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conferencia episcopal de colombia

Lun 6 Mayo 2024

¡Monseñor Alejandro Díaz ya hace parte del colegio episcopal! Fue ordenado obispo auxiliar de Bogotá el pasado 4 de mayo

El pasado sábado, 4 de mayo, en la Catedral Primada de Colombia, se llevó la ordenación episcopal de monseñor Alejandro Díaz García como obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Bogotá. La ceremonia fue presidida por el cardenal Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC).Junto a familiares, amigos y feligreses, en la Eucaristía participaron 20 obispos, cerca de 300 sacerdotes, así como representantes de diversas comunidades religiosas. Además, algunos presbíteros provenientes de Roma, en miembros del Dicasterio para la Evangelización.En la ceremonia, monseñor Octavio Ruíz Arenas, arzobispo emérito de Villavicencio y secretario emérito del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización y monseñor Pedro Manuel Salamanca Mantilla, obispo de Facatativá, fueron los obispos acompañantes y primeros ordenantes.“Una misión de fe, amor y esperanza”, así se refirió el cardenal Rueda al significado profundo del ministerio episcopal durante su homilía. Afirmó que la ordenación episcopal no es solo una ceremonia, sino el reconocimiento de una vocación permanente que ha sido guiada por Dios desde el inicio de la vida del ordenado.El purpurado también remarcó que, aunque como obispo de Colombia en la Iglesia primada asume una posición de liderazgo, seguirá siendo parte del pueblo de Dios y debe vivir en comunión y espíritu de hermandad.Por su parte, monseñor Alejandro se encomendó a Dios Padre y pidió la intercesión de la Virgen María en su nuevo rol pastoral, ahora desde el colegio episcopal, “para ser preservado del mal y permanecer en la verdad de Jesucristo”.El nuevo obispo agradeció, además, a quienes han sido instrumentos de Dios en su vida, desde los obispos hasta sus hermanos sacerdotes y amigos. De manera particular, se refirió a los cardenales Pedro Rubiano, Rubén Salazar y Luis José Rueda, así como a aquellos prelados que han guiado su formación y ministerio. También, a los fieles laicos que lo han apoyado y sostenido con su oración.En cuando a la misión que desarrollará ahora en la Arquidiócesis de Bogotá junto al cardenal Luis José Rueda y a monseñor Germán Medina Acosta, también obispo auxiliar, expresó su compromiso para servir con amor y dedicación, así como para dar a conocer el rostro de Jesús en todas las realidades de la capital colombiana.-------Crédito fotos: El Catolicismo - Arquidiócesis de Bogotá-------Vea a continuación la transmisión de la ordenación:

