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“Uno sigue siendo el ser humano pequeño, frágil, que sufre, que se equivoca”: Mons. Rueda Aparicio
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![más allá del cardenal Mons Luis José Rueda Aparicio Cardenal](/sites/default/files/styles/large/public/2023-09/28-mas-alla-del-cardenal-mons-luis-jose-rueda-aparicio.jpg?itok=QpzC1Fe-)
Antes de viajar a Roma para ser creado cardenal de la Iglesia Católica Universal por el papa Francisco el próximo sábado 30 de septiembre, en una conversación tan sencilla como su esencia misma, monseñor Luis José Rueda Aparicio, compartió detalles de su historia de vida con el equipo de comunicaciones de la Conferencia Episcopal de Colombia, organismo que preside desde el año 2021.
“La cuestión es que cuando lo eligen a uno cardenal, generalmente la figura es muy superficial. Miran desde afuera, se les olvida que los miembros de la Iglesia somos seres humanos de carne y hueso, que nacimos en una familia”, inicia afirmando el prelado.
Durante la conversación, el arzobispo santandereano narró detalles que hasta hoy han sido poco conocidos públicamente. Algunos muy íntimos, otros, familiares y los demás, asociados a su camino pastoral. Todos dan cuenta de cómo ha influido su origen humilde, el ejemplo y amor de su familia, lo que ha aprendido de sus hermanos en la fe, las realidades de las tres jurisdicciones eclesiásticas que ha pastoreado y sus convicciones éticas y sociales, en quien es hoy.
“A la Iglesia le debo todo”
Con convicción y gratitud profunda monseñor Luis José, bautizado a los 15 días de nacido, como sus otros 11 hermanos, afirma que a la Iglesia le debe todo. Sin embargo, hace una precisión: “A la Iglesia pueblo de Dios, no a la Iglesia solamente “jerarquía”. Porque cuando se habla de la Iglesia unos piensan en los obispos, en el Papa, en los sacerdotes, y se les olvida que papá y mamá, que los hermanos laicos, que los casados, que los sobrinos, las sobrinas, son Iglesia”.
El primado de Colombia cuenta, por ejemplo, que gracias a Dios, a través de uno de los sacerdotes de su tierra natal, para quien su padre trabajó en la construcción de un templo, él y su familia, lograron tener casa propia.
“¿Cuál es la historia? En San Gil, hasta 1950, solamente había una parroquia. Pero en esa década ya empezó San Gil a crecer un poquito más, entonces el obispo de ese tiempo dice: “Nos toca crear otra parroquia” y un donante dice “yo”, y donó un terreno y otro donante donó otro terreno. Entonces el párroco de ese tiempo se ve en el dilema de no rechazar a los dos donantes y los dos lotes buenos para ser parroquia”, cuenta el pastor.
“Optó por uno y se la jugó por otra medida”-continúa explicando-, “dijo entonces al otro donante: “Allá en el lote que nos donó, no vamos a construir el templo, pero vamos a construir siete casas. En el templo duraron más de cinco años construyendo el templo y mi papá, que trabajaba en construcción, Luis Emilio, trabajó todos los años””.
Cuenta después que sorpresivamente y con una especie de “responsabilidad social eclesial”, el sacerdote terminó asignándoles con escritura cada una de esas casas a siete de los trabajadores que permanecieron siempre en la obra. “Por eso tenemos casa propia”, puntualiza monseñor. Casa que aún conservan como patrimonio familiar, que visita y en la que comparte con los suyos cada vez que su ministerio se lo permite.
Sobre su infancia, hay detalles muy especiales en el relato. “Los vecinos del barrio, los que me conocen en San Gil saben que no era un ángel, que era normal, tampoco era un vago porque trabajábamos mucho, pero pero éramos normales, sin pretender santidades que no existen. Pero algo sí era muy importante: todo los domingos, misa y comunión”, comenta monseñor.
Uno de los 21 nuevos cardenales que tendrá próximamente la Iglesia, el hijo de Luis Emilio y Socorro, junto a sus hermanos y como seguramente muchos otros de su época, llegaba a acuerdos con su padre para participar de la Eucaristía dominical: “Llegó la adolescencia y nosotros le negociábamos a mi papá: no vamos a la misa de diez porque nos corta la mañana, no vamos en la noche porque en la noche es mejor ir con las amigas. Entonces más bien, madrugamos a Misa y salimos de eso. Era la forma de decirle a mi papá y él decía “listo entonces, pero van a misa y comulgan. Y esa era nuestra tarea”.
Ese adolescente también experimentó su vida afectiva. Vivió desde el inicio del bachillerato y durante seis años, una relación muy especial con Nancy, una joven a la que quiso mucho y con quien compartía, entre otros, su gusto por jugar ping pong durante largas horas. Además, es seguidor del fútbol (hincha del Atlético Bucaramanga, por cierto), aprendió de construcción gracias a su padre y de metalistería gracias a su colegio, derramó lágrimas durante su servicio militar obligatorio del que fue “rescatado” por su madre en La Guajira y más adelante, se vinculó al laboratorio de una cementera.
“Yo pasaba de la empresa la casa por un templo donde está el cementerio de San Gil y yo entraba a rezar un ratico con mi uniforme, con mi overol y yo veía al Cristo, era un Cristo crucificado, pero con los ojos abiertos. Hasta ahora entiendo que era un Cristo agonizante, no estaba muerto, no es un Cristo con los ojos abiertos. Yo decía: pero, ¿Él está muerto o está vivo? Porque tiene los ojos abiertos. Y me impresionaba mucho y eso se me fue metiendo, hasta que un día le dije a ella: yo quiero ser sacerdote”.
A monseñor Rueda le costó entender su vocación por esa “extraña” manera en que sintió el llamado a los 19 años de edad. En aquella época hasta llegó a pensar que ingresar al seminario podía ser una especie de traición a Nancy, con quien seguía compartiendo; también a su familia, pues él aportaba para el sostenimiento de su casa, ya su padre estaba enfermo, irse limitaba por completo sus posibilidades de seguirlo haciendo.
Tomar la decisión de iniciar su vida sacerdotal fue una reto, pero lograr que le creyeran y poder ingresar al Seminario Conciliar San Carlos de San Gil, significó uno mayor. Aunque su padre lo había animado a dar el primer paso para empezar ese camino, advirtiéndole que debía hacerlo bien, varias pruebas se le cruzaron en él, entre ellas, lograr que algún sacerdote le diera una especie de “carta de recomendación”.
“Yo quiero ser sacerdote. ¿Pero eso cómo es, señor obispo?”
“Yo quiero ser sacerdote. ¿Pero eso cómo es, señor obispo? ¿Entonces él se rió, me atendió, era una persona muy seria, muy respetuoso y me dijo Usted tiene novia? Yo dije Sí, le digo que sí. Me dice váyase, no sé cómo será eso. ¿Y yo le dije no, así como tal, no? Y entonces él me dijo: Es bueno que consiga una amiga, que usted experimente su afectividad, que interactúe con ella. Salí aburrido de ese diálogo, debí haberle dicho la verdad a monseñor Víctor”, cuenta, con cierta emotividad, el hoy presidente del episcopado colombiano, al referirse a su primera conversación con monseñor Victor López Forero, el arzobispo emérito de Bucaramanga, en ese tiempo…,quien precisamente el pasado 23 de septiembre partió a la casa del Señor.
Aunque finalmente consiguió esa carta con el capellán del Colegio Nacional San José de Guanentá Integrado de San Gil, uno de los cinco por los que pasó porque, coincidencialmente, los cerraban o se trasladaba. Él mismo cuenta que no fue realmente activo a nivel de vida parroquial. Aunque la Misa de los domingos y el rezo del Santo Rosario en su hogar, eran sagrados, no fue de participar activamente en comunidades ni grupos. De hecho, recuerda que en esa exploración, una de las primeras cosas que hizo fue ir a una convivencia vocacional y no le gustó.
“Uno aprende a ser cura con la gente”
Finalmente monseñor Luis José ingresó al seminario, disfrutó de su proceso y tras terminarlo, a los 27 años de edad, fue enviado por monseñor Leonardo Gómez Serna, a una parroquia rural en una localidad llamada Albania que en ese tiempo pertenecía a la Diócesis de Socorro y San Gil y estaba ubicada a siete horas de San Gil.
“Quiero advertirle que de allí se han retirado cuatro sacerdotes por distintos motivos. Uno por el alcoholismo, otro porque se enredó con una dama, pero yo confío en usted y está listo”, le dijo monseñor Gómez Serna al Luis José Rueda de aquella época, aún inexperto, que jamás llegó si quiera a sospechar la misión que el Santo Padre le encomendaría hoy. “Y me di cuenta de una cosa que uno en el seminario aprende la teoría, pero que uno aprende a ser cura con la gente”, agregó con firmeza el cardenal electo.
Hoy, 33 años después de ordenado, recuerda con cariño pero también con cierta sorpresa su camino episcopal. Tres jurisdicciones pastoreadas en regiones muy distintas, un periodo en la presidencia del episcopado que terminará en julio del 2024 junto a sus hermanos monseñor Omar Alberto Sánchez Cubillos y Luis Manuel Alí Herrera, vicepresidente y secretario general de la Conferencia, respectivamente. Ademas, una gran cantidad y diversidad de lugares y personas que ha podido conocer, desde los más humildes y necesitados, hasta las personalidades más destacadas de la vida social y política del país.
“Yo pensé que los obispos eran de familias ricas”
Aunque significó una alegría muy grande para sus coterráneos, la noticia de que el papa Benedicto XVI lo había nombrado obispo de la Diócesis de Montelíbano fue toda una sorpresa, no solo para él sino también para su familia.
“El día que avisaron que iba a ser obispo yo ya sabía, pero toca guardarlo en secreto. Y uno está ahí, como con “el entre pecho y espalda”, con ese secreto. Cuando ya se supo, hubo mucha alegría en la familia y en San Gil. Solo en la tarde pude ir a comer con mi madre y le dije, Y ella dijo: “Yo pensé que los obispos eran de familias ricas”. Fue la expresión que nunca se me olvida”, narró monseñor.
El prelado partió hacia esta Iglesia particular en Córdoba, región que no conocía, en la que tuvo que acompañar durante seis años a las comunidades en medio de complejos retos del contexto social por cuenta de situaciones asociadas al conflicto armado, pero a la que quiso mucho.
“Yo aprendí a ser obispo con los sacerdotes”
“Estando allá, cambia la ruta porque renuncia Benedicto y nombran a Francisco, y Francisco me pasó a Popayán y yo llegué a ser Arzobispo de Popayán. Eso es una cosa muy grande, pero uno sigue siendo el ser humano pequeño, el ser humano frágil, el ser humano que sufre, que se equivoca”, afirma monseñor.
Al conocer y celebrar la Eucaristía en todas sus parroquias, monseñor Luis José se enamoró del Cauca, de su gente, su cultura y su geografía. Sin embargo, no había cumplido los dos años aún y es notificado en mayo de 2018, a través de monseñor Luis Mariano Montemayor, nuncio apostólico en Colombia durante esta época, que el Santo Padre lo había nombrado arzobispo de Bogotá.
“¡No puede ser! ¿Suceder a monseñor Rubén Salazar Gómez? ¡Esas son palabras con mayúscula sostenida!”
La capital, tan grande y diversa, recibió en junio de 2020 a monseñor Luis José, en plena época de confinamiento obligatorio por la pandemia del COVID-19. Los retos de esa época y la responsabilidad tan enorme que sentía en ese nuevo encargo eran inmensos.
Su misión en Bogotá y, al tiempo, la tarea de presidir el episcopado colombiano, le han permitido al arzobispo hacer llegar un mensaje más directo a diferentes actores y sectores frente a sus preocupaciones por las realidades que vive hoy el país. Su insistencia en la defensa de la vida y en la necesidad de construir la reconciliación y la paz, desde la justicia, el amor y el respeto por los derechos humanos, han sido permanentes.
“Y aprendí a conocer Bogotá y a amarla, y a darme cuenta de que Bogotá no es lo que otros piensan desde fuera. Algunos dicen Bogotá tiene dos partes el sur y el norte, falso, Bogotá tiene una multiplicidad. En el norte hay periferias existenciales, en el sur hay belleza, riquezas, hay de todo”, afirma monseñor Rueda, al tiempo que recuerda su gusto por haberse podido acercar e involucrar con la realidad de los habitantes de calle.
“Como dice el Papa, yo he cometido muchos pecados, pero yo he sido misericordiado por el Señor”.
Enterarse de la noticia de su designación como Cardenal el pasado 9 de julio, fue más inesperada aún. La semana previa había finalizado la asamblea plenaria del episcopado y justamente, un día antes, la Iglesia colombiana iniciaba su luto por la partida de monseñor Elkin Fernando Álvarez Botero, obispo de Santa Rosa de Osos.
Esa noticia, que llegó para el país como un bálsamo de esperanza, pareciera aún increíble para monseñor Rueda Aparicio. “El Papa me mandó una carta muy bonita, una carta privada personal donde me anima, donde me dice: “Ahora entra al Colegio Cardenalicio” y lo que eso significa en clave de servicio, en clave de unidad con el Papa, con el sucesor de Pedro y de martirio. Y por eso debe estar dispuesto”, expresa con actitud de obediencia el arzobispo de Bogotá.
Luis José Rueda Aparicio, no solo el del nuevo título que recibirá en la Santa Sede, sino el ser humano, el hijo, el hermano, el tío, el primo, el amigo, narra que mirar hacia atrás, le da la oportunidad de darse cuenta cómo su vida se la ha ido transformando el Señor. Termina su relato afirmando que más allá de las pruebas, ama a Dios, a la Iglesia y al país y está dispuesto a entregar su vida.
Vea la entrevista completa aquí:
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La familia defiende y protege la vida
Mar 11 Jun 2024
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Mar 25 Jun 2024
Falleció monseñor William de Jesús Ruiz Velásquez, Prefecto Apostólico Emérito de Leticia
A sus 82 años de edad, falleció monseñor William de Jesús Ruiz Velásquez, quien, entre el 8 de julio de 1997 y el 23 de octubre del 2000, se desempeñó como Prefecto Apostólico de Leticia (Amazonas). El pastor antioqueño fue el segundo en desempeñar este oficio, antes que dicha circunscripción eclesiástica fuera elevada a Vicariato Apostólico por el papa Juan Pablo II.La muerte de monseñor Ruiz Velásquez se produjo en la madrugada de este martes 25 de junio en la ciudad de Medellín, donde vivía desde el año 2016 en una casa familiar.Monseñor William de Jesús nació el 2 de octubre de 1941 en el municipio de Entrerríos (Antioquia). Realizó sus estudios de Filosofía y Teología en el Seminario Conciliar Santo Tomás de Aquino de la Diócesis de Santa Rosa de Osos. Cursó una maestría en Catequesis en la Universidad Católica de París (Francia).Fue ordenado sacerdote para el clero esa misma jurisdicción el 11 de septiembre de 1966, por monseñor Miguel Ángel Builes. Allí desempeñó múltiples oficios pastorales, entre ellos: Vicecanciller de la Curia y Notario del Tribunal Eclesiástico (1969), Promotor Diocesano de la Pastoral Vocacional (1973), Vicario de Pastoral de la Diócesis (1995) y Coordinador de la Pastoral Familiar (1996). En julio de 1997 fue nombrado Prefecto Apostólico de Leticia, misión que desempeñó por tres años.Al regresar a su región natal, entre los años 2001 y 2016 fue párroco en los municipios de Amalfi, Yarumal y Donmatías. Allí apoyó también diferentes procesos de desarrollo municipal e impulsó iniciativas asociadas a la educación, la defensa de la vida y la institucionalidad.Fue colaborador permanente del Consejo de Administración de la Cooperativa Fraternidad Sacerdotal.El padre Luis Alfonso Urrego Monsalve, administrador diocesano de Santa Rosa de Osos, expresó sus condolencias a familiares y amigos del presbítero, e informó que las exequias se celebrarán este miércoles 26 de junio, a las 3:00 p.m., en la Catedral Metropolitana de Medellín.
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Mar 25 Jun 2024
Finaliza la segunda etapa de ‘Iglesias seguras y protectoras’: la última jornada de formación en prevención de abusos se desarrolló en la Provincia de Barranquilla
Entre el 19 y el 21 de junio, en la ciudad de Barranquilla, se llevó a cabo la última jornada de capacitación de la iniciativa ‘Iglesias Particulares Seguras y Protectoras’ implementada por la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) con el auspicio de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos. Un proyecto que tiene como finalidad promover la atención y prevención de abusos y violencias en las diferentes regiones del país.A este llamado por la cultura del cuidado en la Iglesia Católica acudieron alrededor de 500 personas, entre obispos, sacerdotes, consagrados y laicos de la Arquidiócesis de Barranquilla y de las diócesis de Riohacha, Santa Marta, Valledupar y El Banco, jurisdicciones que conforman la Provincia Eclesiástica de Barranquilla.Como parte de la agenda desarrollada en esta última etapa, se implementaron diferentes talleres y conferencias sobre la cultura del cuidado: los desafíos a nivel social y eclesial, la generación de entornos protectores y la atención a víctimas. También se presentaron las líneas guía, líneas operativas y buenas prácticas propuestas por la CEC. Estos espacios estuvieron a cargo de los miembros del Consejo Nacional para la Cultura del Cuidado, del Departamento de Comunicaciones de la Conferencia Episcopal y del presidente del Tribunal Eclesiástico de Bogotá, monseñor Pedro Mercado.La psicóloga Diana Suárez, miembro del Consejo Nacional para la Cultura del Cuidado, comenta que se pudo dar un encuentro como comunidad eclesial para trabajar en aspectos que, en materia de prevención, son de gran importancia. De ellos, destacó el reconocimiento de la realidad sobre la problemática de violencia sexual en cada territorio de la Provincia de Barranquilla, así como la evaluación de los factores de protección que favorezcan el cuidado, de manera especial, de niños, niñas y adolescentes.Por una cultura del cuidado con rostro provincialEstos tres días de formación significaron el encuentro fraterno de una “Iglesia viva, actuante y alegre”, así lo indicó la doctora Ilva Myriam Hoyos, presidenta de ese organismo de la CEC.De acuerdo con monseñor Pablo Emiro Salas Anteliz, arzobispo de Barranquilla, los prelados de las cinco Iglesias particulares estuvieron de acuerdo con que estas jornadas coincidieran con la formación obligatoria de sus cleros, de tal manera que se les diera la mayor importancia posible. “Para la provincia ha sido un momento providencial porque también nos ha permitido acercarnos de manera mucho más profunda y consistente al Sistema para la Cultura del Cuidado que ha impulsado la Conferencia Episcopal. Diríamos que ahora este sistema va a adquirir un rostro provincial, el rostro de la Provincia de Barranquilla”, así lo expresó monseñor José Mario Bacci Trespalacios, obispo de Santa Marta.Monseñor Bacci Trespalacios, indicó también que ahora cada Iglesia particular tiene como tarea no solo divulgar los contenidos abordados, sino también profundizar en cómo hacer vida la cultura del cuidado en todos los ámbitos eclesiales.Una cultura del cuidado que no se agota en las jornadas de las provincias“Es muy importante reconocer que el ejercicio no se puede quedar solamente en esta capacitación o en las capacitaciones realizadas en las diferentes provincias. Es necesario que esta información también sea comunicada con los diferentes miembros que hacen parte de los ambientes eclesiales y de allí la importancia de realizar un trabajo muy riguroso con las comunidades”, señaló la doctora Diana Suárez.La piscóloga, quien, además, coordina la Oficina del Buen Trato de la Arquidiócesis de Bogotá, señaló también la necesidad de sensibilizar a los agentes de evangelización y a los padres de familia sobre los riesgos que hay en el entorno digital para los menores y en las normas específicas para el cuidado y la protección de todos los que hacen parte del ambiente eclesial. Además, brindar un acompañamiento integral a las personas que han sufrido a causa de abusos o violencias, sin riesgo a revictimizarlas.Al cierre de estas jornadas, monseñor Pedro Mercado, indicó que, a pesar de que la primera parte del proyecto se ha cumplido, la labor pedagógica debe continuar, de manera especial, con los futuros pastores de la Iglesia: “Hay que acentuar todavía más la prevención e ir sobre todo a los seminarios para que la cultura del cuidado no llegue ya en un momento tardío de la formación sacerdotal, sino precisamente cuando se está gestando ese futuro ministro, ese futuro sacerdote, servidor del pueblo de Dios. De tal manera que, desde esa etapa temprana, la cultura del cuidado haga parte de su formación para un servicio integral a la Iglesia”, remarcó monseñor Mercado.De esta forma, concluyeron las jornadas de capacitación sobre atención y prevención de abusos implementadas por la Conferencia Episcopal de Colombia en once de las catorce provincias eclesiásticas del país, desde la iniciativa ‘Iglesias Seguras y Protectoras’. La Oficina para la Cultura del Cuidado continuará animando y articulando otros procesos formativos en diversas instituciones eclesiales bajo el propósito de aportar a la construcción del Sistema para la Cultura del Cuidado propuesto por los obispos en las ‘Líneas guía’.Vea el resumen informativo de la jornada:Para conocer más información sobre el trabajo de la Iglesia colombiana por la cultura del cuidado, haga clic aquí.
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Vie 21 Jun 2024
En “La Sucursal del Cielo”: Iglesia, Estado y comunidad luchan juntos contra el hambre
Con la operación de 713 comedores, ubicados en las 22 comunas y en 15 corregimientos del Distrito Especial de Santiago de Cali, la Pastoral Social de la Arquidiócesis de Cali, en articulación con la Alcaldía de la capital vallecaucana y gracias al apoyo de gestores de la comunidad, diariamente brinda alimento a 58.000 personas de diferentes edades que tienen grandes necesidades económicas.En el caso de la Iglesia, la iniciativa se realiza mediante un servicio conocido como “Diaconía del Pan”. Desde el cual no solo brindan alimento material sino también espiritual a personas de escasos recursos.A través de estas acciones, la Arquidiócesis de Cali busca hacer vida la Doctrina Social de la Iglesia. Es así, como el padre Diego Fernando Guzmán, delegado de la pastoral social arquidiocesana, comenta que, hace aproximadamente nueve años, existe una alianza con el Distrito de Cali y los gestores sociales, mediante la cual se ha generado un impacto social importante para mitigar el hambre, un problema de grandes dimensiones en la denominada “Sucursal del Cielo”.“Desde esta acción conjunta logramos que la acción del Evangelio, el amor misericordioso de Jesucristo, la invitación a la fraternidad, a la mano tendida para el más pobre, pues se pueda hacer realidad, se pueda hacer efectiva”, agregó el sacerdote.De ollas a comedores comunitariosLa historia de estos comedores se remonta a 1996 con la creación de la Comisión Arquidiocesana Vida, Justicia y Paz y del Banco de Alimentos, por iniciativa de monseñor Isaías Duarte Cancino. El pastor que abanderó una lucha decidida contra la violencia y la defensa de los derechos humanos. Lucha que, seis años más tarde, le costaría la vida, pues fue asesinado, al parecer, por sus fuertes denuncias en el marco del conflicto armado que afectada a la capital vallecaucana y a muchas otras regiones del país.En el año 2015, la Arquidiócesis y la Alcaldía de Cali firmaron el primer convenio para trabajar por la mitigación del hambre. Con el apoyo de un importante número de laicos que hasta hoy desempeñan labores de gestores, pusieron en funcionamiento 46 espacios denominados “ollas comunitarias”, a través de los cuales alimentaban a cerca de 6.000 personas.En dichas “ollas” se unían diferentes familias, lideradas en su mayoría por las mujeres, para cocinar y compartir grandes cantidades de alimento como medio de supervivencia, debido a la difícil situación económica y la enorme ola de violencia que golpeada su territorio. En dicha misión, al calor de fogón de leña, prevalecía siempre el sentido por el bien común.Con el pasar de los años la iniciativa se fue fortaleciendo y permitió pasar “de las ollas”, a la creación de un programa más integral de comedores comunitarios. Desde él, ya no solo buscan brindar alimento material sino también alimento espiritual y acompañamiento psicosocial a las personas beneficiadas. Además, han logrado crear huertas comunitarias y apoyar emprendimientos locales, entre ellos, de pequeños productores, favoreciendo así el desarrollo y empoderamiento de las comunidades.Conozca más detalles ingresando aquí.
![](https://cec.org.co/sites/default/files/2024-06/19-Iglesia-en-Boyaca-atencion-y-prevencion-de-abusos-cultura-del-cuidado.jpg)
Jue 20 Jun 2024
Iglesia en Boyacá recibió formación en atención y prevención de abusos: casi 800 personas participaron
Entre el 12 y el 14 de junio, Duitama fue sede de las jornadas regionales de capacitación sobre atención y prevención de abusos desarrolladas por la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) en el marco de la iniciativa “Iglesias Seguras y Protectoras”. En esta oportunidad, con obispos, sacerdotes, seminaristas, religiosas y laicos de la Provincia Eclesiástica de Tunja. De manera especial, de las cuatro jurisdicciones de Boyacá: la Arquidiócesis de Tunja y las diócesis de Duitama-Sogamoso, Garagoa y Chiquinquirá.Cerca de 800 personas de zonas urbanas y rurales del departamento acudieron a esta convocatoria, liderada por los obispos y los miembros de los organismos encargados de la cultura del cuidado en cada una de estas Iglesias particulares . También asistieron algunos representantes de la Diócesis de Yopal, que hace parte de esa provincia.Se trata del cuarto ciclo de formación por provincias eclesiásticas facilitado en lo que va corrido del 2024 por el Consejo Nacional para la Cultura del Cuidado y el Departamento de Comunicaciones de la CEC, así como por el Presidente del Tribunal Eclesiástico de Bogotá, monseñor Pedro Mercado. En él, se llevaron a cabo conferencias, talleres y diálogos específicos en torno a temáticas como: claves para generar entornos protectores, elementos psicosociales para identificar situaciones de abuso, fundamentos canónicos para la atención y aspectos necesarios para comunicar con enfoque de cuidado y prevención.“Este momento ha sido un paso más, un escalón más, en todo el compromiso que tenemos las diferentes diócesis de esta jurisdicción, en esta cultura del cuidado y ser verdaderas apóstoles de la prevención”, expresó el padre Ricardo Alonso Lache, también de la Diócesis de Garagoa.Sobre el sentido fundamental de la cultura del cuidado y las reflexiones suscitadas durante las jornadas, monseñor Julio Hernando García Peláez, obispo de Garagoa, afirmó: “Se trata de un acto de responsabilidad en lo que es la Iglesia como tal, que debe continuar la obra de Jesús, atendiendo de modo especial a los niños y brindándole a los niños ambientes seguros. Jesús bendecía a los niños. Nosotros estamos para cuidar a los niños y bendecirlos.”Por su parte, el padre Óscar Pinzón, administrador diocesano de Duitama, destacó la necesidad de afianzar cada vez más el trabajo por la cultura del cuidado a nivel provincial, así como los retos que tienen tras esta formación:"Aquí en Boyacá el tema provincial está muy muy arraigado y hemos trabajado de la mano las diócesis vecinas, conformando una suerte de comisión o Delegación Provincial para la Cultura del Cuidado, con la cual nos reunimos mes a mes, hemos preparado también remotamente este encuentro de Iglesias particulares, pero sigue el esfuerzo de ver qué nos hace falta: perfeccionar los decretos con los cuales se crean las comisiones, las oficinas, también de los materiales y de las formas en que en cada diócesis podemos llegar a ser multiplicadores de esta buena noticia".Monseñor Gabriel Ángel Villa Vahos, arzobispo de Tunja también valoró la actividad como una oportunidad para aclarar dudas y unificar criterios. Además, aprovechó para hacer una invitación especial que permita seguir fortaleciendo el Sistema para la Cultura del Cuidado que ha sido definido por la Iglesia Católica colombiana:"Invitar a todos los que ya han pasado también por esta formación a que demos un paso adelante: que se estabilice en cada una de las jurisdicciones la oficina, como lo ha pedido el papa Francisco "Vos Estis Lux Mundi", que haya un organismo en el cual la gente tenga fácil acceso a todo lo que tiene que ver con denuncias o prevención de este fenómeno, de los abusos de poder, de conciencia y sexuales, que tanto dolor causan en la sociedad y específicamente nuestra Iglesia".Las jornadas finales de este ciclo formativo se están desarrollando entre el 19 y el 21 de junio con las jurisdicciones que conforman la Provincia Eclesiástica de Barranquilla. Así, la Conferencia Episcopal de Colombia clausurará la segunda etapa de este proyecto, que ha sido auspiciado por la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos.Vea a continuación el informe del evento: