria…” (Papa Francisco, la Macarena, Medellín, septiembre 9 de 2017). ¿Tengo conocimiento sublime (Flp 3,8) del misterio de Dios? ¿Hay en mi ser sacerdotal pasión por el anuncio del evangelio? b.- En la cultura posmoderna se evidencia el fenómeno de la “indiferencia religiosa” en muchos sectores de la sociedad. La alegría del encuentro con Cristo no está llegando a todas las personas. Es urgente una transformación misionera de la Iglesia y de manera especial de los sacerdotes ministros de la Palabra. ¿Hay desidia, pereza e indiferencia en mi ministerio sacerdotal para “salir” al encuentro de los hermanos con la luz del Evangelio? ¿Tu tiempo es de Dios y para Dios en el anuncio gozoso del Señor? c.- Hemos sido llamados y habilitados para hacer presente a Cristo en medio de las comunidades, para que los signos de muerte no se apoderen de los caminos de reconciliación que el Señor Jesús regó con su Sangre. Me pregunto: ¿he permitido que la gracia del Evangelio corte los factores de muerte que anidan en mi vida y distorsionan el llamado? Recordemos: “la intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión esencialmente se configura como comunión misionera” (EG 23). ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? a.- La mirada misericordiosa de Dios no excluye a nadie, su proyecto de salvación es dado en gratuidad para toda la humanidad en todos los lugares, culturas y circunstancias históricas que el ser humano debe enfrentar, no de cualquier manera, sino con la certeza que el Señor Dios nos ha llamado, ha revelado su misterio de amor en la persona de Jesucristo, acompaña y envía a los llamados a anunciar con alegría el misterio de Dios. b.- El espíritu misionero que habita en el cristiano por la gracia del sacramento del bautismo, se dinamiza, se mantiene vigente cuando se vive en acción contemplativa el accionar de Dios en la cotidianidad de la vida. Quien contempla la acción de Dios no se la pueda guardar para sí, sino que la fuerza de la fe le suscita el entusiasmo por la misión, se hace realidad que “la alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie” (EG 23). El evangelio “misterio de Dios” revelado en Cristo es “una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y pueblo” (Ap 14,6). c.- Si la alegría del Evangelio aviva mi espíritu misionero debo encarnar las acciones que caracterizan al discípulo misionero: primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar (EG 24). Una verdadera fe se acrisola en la misión. Somos responsables del anuncio del Evangelio y esta responsabilidad que es guiada por el Espíritu Santo requiere discernimiento y planteamiento de nuevos retos que no se pueden estancar en simples planes y tecnicismos que responden más a intereses estadísticos que a procesos de conversión pastoral. La alegría del Evangelio, el espíritu misionero, la fe y confianza en el Señor Resucitado son la garantía del ser y la misión de la Iglesia que se ha de plantear nuevos interrogantes: ¿cómo quiere Dios hacer presente en la cultura de la hiper-posmodernidad la buena nueva de Jesucristo? ¿Cuáles son los signos que nos da Dios para la conversión pastoral que nos permita dar el “segundo paso” al interior de la cultura e impregnarla de la acción de Dios que todo lo renueva y lo transforma? La fuerza del Evangelio nos exhorta a una Conversión Pastoral, a “profundizar en la conciencia de la Iglesia misma…a un anhelo generoso y casi impaciente de renovación que consiste en el aumento de la fidelidad a su vocación…” (EG 26). ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La Palabra de Dios nos enseña que la vida cristiana es exigente y que no puede ser vivida bajo el lema de la indiferencia misionera. Debo abrir los ojos del corazón a la alegría de ser llamado a la misión que brota del Misterio Pascual de Cristo que suscita coraje y pasión por el anuncio del Evangelio. La novedad de Cristo se siente en el impulso misionero que requiere discernimiento, purificación y reforma (EG 30).

Vie 12 Oct 2018

La vida de cada persona es una misión

La vida de cada persona es una misión, especialmente la del bautizado y esa misión significa realizar una serie de acontecimientos para heredar la vida eterna. Cuando hacemos bien nuestra misión, cuando somos misión estamos construyendo paz y estamos construyendo la Iglesia. Vivamos nuestra misión y alcancemos la vida eterna. Tareas: Suplica y practica la prudencia, es decir: ojo con lo que dices. Examínate acerca de los mandamientos. ¿Cómo los estás viviendo? Reconoce qué cosas te amarran e impiden un auténtico seguimiento de Jesús

Jue 11 Oct 2018

Dios ofrece el tesoro de la sabiduría

En un mundo en el que tantos buscan tesoros que se acaban, Dios nos ofrece el tesoro de su sabiduría. La revelación del amor de Dios está en su palabra que llega a lo más hondo de la vida para transformarla. Cuando se abre el corazón al tesoro del amor de Dios, todo lo demás sobra porque no llena la vida. Primera lectura: Sb 7,7-11 Salmo Sal 90(89),12-13.14-15.16-17 Segunda lectura: Hb 4,12-13 Evangelio: Mc 10,17-30 (forma larga) o Mc 10, 17-27 (forma breve) ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La primera lectura nos muestra el único tesoro que ni se acaba ni se extingue: la Sabiduría Divina. El Salmo canta la misericordia porque es la acción de Dios en la propia vida. La Carta a los Hebreos nos desvela el valor de la Palabra que llena el corazón con la luz de la fe. El Evangelio nos recomienda buscar la verdadera riqueza que produce alegría y que nadie nos podrá arrebatar. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Hay en el mundo una sed insaciable de honores, de glorias efímeras, de cosas que satisfacen momentáneamente, pero que definitivamente no salvan. En el amor de Dios que se nos revela en esta Palabra, hay una invitación que nos ubica, nos aterriza, nos invita a arraigar la vida en lo que de verdad vale y significa. El personaje del Evangelio, apenas sintió que le “tocaban su bolsillo”, prefirió cerrarse al novedoso camino que Jesús le ofreció. Tantas veces nos puede pasar lo mismo. Las cosas nos absorben, nos fabricamos ídolos que son capaces de ocultar las buenas intenciones que pueden darse en nuestra vida, porque encierran a la persona en sus gustos, en sus placeres, en sus bienes, impidiendo que el amor verdadero fluya en la forma siempre nueva y creativa de la misericordia. Es por eso que hemos de recordar qué tesoros nos ofrece Dios, cómo nos muestra que el camino de la humanidad se ha desviado hacia intereses que no llenan, hacia bienes que no sacian, hacia caminos que tienen como destino la oscuridad total del que termina sin amar. Con el don de la Palabra, la que se encarna para hacerse cercana, Dios quiere llegar hasta lo más hondo de las personas, entrar al corazón en el que no faltan las heridas causadas por tantas cosas que rompen la unidad que Dios quiere en nuestras vidas y hace que el corazón humano se ahogue en sus propias vanidades. El remedio a esta cárcel de ilusiones en las que nos encierra el pecado es la libertad que nos ofrece el Evangelio cuando entendemos que todo desprendimiento será colmado luego por la paz infinita y por el gozo que realiza en el creyente el saberse libre para ir en pos de Jesús. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? Como orientador de una familia creyente, debo enseñarle a todos, incluso a mí mismo, que “sólo Dios basta” como lo proclama la espiritualidad carmelitana, que “todo se muda” y Dios siempre permanece, invitándonos a no quedarnos en lo efímero sino a enraizarnos en lo que Es y en lo que da vida. Hay que centrarse, por lo tanto, sólo en Jesús, permaneciendo en Él, palpando su humanidad, como nos lo enseñó el Papa Francisco: Con la mirada y los sentimientos de Jesús, que contempla la realidad no como juez, sino como buen samaritano; que reconoce los valores del pueblo con el que camina, así como sus heridas y pecados; que descubre el sufrimiento callado y se conmueve ante las necesidades de las personas, sobre todo cuando estas se ven avasalladas por la injusticia, la pobreza indigna, la indiferencia, o por la perversa acción de la corrupción y la violencia. Con los gestos y las palabras de Jesús, que expresan amor a los cercanos y búsqueda de los alejados; ternura y firmeza en la denuncia del pecado y el anuncio del Evangelio; alegría y generosidad en la entrega y el servicio, sobre todo a los más pequeños, rechazando con fuerza la tentación de dar todo por perdido, de acomodarnos o de volvernos solamente administradores de desgracias. (Papa Francisco, Encuentro don los Consagrados. Medellín, septiembre 9 de 2017) ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Nos encontramos con Jesús que es la Sabiduría eterna del padre, la “sapiencia suma del Dios soberano” (gozos de la Novena de Navidad de Colombia) y que en su cercanía se desprendió de todo para asumirnos a todos, para congregarnos en una misma esperanza, para enseñarnos la poquedad de todo lo que no es eterno y de todo lo que perece. Liberados de las cosas, se abre en el corazón el espacio necesario para colmarlo con la experiencia de Jesús y con el gozo de después llevarlo a quien quiera vivir la vida con lo necesario para vivirla y con lo suficiente para compartirla.

Vie 5 Oct 2018

Dios nos brinda ayudas para vivir en paz y crear su pueblo

La ayuda que Dios le ofrece al hombre es la relación con la raza humana, con los otros hombres y las mujeres. Es una complementariedad que se verifica en diversos niveles, la relación fraterna, la ayuda laboral, incluso en la relación que se establece en el noviazgo o en el matrimonio; esas son ayudas adecuadas que rompen con la soledad y producen lo que el papa Francisco llama la cultura del encuentro que nos ayuda a mantener la paz y crear el Pueblo de Dios. Tareas: Diferenciemos los distintos niveles de ayuda que nos brindan los otros: la amistad o el trabajo. No confundamos que todo tipo de relación conduce a la sexualidad. Mire y valore al otro como un don, como un regalo de Dios y agradezca a Dios por esas personas. Valore adecuadamente su noviazgo o su relación matrimonial, allí está una bendición y una ayuda de Dios.

Mié 3 Oct 2018

El matrimonio cristiano cumple al plan divino de la creación

La Palabra Divina hoy nos propone, en primer lugar, el relato de la creación de la mujer; luego, nos ofrece el Salmo en el que se recuerda la inmensa dignidad de la que comparte la existencia y le da sentido, gozo y alegría a la familia humana; por su parte, la Carta a los Hebreos nos “hermana” con el mismo Dios; y, finalmente, el Evangelio vuelve a recordarnos que el matrimonio cristiano une al hombre y la mujer como cumplimiento del plan divino de la creación. Primera lectura: Gn 2,18-24 Salmo Sal 126(127),1-2.3.4-5a.5b-6 (R. cf. 5) Segunda lectura: Hb 2,9-11 Evangelio: Mc 10,2-16 (forma larga) o Mc 10, 2-12 (forma breve) ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Palabra de Dios expresa en toda su dignidad y plenitud la familia humana, le da origen divino, la eleva a la altísima categoría de generadora de la vida y la santifica con la gracia sacramental que encuentra su origen en la misma voluntad creadora. La institución familiar así consolidada genera la originalidad de la familia cristiana, procedente de la tradición hebraica, santificando la monogamia, proponiendo en la fidelidad conyugal un signo de la acción de Dios, santificando la unión de los esposos, dando sentido a la originalidad de una familia en la que un hombre y una mujer abiertos a la vida, son co-creadores y comparten con el Autor de la vida el honor de generarla, procrearla, dignificarla. La palabra hogar, no sólo identifica un fuego encendido en el que se encuentra motivación para el encuentro, define en su riqueza expresiva la familia como espacio propio para que la vida surja, para que los esposos den significado a su amor generando comunión de bienes y de esperanzas. La familia es el escenario de la primera formación humana para la vida, el espacio propio del perdón que reconcilia y del amor que genera vida. Superadas las ideas de una sociedad que dividía los roles de los géneros, nos propone una complementariedad que respeta su diversidad y la realiza en la comunión, en la unidad, en la complementariedad creativa y gozosa. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? Más que citar un párrafo específico del magisterio del Papa Francisco en su visita, debemos recordar el gozo esperanzador que iluminó su corazón al ver que le acogían las familias, al ver el orgullo con el que los padres pedían para sus hijos una mirada y una bendición. En el camino de encuentro y reconciliación que se ha emprendido, ha de rescatarse la institución familiar tan amenazada por las tendencias sociales, por la imposición de una ideología de género que quiere sustituir la originalidad de la voluntad creadora. Hay que reiterar el llamado eclesial que reconoce en la mujer un signo irrefutable del amor de Dios y la pone delante del hombre no para que le sirva sino para que sea amada en su grandeza, en su altísima dignidad, en su misión generadora de vida, en su identidad como madre, en su misión de formadora de la vida, en su carácter de constructora y de determinante de los valores sociales. La invitación a valorarla, a darle su auténtico papel en la sociedad, fue expresada en el discurso del Papa Francisco al CELAM, en el que resaltó la dignidad de la mujer en la gesta evangelizadora y en la creación de la identidad de la actual sociedad humana. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Cristo santifica y da la dignidad sacramental a la unión del hombre y la mujer, retomando y bendiciendo la experiencia ya consagrada en la voluntad del Creador. Ser “una carne” es aprender a sentir en comunión, a vivir en comunión, a dignificar la procreación de la vida, a defender la familia, santuario y realidad no negociable, a prevenir para que no se impongan ideologías que desconocen la voluntad creadora y el original designio de la creación.

Mié 26 Sep 2018

La soberbia y el orgullo nos hacen perder la felicidad

Primera lectura: Nm 11,25-29 Salmo Sal 19(18),8.10.12-13.14 (R. cf. Sab 1,7) Segunda lectura: St 5,1-6 Evangelio: Mc 9,38-43.45.47-48 Introducción La Palabra de Dios nos ofrece hoy poder reflexionar en varios aspectos de nuestra fe: en primer lugar, nos hace ver cómo Dios lleva a su pueblo y se vale del don de su Espíritu extendido a quien quiera recibirlo sin condicionamientos humanos: Ojalá que todo el pueblo profetizara y el Señor infundiera en todos su espíritu; el que no está contra nosotros, está a favor nuestro. En segundo lugar, la Palabra nos hace ver la soberbia y el orgullo como la raíz de todo lo que le hace perder al ser humano su felicidad, la cual exige la confianza plena en el Señor: el rico pone su confianza en sus propias fuerzas, el pobre, confía plenamente en el Señor. En tercer lugar, Jesús llama la atención sobre los pequeños, o los débiles. Ningún discípulo del Señor puede ser motivo de escándalo para uno de ellos. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El libro de los números en su capítulo 11 narra las quejas del pueblo durante el camino en el desierto, es decir desde el Sinaí hasta Moab. El nombre Judío del libro es “Bamidbar” que significa “En el desierto”. Los versículos que hoy nos entrega la liturgia para escucharlos, deben colocarse dentro de la llamada “Súplica de Moisés a Dios para que sea Él quien lleve a su Pueblo” (11,10-15). El pueblo se estaba quejando amargamente ante el Señor y añoraba las cebollas y ajos que comía gratis en Egipto. Esta murmuración causaba grave enojo al Señor, quien envIó un fuego que devoró un extremo del campamento (Cfr. Num 11,1). El pueblo reaccionó y pidió a Moisés interceder ante el Señor. En su oración, Moisés le reclama al Señor: “Por qué me has retirado tu confianza y echas sobre mí la carga de todo este pueblo? (Num 11,11). Moisés le expresa al Señor su impotencia: “Yo solo no puedo soportar a este pueblo; es demasiada carga para mí” (Num 11,14). Ante la súplica, el Señor responde al clamor de Moisés, escogiéndose a setenta ancianos de Israel quienes representan al pueblo entero, en efecto, “setenta” significa la totalidad. Entonces, “el Señor bajó en la nube y habló a Moisés; tomó parte del espíritu que había en él y se lo pasó a los setenta ancianos. Cuando el espíritu de Moisés se posó sobre ellos, comenzaron a profetizar” (Num 11,25). “Profetizar” en este caso, no significa comunicar el mensaje de Dios en forma de palabra, como se puede verificar en el profetismo clásico, sino que consiste en demostrar con el propio comportamiento que la fuerza del Espíritu de Dios es y actúa en el mundo, en este mundo concreto. Los ancianos son por consiguiente profetas en el sentido que son testimonio de Dios y de la fuerza de su Espíritu. Todo el pueblo lo puede ver y comprender que Dios está con él y que lo quiere guiar. Se puede observar en este texto, cómo Moisés no es el guía que monopoliza el poder, él lo comunica a otros y así, viene multiplicado. El carisma, no es un bien individual sino un don de Dios para el pueblo; es una fuerza que busca edificar el pueblo de Dios en el mundo. Ahora bien, este don del Espíritu de Dios, no viene condicionado por el hombre, ni siquiera por el mismo Moisés, es libre de condicionamientos humanos. Es por esto por lo que Eldad y Medad, dos ancianos que nos son llamados, profetizan, porque también a ellos ha llegado el don del Espíritu. Josué, el joven siervo de Moisés, representa el escándalo de frente al don inesperado. Ante su observación, cargada de celos, Moisés responde como aquel que habla de verdad con el Espíritu de Dios: “Ojalá que todo el pueblo profetizara y el Señor infundiera en todos su espíritu” (Num 11,29). El Salmo 19, hace resonar la importancia del mensaje que hoy Dios nos está comunicando: “No es un mensaje, no son palabras, pero por toda la tierra se extiende su eco” (19,4-5). ¿Qué es lo que debe ser escuchado? ¿Dónde debemos fijar nuestra atención? ¿Por qué el mundo subyace en la oscuridad? La Palabra nos revela qué es lo que hace ciegos a los seres humanos: “Protege también a tu siervo del orgullo, ¡que jamás me domine! Entonces seré irreprochable e inocente del gran pecado (Sal 19,14). Viene denunciado el gran pecado: La soberbia. La carta de Santiago, muestra las consecuencias de la soberbia, expresada en la confianza que se coloca en sí mismo y en los bienes, y no en Dios; aquí viene identificada esta realidad con los “ricos” y su sentido es tomado de Is 5,8-10; Jer 22,13-14; Am 5,11. El pobre, es aquel que, por el contrario, pone su confianza en Dios y no en sí mismo ni en sus bienes: “Felices los pobres, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5,3). De la soberbia vienen los celos y el individualismo y Dios mismo: “Derriba del trono a los soberbios y engrandece a los humildes” (Luc 1,52). En el Evangelio se nos revela cómo el orgullo de los discípulos se expresa en la pretensión de tener, en cuanto grupo, el monopolio absoluto de Jesús. Aquí el evangelista procura resaltar la apertura que la comunidad cristiana debe tener, respecto a aquellos que, no perteneciendo expresamente a la Iglesia, demuestran frente a ella una actitud de simpatía y benevolencia. Hoy se diría que es necesario escuchar la otra campana; el evangelio se propone, no se impone. Cuando en el texto se leen las palabras de Jesús: “No se lo prohíban, nadie que haga un milagro en mi nombre, puede luego hablar mal de mí; pues el que no está contra nosotros, está a favor nuestro” (Mc 9,39), conviene analizar que el evangelista Marcos pretende exhortar a su comunidad a no atribuirse importancia y más aún, a no exigir para sí el monopolio del Hijo de Dios. Además, en el seno de las primeras comunidades cristianas surgió muy pronto la tentación de monopolizar y fijar en modo rígido las características que debe tener un verdadero seguidor de Jesús. San Pablo, en 1 Cor 12,3, en un contexto donde se habla de las manifestaciones extraordinarias del Espíritu y de la soberanía de Jesús en la vida cotidiana de la comunidad, declara que: “Hasta que uno no se separa expresamente de Jesús (diciendo Jesús es anatema), pertenece a la comunidad”. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? En la historia de la Iglesia con frecuencia ha surgido una tentación: sentirse entre los elegidos y en consecuencia despreciar a los que no están dentro del grupo o condenarles. Creer que sólo unos cuantos poseen el Espíritu de Dios y que los demás deben ser excluidos. Dios misericordioso ama a todos, está dispuesto a entregar todos sus dones a quien quiera recibirlos, como el sol que día a día sale sobre todos, sin distinción de pueblos, razas o costumbres. Jesús se acercó a los excluidos de su época, a los enfermos de lepra a quienes la sociedad separaba del común de las personas; a los pobres, que por su precariedad económica no tenían posibilidad de participar en eventos sociales determinados o tener acceso a ciertos privilegios dados sólo a quienes tienen sus recursos marcados en dinero. Hay un grupo grande de personas, que teniendo un bienestar económico suficiente, cuando han sentido un encuentro con Jesús en su corazón, han colocado los bienes al servicio del prójimo y su misma vida se ha vuelto un servicio constante con su sabiduría adquirida mediante el esfuerzo: médicos, ingenieros, abogados, profesores, especialistas, empresarios. Para poder amar así, es necesario tener el Espíritu del Señor. Y la condición para poder recibirlo es renunciar a la soberbia, al orgullo de creernos más que los demás, poseedores de todos los dones, olvidando que los carismas son “regalos” del Señor para el servicio de los demás. Ya el Bautismo nos incorpora en la muerte de Cristo, para participar de su resurrección. De este regalo se hacen dueños los pequeños, aquellos que al darse cuenta de lo que les hace entrar en la soberbia renuncian a ello: “Si tu ojo te hace caer sácatelo; si tu pie te hace caer, córtatelo; si tu mano te hace caer, córtatela; más te vale entrar manco, cojo o tuerto en el Reino de Dios, el cual se le ha revelado a los humildes, a los pequeños, es decir a los que no ponen sus fuerzas en sí mismos y no se creen “dueños” de la verdad sino que se sienten verdaderos “servidores de Ella”. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? El amor al prójimo es lo que nos identifica como creyentes. Y ¿quién es mi prójimo? Aquel que me desinstala y me saca de mi comodidad. Es tu esposa cuando te ha hecho explotar de ira, por una actitud o una palabra; igualmente es tu esposo cuando te hizo lo mismo; es tu hijo, que ante una corrección te enfrentó y faltó al respeto; o tu hija que con su comportamiento te hizo sentir en medio de la frustración. Es tu jefe, que con una palabra o un tono de voz te “dañó el día” o tu empleado o empleada al no rendir eficazmente en su trabajo. Puede ser también el que no aceptas porque tiene otra confesión religiosa y tú no la compartes o aquel adversario en tu concepción política. Del mismo modo podría ser aquel pueblo migrante que porta consigo unas costumbres diferentes y podrían comprometer la estabilidad política y económica de “mi” país. En fin, se trata del amor al prójimo cuando se vuelve enemigo; esto es lo específico del amor de Dios: “Este es mi mandamiento, que se amen los unos a los otros como yo los he amado”. El papa Francisco es un claro testimonio de este mensaje. En Cuba la respuesta a su visita la dieron no sólo los católicos al igual que en Estados unidos. En Colombia, su mensaje ha tocado a creyentes y no creyentes. El Santo Padre con su testimonio de vida nos enseña que el evangelio es la propuesta para que el ser humano entre en la verdadera felicidad, pero en diálogo con el otro, escuchando la otra campana. Descubriendo qué es lo que nos une y dialogando aquello que nos divide, pero teniendo presente los principios fundamentales del Evangelio que no son negociables. La verdad y el Amor no tienen fronteras ni rejas que separen. Se trata de crear puentes, no muros. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La iniciación cristiana llevada hasta la celebración de los sacramentos, nos conduce a un conocimiento y a un encuentro personal con Jesucristo. Evangelizar es anunciar la persona y el mensaje de Jesús en todos los ambientes para transformarlos desde dentro. Hoy no podemos presuponer la fe. Ya ha pasado el período de cristiandad en la Iglesia donde pensábamos que todos eran cristianos católicos creyentes. Debemos trabajar con fuerza el primer momento del proceso evangelizador de la Iglesia: La acción misionera. Si no evangelizamos con pasión hoy, lo que ahora es ordinario, dentro de poco será extraordinario y lo que ahora es extraordinario dentro de poco será lo ordinario. Hoy lo ordinario es bautizar a los niños, lo extraordinario es bautizar a los adultos. Si no evangelizamos ardientemente, dentro de poco bautizar a los niños será lo extraordinario y lo ordinario será bautizar a personas de edad adulta; lo que, de una manera positiva, nos exigirá hacer procesos catecumenales a los adultos hasta la madurez de su fe y celebración del bautismo, como nos lo ha exigido el Concilio Vaticano II en su constitución Sacrosanctum Concilium, en el número 64: “Restáurese el catecumenado de adultos, dividido en distintos grados, cuya práctica dependerá del juicio del ordinario del lugar; de esta manera, el tiempo de catecumenado, destinado a la adecuada instrucción, podrá ser santificado con la celebración de los ritos sagrados en tiempos sucesivos”.

Vie 21 Sep 2018

Sirvamos e integremos a nuestros hermanos

¿Qué es servir al hermano? El papa Francisco nos ha ofrecido cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar. Eso es servir al hermano que vive en tu vereda, en tu edificio o en tu barrio. Hagamos de estos cuatro verbos nuestra forma de servir a los demás. Padre, envío el texto de las tareas del video de esta semana. Quedo atento a sus orientaciones: Visita un ancianato o un lugar donde tengamos personas necesitadas y servirles de alguna manera. Tenemos tantas personas que desconocemos en nuestros ambientes de trabajo o donde vivimos. Integremos de alguna manera y hagamos Pueblo de Dios.