Vie 3 Mayo 2024

Ya no os llamo siervos, os llamo amigos

SEXTO DOMINGO DE PASCUAMayo 5 de 2024Primera Lectura: Hch 10, 25-26.34-35.44-48Salmo: 98(97), 1.2-3ab.3cd-4 (R. cf. 2b)Segunda Lectura: 1Jn 4,7-10Evangelio: Jn 15, 9-17I.Orientaciones para la PredicaciónIntroducciónSi el domingo pasado el Evangelio nos insistía en la necesidad de permanecer en el Señor, este VI domingo de Pascua, nos explica que la permanencia en Él equivaldría a guardar los mandamientos, que se resumen en amar a Dios y al prójimo. Las lecturas de este domingo nos invitan a profundizar en esta idea fundamental:•En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, se narra que Pedro va a casa de Cornelio, obediente a la inspiración divina. Se trata de un pagano que necesita ser instruido; Pedro, como instrumento de Dios le transmite el mensaje a él y su familia. Este relato es muy importante, porque es un pagano que es admitido a la comunidad cristiana por un apóstol, por el primer Apóstol, quien reconoce el paso de Dios sobre la vida de Cornelio, con el pasaje bíblico: “Dios no hace acepción de personas” (cf. Dt 10,17; Sir 35,13; Rom 2,11; Ga 2,6; Ef 6,9; Col 3,25; 1 Pe 1,17). En este contexto, se acentúa la universalidad de la salvación ofrecida por Dios y traída por Cristo, sin distinción de personas, razas ni pueblos, en la línea de pentecostés (Hch 2,1-11), donde sobreviene una efusión del Espíritu. Del pueblo de Israel, primer receptor privilegiado de la Palabra de Dios, pasa a Jesucristo y, de éste, por medio de su testigo, a todo el que cree en Él. •La segunda lectura, esta vez, es la que mejor va a interpretar el sentido del Evangelio de este domingo. La primera Carta de San Juan nos ofrece una de las reflexiones más impresionantes sobre el Dios cristiano: es el Dios del amor. El amor viene de Dios, nace en Él y se comunica a todos sus hijos. Por eso, la vida cristiana debe ser la praxis del amor. Si verdaderamente queremos saber quién es Dios, la carta de Juan nos ofrece un camino concreto: aprendiendo a ser hijos suyos; ¿cómo? amando a los hermanos.•En el Evangelio de Juan continuamos leyendo el capítulo 15, donde la expresión “permanezcan en mí y yo en ustedes” se convierte ahora en “permanezcan en mi amor”.1.Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?El Evangelio del VI domingo de Pascua: Jn 15, 9-17, pertenece a una sección más amplia: Jn 15,1-17. Toda esta sección se puede dividir en dos partes fundamentales: La primera, correspondió al V domingo de pascua (15,1-8), y la segunda parte (15,9-17), que se encuentra en la liturgia de este VI domingo de Pascua, el amor es el objeto de la revelación. Próxima ya la partida definitiva del Señor y con ello el alejamiento físico de sus discípulos por su muerte y resurrección, Jesús les habla del amor que el Padre le ha tenido, para confiarles que los ha amado del mismo modo; y añadir con intensa exhortación que, si ellos le aman, deben permanecer en Él. Con este pasaje del Evangelio estamos ante la cima de la revelación del amor de Dios. El Maestro dice a sus discípulos: “como el Padre me ha amado, así los he amado yo; permanezcan en mi amor”. Este es el don primero, diríamos, el fundamento del amor. El amor del Padre al Hijo, al que nosotros, por pura gracia, somos incorporados: “así los he amado yo”, dice Jesús, en clara alusión al amor hecho realidad en su cruz. Por eso, en el amor de Jesús vemos el amor, hasta sus últimas consecuencias, del padre por nosotros (cf. Jn 13,1; 19,30). “Como el Padre me amó” (v. 9), en griego, el verbo se encuentra en aoristo, y denota el acto de amor prodigado por Jesús a sus discípulos y consumado en su muerte; indica un amor completo, existe desde siempre y para siempre. Pero después de este don gratuito, ha de venir nuestra respuesta generosa: “Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor”. El modelo para cumplir esta tarea es Jesús mismo: “lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”. Esto lo ha hecho realidad Jesús por la obediencia a su Padre, concretada plenamente en el misterio de la cruz, con aquella palabra que resuena la tarde del viernes santo: “todo está cumplido” (Jn 19,30).Desde esa íntima comunión de amor, se entienden las palabras que sigue formulando el evangelista sobre la alegría y el amor al hermano.2.Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?El domingo pasado escuchábamos que Jesús se servía de la alegoría de la vid y los sarmientos para explicar a sus discípulos que, al igual que los sarmientos se nutren de la savia de la vid, así deben permanecer unidos a Él para vivir de la vida divina que les llega por medio de Él, como sucede con el tronco de la vid que alimenta a los sarmientos. Sin este alimento los sarmientos no pueden dar fruto y tampoco los discípulos si no permanecen unidos a Jesús (cf. Jn 15,5-8). Sobre este telón de fondo, Jesús explica que la permanencia en Él equivale a guardar sus mandamientos; es decir, un amor obediente a Él y al Padre (Jn 15,10).Se trata ahora de “permanecer en su amor”. Este amor exige reciprocidad, pues para la amistad se necesitan dos. Por eso, Jesús apremia la respuesta con un imperativo: “permanezcan”. El amor circula, transmite vida y por ello nos permite estar en el Padre como lo hace el Hijo. La permanencia en el amor nos hace hijos de Dios (Jn 1,12), nos hace capaces de dar frutos, de amar a los hermanos, y encontrar la verdadera alegría: “Les he hablado esto para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría llegue a plenitud”. En consecuencia, esta alegría solo puede venir de Jesús. En el texto que venimos comentando, de repente se cambia el término “amor” por “alegría”. Pero esto se da, precisamente, porque el resultado del amor es la alegría de amar y ser amado. El “guardar los mandatos”, forma concreta de la inserción en Cristo, no es pesado, insoportable, amargo, es más bien, fuente inagotable de alegría. La vida del Maestro estuvo siembre fundada en el amor del Padre, se caracterizó por la alegría. Este debe ser el camino del discípulo. El Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, señaló: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG,1).Por eso es necesario permanecer en el amor, que significa amar como amó Jesús: “Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado” (Jn 15,12). Así, podemos amar, porque Él nos amó primero; asumimos el mandato porque Él lo asumió primero. La cruz mostró de parte de Jesús su decisión por nosotros. La cúspide del amor: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13), está en entregar la propia vida por el bien de quien se ama (Jn 10,14-18). Jesús, incluso, lavó los pies a sus discípulos, al esquivo de Pedro, y también a Judas el traidor. En la dinámica de este amor entramos todos, a pesar de nuestras negaciones, traiciones, enemistades, y distancias con el Maestro. El apóstol Pablo dirá: “…Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros…” (cf. Rm 5,6-11). Si nos dejamos contagiar del amor de Jesús, nuestra vida será conforme a la suya. De esta manera, purificamos una vida desconectada del amor al hermano: “Hemos pasado de la muerte a la vida, si amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte” (1 Jn 3,14). Pues el amor de Dios es inseparable del amor al hermano. “Si alguno dice: ‹‹Amo a Dios››, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn 4,20).Por último, no perdamos de vista que estamos en el tiempo de Pascua, y se nos recuerda que somos integrados en la Iglesia mediante el bautismo que nos introduce en la comunión eclesial, y esta comunión es con los Apóstoles y con sus sucesores, con la comunidad de discípulos, mediante la cual entramos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo, como dice la primera carta de San Juan (cf. 1 Jn 1,3). No podríamos llegar a esta comunión sin la acción del Espíritu Santo en nosotros, porque es Él quien infunde en el corazón de los creyentes el amor, la caridad de Dios, que es virtud teologal infundida, igual que las otras dos virtudes teologales, la fe y la esperanza. No son alcanzadas por las fuerzas humanas o la disciplina de sus facultades; son don de Dios que nos viene por la inhabitación en nosotros del Espíritu santificador. El amor es la misma vida divina, así dice la primera de Juan: «Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor» (1 Jn 4,8), para afirmar a continuación que el amor de Dios se ha manifestado «en que Dios mandó al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él» (1 Jn 4,9).3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?Jesús, tú viniste al mundo para enseñarnos el lenguaje inefable de la caridad, y quieres que lo aprendamos con los hechos, con los gestos de cada día. Maestro, tú quieres que conozcamos el amor del Padre que te ha sacrificado a ti, su corazón, por nosotros, por nuestra salvación. Ayúdanos a no olvidar esta enseñanza, que se vuelva para nosotros tarea comprometida de vida. Regálanos la fuerza del amor humilde, perseverante, abierto a todos. Tú fuiste el primero en observar el mandamiento del Padre y nos diste tú mismo el ejemplo del amor más grande. Que podamos descubrir los distintos modos en que se nos presenta también a nosotros cada día la ocasión de dar la vida por los otros, y concédenos la fuerza para darla de manera concreta.¿Cómo es capaz ahora el hombre de responder adecuadamente al amor de Dios, que le sale al encuentro liberándole y ofreciéndole una nueva vida en Jesucristo? En una entrega continua y sin reserva de todo el hombre a Dios, es decir, en el seguimiento de Cristo. Esta respuesta posee una doble vertiente: el hombre que está a la escucha y que responde en la plegaria, en la alabanza, en el testimonio, etc., y la existencia para los demás, viviendo en comunión. Desde esta perspectiva podemos valorar el proceso del camino sinodal que vive la Iglesia en estos momentos. Para hacer realidad el proyecto de caminar juntos debemos atender esta palabra de Jesús que, animada por el Espíritu, nos impulsa a permanecer unidos en el amor. El Papa Francisco convocó un sínodo de Obispos, que tuvo por tema: “Por una Iglesia sinodal: Comunión, participación y misión”. El Santo Padre nos ha pedido que invoquemos el Espíritu Santo para que guíe a la Iglesia hacia una comunión más profunda, una participación más fuerte en la vida en Cristo y un compromiso más vivo con la misión evangelizadora de la Iglesia. Nunca podemos concentrarnos en nosotros mismos. Nuestra misión es testimoniar el amor de Dios. Por eso debemos preguntarnos: ¿Qué acciones concretas haré para responder a lo que Dios me pide hoy como discípulo? Permanecer en Jesús, estar unido a él, traer alegría al corazón. ¿Cómo experimentamos y transmitimos esa alegría a los que nos rodean? ¿Qué acción podemos realizar esta semana para que los que nos rodean se den cuenta de que vivimos unidos a Cristo? Jesús dice que nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. ¿Qué haremos esta semana para que nuestros amigos sepan que estamos dispuestos a dar la vida por ellos? Puede ser un gesto de atención y cariño como hablarles por teléfono y preguntarles cómo se sienten, que está pasando en sus vidas, de qué manera podemos ayudarles._____________________Recomendaciones prácticas:•Jornada Nacional de la Infancia Misionera•Día de la Madre: programar en la parroquia una eucaristía por las madres fallecidas y otra por las madres vivas.•El próximo viernes comienza la novena de preparación para la Solemnidad de Pentecostés.II.Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la MisaQueridos hermanos, sean todos bienvenidos a esta, nuestra comunidad, a este encuentro de los convocados por el Señor. Dios es Amor. Nos lo dice San Juan. Lo ha dicho también el Papa Benedicto XVI, en su magnífica encíclica "Deus caritas est": (Dios es amor), sobre el amor cristiano. El amor es lo que mueve el mundo, y si no es el amor lo que mueve el mundo, será el odio y la adhesión a las riquezas lo que ocupará su sitio. Aprovechemos este domingo para meditar sobre el Amor de Dios y sobre nuestro amor hacia los hermanos. Y tengamos en cuenta que todo el amor, todo, es de substancia divina. Hemos llegado a este Sexto Domingo de Pascua, es el último antes de la Ascensión del Señor. El tiempo va pasando, pero nuestra esperanza está puesta en el Señor resucitado que no nos abandona nunca. Celebremos con gozo y fe esta fiesta dominical. Monición a la Liturgia de la PalabraHermanos, el Evangelio y la segunda lectura que vamos a escuchar con atención, responden a la pregunta: ¿cómo permanecer unidos a Cristo para dar frutos? La respuesta es: Permaneciendo en su amor, es decir, cumpliendo los mandamientos y siendo signo vivo y concreto de ese amor. El mandamiento de Jesús consiste en amar a Dios y amarnos mutuamente. Así la alegría llega a su plenitud. Escuchemos.Oración Universal o de los Fieles Presidente: Con Jesús, que ofrece a los suyos el testamento de su amor, oremos.R. Danos, Señor, un corazón nuevo. 1.Para que el Señor Jesús, resucitado para ser salvador de todos los hombres, conceda a su Iglesia hacer cada vez más creíble el mensaje de esperanza que le viene de la Pascua. Roguemos al Señor.2.Para que el Señor Jesús, resucitado para ser salvador de todos los hombres, venga en ayuda de todos los que trabajan en favor de la paz, para que sean en nuestro mundo testigos del amor de Dios. Roguemos al Señor.3.Para que el Señor Jesús, resucitado para ser salvador de todos los hombres, nos haga descubrir que el amor lo es todo, si es vivido en la fidelidad al mandato de Jesús. Roguemos al Señor.4.Para que el Señor Jesús, resucitado para ser salvador de todos los hombres, haga de las comunidades, movimientos y grupos de creyentes, hombres y mujeres capaces de reconocer los carismas del Espíritu y su diversidad, para que de esta manera enriquezcan la unidad de la Iglesia. Roguemos al Señor.5.Para que el Señor Jesús, resucitado para ser salvador de todos los hombres, nos ayude, para que no apaguemos el fuego del Espíritu que desde el día de nuestro bautismo nos alienta, y caminemos conforme a la vida nueva que Él nos ha comunicado. Roguemos al Señor.Oración conclusivaAcoge la oración que, confiados,te presentamos y transfórmala en bendicionespara tu Iglesia y para el mundo.R. Amén.

Vie 3 Mayo 2024

La Voz del Pastor | 5 de mayo de de 2024

Reflexión del señor Cardenal Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y primado de Colombia:Lectura del Santo Evangelio según San Juan 15, 9-17

Vie 3 Mayo 2024

"Los invito para que no solo adoremos la cruz, sino que nos injertemos a ella": Arzobispo de Cali

En la mañana de este viernes, 3 de mayo, los arzobispos de Colombia, reunidos en la sede de la Conferencia Episcopal, celebraron juntos la Santa Misa, en el contexto de la fiesta litúrgica de la Exaltación de la Santa Cruz y del Día Nacional de Oración por la Reconciliación y la Paz del país que han propuesto. A la Eucaristía asistieron también el Nuncio Apostólico en Colombia, monseñor Paolo Rudelli, así como directivos y colaboradores del Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano.Monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez, arzobispo de Cali, presidió la celebración. Durante su homilía, recordó las palabras del papa Francisco durante su visita a Colombia en 2017 animándonos en esta tarea y afirmó que hoy la urgencia de la reconciliación y de la paz, está atravesada por el dolor que padecen hoy muchas comunidades del país, agobiadas y casi secuestradas, "por una ola de violencia, chantaje, vacunas y extorciones, en aumento, que les quitan la libertad, incluso hasta de su libre movilidad".El arzobispo de Cali dijo que en tiempos de tanta turbulencia, no solo en Colombia sino en el mundo entero, donde la paz parece "esquiva y lejana", es Cristo el que nos reconforta y conduce hacia ese camino, pero que también necesitamos superar con amor, perdón y respeto las diferencias para poder transitarlo. Esto, de acuerdo con monseñor Luis Fernando, permite vivir la fraternidad y reconocernos "Todos hermanos", lema que ha motivado esta jornada. "Cuánto necesitamos de hombres y mujeres, de todas las condiciones sociales, culturales, edades y hasta de credos religiosos, que, pensando en el bien común, superando la fuerza de las ideologías, sean capaces de darlo todo y darse plenamente a la causa de la paz. Cuánto valor se requiere para dar el paso de la paz, en donde la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición de actos violentos permitan a todos, víctimas y victimarios, abrazarse, no para asfixiar al otro, sino para expresar su reconocimiento de los hechos de dolor, la reconciliación, el perdón y la cercanía", expresó.El prelado afirmó, además, que el mensaje de la Cruz para los colombianos es contundente: nos debe conducir no solo a su adoración sino también a la conversión, a ser sembradores y artesanos de paz. Recordó que con esa Cruz se puso fin a la enemistad, se hizo posible la redención y se venció a la muerte, y así también debemos asumirlo nosotros para que florezca la esperanza."Miremos la cruz y al Crucificado. En una unión mística ese nuevo árbol florece y da frutos de paz y reconciliación. Los invito para que no solo adoremos la cruz, sino que nos injertemos a ella, para que retoñemos con la esperanza de ser los constructores de una nueva sociedad. Abrazados e injertos en la cruz del Redentor, elevemos a Dios nuestras plegarias por la conversión de los pecadores y de quienes perpetran toda clase de crímenes y desastres, y nos conceda también nosotros, víctimas y ciudadanos del común, comprender y perdonar al estilo de Jesús", afirmó.Vea a la transmisión de la Eucaristía a continuación:

Jue 2 Mayo 2024

Sinodalidad, misión y Doctrina Social: temas protagonistas en el Encuentro de Rectores de Seminarios de Colombia 2024

Convocados por los departamentos de Ministerios Ordenados y Vida Consagrada de la de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), setenta y cinco rectores de los seminarios mayores diocesanos y las casas de formación religiosa del país se dieron cita del 22 al 26 de abril en Bogotá. En esta oportunidad, bajo el propósito central de abordar planes y mecanismos que permitan darle continuidad a la implementación de la Ratio Nationalis, a partir de los estatutos y planes de formación de cada seminario. Monseñor Luis Augusto Campos Flórez, obispo de la Diócesis de Socorro y San Gil y presidente de esta comisión episcopal acompañó el encuentro.Lo planteado en el documento síntesis de la XVI asamblea general del sínodo sirvió también como guía para el desarrollo del evento, pues se busca que la Ratio (la ruta del proceso formativo de los futuros sacerdotes de la Iglesia en Colombia) tenga impregnado el espíritu de la sinodalidad.“Fue una experiencia muy valiosa, muy positiva, poder ver cómo los seminarios han puesto mucho interés en la implementación de estas líneas formativas que se propusieron a nivel nacional, que fueron aprobadas en el año 2019 y que ahora tenemos nosotros como objetivo o derrotero poder implementar en cada una de las instancias de nuestros seminarios”, explicó el padre Manuel Vega León, Director de Ministerios Ordenados y Vida Consagrada de la CEC.Durante el encuentro, los rectores compartieron algunas de las metodologías didácticas y prácticas pedagógicas que están usando en los seminarios para la formación de los futuros pastores de la Iglesia en Colombia. Todo ello, buscando que sean capaces de responder a la situación actual del país, teniendo presente desafíos como el de la reconciliación y la paz e iluminados por la Doctrina Social de la Iglesia. Bajo el deseo de “ayudar a que estos jóvenes que tienen en su corazón inquietud vocacional, tengan una comprensión más amplia de su servicio y de ese contacto con las realidades humanas que más nos deben preocupar en este momento”, agregó el padre Vega.Conocer, amar y seguir a Jesucristo misioneroEn este mismo sentido, el padre Tonino Urso, rector del Seminario Redemptoris Mater de Medellín afirmó que es fundamental formar presbíteros para la Nueva Evangelización, con ardor, que amen y sufran por las personas y que estén dispuestos a dar la vida por ellas, a imagen de Jesucristo. Esto, de acuerdo con el formador, requiere conducir a los seminaristas por un camino en el que logren conocerse a sí mismos y conocer el amor que Dios les ha tenido. “La Ratio nos pide de formar presbíteros, pastores, misioneros, que les duela el sufrimiento de la gente”, señaló el sacerdote.Otra de las grandes insistencias durante el encuentro, especialmente en este año que la Iglesia colombiana celebrará en el mes de julio el Centenario Nacional Misionero, fue formar futuros pastores con espíritu cada vez más misionero. De allí que durante el encuentro haya intervenido también el padre Samir García, Director del Centro Nacional Misionero de la Episcopal de Colombia, así como de Obras Misionales Pontificias.“Yo creo que tenemos que tener una conciencia clara de que todos somos misioneros desde el bautismo, y aquí es donde incorporamos esta gran alegría de salir, como lo dice el Papa Francisco; de encontrarnos en esa dimensión abierta para ser evangelizadores en donde estemos, quitarnos nuestras comodidades y aprender a tener lo más visible y lo más pronto, lo más cercano a nosotros”, precisó el padre Manuel Penagos Plazas, Rector del Seminario Mayor de Girardot.En esa misma línea, el padre Manuel Calderón Contreras, formador de la Orden de San Agustín, remarcó la necesidad de crear en los seminaristas un deseo profundo de ser misioneros, dando testimonio de Cristo en la Iglesia local pero también en la universal:“Yo creo bastante importante suscitar en los jóvenes ese deseo de seguir a Cristo misionero, a ese Cristo diácono, a ese Cristo servidor, a ese Cristo que da la vida por los demás. Creo que sería un tema bastante interesante de tratar, un compromiso importante para toda la Iglesia en Colombia y, de manera especial, en el camino de formación de lo jóvenes”.Finalmente, el padre Calderón destacó la importancia de estos encuentros convocados por la Conferencia Episcopal para enriquecer el trabajo que se realiza durante la formación en cada una de las jurisdicciones eclesiásticas y desde la realidad de los Institutos de Vida Consagrada. “Nos aportan muchísimo para que nosotros como religiosos pues nos unamos a ese sentir de Iglesia, que vivamos en él y estemos unidos a la Iglesia universal”, concluyó.A continuación, vea el informe audiovisual del encuentro:

Jue 2 Mayo 2024

Contemplando la cruz, ¡Vamos a reconciliarnos!

Por P. Rafael Castillo Torres - El próximo 3 de mayo, día en que el mundo católico celebra la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz; nosotros, en Colombia, acogiendo el llamado del Papa Francisco en Villavicencio, en su visita apostólica de hace siete años, así como la exhortación de nuestros pastores, celebraremos esta jornada de oración, reflexiones y compromisos con el propósito de abrir caminos nuevos de reconciliación y de esperanza en la búsqueda constante de la unidad y de la paz que hoy reclama la nación colombiana. Búsqueda en la que la Iglesia está firmemente empeñada y comprometida.Una pregunta que nos hicieron recientemente fue la siguiente: ¿Por qué la Iglesia ha escogido esta fiesta para celebrar el día nacional de la reconciliación?En primer lugar, porque nuestra Nación, así quieran sacar la imagen del Crucificado de los espacios públicos, se sigue santiguando, signando y persignando. Y lo hace porque estamos llenos de personas que sufren. Personas también ellas crucificadas por la desgracia, las injusticias y el olvido; porque hay muchos hermanos hundidos en el hambre y la miseria; y también porque, entre nosotros, se conserva aún la piedad sincera.En segundo lugar, porque es difícil imaginar un símbolo más cargado de esperanza que la cruz que nuestro pueblo planta por los caminos en subida: esas cruces son memoria conmovedora de un Dios crucificado y recuerdo permanente de su identificación con todos los inocentes que sufren de manera injusta.En tercer lugar, porque la cruz, como el Cristo roto de Bojayá, levantada entre nuestras cruces, nos recuerda que Dios sufre con nosotros. A Dios le duele el hambre de los niños y llora con las mujeres maltratadas día a día en su hogar y sufre también con todas las víctimas. No sabemos explicamos la raíz última de tanto mal. Y, aunque lo supiéramos, no nos serviría de mucho. Sólo sabemos que Dios sufre con nosotros y esto lo cambia todo.La Iglesia quiere en esta celebración, que como nación colombiana podamos redescubrir el verdadero contenido de la cruz. ¿Qué significa la imagen del Crucificado, tan presente entre nosotros, si no sabemos ver marcados en su rostro el sufrimiento, la soledad, el dolor, la tortura y desolación de tantos hijos de Dios? ¿Qué sentido tiene llevar una cruz sobre nuestro pecho, si no sabemos cargar con la más pequeña cruz de tantas personas que sufren junto a nosotros? ¿Qué significan nuestros besos al Crucificado, si no despiertan en nosotros el cariño, la acogida y el acercamiento a quienes viven crucificados? ¿Qué sentido tienen venerar la cruz del Señor si no somos conscientes que en el altar de la cruz se ha dado el mayor gesto de amor que reconcilia a toda a la humanidad?Es justamente en el altar de la cruz donde quedan al descubierto nuestras cobardías. Desde el silencio de la cruz, Nuestro Señor nos invita a revisarnos. Para adorar el misterio de un «Dios crucificado», es necesario acercamos un poco más a los crucificados y de eso se trata en esta jornada. Ante el altar de la cruz vamos a estar en silencio, aquietando el espíritu y recuperando la paz interior. Este, en definitiva, es el buen comienzo de la reconciliación. Llevar la cruz no es buscar «cruces», sino aceptar la «crucifixión» que nos viene de la fidelidad al Evangelio.Nuestra esperanza como Iglesia es que esta celebración nos pueda llevar a seis tareas concretas en el ámbito de la reconciliación: • A reconocer que la verdad sin justicia es mentira y que la justicia sin verdad es engaño; establecida la verdad, restaurada la justicia, se inaugura el tiempo de la misericordia frente al arrepentimiento y el diálogo.• A comprender que una auténtica reconciliación implica cambios reales para crear una nueva situación. Esto se realiza en el reconocimiento de la verdad (la rehabilitación del ofendido) y la búsqueda de la justicia (la rehabilitación del ofensor).• A tener muy claro que una actitud de silencio resulta ser una falsa reconciliación, porque hiere aún más al ofendido y justifica al ofensor en su maldad. Necesitamos que los ofensores reconozcan el daño causado, se arrepientan y emprendan un nuevo camino.• A trabajar pedagógicamente estas tres instancias, la verdad, la justicia y la misericordia, que se requieren mutuamente, para ir consolidando la reconciliación como una experiencia de autenticidad que nos encamina hacia la paz.• A procurar ayudar a armar lo que está desbaratado. Ha de ser una tarea, permanente y continua, por restituir dignidad a las víctimas; contribuir a la humanización de los victimarios; y animar la recomposición de un tejido social y comunitario donde la vida ha de ser lo primero y lo más importante. • A orar insistentemente para que crezca en cada uno de nosotros la grandeza human del perdón como la paz del corazón y la reconciliación como la paz en nuestras relaciones.P. Rafael Castillo TorresDirector del Secretariado Nacional de Pastoral Social – Cáritas colombiana

Jue 2 Mayo 2024

Miremos y contemplemos el Crucificado

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - El próximo viernes 3 de mayo celebramos en Colombia la exaltación de la Santa Cruz, una fiesta de la religiosidad popular de nuestro pueblo, que nos debe llevar a hacer con el Apóstol Pedro la profesión de fe en el Señor diciendo: “Tu eres el Cristo” (Mc 8, 29), reconociendo a Jesús como el enviado del Padre para conducirnos a la salvación prometida y esperada.Cada uno de nosotros de rodillas, mirando y contemplando el Crucificado, deberá pronunciar desde el corazón las palabras del centurión romano que estaba frente a la cruz: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39), que ha venido a traernos el perdón de Dios, como regalo, fruto de su amor y misericordia, que debemos entregar a los demás siendo instrumentos del perdón para con nuestros hermanos.Para muchos esta fiesta se convierte en algo superficial y mundano, perdiendo el verdadero sentido de la Cruz, que es la fuente de la Salvación. Es el madero donde fue clavado Nuestro Señor Jesucristo, que según decimos en el credo, padeció, fue crucificado, murió, fue sepultado y resucitó al tercer día y está sentado a la derecha del Padre. En el Crucificado está la síntesis de todo el Misterio Pascual que celebramos en la Semana Santa y que vivimos a lo largo del año, asumiendo la propia cruz y uniendo nuestros dolores, sufrimientos y enfermedades a la Cruz del Señor y haciéndonos uno con Jesús Crucificado.La sociedad actual ha querido anular la Cruz, el dolor y el sufrimiento que hace parte de la naturaleza humana, vendiendo falsamente la idea de una vida en perfecto bienestar y prosperidad, que, en ocasiones desde la predicación de algunos, comerciando con lo sagrado, quieren vender sacramentales ofreciéndoles a las personas la cancelación de todo sufrimiento en sus vidas. Desde la Palabra de Dios tenemos la certeza de predicar la verdad cuando anunciamos a Jesucristo Crucificado: “Porque mientras los judíos piden milagros y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo Crucificado, que es escándalo para los judíos y locura para los paganos. En cambio, para los que han sido llamados, sean judíos o griegos, se trata de un Cristo, que es fuerza y sabiduría de Dios” (1 Cor 1, 22 - 24), ahí está la fuerza de nuestra fe en el Resucitado, que pasó por la Cruz y entregando su vida por todos, nos liberó de la esclavitud del pecado y nos dio la verdadera vida.De tal manera que siguiendo a san Pablo podemos ser auténticos discípulos misioneros del Señor, si contemplamos el Crucificado y unimos la cruz de cada día a la Cruz del Señor, así lo afirma el mismo Jesús en el Evangelio: “Y dirigiéndose a sus discípulos añadió: Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz, y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la conservará” (Mt 16, 24 - 25). Jesucristo mismo nos ha dado ejemplo de entrega de la propia vida por la salvación de todos y nos invita constantemente a tomar la Cruz y seguirlo.Este año el lema del Plan de Evangelización de nuestra Diócesis tiene el Crucificado sobre la Palabra de Dios y al pueblo de Dios contemplando ese Crucificado y haciendo profesión de fe diciendo: “Tú eres el Cristo” (Mc 9, 28). Desde esta profesión de fe, celebrar la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz tiene gran sentido cristiano y nos debe ayudar a vivir nuestra vida en gracia de Dios, transformados siempre en el Señor que nos ha ofrecido desde la Cruz la salvación.Estamos llevando a la visita pastoral de cada una de las parroquias un Crucificado que preside todas nuestras reuniones, para expresar con ese signo la centralidad de nuestra vida en Cristo Crucificado y fortalecer nuestra fe en el Señor que fue clavado en la cruz, murió, pero resucitó y está sentado a la derecha del Padre. De tal manera que la cruz que fue signo de escándalo para muchos, para nosotros se convirtió en signo de luz y en fuente de salvación eterna.Mirando y contemplando el Crucificado el corazón se llena de esperanza. La esperanza es la virtud que nos mantiene en pie, que nos ayuda a salir adelante en las incertidumbres y dificultades de la vida y para el cristiano la esperanza brota del árbol de la cruz, que lo sana de la tristeza, porque es el mismo Jesús que sana, consuela, levanta y da esperanza: “Vengan a mi todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí que soy sencillo y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus vidas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11, 28 - 30), de esa manera cuando estemos agobiados y sin fuerzas por la cruz de cada día, arrodillémonos a mirar y contemplar el Crucificado y encontraremos paz en medio de las fatigas diarias de la vida.Al celebrar esta fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, renovemos nuestra fe en el Crucificado y reavivemos el deseo de ir en salida misionera a predicar a ese Jesucristo Crucificado que es fuente de nuestra salvación. Que la Santísima Virgen María que estuvo al pie de la Cruz, con dolor, pero con esperanza, nos ayude a mirar y contemplar el Crucificado y el Glorioso Patriarca San José custodie en nosotros la gracia de Dios y la fe, para seguir en nuestra vida a Jesucristo Crucificado, fuente de nuestra salvación.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de Cúcuta

Jue 2 Mayo 2024

Lex orandi, lex credendi, lex vivendi

Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - El mes de mayo está cargado de hermosas y significativas celebraciones que nos sirven, dentro de la pedagogía de la Iglesia, para profundizar en nuestra vida cristiana. La ley de lo que se ora, se cree y se vive, hace parte de la vida del creyente y la liturgia en la Iglesia.Tenemos las fiestas litúrgicas de los santos apóstoles Felipe y Santiago, el 4 y Matías, quien fue elegido en cambio de Judas el traidor, el 14. Siempre la figura de los apóstoles nos remite a la Iglesia primitiva donde ellos asumen con valentía la misión de anunciar lo que “habían visto y oído”. Sobre la columna apostólica se ha construido la Iglesia a lo largo de los siglos. Su presencia está viva en todos los Obispos del mundo que estamos llamados a ser cuidadores de la doctrina católica y animadores de la unidad del pueblo santo de Dios.El 1 de mayo, que es el día del trabajo, la Iglesia propone la figura de San José Obrero, y bajo esta celebración, se invita a orar para que a nadie le falte un trabajo digno y estable. Es la oportunidad para recuperar el sentido del trabajo humano como participación en la obra creadora de Dios. San José interceda por todos los trabajadores, pero también por los empleadores, para que traten de la mejor manera a sus trabajadores, sean justos con ellos y hagan posible que ellos y sus familias tengan realmente una vida digna.Cuatro celebraciones marianas tenemos la alegría de vivir: María Madre de la Iglesia, después de Pentecostés, Nuestra Señora del Rosario de Fátima, el 13, María Auxiliadora el 24 y la Visitación de la Virgen María, el 31.En María tenemos la imagen de quien fuera la llena del Espíritu Santo que, llevando a Jesús en su vientre, se hace servidora de su prima Isabel y con su ida a Ain Karin, lugar donde vivía su prima, nos da ejemplo de servicio. Es la mujer que conoció en primera persona la historia de salvación que su Hijo, Jesús, llevó a cabo. Es la mujer llena de gracia y valiente que acompañó a su Hijo hasta el Calvario, y es ella la que acompaña a los discípulos para recibir en plenitud el gran don del Espíritu Santo en pentecostés.María es la mujer de la oración. Nos enseña que la más plena oración es la que se hace y brota del corazón. De ella se dice que “lo guardaba todo en su corazón”. Por eso, en este año, dedicado a la oración, su vida y enseñanzas son claves para aprender a hacer oración desde el corazón.Dos celebraciones cristológicas se tienen este mes: la Exaltación de la Santa Cruz, el 3, y la Ascensión, el 12. En recuerdo de la tradición en que santa Elena recupera la cruz del Señor, la Iglesia nos pone a meditar en el misterio de la cruz, que en la pascua adquiere su pleno significado. El viernes santo repetimos: “Te adoramos, Oh Cristo y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste el mundo”. Y el hecho de que Jesús hubiera obedecido plenamente al Padre asumiendo la cruz, cargándola y muriendo en ella, hizo que en adelante toda “rodilla se doble en el cielo y en la tierra”, reconociendo a Jesús como su Dios y Señor. De allí que la solemnidad de la ascensión del Señor al cielo, a los cuarenta de su resurrección, se una perfectamente a la cruz. Porque obedeció, Jesús fue coronado de gloria y dignidad. Para la Jesús, su cruz es el trono de gloria.Con la ascensión estamos llamados también nosotros a aspirar siempre a los bienes celestiales. Jesús sube al cielo para enviarnos el gran regalo del Espíritu Santo.Ese regalo lo celebramos a los cincuenta días de la resurrección, en Pentecostés, el 19 de mayo. Jesús cumple la promesa. Se va a cielo y nos envía el Paráclito, el Consolador, el que, con sus dones de sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios, si los acogemos con humildad, vamos a crecer en santidad y vivir con coherencia nuestra fe. Y porque todos los bautizados somos templos del Espíritu Santo, hay que dejarlo trabajar en cada uno.Como síntesis de estos misterios de fe, que son los pilares de nuestra religión, la Iglesia nos propone la solemnidad de la Santísima Trinidad.Simplemente recordemos lo que dice el Catecismo de la Iglesia católica: “El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la jerarquía de las verdades de fe” (Catecismo, 234).Vivamos alegres estas celebraciones litúrgicas, y pidamos al Señor que nos aumente la fe.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali